Introducción.
Desde muy pequeño he tenido curiosidad por todo, por cualquier tipo de saber relacionado con el mundo y los seres humanos. Durante mi etapa de escolar recuerdo que devoraba y leía compulsivamente, lo mismo la literatura prohibida que mis progenitores escondían detrás de una estantería, que las revistas eróticas y satíricas de mi padre (Lib y "El Papus"); también alucinaba con las páginas de sucesos de "El Caso" y con su consulta sexológica, donde descubrí a Masters y Johnson muchos años antes de que me los presentaran oficialmente en la facultad.
Todo me interesaba.
Después de "empaparme" precozmente de lecturas para adultos, y tras la censura que mi madre impuso cuando ya fue demasiado tarde, me convertí en un voraz lector de cómics y de libros de ciencia ficción. Al llegar al instituto me aficioné, también, a la lectura de "revistas para chicas" (Vale y Súper Pop); lo mismo me las prestaban las compañeras de clase que se las pillaba a mi desprevenida hermana.
Con los programas de televisión me pasaba lo mismo; podía quedarme "embobado" viendo "La Clave", mientras mi padre y mi hermano conspiraban contra mí para cambiar de canal y ver un aburrido partido de fútbol. Pero, sobre todo, podía pasarme horas y horas viendo dibujos animados (me encantaba el gato Jinks de "Pixie y Dixie").
La verdad es que, actualmente, también disfruto con mis hijos viendo "Hora de aventuras", "Historias corrientes" o "Gumball", una animación llena de humor inteligente. Siempre es sano, para lograr un buen equilibrio emocinal y estar a la última, no perder el hilo comunicativo y afectivo con las nuevas generaciones. Y lo último en series de tv, para telespectadores que aspiren a algo más que ver superhéroes con poderes sobrenaturales, se llama "Por trece razones".
Por 13 razones.
Mi hija, complicada adolescente allá donde las hubiere, me informó sobre la última novedad de Netflix: la serie de tv "Por trece razones", basada en la novela de Jay Asher. Ella ya se había leído el libro, pero no le gustó en exceso. Sin embargo, yo decidí ver la serie, porque el difícil mundo de la adolescencia siempre resulta tan interesante como enigmático para los padres.
La magnífica serie "Por trece razones", en la misma línea reflexiva que "Leftovers", nos sumerge de lleno en las vidas cotidianas de un grupo de adolescentes que serán, al tiempo, seres atormentados y "atormentadores", víctimas y verdugos de sí mismos y de los demás.
La serie hace suya y defiende con una gran calidad humana y artística (fotografía, guión, actuaciones...) la máxima de Hermann Hesse: "No digas de ningún sentimiento que es pequeño o indigno".
Por esto mismo, este nuevo producto de Netflix es una serie inteligente que trata sobre los sentimientos y las emociones, pero en absoluto desde una perspectiva pueril o ñoña, sino desde un realismo que, por momentos, puede llegar a resultar angustiante para el espectador dispuesto a empatizar con el dolor de los personajes.
El error común de los adultos consiste en minimizar y quitarle importancia a esos pequeños e insignificantes sentimientos de los adolescentes; sentimientos que se nos antojan desbordados y desproporcionados. No entendemos que un problema, insignificante ante nuestros ojos de adultos, pueda ser vivenciado por un adolescente como algo trágico que le haga experienciar un dolor existencial insoportable. Tan insoportable como para hacerle fantasear con ideas suicidas o, incluso, conducirle al suicidio.
Catarsis introspectiva.
Siempre suelo decir que las mejores obras de arte, de cine y televisión, como en el caso que nos ocupa, son las que sugieren, las que permiten que las conciencias de los espectadores se abran a las diferentes posibilidades de sentir y vivenciar que les ofrece la realidad en la ficción.
Y "Por trece razones" logra, sobradamente, el objetivo de hacernos reflexionar a través de la ficción para, así, poder autodescubrirnos a nosotros mismos en nuestro singular y particular ser-en-sí, y también poder descubrir a los demás en el ser-ahí del ex-sistere.
Aunque es bien sabido que el ser humano es constitutivamente un yo individual, pero también un yo social y un yo histórico, no solemos reflexionar, al menos con suficiente atención meditativa, sobre cómo nuestra conciencia (yo personal) se relaciona con y en lo "otro"; cómo se socializa y llega a conciliar o equilibrar la verdad del sí-mismo con la verdad en y con los demás.
