martes, 10 de mayo de 2016

Locura y genialidad (parte IV)

Efectivamente, no existen órganos especiales, ni cualidades especiales (poderes extrasensoriales) para aprehender determinadas posibilidades del ser en la realidad abierta.
El alma y el espíritu son construcciones o, como yo prefiero denominarlas: son hallazgos de la razón. No es que la razón las "encuentre" en algún mundo suprasensible y/o ideal (Platón), pero sí podríamos decir que las encuentra en sí misma (en la razón), en tanto la persona humana (Yo) las construye en y desde sí misma, a partir de la dinámica a la que le impele la tensión teologal: la necesidad de dar un sentido al ser absoluto relativo que es su persona.

Yo creo en la intuición, entendida como el insight cognitivo al que ya me referí en su momento, como un "darse cuenta de" o "caer en la cuenta" de un determinado fenómeno a través de un modo de ser vivenciado y experienciado (realidad virtual).

La vía estética tan solo es una vía más de la razón para construirnos a nosotros mismos y, así, dotarnos de sentido; para significar nuestra existencia y positivar la muerte.

Ahora, bien, y en contra de lo que sostienen las tesis materialistas (sobre todo el marxismo), no todos los tipos de personas están capacitados para desarrollar o vivenciar lo que podríamos denominar "experiencias místicas", en un lenguaje más irracional y metafórico, o insight cognitivo, en lenguaje lógico-racional. No importa cómo denominemos a ese modo de experienciar que solo algunas personas, dotadas de gran humildad ontológica (Heidegger) pueden aprehender.

La tensión teologal a la que se refiriera Zubiri hace referencia a la necesidad de afrontar un problema vital: cómo hacernos a nosotros mismos, es decir, cómo podemos llegar a ser nosotros mismos. Zubiri lo denomina problema teologal. Para ello debemos instarnos a descubrir quiénes somos (de nuevo San Agustín, al cual no hay que ver como un místico, sino como un precursor del psicoanálisis, insisto en ello).
El artista y/o creador es, tan solo, aquel individuo que pre-siente en su Yo la imperiosa necesidad de transcendentalizar su carácter mundano y ser algo más que un ser absoluto relativo, es decir, un Yo incompleto.

Los defensores del materialismo podrían rebatir::
No hay, en ningún creador, algo puramente original ni creativo. Para ser Nietzsche, o Holderlin u Homero, es necesario estudiar y aplicarse continuamente, además de poseer una especial inclinación estética. Decía Hegel que el genio sólo se presenta especialmente fecundo tras largos y continuados estudios.

Discrepo y disiento con vehemencia. ¡Por supuesto que en todo gran artista subyace algo original y creativo! ¡Subyace su único y singular Yo! Subyace un tipo de hombre que no es común ni mediocre, pues se insta a sí mismo a conocerse, aceptarse y superarse.
El genio subyace, efectivamente, en un determinado tipo de hombre, pero no siempre dicho genio se presenta o manifiesta, que es a lo que se refería Hegel. El genio es un pre-ser en potencia que permanece latente en un determinado tipo de Yo. Solo si ese Yo personal tiene la oportunidad (posibilidad) y se insta a "descubrirse a sí mismo", a través de trabajo y estudio, su genio se hará visible.
Alguien que no tenga dentro de sí dicho genio ya podrá estudiar y esforzarse, formarse y conocer todas las técnicas de una vía estética determinada, pero como mucho no pasará de ser un artista mediocre o del montón.
Yo entiendo que a los dogmáticos defensores de perversos y falaces igualitarismos les cueste reconocer esta verdad.

Pero, lo siento mucho, no todos los tipos humanos son iguales, por más que a algunos les interese sostener tal falacia para, así, legitimar las aspiraciones de utópicas ideologías.
Podríamos decir, aceptando que posiblemente pequemos de reduccionistas, que hay dos tipos básicos de hombres: los que buscan una vida auténtica vs los que se dejan llevar por la vida inauténtica impuesta por el Das-man (sí, de nuevo Heidegger).

Volvemos a encontrar coincidencias entre San Agustín, Heidegger, Ortega y Zubiri, y, atención, también Marx.

Todos los grandes pensadores (incluiremos a Marx para no herir susceptibilidades) fueron conscientes de la gran diferencia existente entre dos tipos humanos básicos: los paganos (San Agustín), los hombres-sujeto (Hegel), hombres-masa (Ortega), hombres inmersos en el Das-man (Heidegger) u hombres-alienados (Marx) frente a los que ven la luz.

