lunes, 15 de agosto de 2016

Gustavo Bueno y el marxismo.

Heidegger, con brillante ironía, dijo que si el "existencialismo era un humanismo", como había proclamado Sartre, entonces él no era "existencialista".
De la misma manera, creo, Gustavo Bueno bien pudiera haber sostenido que él no era "marxista", tras comprobar en qué consistía el "marxismo a la española".
Sin embargo, Bueno se reconocía marxista, pese al cutre-marxismo bolchevique que imperaba y sigue campando por sus fueros en nuestra dolorosa España.

Y es que Bueno evolucionó desde un trasnochado marxismo dogmático hacia una filosofía que él denominó materialista, pero que a mí se me antoja muy raciovitalista, en la más pura línea orteguiana. Ni de izquierdas ni de derechas.
Por ejemplo, no casa con el marxismo ortodoxo defender la idea de imperio como sistema de orden y vertebración de una civilización, como hizo Bueno; como tampoco resulta muy propio de un "marxista" autodefinirse como "ateo católico" o como "español sin complejos". No, al menos, en España.
Siguiendo las reflexiones de Manuel F. Lorenzo, y la propuesta filosófica del mismo: "La razón manual", podemos encontrar semejanzas entre el quehacer vital orteguiano y la filosofía operativa de Bueno, entendida ésta como medio necesario para consumar las ideas en actos y conceptos reales.
Y si tiramos del hilo de la filosofía operativa de Bueno llegamos a Piaget, punto crucial donde convergen la filosofía de Ortega y la del padre del materialismo filosófico, ambas incompatibles con la pseudofilosofía marxista, como intentaré demostrar a continuación.

La idea de progreso
 
¿Qué significa progresar? Progresar significa avanzar y mejorar a través de la asimilación, acomodación y equilibración (Piaget), o a través de la evaluación y superación de unas circunstancias(Ortega), pero en ambos casos respetando el logos pretérito, es decir, incorporando lo nuevo (acomodación) al tradicional legado histórico-cultural mejorándolo, pero no negándolo.
Sin embargo, la supuesta propuesta "progresista" del marxismo, que jamás fue tal, abogaba por el rupturismo y la transformación radical de los valores tradicionales; no buscaba una integración y superación del logos, sino una NEGACIÓN SUPREMACISTA del mismo. Lo más común e inherente a todo suprematismo (religioso y/o ideológico) es pretender IMPONER una CONCIENCIA VERDADERA cosificando y deslegitimando las conciencias contrarias.
Así, Gustavo Bueno, al contrario que nuestros "marxistas" podemitas y otros similares, tenía muy claro que nada diferenciaba al dogmático marxismo-leninismo del igualmente dogmático y supremacista Islam. De ahí que Bueno también se mostrase harto beligerante frente al Islam y defendiera los valores de la civilización Occidental.
La civilización Occidental, a diferencia de la islámica, sí ha progresado y evolucionado, corrigiendo sus dogmatismos y acercándolos a los paradigmas del igualitarismo horizontal.

Bueno consideraba, acertadamente en mi opinión, que el imperio era la única vía para que una civilización pudiera extender e introducir sus valores universalmente. En este sentido, fue muy claro al señalar que la idea de imperio podía consumarse como una "culturización" en una realidad positiva, portadora de valores de progreso e igualdad (civilización Occidental), o como regresión en una realidad negativa y retrógrada (véase Islam).
 
Y aún dijo más y fue más claro en referencia al Islam:

Vivimos asidos a los restos de imperios que flotan en un gran océano donde somos náufragos. Si no nos asimos a estos restos, seremos tragados por otros imperios.


Ser católico y español.
 
Cuando Bueno se autoproclamaba "ateo católico", estaba diciéndonos dos cosas muy importantes: que no creía en Dios, pero sí en la necesidad de preservar y respetar nuestro legado histórico-cultural, el logos heredado de nuestra civilización. De manera parecida, cuando Bueno se decía "marxista y español" entendía que una cosa era defender una vertebración de la sociedad desde ideologías horizontales, de igualdad, y otra negar lo que somos por imperativo vital o de las circunstancias.
Bueno no entendía por qué los marxistas franceses o ingleses podían sentirse orgullosos de sus respectivas nacionalidades, pero los "marxistas españoles" siempre tenían que arremeter contra su patria.
La inteligencia y la moralidad de Gustavo Bueno estaban, en definitiva, a años luz de las de nuestros "progretillas marxistas", antioccidentales, antiespañoles, anticatólicos y antihumanos. Sí, antihumanos, porque a fuer de obstinarse en parece tan "humanistas" lo único que hacen nuestros progretas es empequeñecer más y más al hombre de carne y hueso.

