lunes, 17 de diciembre de 2018

Sloterdijk, el hijo díscolo de Habermas (incluida crítica de Fernando López Laso)

 
Quienes hemos sido hijos y familiares de rojos, adoctrinados desde la cuna en la verdad de los "buenos y justos", sabemos muy bien que para romper con los lazos sentimentales con los que nos maniataron y secuestraron los ideólogos de victimismos y revanchismos históricos, solo cabe la VOLUNTAD DE SABER. Para poder librarnos del poder subyugador de seductoras conciencias sensibles solo cabe una férrea, fría y aséptica voluntad que nos inste a conocer la auténtica verdad, por cruda y desgarradora que ésta sea.
Peter Sloterdijk, filósofo alemán, ha realizado el duro y sacrificado recorrido de quienes se han obligado a buscar la VERDAD (con mayúsculas), superando sumisos vasallajes y los sentimentales servilismos que atan a muchos pensadores a trasnochadas ideologías (marxistas).
Nadie como Sloterdijk ha entendido a Heidegger; porque nadie como Sloterdijk se ha obligado a pensar a Heidegger desde Heidegger y no solo "contra Heidegger" (Habermas).
Sloterdijk no solo ha desenmascarado al marxismo como una prepotencia esquizofrénica (ver "Crítica de la razón cínica"); y no solo ha sabido ver que "el comunismo es un banco de odio", sino que ha visto "más allá del bien y del mal" y nos ha mostrado a un Heidegger "hijo de su tiempo", un tiempo en el que fueron muchos los pensadores y las conciencias que soñaron con "buenos y justos" supremacismos utópicos.
Sloterdijk no ha pecado de "hemiplejía moral" (genial Ortega) como sus mayores de la Escuela de Frankfurt (Adorno y Horkheimer) y ha reconocido lo que todavía hoy muchos se niegan a reconocer: tan supremacista fue la ideología marxista como la nacionalsocialista; ambas uniformadoras, totalitarias y negadoras de la sacra libertad individual.
Ninguno de los mayores de Sloterdijk se atrevió a desenmascarar esta cruda verdad. Ni Adorno ni Horkheimer en "Dialéctica de la ilustración", ni Erich Fromm en su magnífica "El miedo a la libertad" se atrevieron a cuestionar la moral de los buenos y justos. Siempre que se buscaba al culpable de cercenar las libertades individuales se señalaba al nacionalsocialismo, pero el prepotente y esquizofrénico marxismo se escapaba de rositas; esa suerte de "pseudofilosofía", como la definió Bertrand Russell, o "pseudomoral eslava" en palabras más acertadas de nuestro Ortega, siempre ha escapado impune al juicio de la historia escudándose en la maldad del nacionalsocialismo. Muchos olvidan, pero, que el comunismo, el genocida y vil comunismo, nació antes que cualquier forma de fascismo. De hecho, los fascismos son hijos bastardos, aunque nacionalistas, del pérfido comunismo. Y el comunismo, por más que les pese a los "buenos y justos", tan solo es la consumación operativa (praxis en la realidad) de la idealista e imposible teoría marxista.
Gracias, Sloterdijk, por obligarte a desnudar la verdad; esa verdad que cándidos humanistas, como papá Habermas, se empeñan en ocultarnos, disfrazándola de "buena y justa" verdad ilustrada.
 
Crítica de Fernando López Laso:
Pues se quedará vd. tan a gusto, D. Herrgoldmundo. Por refrescarle un poco la memoria me limitaré a decir que el Sr. Marcuse, uno de esos hemipléjicos morales que fueron según vd. todos esos judíos que son los mayores de Sloterdijk -según la insultante expresión que empleaba, y que no comparto- pues ese mismo Sr. Marcuse escribió un libro nada desdeñable, que lleva por título 'El marxismo soviético' y es una de las mejores aportaciones a la crítica del estalinismo y del marxismo del Diamat. Como si fuera lo mismo decir socialismo soviético, comunismo político y marxismo. Sin precisar lo suficiente, no cabe abordar estos problemas filosóficos.
 
Réplica a D. Fernando López Laso:
 

EL METAMORFISMO DE LA CONCIENCIA
Acabo de leerme, confieso que precipitadamente, un buen artículo de Fernando López Laso titulado "Metamorfismo de Marx".
No voy a discutirle a un filósofo de la talla de López Laso sus expertos conocimientos sobre Marx y el marxismo. Sí pretendo, pero, defenderme del cortés "ataque" con el que obsequió (en verdad fue un regalo su inteligente aportación) a una reflexión que escribí, prácticamente a vuelapluma, el otro día: "Sloterdijk, el hijo díscolo de Habermas".
Me "afeó" Don Fernando, e hizo bien, que hubiese obviado la crítica de Marcuse al marxismo; también me tiró de las orejillas por haber tildado de "hemipléjicos morales" a la generalidad de los filósofos de la Escuela de Frankfurt. Sin embargo, al recurrir al término acuñado por Ortega (hemiplejía moral) no pretendí insultar ni descalificar a tan brillantes pensadores, sino tan solo señalar lo que, por otra parte, es muy FÁCIL de comprobar: tanto en la obra de Adorno y Horkheimer ("Dialéctica de la Ilustración") como en la de Erich Fromm ("El miedo a la libertad") se critica constantemente, a lo largo de las páginas de dichas obras, la política operativa del nacionalsocialismo y, por ende, a Heidegger, mientras que se muestran mucho más benévolos y condescendientes con la política operativa marxista (comunismo).
Supongo que los pensadores de la Escuela de Frankfurt estaban interesados en legitimar la obra marxista. Nada que objetar, también Fernando López Laso la legitima y reivindica en su artículo "Metamorfismo de Marx". Tampoco nada que objetar.
A mí me parece muy bien que se legitimen y/o recuperen las bondades y verdades que subyacen en el marxismo, sobre todo en lo referente, como bien señala el propio López Laso, a la teoría económica de la plusvalía. El problema de la plusvalía (cómo efectuar un reparto justo de la riqueza) sigue planteándonos, efectivamente, una gran aporía que todavía queda por resolver. Todos estamos de acuerdo con Aristóteles: "no se trata simplemente de vivir, sino de vivir bien".
El problema, como también señala López Laso, es que la dialéctica o dinámica de la historia ha demostrado que la teoría sociológica que subyace en el marxismo, sobre todo la que hace referencia al endiosamiento de una única conciencia auténtica y universal (la proletaria), resulta hoy anácronica y obsoleta. Ya solo los muy ilusos, a fuer de "cándidos humanistas", siguen creyendo posible reinventar un comunismo que sea, al tiempo, operativo y también bueno y justo (véase Podemos). Pero, ¿bueno y justo para quiénes? ¿Para qué clase de personas? ¿Para qué conciencia colectiva?
Bueno, y aquí quería llegar, a la aceptación, espero que compartida por todos, de que la CONCIENCIA MARXISTA no es la única conciencia que lucha en el claro del bosque por tal de legitimarse como la única "buena y justa". En mi opinión, no solo la teoría marxista, como sucede con las rocas metamórficas, ha cambiado de forma según las alteraciones de temperatura y condiciones climáticas (entiéndase según las circunstancias históricas), sino que es la gran conciencia hegeliana la que se reinterpreta, o es puesta "al revés", según las diferentes lecturas, dolores o aburrimientos de cada época. Esto es lo que ha sabido ver Sloterdijk.
Peter Sloterdijk, como nuestros marxistas, también cree que la historia no ha llegado a su fin (tesis de Fukuyama). Pero el "hijo díscolo de Habermas" acepta que la realidad abierta ofrezca muchísimas más posibilidades alternativas a la cansina y constantemente "reinventada" propuesta marxista.
 
 

 

La política es la guerra

LA POLÍTICA ES LA GUERRA (¿o no?)