¿Quiénes son los que ven la luz? Pues dependerá del suprematismo ideológico que cada pastor del ser defienda; dependerá de la conciencia verdadera que cada creador pretenda universalizar.
Para San Agustín el hombre auténtico sería el creyente en Dios, para Hegel sería aquel que armonizara su espíritu (conciencia) con el mundo, para Ortega sería el aristoi, para Heidegger el Dasein preocupado por el sentido del ser, para Marx el proletario consciente...

Todos los grandes pensadores, incluido Marx, distinguieron entre dos tipos de hombres; los preocupados vs los despreocupados. No nos importa, para el tema que nos ocupa, saber qué les preocupaba sino qué hacían ante el problema vital de tener que conocerse a sí mismos; ¿aceptaban dicha preocupación (teísmo religioso y/o ideológico) o la negaban y pasaban de ella?

Mi tesis sostenía:
No es que el loco esté desapegado de la realidad, como sostienen falazmente la mayoría de los manuales de psicología, sino que está desapegado del sentido de realidad impuesto por una conciencia colectiva determinada.

Lo que pretendo, con la tesis que intento desarrollar, es ir más allá de lo que los grandes pensadores vieron con claridad meridiana: existen diferentes tipos de hombres.
Lo que pretendo, aceptando como evidente dicha diferencia antropológica entre tipos humanos, si se prefiere ver así, es intentar descubrir qué es lo que subyace en ese tipo determinado de hombre que se insta a conocerse, aceptarse y superarse; ¿qué subyace en todo individuo creador y buscador de esencias (sentidos)?

Podríamos decir, efectivamente, que lo que subyace es el genio. ¿Pero qué es el genio?

Desde mi punto de vista, el genio sería el conjunto de rasgos o notas biogenéticas que determinan el Yo de una persona. Y, dependiendo de cómo sea dicha predeterminación biogenética, y de las posibilidades que se le ofrezcan a dicho Yo en la realidad abierta, se podrá, o no, manifestar el genio o esa inquietud apriorística que determina el ser genio.

¿Y qué determina que en unos individuos exista, o esté latente o pre-presente, dicha inquietud apriorística que impele al genio a manifestarse? Pues un determinado perfil que, de momento, he considerado que estaría constituido por tres caracteres o tendencias innatas:

1) Tendencia a la autorreflexión e introspección.
2) Tendencia al antigregarismo grupal.
3) Tendencia egocéntrica (a satisfacer necesidades e inquietudes del propio Yo personal).

Por supuesto, estoy dando gruesos brochazos, pero todo buen conocedor del arte de pintar sabe que primero hay que esbozar, crear y distribuir espacios, plantear los diferentes tonos y contrastes con gruesas pinceladas en óleo muy diluido. Después, poco a poco, usaremos los pinceles finos para concretar y matizar los detalles, hasta que la idea tome forma y se haga comprensible y reconocible.

En una primera aproximación, sin embargo, sospecho (sí, intuyo) que dichos rasgos (tendencias) aparecen más presentes, al menos estadísticamente, en un determinado tipo de hombre que suele estar estigmatizado socialmente, un freak u outsider que, en no pocas ocasiones, muestra algún tipo de extraña rareza, consecuencia de su personalidad desajustada y desintegrada

Llegados a este punto, solo cabe someter a estudio y evaluación otra nueva tesis: ¿existe una significativa correlación entre el genio (inquietud creadora) y los individuos con cierto grado de locura?

Creo que sí, que resulta evidente (hay evidencias) de que el genio y la locura están estrechamente relacionados, pero es claro que habría que demostrarlo. ¿Cómo?

Algún crítico podrá alegar que no todos los genios comparten rasgos de locura (entendida como sinónimo de desajuste y desintegración).

¿Y cómo demuestran dichos críticos que no todos los genios presentan, o presentaron en el pasado, cierto grado de locura?

Me podrían citar a Platón y Aristóteles, Darío, Juan Ramón Jiménez y Lorca como ejemplo de genios que, supuestamente, no compartían rasgos de locura o desajuste y desintegración social.
Yo no estaría tan seguro de ello. No tenemos documentación que haga referencia a los perfiles psicológicos de Platón y Aristóteles, pero me atrevería a asegurar que en los poetas que se han enumerado subyacía, sin duda, esa tensión teologal a la que se refiriera Zubiri y que Unamuno bautizara como sentimiento trágico de vivir.
Sabemos que Empédocles se arrojó a un volcán creyéndose inmortal.
Por otro lado, hoy tenemos evidencias de que Kant, el racional y genial Kant, era posiblemente un hipocondríaco con rasgos maníaco-obsesivos. Más evidentes y conocidos fueron los desajustes de Nietzsche o Wittgenstein. Kierkegaard y Unamuno, como Camus y Sartre, fueron irredentos depresivos que se salvaron a través de su filosofía, como Emil Cioran.
¿Y los pintores? Tenemos a Van Gogh, el pintor loco por excelencia, pero también a Modigliani, Chagall, Pollock, Dalí... y seguramente a otros muchos cuyos desajustes eran menos visibles o fueron menos conocidos.

