jueves, 18 de abril de 2019

LA REALIDAD FUNDAMENTO Y EL SER (y sobre Dios)


INTRODUCCIÓN
Ahora que estamos en Semana Santa se me antoja, más que nunca si cabe, reflexionar sobre la filosofía primera, atender y pre-ocuparnos por las cuestiones trascendentales que impregnan la enigmática vida humana llena de misterios inescrutables: la existencia, el mundo y la realidad que nos envuelve.
Zubiri, en su magnífica obra “El hombre y Dios”, se refiere a la realidad-fundamento como una suerte de “arjé” o principio a partir del cual tiene su origen el todo (universo, mundo, vida). Creo que la definición zubiriana sería análoga a la de “ápeiron” (lo indefinido e ilimitado) de Anaximandro de Mileto, pero, sobre todo, se correspondería con la acepción heideggeriana del Ser.

PROBLEMA TEOLOGAL o LA CUESTIÓN DEL SER
La teología judeocristiana sitúa a Dios como principio (realidad última) de todas las cosas: creador del universo, el mundo y la vida. Primero fue Dios. Sin embargo, Zubiri hizo una importante distinción entre Dios (ser supremo creador) y el poder de lo real; la fuerza de la realidad misma que impele al ser humano a desentrañar el enigma (el porqué) de su propia existencia. El poder de lo real se “apoderará” de todos los seres humanos, pero no por ello, necesariamente, todos creerán en la POSIBILIDAD de que un ser supremo (Dios) sea la última realidad-fundamento.

Dirá Zubiri:
“No es Dios el que se nos presenta enigmáticamente, sino que es el poder de lo real, la propia realidad, la que se nos presenta de forma enigmática. Y será ese carácter enigmático (misterioso) de la realidad el que nos llevará a plantearnos el problema de Dios como una posibilidad más dentro del problema teologal.”

En mi opinión, el “problema teologal” al que se refiere Zubiri podría denominarse, perfectamente, el problema existencial. Cualquier ser humano apresado por el poder de lo real, pre-ocupado ante el angustioso enigma de la existencia, se pregunta por la cuestión del ser (Heidegger).
Todos, en mayor o menor medida, y con más o menos pre-ocupación o “cuidado” atendemos la cuestión del ser; aunque no es menos cierto que algunos “antiesencialistas” pretenden hacernos creer que ellos no, que ellos prescinden de cualquier tipo de razonamiento metafísico, des-pre-ocupándose, así, del problema teologal, en su opinión “irrelevante” (más adelante desenmascararé esta mentira comunista).

Zubiri escribirá al respecto en su ensayo “El problema teologal del hombre”:
“El hombre actual, sea ateo o creyente, se halla en una actitud más radical. Para el ateo no solo no existe Dios, sino que ni siquiera existe un “problema de Dios…  Pero esto mismo acontece al teísta. El teísta cree en Dios, pero no vive a Dios como problema”.

¿Qué pretende decirnos Zubiri?
Desde otra perspectiva y con otra terminología, Zubiri nos habla, como Heidegger, de la cuestión del ser; nos señala que el signo de la posmodernidad ha sido el olvido del problema teologal (léase olvido del ser). Olvidarse del “problema” del ser, des-preocuparse del mismo, ha sido una actitud común tanto en ateos como teístas. Lo que nos dice Zubiri, como Heidegger, es que el ser humano se ha olvidado voluntariamente de intentar desarrollar una visión holística de la realidad (llámesele si se prefiere visión mística y/o espiritual), alejándose, así, del camino de una necesaria humildad ontológica; negando su condición de vecino del ser y afirmándose como pastor y/o señor del mismo.

LA HUMILDAD ONTOLÓGICA
¿Quiénes pecan de falta de humildad ontológica?