Las almas bellas (cándidos humanistas) volvieron a lanzarse a la yugular de Santiago Abascal, una vez más, para volver a deslegitimar la totalidad del discurso de VOX, extrayendo una frase contundente y polémica del mismo: “la política es la guerra”.
Ya antes, Abascal soltó un gran cagarro (más grave en mi opinión) al proclamar que “expulsarían al extranjero Echenique de España” (parafraseo). Para torpe e ingenuo, Abascal.
Solo un malvado fascista podría proclamar orgulloso y seguro de sí mismo que “la política es la guerra”. Cierto, solo a quienes los “cándidos ingenuos” llaman “fascistas” les está permitido proclamar honesta y abiertamente tan incómoda verdad, como ya antes hiciera el oscuro Heráclito. Porque lo que diferencia al “fascista” (entrecomillado malicioso) del “ingenuo humanista” (entrecomillado más malicioso todavía) no es el hecho de CREER en “una verdad”, sino el hecho de PROCLAMAR públicamente, o no, la verdad.
El ingenuo humanista, que tiene de “ingenuo” lo que yo de bolchevique, sabe perfectamente que “la política es la guerra”. Y lo sabe porque dicho enunciado (“la política es la guerra”) es un enunciado verdadero en tanto se puede fundamentar razonadamente. No lo digo yo, que podría ser tildado de “fascista inteligente” por mis detractores (que cada día son más), sino que lo escribió papá Habermas (buen y justo humanista) en su ensayo “Teorías de la verdad” (1972): “llamamos verdaderos a los enunciados que podemos fundamentar”. Pos fale.

Pero volvamos al oscuro Heráclito, a quien se le atribuye la siguiente frase:
“Πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους”
“La guerra es padre y rey de todos, ha creado dioses y hombres; a algunos los hace esclavos, a otros libres” (traducción).
Popularmente, la frase ha trascendido traducida de la siguiente manera:
“La guerra es la madre de todas las cosas, a unos hombres hace siervos y a otros libres”.

Algunos sesudos estudiosos han visto en la frase de Heráclito una legitimación de la guerra como vía para resolver conflictos, pero otros, más inteligentes en mi opinión (¡será por interpretaciones!), han deducido que la “la madre de todas las cosas”, a la que se refería Heráclito, era la sempiterna lucha entre contrarios, el eterno conflicto entre “verdades” o conciencias, siempre en pugna por tal de justificar (legitimar) sus respectivas razones de ser-ahí en el mundo.
La guerra, pues, no sería solo sangre y vísceras en el campo de batalla (que también), sino que sería, sobre todo, lucha entre contrarios que se esforzarían en argumentar y fundamentar “sus verdades” a través de la POLÍTICA y sus vías comunicativas y dialogantes, y también a través de revoluciones y arteras argucias, como demostraré a continuación.

Así, como una forma de “guerra”, interpretó Marx la política, cuando, valiéndose de la dialéctica hegeliana, decidió que el fin último de la política debía ser el de TRANSFORMAR las sociedades para hacerlas más “buenas y justas”.
Marx, como Heráclito, entendió que para transformar una realidad, es decir, para imponer una nueva conciencia (una verdad al cabo) no bastaba con “razonar” para convencer al contrario con impecables argumentos, sino que era necesaria la REVOLUCIÓN. Y no solo eso, Marx comprendió que la guerra no acababa con la revolución, sino que debía continuar asentando e imponiendo el DOMINIO DE SU VERDAD a través de una necesaria DICTADURA PROLETARIA.

Pero Marx no era tonto ni Machado un “ganapán”, y por eso el “bueno y justo” Marx, pensó que, tras la dictadura proletaria, tampoco estaría de más un período de “reeducación” para acabar de convencer a los últimos ciudadanos disidentes (¿malosos fascistas?), para, así, “ayudarles” a hacer suya la conciencia marxista, la buena y justa “verdad” de Marx. Los gulags de Stalin, por cierto, se llamaban “campos de reeducación”.

Quienes se han lanzado a la yugular de Santiago Abascal son, precisamente, los herederos de Marx, ahora “reinventandos” bajo la superioridad moral de la socialdemocracia habermasiana. Son esos “ingenuos”, que de ingenuos no tienen ni un pelo, que saben la verdad: la verdad es de quien la impone, no de quien mejor la fundamenta.
Si fuese cierto que la verdad solo DEBE legitimarse a través de la mejor fundamentación, entonces la política no necesitaría hacer “guerras sucias” (los GAL de Felipe González); no necesitaría que los últimos gobiernos socialistas hubiesen arribado al poder a través de un atentado terrorista (Madrid 2004) o mediante un “golpe” disfrazado con los ropajes de una moción de censura (Pedro Sánchez el traidor). Si la verdad solo triunfase a través de la argumentación razonada y fundamentada, como sostienen los “buenos y justos” socialdemócratas, entonces los socialistas no tendrían que haber recurrido a las “cloacas políticas” (Garzón, Villarejo y Delgado) para hacerle la guerra sucia al PP y alcanzar el poder, ni se verían obligados a crear tensión (Gabilondo y Zapatero) para “obtener ganancias en ríos revueltos”.

¿Ha quedado bien fundamentado que, en realidad, la política sí es la guerra? ¿Decís que No?
Pues aún expondré más argumentos...
La persona que ha criticado la frase de Santiago Abascal, afeándole que dijera que “la política es la guerra” es la misma que, tras tildar mis argumentaciones de “fascismo inteligente”, se jactó de “vencerme” a través de la palabra y el diálogo (eso cree él). Pero… ¿”vencerme”? ¿Qué lenguaje beligerante es ése? ¿NO se trataba de CONVENCER?
No, claro que no, NUNCA se ha tratado de convencer. He ahí el gran ardid cínico de los “ingenuos cándidos”, hacernos creer que se trata de “convencer” cuando ellos, en realidad, SABEN que se trata de legitimar cualquier forma de dominio que imponga “su verdad”.
Y saben hacerlo, legitimar formas “bastardas” para alcanzar el poder, digo, como han hecho TODOS al sellar un pacto de silencio tras el “golpe-moción” de Pedro. “No pienso tolerar que ningún fascista diga que la moción de Pedro de Sánchez no es legítima” dijo un alma bella, que prefiere, al cabo, a “sus Utrillas” antes que a los Utrillas de los otros.
“Antes prefiero a Podemos que a VOX”, dijo otra alma bella, insaciable luchadora contra los malosos fascistas. Y es que, al final, todo se reduce a una “guerra”, como ingenuamente (éste sí, ingenuo de narices) reconoció Santiago Abascal.
La guerra entre verdades y conciencias. No hay más, solo que los "jóvenes conservadores", como llamó Habermas a los filósofos posmodernos, y más tarde al osado Sloterdijk, se obligan, como Abascal, a reconocer la verdad.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Poshumanismo, posnacionalismo y posverdad


Con motivo de la presentación de su magnífica obra “Normas para el parque humano”, Sloterdijk soltó una de sus habituales “boutades”, que, por supuesto, siempre fundamenta y argumenta racionalmente, comme il faut! Dijo lo siguiente: “Tenemos que casarnos con las máquinas con las que compartimos nuestras vidas”. Simplemente genial.

Disfruto leyendo a Sloterdijk por dos motivos fundamentales. El primero, porque es un tío “hiperinteligente”, capaz de defender (fundamentar y argumentar) lo indefendible, lo cual demuestra que o bien es un GENIO (con mayúsculas) o es el más hábil de los sofistas. Las dos posibilidades me valen.
Ambas posibilidades, genio o extraordinario sofista, me sirven, porque lo segundo que más me gusta (me encanta en realidad) de Sloterdijk es comprobar cómo enerva y desenmascara a las nuevas ideologías disfrazadas de “talanterismo democrático”. A Habermas, su "maestro", lo sacó de sus casillas.

El racional y kantiano Habermas, el bueno y justo heredero de ideologías ebrias de prepotencia esquizofrénica (marxismo), no daba crédito a las propuestas poshumanistas del díscolo Sloterdijk:

Superar el tradicional humanismo, endiosado y egocéntrico, por un nuevo poshumanismo más abierto a la vida, al mundo y a todas las posibilidades que nos ofrece la realidad abierta; abrirnos a un nuevo ecologismo, donde el hombre se hermane con el resto de seres vivos, pero también con las máquinas y las nuevas inteligencias artificiales”.