En fin, mi bello cuadro va tomando forma a medida que comienzo a usar los pinceles más finos y de pelo de marta.

lunes, 9 de mayo de 2016

Locura y genialidad (parte III)


Quizás desplegué demasiadas ideas en mis anteriores reflexiones en torno a la "locura y la genialidad" y no quedó suficientemente "clara" la tesis que pretendí defender:

No es que el loco esté desapegado de la realidad, como sostienen falazmente la mayoría de los manuales de psicología, sino que está desapegado del sentido de realidad impuesto por una conciencia colectiva determinada.
 
Lo que le sucede al loco es que se siente desvinculado o desplazado, des-integrado, del sentido de la realidad en la que se encuentra inmerso.

Mi tesis no asume que haya diferentes o múltiples realidades, sino diferentes sentidos o interpretaciones de una única realidad.
Así, no hay presente ningún platonismo en la tesis que defiendo, porque no me he referido a varias realidades en ningún momento. Solo hay una única realidad-fundamento.
Lo que sucede es que el hombre es un ser absoluto relativo, es decir, es una persona que debe hacerse a sí misma en una realidad abierta a múltiples posibilidades. Por esto que señalo, por el carácter abierto de la realidad, podemos otorgarle a la misma diferentes sentidos y/o significados.
Que la realidad sea abierta solo quiere decir que cada hombre, a través del libre albedrío, optará por unas posibilidades u opciones frente a otras; para hallar o construir su propio proyecto vital, fundamentándolo o justificándolo con un determinado sentido y/o significado.

Lo que sostengo, en definitiva, es que cierto tipo de hombre, aquel que neurobiológicamente esté más predeterminado hacia el gregarismo o conformismo grupal, hará suyo el sentido o cosmovisión que le ofrezca la sociedad en la que se encuentre inmerso.
Sin embargo, otro tipo de hombre, que quizás haya denominado loco precipitadamente y sin matizar suficientemente, se sentirá desajustado y/o desintegrado del sentido construido socialmente por el Dasein histórico al que pertenece.

Yo no hago ninguna igualación entre locura, estética y genialidad, sino que establezco relaciones entre dicha tríada. Al contrario, parto del hombre como individuo único, determinado neurobiológicamente en una única realidad; en una realidad que, a su vez, también estará determinada por unos concretos valores: aquellos hallados y/o construidos por el Dasein histórico.

¿Qué relaciones subyacen entre el loco, el arte y el genio?

El hombre, a pesar de sus pre-determinaciones apriorísticas biogenéticas, intra-individuales (su Yo) y sociales e históricas, tendrá la posibilidad de hacerse a sí mismo, porque la realidad es abierta y posibilitante.

Ahora bien, no todos los tipos de hombres tendrán las mismas posibilidades para construir o fundamentar su Yo.
Un individuo que a priori sea más sociable y gregario, y que disponga de mayores habilidades sociales y comunicativas, se sentirá cómodo en un entorno que esté pensado para garantizar el éxito de individuos que sean como él; es decir, dicho individuo podrá superar las adversidades vitales con mayor facilidad, por ejemplo, que otro individuo que no disponga de habilidades sociales y/o comunicativas.

Estamos de acuerdo en aceptar, creo, que el loco que lo es por causas neurobiológicas severas (esquizofrenia, demencia y psicosis) estará y se sentirá irremediablemente desapegado de la realidad. Una enfermedad mental que presente una sintomatología severa difícilmente podrá superar las adversidades vitales; difícilmente le permitirá al individuo construir y desempeñar un proyecto vital propio. Dicha persona será dependiente, necesitará ayuda y tendrá escasas posibilidades de ser autónoma e independiente (me estoy refiriendo, para que no haya lugar a dudas, a lo que popularmente se conoce como "loco de atar").
Ahora bien, la locura se manifiesta, como muchos síndromes (dislexia, autismo...), en diferentes grados.
La psiquiatría ha bautizado a las locuras menores, a aquellas locuras que presentan síntomas más benignos, con diferentes nombres: personalidades esquizoides, esquizotípicas, límites...
De hecho, no resulta ético ni profesional denominar loco a un individuo que presente ciertas carencias o déficits emocionales (quede constancia de ello), ya sea un Asperger, un bipolar o un esquizoide, pero para el caso que nos ocupa resultará conveniente usar genéricamente el término de loco, entendiéndolo como definición de "raro o extraño", o como se dice ahora: individuo freak y/o outsider.