La democracia.

Gustavo Bueno, como no podía esperarse menos de una mente privilegiada, también cuestionó las supuestas "bondades" de los sistemas democráticos, por lo general mal interpretados, cuando no descaradamente pervertidos al servicio de los diferentes particularismos ideológicos.
Y es que Bueno, como fiel seguidor que era de Platón, entendía la democracia más como una República regida por "sabios" que como la idealizada democracia de la Atenas de Pericles que, por cierto, no era tan "democrática" como nos han intentado hacer creer. También era consciente de que no podía ser viable un Estado de Derecho que no ejerciera la necesaria coacción y aplicara, a través de un poder ejecutivo, las pertinentes penas ante la vulneración de la legalidad. En este sentido fue muy claro al señalar la debilidad de nuestra timorata democracia ante los sucesivos órdagos de los nacionalismos secesionistas.

Contra la corrección política.

También son conocidas, e impopulares, las reflexiones críticas de Gustavo bueno sobre las lenguas de los nacionalismos periféricos (el bable asturiano en concreto), el igualitarismo entre especies (dijo claramente que era absurdo hablar de "Derechos" de los animales), o sus reflexiones a favor de la pena de muerte.
Por sus racionales y razonados posicionamientos, impecables, frente a los temas anteriormente señalados, normalmente defendidos por la generalidad de las "izquierdas", Gustavo Bueno fue tildado de "facha" (fascista) en numerosas ocasiones. A él no le importaba.

Vidas paralelas (Unamuno, Ortega, Zubiri y Bueno)

Gustavo Bueno fue una mente brillante, no cabe duda, pero en su filosofía, y sobre todo en la generalidad de sus reflexiones (sobre política, sociedad, antropología, religión, historia...) se adivina la inevitable influencia de tres grandes pensadores españoles: Unamuno, Ortega y Zubiri.

Resulta difícil no ver en Bueno, además de a un inteligente marxista defensor del materialismo filosófico, a un irascible y polémico Unamuno, a un librepensador como Ortega que no creía en izquierdas ni en derechas; o a un sistemático y riguroso Zubiri. De todos ellos compartía rasgos, aunque, ciertamente, la filosofía de Bueno fue original, la propia de un auténtico "aristoi" (toda creación es aristocrática decía Ortega).
Y he ahí el problema vital que enfrentó Gustavo Bueno, quizás sin ser él mismo consciente de ello: proclamarse marxista cuando toda su esencia, forma de ser y de pensar, era la propia de un aristoi creador.

Miguel de Unamuno

Como ya hiciera Unamuno, en un brillante discurso en torno a las lenguas que se hablaban en España (ver "El máuser y la espingarda"), Gustavo Bueno también se posicionó junto a la sensatez racional y en contra de los irracionales particularismos de España.
Mucho antes de que Bueno ridiculizara las intenciones de sus paisanos asturianos, para imponer el bable (lengua regional) en las escuelas, Unamuno dijo:

«El español es el idioma oficial de la República. Todo ciudadano español tiene el deber de saberlo y el derecho de hablarlo. En cada región se podrá declarar cooficial la Lengua de la mayoría de sus habitantes. A nadie se podrá imponer, sin embargo, el uso de ninguna Lengua regional.»

Unamuno, ateo en el parecer de Fernando Savater, agnóstico eternamente dubitativo en mi opinión, y como Bueno, también defendió el catolicismo como eje vertebrador (herencia histórico-cultural) de la razón de ser española y se reconocía español, sin "marxistas complejos". Y ello sin ser conservador ni fascista, sino tan solo un librepensador que dijo de sí mismo:

No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario».

En su "Del sentimiento trágico de la vida", Unamuno dejó escrito:

"Ni a un hombre, ni a un pueblo - que es, en cierto sentido, un hombre también - se le puede exigir un cambio que rompa la unidad  y la continuidad de su persona. Se le puede cambiar mucho, hasta por completo casi; pero dentro de continuidad."

La tesis que aparece explícita en dicha reflexión es la siguiente: Cambiar; pero dentro de continuidad, es decir, progresar, asimilar y acomodar, mejorar y superar, pero dentro de una continuidad que no niegue el logos pretérito. Tal era el posicionamiento de Ortega, influenciado por Piaget (Ortega lector de Piaget) y defendido también por Gustavo Bueno, pues su filosofía se articula en torno a un materialismo que, por fuer, tiene que ser operativo por tal de consumar la idea en concepto real. Una tesis, como vemos, muy alejada del afán rupturista y transformador del marxismo.