Menos le gustaron a Habermas las “supuestas” propuestas eugenésicas de Sloterdijk, en realidad nuevas antropotécnicas destinadas a hacer lo mismo que ha hecho y sigue haciendo nuestro talantero humanismo: “criar y engordar ganado humano en granjas-escuela”, por supuesto, añado yo, con el pienso adoctrinador de la ideología dominante de turno.

Que el ser humano debe ser civilizado y alejado de la barbarie (cebado ideológicamente) no lo discute nadie. La cuestión es decidir cómo llevar a cabo dicho proceso “civilizador” en las necesarias “granjas-escuelas” que conforman los sistemas educativos para, así, implantar las verdades institucionalizadas que cada cultura o sociedad hace “suyas”.

Habermas, el racional, sostiene que no nos vale (a todos nosotros) la verdad evidenciada por un solo sujeto (léase por una sola conciencia subjetiva), porque él desea “construir” una verdad bien argumentada y fundamentada, como hace Sloterdijk, por cierto, con ingeniosa facilidad. Pero, atención, el humanista kantiano también quiere una verdad cuya validez y reconocimiento sean consensuados. Será verdad, dirá Habermas, no solo la proposición que se corresponda con la realidad (Aristóteles) y esté bien fundamentada y argumentada racionalmente, sino que, además, consenso mediante, sea aceptada a través de una democracia deliberativa.

Sloterdijk, que bien podría ser considerado como el último “espíritu libre” o el nuevo Zaratustra de Occidente, replicará que lo que propone Habermas, al cabo, no deja de ser el mismo humanismo de siempre, pero reactualizado y adaptado a los nuevos tiempos: la misma antropotécnica de cría y engorde de ganado humano (primero teológica y más tarde marxista), ahora legitimada con ropajes democráticos. Vamos, que las verdades que antes institucionalizaban grupos de teólogos, y más tarde grupos de intelectuales marxistas, ahora debe ser consensuada por intelectuales demócratas. Pos fale!

Pero lo que me resulta más “curioso” es que Habermas haya criticado tan duramente la propuesta poshumanista de Sloterdijk, cuando, él mismo, ha “construido” una peculiar propuesta posnacionalista.
Habermas ha decidido porque sí, porque él lo vale, que su propuesta posnacionalista, que intenta superar los nacionalismos esencialistas de los siglos XIX y XX, es la repera de “buena y justa”. Y es una propuesta adecuada, la mejor, porque, según él, recupera el patriotismo ciudadano (patriotismo constitucional) pero alejándolo de la soberbia de los nacionalismos culturales. Dice al respecto:

En una sociedad democrática no toda tradición cultural ni toda historia nacional son memorables: solo lo son aquellos momentos que enlazan con los principios de la democracia y con la historia de su implantación”.

¿Y qué hacemos con el grandioso descubrimiento de América? ¿No es “memorable” por haberse dado en tiempos donde no imperaban, precisamente, los principios democráticos? ¿Tiene la culpa la nación española de que la nación alemana solo fuese grande durante el breve período de tiempo en que se erigió como "imperio depredador" (SXIX y XX)?

PSICOANÁLISIS A HABERMAS

Habermas, por más que pretenda ocultarlo, se presenta como un nuevo “pastor del ser”, en absoluto como un “vecino del ser” (propuesta de Sloterdijk). Desde luego, el alemán es un pastor mucho más ilustrado e inteligente que nuestros pastores patrios (Pedro Sánchez y Pablo Iglesias). Pero, más listos o más tontos, todos los “pastores” deciden cómo debemos ser civilizados, educados y adoctrinados en “sus verdades”.
Por ejemplo, el nuevo gobierno de España (golpista y traidor) ha decidido que los traidores del procés (independentistas catalanes) no solo deben ser comprendidos, sino también amnistiados. En Navarra (¡quién te ha visto y quién te ve!) quieren impartir educación sexual a nuestros hijos; pero una educación ideologizada que adoctrine en “nuevas verdades” sobre qué es y cómo debe desarrollarse la identidad sexual (única y particular) de cada individuo, según los criterios de ideologías LGTB y de las nuevas corrientes feministas-sexológicas tan de "moda".
También están decidiendo en Asturias, un ejemplo más, que hay que implantar el bable (dialecto regional) en las escuelas, otorgándole rango de lengua vehicular y de obligado conocimiento para que los niños asturianos puedan llegar a ser hombres de provecho el día de mañana. Quieren enseñarles a niños españoles que hablan español (la segunda lengua más hablada en el mundo después del chino) que aprender un dialecto provinciano es necesario para la formación de su identidad provinciana.
Y suma y sigue…
¡He ahí algunas verdades consensuadas, sin duda bien argumentadas y fundamentadas! ¡Será por argumentos!
De hecho, si eres inteligente puedes argumentar y fundamentar la parida más peregrina y absurda que puedas imaginar. Tal es mi tesis.

Todas las “verdades” son paridas (creadas, imaginadas, soñadas, pre-sentidas…), primero, en una conciencia individual, y si dicha conciencia subjetiva tiene la suerte de trascender y de despertar la necesidad de creer de la gran conciencia colectiva (sociedad) entonces dejará de ser “ una parida” para ser reconocida como VERDAD. Nace, así, la POSVERDAD.

¿Quién nos iba a decir hace unas décadas que el “lenguaje inclusivo” iba a ser una posibilidad real del ser? ¿Quién nos iba a decir que España iba a caminar, imparable, hacia un nuevo conflicto civil?
Una posibilidad de ser, por peregrina que sea, solo puede llegar a ser si su antagónica se relaja, decide autoinmolarse y se olvida de la responsabilidad de sobrevivir (seguir siendo). No hay más.
Si Pedro y Pablo están logrando dinamitar los restos del naufragio de lo que otrora fue la gran nación española, es porque otros muchos, antes que ellos, les allanaron el camino. Y no solo les allanaron el camino quienes portaban internacionalistas banderolas rojas con hoces y martillos, todavía reivindicadas por no pocos nostálgicos, sino que el camino lo despejaron, sobre todo, los ACOMPLEJADOS que, instados por sentimientos de culpa, muchas veces infundados (véase la leyenda negra española) renegaron de sí mismos y del deber y la responsabilidad de ACEPTAR quiénes eran.

Habermas es uno de estos grandes acomplejados, un triste personaje que, aunque muy inteligente, quedó profundamente marcado por la barbarie nacionalsocialista. Como el nazismo estigmatizó, a través de sus actos, el concepto de “nación”, Habermas decidió prescindir del mismo y hablar de “posnación”. ¿En qué se diferencia de Sloterdijk cuando éste habla de poshumanismo? ¿Acaso no están hablando ambos de lo mismo pero sustituyendo el concepto “tabú” (¡qué bueno Freud!) por “neoconceptos” adaptados a los nuevos tiempos?

Sloterdijk, con su poshumanismo, no deja de hablarnos (al menos él es consciente) de humanismo; de una nueva manera de relacionarnos "en y con-el-otro". Y Habermas, con el término posnacionalismo, nos enseña un nuevo modo de autoafirmar nuestra identidad personal, pero prescindiendo de las tradicionales identidades nacionalistas. Habermas no tiene más remedio que crear su propia POSVERDAD para superar su particular trauma ante el objeto-concepto que es la “nación”, obligándose a pergeñar una síntesis (bien fundamentada y argumentada) a través de su propuesta del “patriotismo constitucional”.
Ya está, Habermas se ha curado, en lugar de decir “caca”, ahora dice “po-po”, y quiere "curar" a todos los europeos. Pero al sagaz psicoanalista le dará igual como llame Habermas a esa necesidad, tan HUMANA Y NATURAL, de sentir apego hacia su tierra (patria) y el lugar donde nació (nación). Lo que le importa a quien intenta ver más allá de la punta del inmenso iceberg que es la conciencia humana, no es que los conceptos tradicionales sean rebautizados, sino si las nuevas propuestas, neoconceptos o posverdades nos salvarán de los bárbaros.