Lo que sostengo es que dichos individuos, freaks y outsiders, no lo son por decisión propia, sino porque así lo percibe la generalidad de los individuos integrados y normativizados socialmente.
Lo que sostengo es que ciertos locos, no diremos todos; especialmente aquellos que muestran algún tipo de dificultad para integrarse (grados de autismo, Aspergers, esquizoides, etc...) por su propia predeterminación biogenética se sienten desapegados de la realidad, porque ellos mismos, impelidos por su Yo (autorreflexivo, introspectivo y egocéntrico) no tienen más remedio que construirse desde sí mismos y desde dentro de sí mismos. Es decir, solo podrán optar a determinadas posibilidades de la realidad abierta(una única realidad) aprehendiéndola e interpretándola de manera diferente al resto de personas.
Así, dicha singularidad en el momento de aprehender e interpretar la realidad será lo que constituirá, de hecho, el carácter original y creativo de dichos individuos.

Ahora bien, y como ya señalé, si bien de entrada ya podemos generalizar y decir que todos los locos son creativos (tanto los que muestran síntomas severos como los que presentan sintomatología más benigna) no todos ellos, por sus propias autolimitaciones, dispondrán de capacidad para trascender su creatividad interior y conseguir comunicársela a los demás.
Por ejemplo, un autista severo, que presente un acusado mutismo, quizás tenga un riquísimo y creativo mundo interior, pero sus propias limitaciones (sociales y comunicativas) le impedirán exteriorizarlo a través de una vía estética. Lo mismo podríamos decir de un individuo que presentara una esquizofrenia profunda o una demencia severa.

Solo los locos que manifiesten cierto grado de locura podrán trascender su mundo interior a través de la creación estética.
De hecho, sostengo, osada y arriesgadamente, que detrás de todo gran artista, da igual en qué modalidad se exprese (literatura, música, pintura...), se esconde un loco, un individuo raro y extraño, o un freak y/o outsider, como prefiramos llamarlo.

Conclusión:

Cojamos a grandes filósofos, literatos, pintores, músicos... y analicémoslos psicológicamente, aunque solo sea superficialmente, y comprobaremos que sus rasgos de carácter o personalidad no suelen coincidir con los del hombre-masa o tipo de hombre medio.
Para empezar, la mayoría de los grandes artistas son autorreflexivos e introspectivos, sienten la tensión teologal o el sentimiento trágico de vivir; no suelen ser gregarios, sino que, las más de las veces, prefieren el ensimismamiento o recogimiento interior. Son capaces de enfrentar sus ideas, su Yo, al uniformismo que impone la masa en cada momento histórico. Solo individuos así pueden enfrentarse al Dasein histórico para hallar y/o construir nuevos valores y sentidos de vida; solo desde un cierto desapego con la realidad, con el sentido de realidad impuesto socialmente, se pueden crear nuevas opciones y posibilidades del ser, pero en la misma realidad.

domingo, 8 de mayo de 2016

Locura y genialidad (parte II)

Efectivamente, Don Quijote ni existió ni existe, pero, como señalara Unamuno, se nos antoja más real incluso que Miguel de Cervantes. ¿Por qué? Porque está más presente y actualizado, más manifiesto en nuestra conciencia (memoria colectiva) que su autor.
Por tanto, Don Quijote de la Mancha es un ficto, una ficción. Zubiri diría que es una realidad en ficción.

En mi opinión personal, la realidad en ficción es lo que podríamos denominar realidad virtual. Toda novela o creación literaria trasciende cuando sus personajes se universalizan, por decirlo de alguna manera, y se convierten en realidad (en ficción) en nuestra conciencia, en la memoria colectiva o Dasein histórico.
Pero no todos los personajes reales en ficción trascienden (no todos van más allá de la conciencia particular de su autor) sino que muchos de ellos son, tan solo, realidades virtuales única y exclusivamente vivenciadas y experienciadas por sus creadores.