Sin embargo, la adolescencia es un período crítico de obligada reflexión; una etapa evolutiva en la que el yo egocéntrico del niño debe crecer para abrirse al mundo, a los demás y a la sociedad en general. Nadie puede escapar de esta dura prueba de fuego que es la adolescencia, y que exige crecer y madurar. Una etapa complicada, porque al joven que se desconozca por completo a sí mismo, le será muy díficil empatizar socialmente para poder conectar con los demás. Pero al adolescente encerrado en sí mismo, obsesivamente instrospectivo y celoso defensor de la verdad de un yo narcisista y prepotente, también le resultará casi imposible relacionarse satisfactoriamente en y con lo otro.
Lo más interesante de esta serie es que conseguirá que muchos adolescentes se identifiquen con el dolor y el sufrimiento de los jóvenes personajes; pero, atención, porque creo que para los adultos la serie abrirá muchas más posibilidades, pues ellos podrán volver a vivenciar (rememorar) cómo fueron sus adolescencias, podrán cuestionarse su rol actual como padres o, incluso, podrán juzgar la figura del orientador del instituto (personaje clave en la trama de "Por trece razones").
De hecho, toda la serie es, en sí misma, un gran juicio; un juicio bien orquestado a la moral y la ética, un juicio al concepto de verdad; un juicio a las víctimas y a los verdugos. Un juicio inteligente sobre el animal de realidades que es el ser humano.
Hannah Baker
¿Cómo se ve a sí mismo un adolescente?
La mayoría de los adolescentes suelen ser muy severos consigo mismos; ven imperfecciones y defectos donde no los hay, o los sobredimensionan y exageran en caso de que los haya. Les resulta imposible obtener una autoimagen nítida y clara de sí mismos, por lo que necesitan verse y reconocerse a través de los diferentes espejos que les proporcionan los demás; a través de las miradas y, sobre todo, de las críticas y opiniones de los demás.
Hannah Baker, la protagonista de "Por trece razones", como todos los adolescentes, también necesitó conocerse a sí misma a través de las miradas y la opinión crítica de los demás. Lo tenía todo a su favor, pues era una chica guapa, simpática e inteligente que, además, comenzaba una nueva vida en una nueva ciudad donde tendría la oportunidad de conocer a nuevos amigos. Y, a pesar de todo ello, se suicidó.
¿Pero por qué se suicida una chica guapa, sociable e inteligente que, a priori, parece tenerlo todo a su favor para ser feliz y tener éxito en la vida?
La propia Hannah Baker nos dará las "trece razones" que, según ella, le condujeron al suicidio; nos explicará la verdad vivenciada (su verdad) que le instó a acabar con su vida.
Obsérvese que he escrito verdad vivenciada, porque la verdad, cuando hablamos de sentimientos, nunca es objetiva, sino que es un sentir experienciado que adquiere un modo de ser real en la conciencia individual de cada sujeto,
El hecho de que la verdad de Hannah sea una verdad vivenciada, única y personal, dificultará que pueda ser comunicada, tanto al resto de personajes de la serie como a los propios telespectadores. Por eso Hannah, en un intento desesperado por comprenderse a sí misma y salvarse del suicidio ("darle una última oportunidad a la vida") decidirá verbalizar su verdad, racionalizarla (dar razones) para buscar un sentido a su sufrimiento; para encontrar una salida alternativa al suicidio.
La verdad verbalizada.
La única razón por la que alguien se obliga a verbalizar, convertir en logos su íntima verdad vivenciada, es para compartirla con los demás.
Hannah desnudó su alma, su sufrimiento personal, para que este, ya objetivado, explicado y racionalizado, pudiera ser entendido por los demás. Pensaba Hannah, como piensa todo creador que busca la cura de un dolor personal, que cuando la verdad vivenciada es asumida socialmente adquiere carácter de universal; la verdad personal se convierte en más "verdadera" y auténtica, porque pasa de manifestarse como un modo de ser real, oculto en la conciciencia individual, a desvelarse como verdad en el ex-sistere, en y con los demás.
La verdad íntima desvelada adquirirá status de auténtica verdad en la medida que sea compartida con los demás, de la misma manera que se nos antoja que la verdad que ocultamos y no reconocemos (ante los otros) no podrá legitimarse como auténtica.