¿Estamos a salvo con Sánchez e Iglesias en España? ¿Está a salvo Europa con la talantera socialdemocracia habermasiana?
Éstas son las preguntas cruciales y vitales que debemos responder.

martes, 6 de noviembre de 2018

Golpe de Estado en España (la izquierda subversiva de siempre)


Introducción
 
El mismísimo Mussolini señaló que "la fuente del fascismo era el horror por la vida cómoda". Los primeros pensadores que intuyeron que una vida cómoda era también, inevitablemente, una vida "vacía de emociones", fueron Fichte y Kierkegaard. Pero fue Heidegger, con su tesis sobre el "das Man" y la vida inauténtica quien acabó descubriendo la estrecha relación entre la pérdida de sentido de nuestras existencias y el hecho de vivir sin proyectos vitales ilusionantes (ver también Ortega). De hecho, nuestro poético José Antonio (orteguiano) también apeló a la revolución nacionalsindicalista desde la defensa de una "España alegre y faldicorta"; apeló a la "poesía prometedora" (esperanzadora) y a la ilusión como motor para lograr que España fuese "una, grande y libre".

Pero seamos justos, porque otros fascismos actuales  (inteligentemente disfrazados de "demócratas") también han llamado a la movilización de las masas apelando a la "revolució dels somriures" (secesionismo catalán) o pidiendo "asaltar los cielos" con alegría y entusiasmo (Podemos). Las nuevas revueltas o "revoluciones" que están proliferando por toda Europa están siendo promovidas y dirigidas por las "izquierdas de siempre"; las sempiternas izquierdas antiliberales cuyo único afán consiste en transformar las sociedades que, paradójicamente, las toleran y les permiten dinamitar la convivencia y los marcos constitucionales desde dentro del propio sistema.
Pero el problema de las izquierdas
comunistas-fascistas de hoy (de nuevo aliadas a través de renovados pactos de Ribbentrop-Molotov) es que son dogmáticas y harto beligerantes contra "el otro", contra las demás conciencias disidentes (liberales y conservadoras) que no comulgan con sus respectivas verdades. Nada nuevo bajo el Sol.

He conocido a gente inteligente, que yo presuponía sensata, abrazar con entusiasmo, por ejemplo, el "procés secesionista" en Cataluña: gente que, ante mi asombro, mutaba en cínica redomada para afirmar, sin empacho, que lo sucedido en Cataluña no fue un "golpe de Estado", sino una "pirula" (tradúzcase por ardid o trampa artera). Personas inteligentes capaces de justificar lo injustificable (estratagemas y violaciones anticonstitucionales y antidemocráticas) por tal de, así, ver cumplidos sus sueños más utópicos: recuperar viejas repúblicas, lograr articular Estados supremacistas (comunistas) y dinamitar viejas y gloriosas naciones. Son los buenos y justos.

Hay gente que no puede soportar la verdad. De hecho, el genial Unamuno sostenía que las masas, en realidad, deseaban ser "engañadas" por los titiriteros, curas y bachilleres de turno (poetas todos). Sin embargo, lo más grave, en mi parecer, es que hay demasiada gente que no sabe soportar, estoica y dignamente, la insoportable levedad del ser. Hay demasiada gente incapaz de recluirse y recogerse en su soledad para afrontar el sentimiento trágico de la vida o el drama de vivir, como se prefiera. Hay demasiada gente que confunde lo "cotidiano" con aburrimiento y hastío, porque son incapaces de estar en paz consigo mismos, porque son incapaces de aceptar que son, tan solo, "seres para la muerte".
En nuestras actuales sociedades del bienestar, donde la generalidad de la ciudadanía vive cómodamente, y también sumida en el aburrimiento, ya no es el dolor ante agravios e injusticias lo que moviliza a las masas, sino la promesa de emociones e ilusiones. Por eso, el victimismo de los procesistas es falso, por más que lo sobredimensionen y exageren; por este motivo ya no cuela el victimismo de Podemos, obsesionado en dibujarnos una España hundida en la pobreza y la precariedad, todavía en manos de malvados caciques franquistas.

Ahora sí, ahora sí es posible entender por qué las filas "dels revolucionaris dels somriures", como las filas de los cínicos podemistas, estaban plagadas de jóvenes pijitos, burgueses hijos de burgueses, que se aburrían y necesitaban más deporte vital para dar sentido a sus vidas.
Jóvenes aburridos y mayores nostálgicos y acomodados, también devorados por el hastío existencial, se han conjurado en Cataluña, y ahora también en España,  para jugar el partido de sus vidas. Ya no les basta con proyectar sus ensoñaciones esquizofrénicas viendo jugar al Barça, ahora necesitan, además, ser ellos mismos los jugadores reales en un campo de juego real, obviando, irresponsablemente, los riesgos, también reales, que conlleva jugar tan peligroso partido.
Quienes no aprecian lo que de hermoso hay en la cotidianidad, en el milagroso hecho de vivir y sobrevivir un día más a la existencia, no han entendido nada; y, peor aún, serán susceptibles de ser seducidos por los cantos sirénidos de los poetas cuyo deporte preferido es siempre cazar "almas cándidas". ¿Pero quiénes son esas almas cándidas, supuestamente ingenuas, que se dejan seducir y cazar por pastores truhanes que les prometen hacer realidad bellos e imposibles sueños?

Los nuevos poetas (pastores del ser) han de ser necesariamente "demócratas"; y si no lo son, deben parecerlo y hacer creer a "los otros" que en verdad lo son. Los nuevos poetas, como los de otrora, se erigen en libertadores, en altruistas teóricos de la liberación dispuestos a emancipar a los hombres de sus servidumbres y vasallajes. ¿Pero de qué servidumbres y vasallajes han de "liberar" al hombre occidental de hoy estos poetas vendedores de sueños? Ya no hay amos y esclavos, ni señores y siervos; ni siquiera podría decirse que los malvados burgueses capitalistas de hoy nieguen las libertades y derechos del resto de ciudadanos (me niego a utilizar el concepto erróneo y perverso de "clase trabajadora"). ¿De qué hay que emancipar a los ciudadanos de hoy, muerto Dios y con él el poder de las religiones? Los reyes de ahora ya no tienen tampoco un poder absolutista; ni siquiera la actual aristocracia (duques, marqueses, condes...) conserva los privilegios de antaño (Antiguo Régimen).

Hay que emancipar a los hombres del Capitalismo, me dirán los más astutos poetas; emanciparlos de ese Capitalismo otrora salvaje (S XIX), y más tarde "civilizado", que supo adaptarse a las exigencias de los llamados "Estados del bienestar" (S XX). Un Capitalismo que ha sabido sobrevivir cediendo y reconociendo las libertades y derechos de "los otros"; un Capitalismo que sabe disminuir su celo dogmático y evitar convertirse en conciencia supremacista, porque lo único que desea es garantizar la estabilidad y la continuidad del sistema.

¡Ah, amigos, pero a los ojos de nuestros poetas el sistema sigue siendo injusto!  Y para combatir las injusticias todo vale, desde perpetrar golpes de Estados hasta promover falsas mociones de censura por tal de alcanzar el ansiado poder. Todo vale. Y quienes no defienden abiertamente la comisión de golpes a la legalidad, se ponen de perfil y callan (para no perjudicar a sus "hijos de puta"); algunos incluso legitimarán acciones bastardas, tales como silenciar a los disidentes (Ábalos en Alsasua). Y serán muchos los que, a pesar de todo, seguirán negándose a aceptar la ayuda de "cirujanos de hierro"; porque, ante todo, hay que ser de "izquierdas". A nuestras izquierdas ni siquiera les vale que los nuevos "cirujanos" ya no promuevan ruidos de sables en los cuarteles; tanto les da que sean tan demócratas como ellos o que acaten la Constitución y la legalidad. No son de "los suyos". Antes el caos y la destrucción (antes Podemos que Vox dijo un "sabio") que aceptar la ayuda de "salvapatrias" esencialistas. En estas estamos.
Suerte tuvimos, en los albores del 36, que intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Unamuno, Baroja, Maeztu, y tantos otros, no tuviesen tantos remilgos; suerte tuvimos de que, entonces, todavía había muchos más ciudadanos dispuestos a defender la nación española de revoluciones frentepopulistas (bolcheviques).