Pondré un ejemplo: Van Gogh
Vincent Van Gogh no hubiese pasado de ser un loco más; uno más de los cientos de miles de individuos anónimos que pasan por el mundo sin pena ni gloria. Sin embargo, tras su muerte, alguien decidió que su obra era trascendente, importante y genial. Ese alguien fue escuchado por otros muchos, y estos, a su vez, por muchos más, hasta que el Dasein histórico o conciencia colectiva se convenció de que la obra de Van Gogh era la propia de un genio.

Un ejemplo más: John Kennedy Toole.
Como le sucediera a Van Gogh, el reconocimiento le llegó tarde a Kennedy Toole, autor de "La conjura de los necios", pero, una vez más, alguien se fijó en su obra, pensó que era genial y así lo transmitió al resto de seres humanos que conforman la implacable memoria colectiva que, como la guerra, a unos hombres hace dioses (genios) y a otros esclavos (locos).
El Dasein histórico dictamina y decide qué autor, muchas veces un loco o desequilibrado, tendrá el honor de alcanzar el statu de genio. Pero para que la conciencia colectiva imponga su dictatorial decisión, primero alguien deberá descubrir o desvelar al genio que se oculta en el loco.
¿Quién es ese alguien al que me he referido en varias ocasiones y que he subrayado en negrita intencionadamente?
Pues ese alguien solo puede ser un híbrido que sirva de puente o canal de transmisión entre la obra del loco y el resto de la humanidad.
Ese alguien tiene que ser un pastor del ser, un individuo lo suficientemente loco como para entender a los locos, pero, además, deberá estar lo suficientemente cuerdo como para no perderse en la irracional incoherencia del loco, pues tendrá que ser capaz de interpretar racionalmente aquello que el loco solo puede expresar irracional y/o intuitivamente.

Aquí quería llegar.

Unamuno tenía fama de tener un carácter difícil e irascible, también de ser bastante incoherente y de ser propenso a la contradicción. Él mismo solía decir que contradecirse era lo más humano. Con semejante perfil psicológico hubiese resultado muy difícil que muchos guardianes de la razón, curas y bachilleres ebrios de lógica racional, le hubiesen prestado la atención que se merecía. De hecho, incluso sus más fieles admiradores (Zambrano, por ejemplo) le "regateaban" el calificativo de filósofo alegando, supuestamente a su favor, que el genio de Salamanca era, sobre todo, un poeta (un original creador).
Unamuno, en realidad, fue un loco, y como todo loco fue un gran visionario.
Husserl fue el primer pensador que señaló que las imágenes que se generaban en nuestra conciencia ya eran, de facto, pre-ser o pre-realidad, en tanto, eran ideas y pensamientos que podrían ser llevados a la práctica real.
Heidegger interpretó esa pre-realidad en la conciencia como potencia de ser o posibilidad de ser, como Ortega.
Sin embargo, Zubiri fue el puente entre la locura de Unamuno y la metafísica racional-analítica de Heidegger y Ortega.
¿Era cierto, como sostenía Unamuno, que los personajes en la ficción ya eran, de hecho, personajes reales con vida propia (vivenciados y experienciados en la conciencia)?
Sí, claro que sí. Así lo demostró Zubiri con su filosofía de la realidad y la inteligencia sentiente. Zubiri racionalizó y explicó sistemáticamente lo que Unamuno tan solo esbozó de forma intuitiva y a través de pinceladas de original creatividad.
Lo mismo hizo Heidegger al interpretar las intuitivas pinceladas de Nietzsche, recuperando la filosofía del loco filósofo y reactualizándolas. Lo que se reactualiza se hace presente, se hace manifiesto y es vivenciado y experienciado (Zubiri). Y lo que es experienciado (sentido) como real, aunque sea virtual, ya es, en tanto que vivenciado, verdad.

Concluyo: los locos son necesarios para descubrir y desvelar los dictados del ser; o son necesarios para construir sentidos y significados, si se prefiere recurrir al constructivismo. Pero poca atención tendrían los locos, para el común de los mortales, si no existieran esos otros individuos, puentes híbridos, prestos a interpretar racionalmente esos susurros del ser, casi inaudibles, que solo los locos pueden captar intuitiva e irracionalmente.

jueves, 5 de mayo de 2016

Locura y genialidad.

Introducción

¿Dónde dibujamos la fina línea que separa la locura de la cordura o, mejor aún, cómo establecemos la sutil diferencia entre locura y genialidad?

Suele decirse que los locos se conducen irracionalmente, que su comportamiento no es racional porque muestran un desapego o falta de contacto con la realidad. He ahí una dimensión del ser humano que habría que estudiar y analizar más detenidamente para poder comprender la locura y la genialidad: la realidad, o el ser humano como animal de realidades (Zubiri).