Hannah grabará en unas cintas de cassette las razones que le empujaron al suicidio, y dejará instrucciones para que dichas cintas lleguen a los protagonistas de las mismas: a todos aquellos chicos y chicas que, directa o indirectamente, tuvieron algo que ver con su fatídica decisión final. Así, la vivencia de Hannah se hará verbo, y el verbo se convertirá en Verdad.
Ya antes, sin embargo, Hannah ensayó otra vía artística y creativa para superar su dolor: la poesía. Pero cuando parecía que el descubrimiento de la vía poética podría salvarla de su angustia existencial, la sensibilidad blanda de Hannah, muy fácil y susceptible de ser herida, le impidió recorrer ese camino de salvación.
Perfiles de personalidad.
Ya hemos dicho que Hannah era una chica guapa, simpática e inteligente, pero ¿cómo era Hannah emocionalmente?
En mi opinión, Hannah era extremadamente sensible, poseía un marcado rasgo de sensibilidad blanda, fácil de herir.
A lo largo de todos los capítulos de la serie se suceden episodios en los que Hannah se siente herida y ofendida, no solo cuando objetivamente es agredida verbalmente por sus compañeros de instituto, sino también cuando interrelaciona con sus amigos más íntimos y estos no responden a sus expectativas afectivas o no muestran excesivo tacto emocional en sus conductas. Hannah se siente defraudada a menudo, sobre todo por su mejor amigo (Clay), que es un chico, también hay que decirlo, que no es demasiado hábil en las relaciones sociales y al que le cuesta empatizar con los demás e interpretar el entorno circundante.
De hecho, Hannah era una chica de una gran inteligencia emocional, pero que no tenía mecanismos de defensa resistentes para superar la frustración y la decepción que le generaban sus relaciones con chicos y chicas más primarios emocionalmente, más inmaduros, en definitiva, que ella.
El mejor amigo de Hannah, Clay Jensen, también era un chico muy inteligente, pero mostraba una importante inmadurez emocional. Esto exasperaba a Hannah, pues Clay era honesto y sincero, un chico imaginativo como ella y una persona de confianza. Pero Clay no captaba las sutiles señales que le mandaba Hannah, bien a través de códigos de comunicación no verbal o mediante guiños intencionados (bromas, mensajes con doble sentido...). ¡Tonto! ¿No ves que estoy por ti?, parecía decirle una y otra vez a Don Casco (mote que Hannah le había puesto a Clay). Pues no, Clay no lo veía, pues no era capaz de interpretar las sutiles señales del entorno, menos aún las de la íntima amiga por la que él sentía un gran afecto, pero, al tiempo, pensaba que estaba fuera de su alcance para llegar a ser algo más.
Negación de la verdad de Hannah
Ya hemos explicado cómo una verdad personal e íntima, que solo puede vivenciarse en la conciencia del sujeto, necesita ser compartida y reconocida por los "otros" para poder ser sancionada públicamente como Verdad objetiva.
Las trece razones que Hannah graba en una cassette constituyen, de hecho, la verbalización necesaria para que la verdad experienciada por ella sea reconocida por los demás (sus compañeros) como objetiva y real en el ser-ahí del mundo, y no solo en el ser-en-si de la conciencia de la propia Hannah.
Pero además de ser verbalizada, la verdad de Hannah necesita ser confesada para, así, poder "dar otra alternativa a la vida" y superar las tentaciones suicidas.
El papel de confesor, en la serie, le correspondió al orientador del instituto; un individuo que se obligaba a empatizar con el dolor de los alumnos, pero que, como quedó reflejado en la entrevista que mantuvo con Hannah, carecía de la formación propia de un psiquiatra o un psicólogo.
Cuando Hannah, armándose de valor, decidió confesarle al orientador la verdad de su violación, este, quizás, no estuvo a la altura de las circunstancias.
Pienso que la escena entre Hannah y el orientador (la última de las trece razones de su suicidio) es clave para entender la decisión final de la joven adolescente.
Hannah, desde luego, no supo verbalizar con suficiente claridad objetiva si había sido violada o, tan solo, se arrepentía de haber tenido una relación sexual confusa o insatisfactoria.
Efectivamente, los telespectaores sabemos que Hannah fue violada, por la sencilla razón de que fuimos testigos de su negativa (verbalizada) a tener relaciones sexuales con su violador. Pero Hannah no hizo nada, más allá de negarse, con voz trémula y débil, a tener sexo; no gritó, no forcejeó, no luchó para zafarse de su agresor, el cual, como se aprecia en la serie, mancilló a Hannah con relativa facilidad.