Me hacen "gracia" nuestros poetas, los buenos y justos que critican la dependencia de la ciudadanía a poderes hipostasiados que emanan de las realidades materiales del Capitalismo y las naciones; poderes que pasan por naturales, cuando, en el parecer de nuestros poetas, no lo son. ¡Capitalismo y nación son elucubraciones esencialistas y metafísicas!, vociferan a los cuatro vientos, indignados o fingiendo indignación, porque la indignación, como el victimismo hábilmente calculado e instrumentalizado, son los versos de los que se vale la poesía seductora.
Digo yo, sin embargo, que para no ser realidades "naturales", sino ideas suprasensibles sustantivadas, tanto el sistema liberal capitalista como la razón de ser de las naciones han sabido pervivir, reciclarse y adaptarse a los dolores de las diferentes épocas. Y ello a pesar de que nunca faltan fascistas (izquierdas a la postre) dispuestos a transformar lo que
es en lo que, según sus supremacistas conciencias, debería ser. La culpa, por supuesto, es de "los otros", de esa otra ciudadanía, no consciente y alienada,  que todavía no ha abrazado la verdadera fe liberadora. ¡Malditos liberales!

Convengamos, sin embargo, que la idea de nación es un concepto hipostasiado. ¿Acaso no pecará de esa misma sustantivación el concepto de "posnación"? Si el nacionalismo es hipóstasis esencialista también lo será la idea de "posnacionalismo". ¿Qué tiene de natural, real y material, el idealismo que defiende la articulación de un gran estado universal "posnacional"? ¿Era más "natural" el concepto ideal del internacionalismo marxista (o el Estado supranacional europeo que defienden algunos hoy) que la idea de nación?

Materializar golpes de Estado 

Para proponer una cura (poesía fascista) primero hay que provocar un "dolor anímico" en la conciencia (ser consciente de dicho dolor). Así, nuestras anestesiadas sociedades sumidas en el hastío de lo cotidiano, deberán recordar, despertar la memoria dormida y recuperar viejos agravios, antiguos resentimientos y pretéritas pérdidas emocionales. Habrá que crear una conciencia victimizada, porque el recuerdo es subjetivo, y por ello el poeta deberá crear un mito (un relato) que dé sentido y justifique una determinada voluntad de poder (poder ser). No valen todos los recuerdos; solo los que ayuden a operar (transformar la realidad) a través de cualquier medio (praxis marxista-leninista copiada también por el fascismo) que permita alcanzar loables fines. "Los relatos y las lágrimas van juntos" (Peter Sloterdijk).

Una vez se despierta el "dolor anímico" y las masas (me niego a decir ciudadanía) ya creen ciegamente en relatos míticos, confeccionados para determinados fines, la partida podrá comenzar. A los individuos se les propondrá "jugar" el partido de una época; se le instará a participar en el glorioso momento histórico que les ha tocado vivir. Ya no habrán excusas para refugiarse en el aburrimiento cotidiano; el individuo anónimo podrá trascendentalizar su Yo alcanzando ilusionantes fines supremos (proyectos de vida con formas de nuevas repúblicas o naciones ficticias). Pero toda acción conlleva una reacción. Cuando el Estado es débil e inoperativo, y fracasa en su vital función de salvaguardar la legalidad institucional, el partido que habrá de jugarse carecerá de reglas y todo valdrá. No digamos si, además, como está sucediendo en España, es un partido político con minoría parlamentaría el que da un golpe y se hace con el poder.

Si el fascismo se disfraza de legitimidad democrática (gobierno del PSOE sanchista) podrá engañar a muchos durante un breve período de tiempo, pero una vez comiencen a visualizarse sus traiciones, mentiras e indignidades, solo engañarán a unos pocos. Estos pocos serán los verdaderos creyentes. El problema radicará, como ya ha sucedido en Cataluña, y ahora está sucediendo en España, en que estos "pocos" creyentes leales logren el control del Estado a través de los medios de comunicación, la educación y las FFAA (depuración de altos mandos del ejército). Me consta que el gobierno golpista de Sánchez ya ha dado todos estos pasos.

Una democracia falsa, hipostasiada e idealizada, que tan solo es "papel mojado", es casi tan peligrosa, o más, que una dictadura que se materializa por las bravas. Pero los buenos y justos, siempre prestos a ver esencialismos en los nacionalismos, nunca han querido ver que la sustantivación de la "democracia", cosificada y susceptible de poder ser pervertida y mancillada por todos (dependiendo de los intereses particularistas de cada ideología), también podría resultar letal convirtiéndose en"el caballo de Troya" a través del cual puedan colarse"nuevos fascistas" (Sánchez y compañía en España).

Nadie se atreve a decirlo en voz alta (¡tan grande es ya el temor!) pero, en privado, cada vez más ciudadanos depositan sus esperanzas en el ejército, último garante de las libertades y derechos de TODOS los españoles. El ejército ha quedado como la única fuerza "viva" capaz de pararles los pies a los golpistas; golpistas tramposos y sin escrúpulos éticos (ya no digamos morales) dispuestos a todo. La ciudadanía, abandonada a su suerte y reclamando nuevas elecciones ante la artera ocupación del poder por parte de una conjura bien calculada de la antiEspaña, nada puede hacer, salvo vociferar, frustrarse y enojarse. Mientras, los golpistas hacen y deshacen según sus criterios ideológicos, troceando a España un poquito más cada día que pasa. Hasta los más optimistas, que ya no creen que nuestro castrado ejército tenga capacidad de reacción, piensan, de todas formas, que algo malo, triste y trágico pasará en los próximos meses.

jueves, 10 de mayo de 2018

Política y psicología (autoinmolación o salvación))

Introducción
 
Podría decirse que la política actual, en las civilizadas sociedades occidentales, sigue mostrando el viejo antagonismo entre las corrientes ideológicas más "humanistas" y las más materialistas y/o vitalistas. En realidad, si consideramos las diferentes formas de entender y hacer política, desde una perspectiva más psicológica, y siguiendo las tesis de Erich Fromm en "El miedo a la libertad", también podríamos decir , básicamente, que la ideología política sería el fiel reflejo de dos estereotipos psicológicos: el pesimista vs el optimista. Ambos perfiles pre-condicionarían a los individuos a la hora de confiar sus destinos a unas concretas praxis políticas (maneras de operar en la realidad y resolver conflictos), ya fuere desde concepciones más negativas o más positivas de la libertad.
Según Fromm, Heidegger sería el filósofo "pesimista" por excelencia, pues si el hombre (Dasein) fuese tan solo un "ser-para-la muerte", entonces no habría posibilidad de "salvación" (ver "Sin salvación, tras las huellas de Heidegger", de Sloterdijk). Fromm, como buen psicólogo, intentará convencernos de lo contrario, es decir, de que frente a la asunción de una libertad negativa (Heidegger) será posible defender una libertad positiva llena de posibilidades, que pueda ayudar a los individuos a autorrealizarse y lograr una vida plena con sentido.
Así, la Escuela de Frankfurt, con ilustres pensadores como el citado Fromm, Adorno, Horkheimer y Habermas, se erigirá en defensora de los postulados de la libertad positiva; enarbolando como bandera la defensa de un humanismo ilustrado y optimista, que no dudará en posicionarse junto a ideologías políticas socialdemócratas. Dichas políticas apostarán por resolver los conflictos a través de la comunicación; "tendiendo puentes" y defendiendo la necesidad de articular políticas integradoras y multiculturales.
De hecho, Habermas, gurú de la socialdemocracia europea, dirá: "se hace necesario pensar a Heidegger contra Heidegger". Sí, Habermas reconocerá la incómoda verdad señalada por Heidegger: "en el mismo seno del humanismo anida el germen de su propia autodestrucción". Adorno y Horkheimer en su "Dialéctica de la ilustración" también reconocerán esta grave verdad heideggeriana, y asumirán que el humanismo excesivamente ingenuo, "cándido humanismo" en palabras de Heidegger, corre el riesgo real de consumar su propia autoinmolación por mor de seguir creyendo en una apriorística bondad presente en todos los colectivos y sociedades humanas.
 