¿Pero qué es la realidad?
Según Zubiri, realidad es el ámbito constitutivo del hombre, ya que el hombre es una realidad de suyo (ser-en sí) y un ser-en  la realidad (ser-ahí) que debe hacerse a sí mismo.

¿Y qué es el hombre?
Siguiendo a Zubiri, podríamos definirlo como un ser absoluto relativo. El carácter de absoluto está determinado por el ser-en sí mismo del hombre, pues éste tiene la absoluta certeza, por así decirlo, de que él es él mismo; es decir, de que es un sujeto (Yo) que existe en tanto se piensa a sí mismo ("cogito ergo sum" de Descartes).
Pero el hombre necesita otra certeza fundamental; necesita saber si su ser absoluto es por algo y para algo, es decir, si hay alguna razón que fundamente (dé sentido) a su ex-sistere, a su ser ahí en el mundo. Por este motivo, por carecer de la certeza de un fundamento último de su ser, el hombre es un ser absoluto también relativo.

¿Qué significa que el ser absoluto que es el hombre también sea relativo?
Pues significa que aunque el hombre tenga la certeza de ser-en sí mismo, aunque tenga la certeza de estar constituido como un Yo individual y singular, necesita justificar la existencia de su Yo: ¿por qué existe? ¿para qué existe?
Al ser humano no le basta con ser; no le basta con saberse una realidad en sí misma que se encuentra arrojado (religado en el parecer de Zubiri) en la realidad, necesita saber el porqué de su realidad absoluta.
Podríamos decir, en definitiva, que el hombre necesita fundamentar o encontrar (hallar o construir) el sentido o razón de su existencia. Y la búsqueda de dicho sentido le obligará a ir haciéndose relativamente, es decir, no de un modo concreto predeterminado sino a través de sucesivas elecciones que se le ofrecerán en la realidad abierta como diferentes posibilidades de ser.
Así, el ser absoluto del hombre será relativo, porque podrá hacerse a sí mismo a través de múltiples posibilidades de ser; la multiplicidad de opciones de entre las que podrá escoger, para poder llegar a ser él mismo, le conferirá a su ser el carácter propiamente relativo.

Hacernos a nosotros mismos

El problema vital que se le plantea al hombre, por el mero hecho de existir (vivir), no es el de hacerse a sí mismo, pues está impelido a ello; es decir, está obligado por una suerte de fuerza, que Zubiri denomina poder de lo real, que le insta a un constante quehacer vital: el drama de vivir que consiste en hacer y construir para superar adversidades y contingencias circunstanciales (Ortega).
El problema vital, por tanto, que Zubiri denomina teologal, consiste en decidir cómo hacernos, es decir, decidir cómo llegar a ser nosotros mismos dando sentido y/o fundamento a nuestra existencia.

Para saber cómo hacernos necesitamos saber, primero, quiénes somos; necesitamos, en definitiva, buscar: buscarnos a nosotros mismos, para, así, hallar nuestra razón de ser y encontrar el sentido de nuestras vidas.
Esta búsqueda, que lleva a cabo nuestro Yo individual en la realidad que nos envuelve (social e histórica) nos genera angustia; es la búsqueda la que, propiamente, nos resulta problemática y genera en nosotros lo que Zubiri bautizara como tensión teologal.

La angustia

La vida es drama (Ortega) porque es angustia e inquietud, es sentimiento trágico (Unamuno), náusea (Sartre) o anonadamiento (Heidegger). Da igual cómo denominemos a ese sentimiento que se apodera de nuestro ser (Yo) y que nos insta a preguntarnos por el porqué de nuestra existencia.
Zubiri denomina apoderamiento al rasgo más característico de dicho sentimiento de angustia que invade nuestro ser porque, de facto, lo que hace es eso precisamente: apoderarse de nosotros.
¿Pero qué y cómo se apodera de nosotros?
Pues es la misma realidad la que se apodera de nuestro ser absoluto relativo. Es la realidad la que, a través del poder que ejerce sobre la cosas reales, el poder de lo real, nos provoca esa angustia existencial que Zubiri denominara tensión teologal. ¿Y cómo se apodera de nosotros (nos invade) la realidad generando inquietud o tensión teologal en nuestro ser?
Pues a través de la manifestación de lo real.