Xavier Zubiri

Como Zubiri, Bueno creó un sólido y "rígido" sistema filosófico a partir del cual poder dar una explicación o respuesta a diversos temas filosóficos, antropológicos, religiosos, políticos...
En mi opinión, hay similitudes entre el realismo zubiriano y el materialismo filosófico de Bueno, ya que ambos sistemas se apoyan en conocimientos científicos y tecnológicos para articular sus respectivas filosofías.
Desde luego, Gustavo Bueno negaba todo espiritualismo o esencia apriorística (universal e inmutable) como, a primera vista, pudiera parecer que hacía Zubiri al postular la Realidad-fundamento como condición previa y necesaria para el surgimiento del ser. Pero Gustavo Bueno también disentía de la ontología heideggeriana, pues consideraba que la misma se alejaba del materialismo que caracteriza la realidad. El filósofo alemán creyó que la esencia (sentido del ser) podía hallarse en la realidad abierta (claro del bosque) tras una necesaria humildad ontológica que instaba al hombre a la reflexión meditativa.
Zubiri, intentando superar a Heidegger, y en la línea de Gustavo Bueno, sostuvo que la esencia no era un a priori que debiera hallarse, sino que la esencia subyacía en la misma realidad; y que era el hombre, animal de realidades, quien construía las esencias (sentidos) en una realidad abierta a múltiples posibilidades. Hasta aquí las propuestas de Zubiri y Bueno parecen coincidir.
Sin embargo, de la misma manera que Zubiri se distanció de Heidegger en lo concerniente al cómo se dotaba de esencia el ser humano: hallar vs construir, Gustavo Bueno también se distanció de Zubiri respecto a la pregunta del por qué se instaba el ser humano a dotarse de esencia.

¿Por qué se insta el ser humano a dotarse de esencia?

Gustavo Bueno tenía claro el por qué: para sobrevivir. El instinto natural de supervivencia (perdurar en el tiempo) empujó a los primeros hombres a operar con su entorno, es decir, a construir y hacer; y a medida que evolucionaron como especie comenzaron a justificar racionalmente sus actos y decisiones construyendo sentidos y significados, pero a través de una dialéctica histórica.
Zubiri, sin embargo, apeló a un concepto de cuño propio: la religación entre el hombre y la realidad (el mundo); apeló a un poder de lo real que impelía al animal de realidades (hombre) a dotar de sentido su yo absoluto relativo.
El materialismo filosófico de Bueno, debido a su rigidez metodológica que prescinde de cualquier atisbo de metafísica, no se ocupa, sin embargo, del por qué del porqué, es decir: ¿por qué se insta el hombre a sobrevivir? ¿Tan solo por una apriorística programación biogenética? ¿Cómo damos respuesta, entonces, al hecho de que algunos seres humanos decidan suicidarse y acabar con sus vidas? ¿Qué es ese algo que hace que algunos hombres obvien la máxima, supuestamente ineludible e inherente al ser, que sentencia que "lo propio y característico del ser es perdurar, es seguir siendo" (Spinoza)?

Ortega y Gasset

Creo, y es opinión personal, que la filosofía política de Bueno se podría "hermanar" perfectamente con la de Ortega y Gasset. Sus respectivos pensamientos tienen muchos puntos en común, ya que la base del pensamiento materialista, que sería la operatividad (consumar la idea en concepto real a través de la acción) coincide plenamente con la tesis raciovitalista orteguiana que interpreta la vida como un constante quehacer.

Ahora bien, insisto en que "sospecho" en Gustavo Bueno un conflicto ideológico (al más puro estilo unamuniano) no resuelto. No puedo evitar ver en Bueno otra suerte de Rousseau, es decir, a alguien "contradictorio", por no decir abiertamente hipócrita y/o cínico, incongruente consigo mismo.
Rousseau, uno de los supuestos padres del igualitarismo político, dejó escrito que "no se correspondía con el orden natural que los imbéciles gobernaran a los más sabios" (parafraseo). ¿Alguien que piensa así puede ser "demócrata"? Pues sí. De hecho, Gustavo bueno exhibió un pensamiento muy parecido al de Rousseau, el cual, a diferencia del liberalismo, otorgó un papel muy relevante al Estado.
Tanto Rousseau como Bueno estuvieron más cerca de la República platónica, al cabo profundamente estatista, que de una República liberal.
Platón, Rousseau y Gustavo Bueno tenían muy claro que el Estado de la República tenía el deber y la obligación de operar, es decir, de vertebrar la sociedad y materializar (hacer factibles) una serie de políticas racionalmente definidas. Un Estado con un poder ejecutivo acomplejado (no operativo) no puede sostenerse ni ser garante de los Derechos de los ciudadanos.
Un Estado que no opera, definiéndose, es como la izquierda indefinida que criticara Bueno; es un ente vacío e inútil, incapaz de resolver los problemas de la sociedad.