CINISMO PRESENTE EN EL CÁNDIDO HUMANISMO SOCIALDEMÓCRATA
 
Decía Sloterdijk, en su magnífica "Crítica de la razón cínica", que siempre hay algo "sospechoso" en todo pensamiento sensible que arremete, por norma, contra todo poder o autoridad establecidos. El sagaz pensador alemán, en mi opinión más psicólogo que filósofo, ha sabido ver, como antes hicieran Adorno y Horkheimer, que la tendencia natural en las conciencias colectivas que desprecian a las prepotencias señoriales de "su época", es la de mutar, más temprano que tarde, en nuevas conciencias cínicas y señoriales.Tal es la mutación que está teniendo lugar en el feminismo primigenio, otrora igualitario y liberal que, a pasos agigantados, está deviniendo una nueva conciencia dogmática, prepotente y señorial.
Pero si "miedo" dan las nuevas conciencias colectivas que, con exceso de celo dogmático, se autoproclaman ser las únicas "buenas y justas", más miedo deberían darnos los últimos caballeros andantes, irredentos idealistas, que todavía se "autoengañan" creyendo posible que el humanismo ilustrado tradicional pueda "salvarnos" del incierto futuro que se nos viene encima.
Me estoy refiriendo al abuelo, todavía vivo, del cándido humanismo europeo: Jürgen Habermas, y a uno de sus discípulos más aventajados: el francés François Jullien.
Resulta harto significativo que sean un alemán y un francés los respectivos padres de dos "ingenuas" propuestas humanistas: "el patriotismo constitucional" y "l´écart". Zapatero y su tontá de la "Alianza de Civilizaciones, boutade típica de nuestras izquierdas indefinidas españolas, no aparecerán más en esta breve reflexión que solo desenmascarará a cínicos de peso, y no a payasos de feria.
Al César lo que es del César. Fue Mikel Arteta (Doctor en filosofía), a través de un lúcido artículo, quien desenmascaró el cinismo que se escondía en la propuesta multicultural del francés Jullien; un cínico que, tras abogar por la construcción de puentes, y relativizar la importancia de las identidades culturales, no dudó en "alertarnos" de que, pese a todo, Europa debería prepararse para lo peor en caso de que fracasara su aperturista y buenista "écart". Es decir, vino a decirnos que sí, que en defensa de los valores propios de una libertad positiva y humanista, debíamos abrir las puertas a ingentes masas de inmigrantes; que debíamos respetar sus tradiciones y sus culturas, pero, pero, pero... (¡ay este tramposo "pero!) si las masas de inmigrantes no acababan de integrarse y, peor aún, pusieran en jaque los principios de nuestro ilustrado humanismo, deberíamos tener preparado "un plan de respuesta defensiva". ¿En serio se puede ser tan cínico?
Pero es el abuelo de todos los cándidos humanistas, el ínclito Habermas, quien, en mi parecer, es el más peligroso vendedor de humo "buenista y talantero". Y es el más peligroso, precisamente, por ser el más ilustrado, es decir, por ser, supuestamente, el más sabio de entre todos los sabios todavía vivos. No cabe duda de que Habermas CONOCE LA VERDAD: dos razones de ser, antagónicas y mutuamente excluyentes, no pueden SER al mismo tiempo en un mismo plano espacio-temporal. Si esto lo supo ver con claridad meridiana nuestro Gustavo Bueno, presupongo que, casi con total seguridad, también lo sabe alguien que en su juventud fue miembro de las juventudes hitlerianas; debe saberlo alquien que, ebrio de complejos y sentimientos de culpa, abrazó al internacionalista marxismo y que, finalmente, en su vejez, está intentando redimirse de sus pecados reconociéndose "patriota alemán". ¡Toma castaña!
Casi, casi pierde la compostura y el "bueno" de Habermas deja caer la máscara del humanista universalista. Pero no, el farsante Habermas, como el hábil titiritero que es, ha sabido seguir justificando su cinismo cobarde, añadiendo, rápidamente, que él entiende que es "patriota" cualquier ciudadano integrado en la sociedad y la cultura alemana. No, mon ami, no. Es cierto que no podemos negarle a ninguna persona que viva en una comunidad su condición de ciudadano, con deberes y obligaciones (condición que, por cierto, se nos ha negado a los catalanes que no somos independentistas). Pero ser ciudadano alemán no implica, necesariamente, ser patriota alemán, como pretende hacernos creer Habermas. De hecho, yo soy ciudadano y patriota español, pero el supremacismo catalanista (regionalismo particularista) pretende negarme la primera condición de ciudadano por "molestarle" que, además, me reivindique español.
Y si el conflicto entre diferentes razones de ser existe entre ciudadanos de la UE, e incluso entre ciudadanos de una misma nación, a pesar de compartir un mismo legado histórico-cultural, ¿cómo será el conflicto futuro entre ciudadanos europeos, que se sienten herederos de la ilustración del civilizado Occidente, y los "NUEVOS" ciudadanos que, lejos de integrarse, se obstinan en IMPONER en nuestras sociedades sus justas y buenas conciencias religiosas (Islam)?

ALTERNATIVAS AL "CÁNDIDO HUMANISMO"

 
En mi opinión, una de las alternativas más sensatas y racionales, para superar el humanismo ingenuo que impera en España, y en toda Europa, la constituye el materialismo filosófico de Gustavo Bueno.
 
 
 
A mí me gusta el materialismo filosófico de Gustavo Bueno y suscribo que es necesario que los Estados apliquen políticas OPERATIVAS alejadas de idealismos y sentimentalismos varios. Sin embargo, antes de que un Estado pueda llegar a ser operativo, primero debe constituirse como tal. Y no solo eso, debe tener muy claro cómo y para qué se obligará a ser OPERATIVO: necesitará JUSTIFICAR una idea (cosmovisión o interpretación del mundo) para materializarla a través de la praxis (consumarla operativamente). Esto lo sabe cualquier marxista que se precie de serlo. Pero tenemos que tener muy claro qué queremos defender: un humanismo débil e ingenuo, que ponga en peligro su propia razón de ser, o un nuevo humanismo racional y operativo que se obligue a la salvaguarda de la razón de ser de la civilización occidental.
Defender un humanismo más racional y operativo es tarea difícil, sobre todo porque en la defensa de dicho humanismo no podemos ni debemos (maldito idealismo kantiano) sacrificar sus principios más sagrados: la defensa de los derechos y libertades de TODOS los ciudadanos.
Además, las nuevas corrientes herederas del cándido humanismo tradicional han mutado en peligrosos y dogmáticos populismos, prestos siempre a dificultar la ya de por sí complicada tarea de combatir conciencias prepotentes, evitando caer, al tiempo, en defensas excesivamente prepotentes. Ganará la conciencia que primero consiga demostrar su condición de víctima.
Los nuevos populismos que inundan la política actual se autolegitiman a través de la creación y divulgación (a través de los mass-media) de postverdades confeccionadas a la medida de sus deseos y voluntades más sentimentales. De nada servirá rebatirlos con argumentos de razón, por lo que se hará necesario desenmascararlos a través de finos análisis psicológicos y entendiendo cómo funciona la dinámica de la conciencia que crea postverdades.
 