La manifestación de lo real

Para llegar a la raíz de lo que significa la manifestación de lo real, y poder entender, así,  su implicación en el tema que nos ocupa -locura y genialidad- deberemos, primero, explicar qué es la respectividad de lo real:

La respectividad de lo real es el fundamento de lo real; lo real es en tanto que real, aunque no exista. Basta con que lo real esté presente y se actualice en el mundo, pues la respectividad es actual en sí misma y actual desde sí misma-en el mundo.
Ya hemos llegado a la raíz del problema que nos ocupa para establecer una línea divisoria entre locura y genialidad: toda manifestación de la realidad es presencia y actualización de lo real en nuestra conciencia, aunque no exista (vuelvo a insistir en esta crucial cuestión).

Lo real, la realidad misma, es la  manifestación (presencia) en nuestra conciencia de la propia realidad. Esto que puede parecer, a primera vista, un incomprensible galimatías, podríamos explicarlo con mayor claridad, o en román paladino:
Todo lo que es vivenciado y experienciado en nuestra conciencia se nos muestra (manifiesta) como realidad presente-en nosotros. Y, en tanto que realidad presente, dicha realidad ya no es re-presentación de la realidad (una imagen de la misma) sino la propia realidad experimentada por nosotros; es, a todos los efectos, un modo de ser real, incluso aunque no exista.
Yo, para que podamos entendernos, denominaré, a partir de ahora, a este modo de ser real no existente como realidad virtual.
La realidad virtual, pues, podría definirse como un modo de ser real, presente y actualizado en nuestro Yo, en tanto que experienciado y vivenciado como real, pero no existente.

Veamos ahora la relación entre locura, genialidad y realidad virtual.

¿Qué rasgos de personalidad comunes comparten los locos y los genios?

Ambos perfiles humanos, locos y genios, comparten en mi opinión un mismo rasgo común: ser extremadamente creativos.
A través de la creatividad se manifiesta un modo de ser real que pudiera no existir; un modo de ser que no existiría antes de ser creado, es decir, antes de que su autor/actor/agente (hombre como artista) lo piense y/o imagine.
Pensar e imaginar significa hacer presente y actual un modo de ser real en nuestro Yo (conciencia de ser); pero si interpretamos dicha manifestación o presencia del ser en nuestra conciencia, no como imagen o representación de la realidad sino como la realidad misma, es decir, como realidad virtual vivenciada y experienciada, ¿podríamos seguir argumentando que los locos están desapegados de la realidad? ¿De qué realidad, en cualquier caso? ¿De la realidad normativizada, reconocida por el Dasein histórico colectivo, o de la realidad de suyo (su realidad experienciada)?
Pienso que la cuestión que planteo es de gran relevancia. Hemos convenido que la realidad aprehendida, que se manifiesta y hace presente en nosotros (nuestro Yo), no es solo mera imagen del mundo, sino la misma realidad del mundo real que se actualiza en nuestra conciencia, por tanto podríamos aseverar que dicha actualización vivenciada en nosotros es real y no ficticia. O, en todo caso sería, como argumentaba Zubiri, realidad en la ficción, pero no ficción de la realidad.

¿Loco o genio?

Si ambos perfiles humanos, el del loco y el genio, se caracterizan por compartir rasgos comunes de creatividad, los cuales les permiten hacer "de suyo" un modo de ser real que no tiene por qué existir necesariamente, entonces ¿qué les diferencia?
Pues les diferencia el grado de integración o ajuste con la realidad presente y actualizada que muestren respecto a la del  Dasein histórico, es decir, les diferencia en qué grado pueden integrarse en la realidad consensuada y normativizada socialmente.
El loco es el individuo menos integrado en el sentido o cosmovisión que impone el Dasein histórico de un colectivo cualquiera. Resulta obvio que el loco será más loco cuanto más se aleje de ese requerimiento social que nos religa al fundamento y/o sentido aceptado y normativizado socialmente. Es decir, no es que el loco esté desapegado de la realidad, como sostienen falazmente la mayoría de los manuales de psicología, sino que está desapegado del sentido de realidad impuesto por una conciencia colectiva determinada.

Lo que le sucede al loco, como al genio, es que es demasiado creativo; vivencia y experiencia tan intensamente el poder de lo real que se siente religado a algo más (un fundamento y/o sentido) que no le ofrece la sociedad a la que pertenece. Y claro, como no encuentra salida para salvar su desajuste o desintegración con el entorno, entonces desespera y enloquece. Por supuesto, si un individuo sintiera (vivenciara y experienciara) como suyo el fundamento o cosmovisión compartido por la conciencia colectiva (sociedad) entonces no estaría loco, sino que estaría integrado y sería un ciudadano ejemplar.
El genio, sin embargo, a pesar de parecer más apegado a la realidad, también es un ser creativo que siente, intuye y experiencia que su Yo está religado a algo más que la mera realidad actualizada y presente formalmente; él también sospecha que la realidad está abierta a demasiadas posibilidades de ser, pero, a diferencia del loco, el genio recurrirá a vías de creación aceptadas socialmente para dar sentido y fundamentar su realidad vivenciada; para buscar, a través de su arte, nuevas posibilidades de ser.