La manera en que Hannah le relata su vivencia al orientador, reconociéndole que no opuso resistencia, hace que éste dude sobre la veracidad que Hannah verbalizó, aunque la joven (insisto en este punto) dejara bien claro que ella le pidió a su agresor que parase y no consumase el acto de violación.
Cuando Hannah salió del despacho del orientador, esperó unos minutos fuera, con la esperanza de que el confundido orientador saliese detrás de ella y la "salvara", no ya solo aceptando su verdad, sino acompañándola y ofreciéndole apoyo emocional. No fue así.
¿Cuándo se produce una violación?
Desde el momento en que la voluntad de un individuo vulnera la de otro.
Yo lo veo como un conflicto entre voluntades. La voluntad del sujeto que impone sus deseos de poseer, agredir o humillar, contra el sujeto que no desea que su libertad sea vulnerada. Al final, siempre se reduce todo a la lucha entre el fuerte y el débil. Triste, pero cierto.
A lo largo de la serie se suceden dos violaciones, y en ninguna de ellas las chicas mancilladas oponen resistencia. En el primer caso, la chica yace inconsciente por embriaguez y el violador aprovecha la ocasión para imponer su voluntad. Hannah, sin embargo, está consciente en todo momento; es más, está aterrada, paralizada y bloqueada, y solo acierta a decirle a su agresor que pare. No sabe cómo frenar a su agresor con contundencia y la violación se consuma ante la aparente pasividad de Hannah.
No importa que las dos víctimas, por causas distintas, permanecieran pasivas ante la agresión. Lo importante es que en ninguno de los dos casos fue respetada la libertad de las agredidas a negarse. La chica inconsciente no pudo ejercer, sencillamente, su libertad para decidir si deseaba o no mantener relaciones sexuales, pero Hannah sí ejerció su libertad para negarse, aunque fuese tímidamente y bloqueda por el miedo. Ninguna de las dos libertades de las víctimas fueron respetadas.
La violación de Hannah produce dolor en el telespectador, porque éste ya se ha convertido en cómplice de su sufrimiento a lo largo de varios capítulos. El espectador, que ya ha empatizado con Hannah, entiende que es un chica sensible y fácil de herir, pero, cuando llega la terrible escena de la violación, no puede por menos que exclamar: ¡Haz algo! ¡Grita, patalea, pide ayuda! Y, entonces, el espectador amigo no puede evitar, inconscientemente, culpar a Hannah y convertirse en su peor enemigo; porque Hannah le defrauda, la joven sumisa le falla y no responde como él hubiese deseado que respondiera; porque, en definitiva, la pasividad de Hannah duele mucho más que la violación en sí misma. La violación, al ser consumada sin resistencia, resulta doblemente dolorosa y terrible a los ojos del telespectador, porque no solo se vulnera la libertad de Hannah cuando dice "no", sino que, además, parece que la víctima legitime la agresión como una relación sexual consentida.
Esta aparente legitimación de la violación, malinterpretándola como una relación sexual consentida, constituye en sí misma una segunda violación.
Todo individuo que es agredido y humillado se siente culpable de ser como es; ser débil y no saber defender la propia dignidad e integridad personal ya es muy doloroso de por sí. Para cualquier víctima, cuya voluntad ha sido violada, resulta bastante difícil vivir con la vergüenza de sentirse cobarde o fracasada como para, además, tener que soportar las miradas de quienes, quizás sin darse cuenta, les reprenden por su pasiva forma de ser; máxime si dichas miradas son las de sus seres más queridos.
Para los chicos que sufren acoso escolar, por ejemplo, resulta casi más dolorosa la mirada de desaprobación, cuando no de desprecio, de un padre herido en su orgullo, que las miradas burlonas y despectivas de los propios agresores. ¿Por qué tengo un hijo tan "nenazas"? se preguntan muchos padres en silencio aunque, en ocasiones, la rabia y la impotencia les hacen verbalizar sus sentimientos, arrojándolos, inmisericordes, a la cara del hijo que no responde a sus expectativas.
Toda víctima, máxime si es un joven adolescente, necesita comprensión y afecto; necesita apoyo emocional que le haga superar no solo la agresión, sino también la vergüenza y el desprecio que siente contra sí mismo.
En fin, una serie de tv inteligente, para ver, para reflexionar y para sentir.