MOVIMIENTO DIALÉCTICO DE LA CONCIENCIA
 
¿De dónde surgen las verdades, ideas o "cosmovisiones" que hacen suyas las diferentes ideologías políticas?
Pues surgen, primero, en una conciencia individual que las CREA, las construye o las halla (tanto dará en mi opinión), para, después, transmitirlas (hacerlas verbo y comunicarlas) a una CONCIENCIA COLECTIVA.
Esto significa que, además de la realidad del ex-sistere, en la conciencia también se actualiza y manifiesta una "pre-realidad" o "pre-ser" que, de hecho, ya es un modo de ser. Esto lo explicó muy bien Heidegger, siguiendo la dinámica o dialéctica de la conciencia hegeliana, en su obra "Caminos de bosque".
Pues bien, el pensador Sloterdijk no se limitará tan solo a decirnos lo que ya nos dijera Hegel, primero, y Marx y Heidegger más tarde. A saber: el movimiento dialéctico de la conciencia consiste en una lucha entre una conciencia óntica (que representa al ente en sí misma) y una conciencia pre-ontológica (que busca la relación entre dicho ente y su esencia). El resultado de dicha lucha será la idea, experiencia o ser meditado, como se prefiera.
Esta explicación, a nivel filosófico, resulta interesante para entender CÓMO se crea o se halla una idea; cómo se vivencia algo que es virtual, pero todavía no existe, como un modo de ser (pre-ser si se prefiere) que devendrá posibilidad de ser en la realidad abierta.
Esta es la clave: la conciencia descubre o construye una POSIBILIDAD futura de ser. Así, lo que hizo Marx fue crear una "pre-verdad" teórica, experienciada y vivenciada en su conciencia, y a continuación la verbalizó (teorizó) por tal de justificar dicha posibilidad en la realidad abierta y hacerla operativa.
Ya sabemos CÓMO se crea una "pre-verdad", pero Sloterdijk, más psicólogo que filósofo, como ya señalé, se preguntará también por el PORQUÉ: ¿por qué, en contextos históricos determinados, la conciencia colectiva asume determinadas "pre-verdades" como si, de facto, ya fuesen verdades reales? Y la pregunta no es baladí, porque, si queremos entender los entresijos de la política actual, estamos obligados a entender cuáles son los sentimientos, motivaciones y deseos (pura psicología) que mueven a las masas para, a partir de la creencia en una "pre-verdad", obligarse a vivenciarla de tal modo que ésta devenga "postverdad".
¿Por qué, en determinados contextos históricos, las masas se obligan a creer en una "pre-verdad" o posibilidad de ser todavía no real en el ex-sistere?
Formulado en román paladino: ¿qué insta a un dogmático procesista a creerse (autoengaño consciente mediante) que realmente Cataluña es una nación? ¿Qué mecanismos psicológicos subyacen en la creación de una "pre-verdad", en su difusión y su aceptación para, finalmente, conseguir que dicha "verdad posible" acabe siendo institucionalizada operativamente (sustituyendo, así, a la verdad que le precedió)?
Sloterdijk, siguiendo a Heidegger y valiéndose de la psicología (sobre todo del psicoanálisis) nos explicará que se trata de una AUTOHIPNOSIS CONSCIENTE.

AUTOENGAÑO O AUTOHIPNOSIS CONSCIENTE

Si para entender la política de hoy no nos sirve tanto saber razonar como entender los mecanismos psicológicos (emociones, sentimientos, deseos y voliciones) que actúan como motores o fuerzas capaces de crear "postverdades", debemos obligarnos a averiguar cómo es posible que una persona inteligente y conocedora de la realidad (la verdad) puede llegar a mostrar un desmesurado cinismo por tal de negar dicha realidad y, al tiempo, defender "su postverdad".

Ya hemos visto cómo, a partir del movimiento dialéctico de la conciencia, se actualizaba y manifestaba en la misma un "pre-ser" o "pre-verdad" que, por el hecho de "ser, sin todavía ser", se abría como una posibilidad de "ser-futuro" en el ex-sistere. Pues bien, a través de dicha dinámica dialéctica se crean las utopías, es decir, se gestan los sueños o VOLUNTADES DE SER que, primero, tan solo se manifiestan y actualizan en la conciencia como POSIBILIDADES. Así nació, por ejemplo, la teoría marxista.

¿Qué motiva, pero, la aparición de una utopía o de cualquier voluntad de ser? La motivación primera, en el parecer de Sloterdijk, sería la de "curar el dolor de una época", aplicar una cura al sufrimiento que aparece insoportable y generalizado en determinados momentos de la historia. Quienes descubren esta VERDAD PSICOLÓGICA saben que para "despertar un sueño utópico", y así poder "asaltar el poder" (los cielos, en palabras ebrias de cinismo poético), hay que INSTRUMENTALIZAR el dolor; es decir, hay que gritar alto y fuerte a las masas durmientes que son VÍCTIMAS de graves injusticias (esta verdad la sabe muy bien el populista Pablo Manuel Iglesias). También la supo Marx.

Creer en la utopía (en sueños), por tanto, no es cuestión de demostraciones dialécticas ni científicas (justificaciones racionales ad hoc) sino de una voluntad de creer (como señalara el psicólogo William James). Así, lo primero que debe conseguir el poeta que sueña con "bellas posibilidades de ser" es conformar una conciencia colectiva creyente, porque alguien, a título individual, puede creer en la "posibilidad de ser" de una nación ficticia, pero para que dicha "pre-verdad" tome fuerza y pueda consumarse como realidad en el ex-sistere, necesitará ser aceptada por una conciencia colectiva numerosa dispuesta a hacerla OPERATIVA.

Pensemos, ahora, en la nación catalana, y preguntémonos cómo ha sido posible que dicha "ficción" haya podido ser asumida por la conciencia colectiva del independentismo como real.
Para responder a esta cuestión: ¿cómo es posible que una ficción pase por ser real?, hay que saber, primero, como funciona la conciencia. Ya lo hemos explicado. ¿Pero qué es lo que facilita, en la conciencia, que entre la representación del objeto real (lo que es) y el objeto irreal (lo imaginado), pueda surgir un NUEVO MODO DE SER, que "ya es, pero todavía no es"?

El marxista Ernst Bloch nos responderá cómo "se despierta un sueño" (cómo se crea una utopía), explicándonos que en la conciencia se da una tripolaridad, pues entre la bipolaridad de lo real vs lo irreal actúa una TENDENCIA. Popper la llamó PROPENSIÓN, pero, en mi opinión, el más acertado fue Heidegger al denominar a este nuevo modo ser como un ESTADO DE ÁNIMO DE CONMOCIÓN (ver en su obra "Conceptos fundamentales de la metafísica").

La clave está en la conmoción que se produce en la conciencia cuando ésta descubre, construye o halla, una nueva posibilidad de ser. La conmoción la provoca un estado de ánimo; un estado de ánimo sumido en el dolor y el sufrimiento; un estado de caída que insta a la conciencia a reflexionar y meditar por tal de salvar la angustia que vivencia.

Así, los independentistas que creen en una nación ficticia, y los populistas que creen en una sociedad más justa, antes de poder reivindicarse como víctimas, deben instrumentalizar el dolor colectivo "fabricando artificialmente" estados de ánimo de conmoción. Porque necesitan el dolor y el sufrimiento como motores que generen resentimiento y odio contra las "otras conciencias" (españolistas o fascistas, según ellos).

El verdadero problema surgirá, entonces, cuando no haya una mayoría de independentistas que crean en la nación catalana, o no haya una mayoría de populistas dispuestos a perpetrar peregrinas revoluciones (revolucions dels somriures o revoluciones para asaltar los cielos). Entonces se hará necesario fingir dicho dolor. Pero para fingir, primero hay que ser un buen actor (un actor del método). Hay que resultar creíble.

