martes, 19 de enero de 2016

Escuchando a Heidegger con atención.

A raíz de mis comentarios, en torno a "Normas para el parque humano", surgió un interesante intercambio dialéctico en el foro de discusión filosófica de la UNED (ver aquí). Aprovecho esta ocasión, además, para enlazar con el interesante blog donde mi interlocutor (Jesús M. Morote) es habitual colaborador: La galería de los perplejos.  
 
Decía Jesús que no podíamos considerar a Peter Sloterdijk como un acólito o fiel seguidor de Heidegger.
 
Yo le respondía que, efectivamente, no podemos afirmar que Sloterdijk esté entre los acólitos de Heidegger, pero, desde luego, resulta evidente que su filosofía es deudora, en gran medida, de la del autor de "Ser y tiempo".

Le decía a mi interlocutor que yo observaba una conflictiva relación paterno-filial entre Heidegger y Sloterdijk; una relación de amor y odio, mejor sería decir admiración-rechazo, a partes iguales.
Sloterdijk, en mi opinión, es hijo de Heidegger, en tanto ha asimilado, criticado y superado la filosofía del mismo. Pero cuando un atento hijo se esfuerza por asimilar al padre (conociéndole en profundidad a través de la crítica) no puede evitar, al tiempo, descubrir los errores e imperfecciones de su progenitor.

Yo estoy estudiando atentamente la obra de Sloterdijk ("Celo de Dios", "El desprecio de las masas", "Crítica de la razón cínica", "Normas para el parque humano" y, actualmente, "Esferas") y puedo asegurar que en todas las obras que he citado aparecen continuas referencias a Heidegger. De hecho, en "Crítica de la razón cínica", Sloterdijk se atrevió, incluso, a distanciar a Heidegger del ideario dogmático del nacionalsocialismo.
Quiero decir, con todo lo expuesto hasta ahora, que mientras la filosofía occidental en general, y Habermas en particular, se han dedicado a pensar contra Heidegger, Sloterdijk se está esforzando en pensar para superar a Heidegger.

Sloterdijk coincide con Heidegger en un punto, para mí crucial y fundamental: una severa crítica al comunismo. Solo por este motivo les estoy profundamente agradecido, tanto al padre como al hijo.
Así, Heidegger ya señaló que Marx fue el primero en realizar una interpretación del mundo (sesgada e interesada por ser "parte de", añado yo) para mejor legitimar la transformación del mismo. Y dijo textualmente:
El comunismo es también una creencia (en la ciencia moderna) que trasciende al hombre individual y, por tanto, es una religión. Ningún hombre no tiene religión. Cada hombre está más allá de sí mismo.

Pero es que también Sloterdijk, en la generalidad de su obra, no deja de alertarnos sobre las amenazas del suprematismo comunista. En "Crítica de la razón cínica" le enmienda la plana al marxismo (tildándolo de prepotencia esquizofrénica) y, de paso, deja caer algún que otro certero dardo contra Adorno y la Escuela de Frankfurt, al cabo también revisionistas del marxismo.

Como muy bien me señalaba Jesús (alias Nolano), tras "vapulear" dialécticamente al padre (Heidegger), Sloterdijk tan solo le reconocía que hubiese sido capaz de articular la pregunta de la época: ¿qué doma todavía al hombre, cuando el humanismo como escuela de doma fracasa?

¡La pregunta de la época! ¡Casi nada! La gran y única pregunta que urge responder, sí o sí, si la humanidad no quiere encaminarse hacia su propia autodestrucción. ¿Vamos a restarle importancia, no solo ontológica sino también vital, a la pregunta que nos insta a salvar al ser humano de sí mismo?

Pero, argumentaba mi interlocutor, detectar eso y formular la "pregunta de la época" no convertía a Heidegger en un punto de referencia para ninguna solución de ningún tipo.

Cierto, no parece que Heidegger pueda proponer ninguna solución. Sin embargo, Heidegger allanó el camino para que los adormilados occidentales pudiésemos ver dónde no estaba la solución:
Todas las diferentes formas del humanismo tradicional ejercen la misma violencia antropocéntrica, ya fuere como prepotencias desnudas y expuestas (fascismos) o como prepotencias hábilmente enmascaradas (americanismo y bolchevismo) -Cita extraída de "Normas para el parque humano".

¡He aquí la grandeza de Heidegger y el legado de Heidegger! Haber permitido a Sloterdijk, y a cuantos pensadores le escucharon con atención, incluir tanto al capitalismo como al bolchevismo en un mismo nivel de violencia antropocéntrica.
Este descubrimiento que a algunos pueda parecerle una perogrullada, pues seguramente son conscientes de la grave verdad que encierra, sigue siendo desconocido, cuando no rechazado, por el dogmático y suprematista neocomunismo que nos amenaza.

Solo desde el convencimiento, por parte de algunos, de que Auschwitz fue real pero los gulags y los campos de exterminio de los jemeres rojos, por ejemplo, tan solo fueron ciencia ficción, puede explicarse la inconsciente proliferación de partidos marxista-leninistas como Podemos en España o Syriza en Grecia.

Todavía hoy, a la grave y crucial pregunta de la época: ¿qué doma todavía al hombre, cuando el humanismo como escuela de doma humana fracasa? Algunos se atreven a contestar que debería ser un retorno al bolchevismo más dogmático. ¿Y diremos, todavía, que Heidegger no es un punto de referencia para saber, al menos, dónde no debería estar la solución?