He ahí otra diferencia clave entre el loco y el genio: la utilización o no de vías de creación aceptadas socialmente y la capacidad para racionalizar lo irracional.

Vías de creación: discursivas y artísticas.

Para entender lo que pretendo explicar expondré tan solo dos grandes vías que sirven para que, tanto el loco como el genio, construyan su realidad:

Vía discursiva: ambos individuos, loco y genio, presentan un pensamiento que discurre, aparentemente, incoherente e irracional. Subrayo el carácter de pensamiento incoherente en-apariencia, porque sus respectivos discursos, ininteligibles e incomprensibles para los demás, sí son coherentes y tienen sentido para ellos mismos.
Así, en principio, tanto el loco como el genio, instados por la angustia o esa tensión teologal a la que se refiriera Zubiri, desarrollan y crean un discurso que no es sino la manifestación que ellos vivencian de un modo de ser real: la manifestación de su propia realidad virtual.
Ambos, loco y genio, racionalizarán sus discursos aparentemente irracionales, pero solo el genio sabrá cómo hacerlo de manera que pueda salvar el estigma social, consiguiendo que su realidad virtual vivenciada forme, también, parte de la conciencia colectiva.

Vía artística: si el loco no logra socializar su discurso, es decir, si no consigue racionalizarlo artísticamente a través de las vías aceptadas por la conciencia colectiva, entonces quedará hundido en su ser-en sí mismo y quedará estigmatizado. Pero si consigue transmitir a los demás la realidad virtual creada, vivenciada y experienciada en su conciencia, entonces será un genio.

Pondré un ejemplo:

Si alguien comenzase a elaborar un discurso aparentemente irracional, sosteniendo que él es Dios, porque es capaz de crear verdades (modos de ser reales) y lo gritase, cual Zaratustra, desde la cima de una montaña o desnudo en lo alto de un árbol, automáticamente sería tildado de loco. Pero si ese mismo loco tuviese capacidad para racionalizar lo irracional, es decir, si además de un cierto grado de locura tuviese aptitudes artísticas, entonces escribiría un libro y en él se mostraría, tal cual siente y experiencia su verdad, como un creador de diferentes modos de ser. Este loco artista podría, por ejemplo, crear vida en la ficción y hacernos creer que algunos de sus personajes, ya se llamaran Augusto Pérez o Alonso Quijano, fueron reales, aunque inexistentes.
Unamuno señaló, sagazmente, que el Quijote (personaje en la ficción) había conseguido, con el tiempo, ser más real que el hombre de carne y hueso que fue Miguel de Cervantes; el Quijote es más real en tanto que es manisfestación presente y actualizada en la conciencia colectiva.

Conclusión:

El genio, por tanto, sería aquel loco que, además de desarrollar un discurso aparentemente irracional, también sería capaz de racionalizarlo a través de diferentes vías artísticas (literatuta, pintura, música...), por tal de hacernos creer en realidades inexistentes.
Dije que el genio nos hace creer en realidades inexistentes. ¿Y qué es Dios, sino un ser real (ser en la realidad), al margen de que podamos o no demostrar la certeza de su existencia?
Los videojuegos, a través de lo que llamamos realidad virtual, nos hacen creer que vivimos una experiencia auténtica. ¡Y tanto que es auténtica y real!, porque es experienciada, nos hace sentir, disfrutar, enojarnos y emocionarnos, y todo ello a pesar de que los mundos virtuales que recrea dicha realidad virtual sean inexistentes.
Siempre, por tanto, nos quedará la duda: ¿fue Jesucristo un loco? ¿O, en tanto nos hizo creer en Dios, fue un genio?
¿Jesucristo sería, hoy, un hábil programador de juegos virtuales, o un célebre escritor que haría reales personajes ideados en su imaginación?
De hecho, también podríamos preguntarnos: ¿Jesucristo existió o no existió? Quizás fuese tan solo un personaje real; un ser real en tanto que manifestación viva (presente y actual) en la conciencia colectiva de un Dasein histórico; un ser que no tuvo, necesariamente, por qué existir.