Para "actuar" convincentemente y resultar creíbles necesitarán toda una amplia gama de estrategías psicológicas (tergiversación de la realidad, ilusión de alternativas, manipulación, adoctrinamiento, victimización...) que les permita "fabricar artificialmente" el sufrimiento cuando NO HAYA UN DOLOR REAL en la sociedad; cuando lo que ya ES en la realidad funcione y, muy a pesar de ellos, no exista el dolor que pretenden sobredimensionar y exagerar

¿Cómo fingir un dolor o un estado de conmoción de tal manera que estos parezcan y, de hecho, puedan pasar por ser REALES? Pues recurriendo al AUTOENGAÑO (voluntad de creer), o lo que Sloterdijk denomina AUTOHIPNOSIS CONSCIENTE.
Se tratará de ejercer de grandes cínicos, y, así, poder proclamar a los cuatro vientos mentiras como "España nos roba", "Cataluña es una nación" o "cataluña es una colonia castellana", pero hay que gritar de tal modo que dichas mentiras puedan ser reconocidas públicamente como "verdades" (postverdades). No importará que en el discurso privado, y con la guardia baja, el cínico se sincere en algún descuido o momento de catarsis.

Son muchas las técnicas y terapias psicológicas que se aplican para lograr que un individuo pueda "llegar a ser quien desee ser" o, en todo caso, para que "logre ser lo que la norma social ya decidió (por él) que tenía que ser". Una de las técnicas más utilizadas consiste, básicamente, en hacer que el individuo adopte un determinado rol de personalidad, el que más le guste. Poco a poco, el individuo tendrá que AUTOMOLDEARSE, es decir, deberá obligarse a pensar y a comportarse según las características propias del rol asumido. El terapeuta le guiará y le orientará, evaluará sus progresos y resolverá sus dudas y la posible aparición de incongruencias o disonancias cognitivas.

Los "juegos de rol" y el psicodrama son técnicas psicológicas que se utilizan para "moldear" personalidades desajustadas, para moldear o crear nuevas "creencias" o maneras de ser. Si nos fijamos, vemos que, tanto Podemos como los independentistas catalanes, están abusando de performances o psicodramas estéticos para provocar "conmoción" en la conciencia colectiva de sus creyentes, creando, así, un "dolor ficticio o teatral". Los podemitas han llegado a besarse públicamente y han amamantado a sus bebés en el Congreso, para hacer operativas en el ex-sistere (la realidad) sus ideas (pre-verdades) que demuestran lo "buenos y justos" que son. Los independentistas representan catárticamente el dolor colectivo encerrándose, por turnos, en falsas prisiones colocadas en la vía pública, colocan lacitos (símbolos) por todas partes, y en las escuelas utilizan a los niños para hacer obras de teatro maniqueas donde los españoles son los malos malosos que subyugan al "inocente" pueblo catalán.

Ahora pensemos qué son realmente nuestras escuelas y cuál es el papel del psicólogo y de la psicología en las mismas, pero también pensemos en el papel de la psicología en los medios de información y, sobre todo, en la política, donde, como acabamos de ver, cada vez importa más hacer sentir (experienciar una pre-verdad) en vez razonar para aceptar la verdad real tal como se nos muestra.

Según Sloterdijk, un sistema educativo es, en realidad, un conjunto de granjas-escuelas destinadas a domesticar y cebar (adoctrinar) al ganado humano. El humanismo, de hecho, es una antropotécnica de domesticación (civilizar es amansar). Todo sistema educativo está constituido por un entramado de granjas-escuela que se sirve de antropotécnicas para socializar, civilizar o domesticar, como se prefiera, al ganado o zoo humano.

Así, el grupo humano que tenga el PODER para diseñar y articular un entramado social formado por un conjunto de granjas-escuelas y antropotécnicas (moldeadoras de la conciencia), también podrá IMPONER SU VERDAD.
Si una civilización, como una nación, no controla e impone las antropotécnicas que son las propias de su razón de ser (herencia histórico-cultural), para formar  a sus ciudadanos, otra forma de poder lo hará, o como decía Gustavo Bueno: "si no nos aferramos a los restos del naufragio de nuestra civilización, otra ocupará su lugar".
Cierto, nuestro humanismo tradicional, a fuer de ingenuo, ha naufragado, pero aún podemos aferrarnos a sus restos para "salvarnos" y, así, evitar que otras verdades sustituyan a las nuestras.
 
 

martes, 6 de marzo de 2018

La "multiverdad" de la madre

Introducción

Vivimos tiempos difíciles. La verdad de nuestros padres agoniza, y con ella no solo cualquier atisbo de esencia trascendente o suprasensible, sino también la razón entendida como praxis operativa, sensata y apegada a la realidad . Se impone, imparable, la verdad de la madre; una verdad sensible o "multiverdad" que legitima peregrinos y utópicos ideales.
Algunos la han bautizado como "posverdad", pero ese rasgo intrínseco a su razón de ser, que aspira a aglutinar y formar un UNO ABSOLUTO, sumando "múltiples" conciencias, la convierten, de facto, en una multiverdad; una multiverdad que no duda en reconocer como auténticas a todas y cada una de las conciencias de aquellas minorías, "supuestamente" oprimidas, que osan vindicar "su verdad" (animalistas, ecologistas, feministas, nuevas ideologías LGTBI...) frente a la verdad tradicional del padre.

Paradoja o trampa perversa

Pero esta nueva "multiverdad" que intentan imponernos, y que acepta a todas aquellas conciencias necesitadas de ser "liberadas", vuelve a erigirse, precisamente por autojustificarse como conciencia emancipadora, en un nuevo falo todopoderoso y sometedor. Es decir, la multiverdad solo reconoce como legítimo y justo el dolor de quienes han sido víctimas de la prepotencia paternal. Y como el padre tiene muchos nombres y muchos rostros: capitalismo, cristianismo, machismo, especismo, también la madre debe "crear" sus verdades anteponiéndolas a las del padre: comunismo, Islam, feminismo, antiespecismo o animalismo.
Al final, la madre se torna prepotente, tanto o más que el padre al que siempre quiso castrar. Y no puede evitar caer en la locura dogmática. Ya no le bastará tan solo con castrar al padre simbólicamente, despreciando y ridiculizando su miembro viril, sino que ella misma convertirá su "chocho" en un sustituto supremacista del falo masculino. Así, las excelencias del "chocho" serán cantadas por las nuevas "juglaras" que, a través de psicodramas estéticos y perfomances varias, reivindicarán la FUERZA sexual, buena y justa, de la nueva verdad. La verdad del pirulo es sustituida por la verdad del chumino. La granja seguirá teniendo a su Napoleón, pero ahora con el sexo de una cerdita Napoleona.
Una paradoja, la del liberador que se convierte en subyugador, que, por otra parte, se ha dado siempre a lo largo de la historia en todas aquellas conciencias que fingían ingenuidad (ahora también fingen victimismo) por tal de enmascarar sus prepotentes desprecios; conciencias que antes eran religiosas y/o ideológicas, pero que ahora son una mezcla de "todo", matriarcales en definitiva.

La religión del matriarcado

Esta nueva religión matriarcal, que emana del seno de la madre, por fuer ha de ser politeísta, pues se obliga a reconocer a múltiples dioses, todos distintos entre sí, pero con un fuerte nexo en común; el odio hacia el padre, ergo también el odio y desprecio hacia lo masculino y la masculinidad. De esta manera, la madre se torna sectaria, pues despreciará a sus hijos varones y, peor aún, les exigirá a estos que renieguen de su sexo, que se "autocastren", si quieren formar parte de la nueva multiverdad o conciencia auténtica que ha sido llamada por la historia para postularse como el fin últmo o destino final que habrá de alcanzar la humanidad (¡cuánto daño hizo el marxismo!).
Como toda religión dogmática que se precie, la multiverdad del matriarcado tiene sus férreos dogmas y no duda en condenar a la hoguera a cualquier hereje que ose cuestionar "su verdad", su razón de ser y legitimidad histórica, al cabo.
Creen las fieles seguidoras de esta multiverdad (y también algunos seguidores ya castrados) que el fin último de la historia no ha tenido lugar todavía, pues todavía debe triunfar "la revolución de los chochos" y lograrse la utópica sociedad del chumino.