Incluso Ortega y Gasset hubiese suscrito el concepto de Estado del marxista Gustavo Bueno. Pero, claro, Ortega no fue marxista. De hecho, Ortega consideraba al marxismo como una pseudomoral eslava.
¿Qué implica la articulación de un Estado de los mejores y al servicio del bien común?
Pues implica la aceptación de una serie de valores que no son los propios del marxismo, no, al menos, del marxismo teórico. Para empezar, sería necesario reconocer una necesaria jerarquía: es mejor que gobierne un sabio en vez de un imbécil (Platón y Rousseau). ¿Qué es eso de que todos somos iguales y cualquiera puede tener responsabilidades políticas?
Gustavo Bueno se decía "marxista" porque, según sus propias palabras, detestaba las políticas verticales de los fascistas. Él creía en la igualdad entre ciudadanos. Sí, era "marxista", pero no tonto, y supo darse cuenta de que la izquierda española, que él denominaba indefinida, de tan dogmática y retrógrada, atípica en realidad, se había olvidado de su propia nacionalidad; se había olvidado de sus referentes identitarios (civilización Occidental) y no paraba de arremeter contra su propio legado histórico-cultural. Bueno se dio cuenta de algo crucial: la izquierda española no era aristoi.

Y Bueno, que era sabio e inteligente, pero además se decía marxista, creyó posible un oxímoron del todo falaz: un marxismo aristocrático.
Pero un sistema que se articula desde la verticalidad, reconociendo el mérito y la excelencia de los mejores (esfuerzo individual) y que reconoce la necesidad de establecer una jerarquía selecta, no es marxista, sino elitista.

¿Qué opciones tuvo Gustavo Bueno para defender una República democrática y operativa, con un Estado definido y un poder ejecutivo eficaz, donde los mejores tuviesen una participación activa?
Pues, sencillamente, se podría haber proclamado liberal raciovitalista, como Ortega, y se hubiese ahorrado muchas contradicciones, incongruencias y malos entendidos.
Pero Gustavo Bueno fue hijo de su época; hijo de una España que fluyó entre el franquismo y una errada Transición; fue hijo de Asturias, tierra de revoluciones y de injusticias contra los obreros (mineros). Las circunstancias decidieron que Bueno tenía que ser marxista, pero en su naturaleza subyacía la biogenética del genio singular que se sabía élite.

Elitismo y marxismo.

El problema del marxismo, como ya señalé, es que es una teoría supremacista y dogmática, que se aferra a sus postulados como el ferviente religioso se aferra a los escritos de una Biblia o el Corán. Así, la esencia misma del marxismo, su igualitarismo imposible y falaz, es totalmente contraria a la idea de elitismo (reconocimiento de individuos mejores y excelentes).
El marxista que fuere consciente de la necesidad de promocionar a los mejores y más válidos no tendría más remedio que: o renegar del marxismo, o hacer malabarismos dialecticos por tal de "salvarse" del dogma teórico.
Gustavo Bueno intentó lo segundo, sin éxito en mi parecer; quiso escindir su pensamiento esquizofrénicamente por tal de ser a un tiempo "ateo y católico", "marxista y español", "genio y proletario"... ¿Tan imposible le resultó cruzar el Rubicón y pasar del trasnochado marxismo al racional y sensato liberalismo, como, por otra parte, hicieron muchos intelectuales españoles?
Pues no, no pudo, porque el padre del materialismo filosófico fue, quizás sin ser consciente de ello, un romántico sentimental que no podía olvidar su pasado; a aquellos mineros asturianos que escuchaban absortos sus lecciones de filosofía; que no podía olvidar la dolorosa España que le tocó vivir. Bueno quiso ser bueno y, como muchos intelectuales de buen corazón, creyó, engañado, que el marxismo era la teoría de la liberación que haría mejor a la humanidad.