Curiosa y paradójicamente, son los más fervientes creyentes, ya sean teístas o ateos, quienes con mayor prepotencia dogmática despreciarán a las conciencias contrarias. Así, en nuestras actuales sociedades, quienes siguen mostrando mayor prepotencia ontológica, y se “arrogan” estar en posesión de la verdad (sentido moral), son el Islam (teístas) y el comunismo (ateos).
EL ENGAÑO COMUNISTA

Obsérvese que, tanto el Islam, que no ha sabido reducir su celo dogmático a lo largo de la historia, como el comunismo, no dudan en sacrificar las conciencias individuales (derechos y libertades de los ciudadanos) en los sagrados altares de sus respectivos ”templos de la verdad”. Y es que, como bien supo ver Heidegger, el comunismo es una suerte de pseudoreligión con esencia propia. He ahí la gran mentira del dogmático comunismo: declararse materialista y realista, antiesencialista y antimetafísico y, sin embargo, creer ciegamente en una idea metafísica, hipostasiada y sustantivizada, llamada “justicia social”.
CONCLUSIÓN

Yo creo que el Ser de Heidegger sería el análogo al concepto de realidad de Zubiri, ese “algo que es más que nada”; esa realidad abierta al hombre como posibilidad, y a la cual este se encuentra inevitablemente religado.
Dicha “religación”, o comunión entre el hombre y el ser, obliga al Dasein a “hacerse a sí mismo”, le impele a dotar de sentido (es-sentia) su exsistencia, eligiendo para ello de entre la multitud de diferentes posibilidades que le ofrece la realidad (teísta o ateo).

No importará, en mi opinión, que la posibilidad elegida (sentido escogido) haya sido fruto de una inspiración o revelación divina, un proceso de atención reflexiva en el claro del bosque, o haya sido la construcción, pretendidamente “científica”, de un puñado de ideólogos (comunismo).

Yo no encuentro diferencia significativa entre “construir una verdad” o “hallar y/o desvelar una verdad”. El sentido descubierto podrá ser o no verdad, porque su justificación dependerá de la conciencia que, meditando y reflexionando, interprerá la realidad según su apriorística forma de ser. Pero es que, también, la verdad que se construya a través de una razón científica o consensuada o deliberada, dependerá de cómo sea el sujeto o grupo de sujetos que la hayan construido.
No será la vía (meditación vs razón científica y/o consensuada) ni el modo (descubrimiento vs construcción) quienes determinarán la “verdad del ser”, sino la clase de persona que seamos. Bien dijo Ortega que no se trataba de un problema entre clases sociales, sino entre “clases de personas”.

Una vez justificado racionalmente un sentido (hallado o construido) lo que importará será si éste respetará la realidad plural del resto de las conciencias individuales, mostrando humildad ontológica, o las combatirá con dogmático celo supremacista (Islam y comunismo).


miércoles, 10 de abril de 2019

MARXISMO, LA CONCIENCIA EXTERMINADORA

INTRODUCCIÓN

Leyendo a Gustavo Bueno pergeñé unas de esas tesis mías, por supuesto informales y carentes de rigor científico, que suelen ser producto de inesperados “insights cognitivos”. En un párrafo, no recuerdo de qué texto, el filósofo español descalificaba una definición conceptual por considerarla “heideggeriana”. ¿Por qué tanto desprecio hacia Heidegger por parte de alguien que se autoproclamaba "marxista"?
 

Suele ser habitual entre nuestras "izquierdas" deslegitimar o rechazar apriorísticamente cualquier argumentación que pueda pecar de parecer metafísica, esencialista o suprasensible, heideggeriana en definitiva, sobre todo por parte de quienes se arrogan a sí mismos estar en posesión de verdades materialistas y/o realistas. Y, sin embargo, Heidegger sigue siendo un pensador fundamental, como intentaré demostrar, para desenmascarar las prepotencias señoriales que aspiran a exterminar a las conciencias contrarias; sigue siendo un referente para combatir a las grandes políticas que, en aras de la consecución de idealistas "justicias sociales", no dudan en cercenar las libertades de los individuos, a través de políticas igualitaristas y uniformadoras, evitando que estos puedan llegar a “autorrealizarse” libremente.


Primera tesis: la idea de "justicia social", como la idea teológica de Dios o la idea metafísica del ser, también es una hipóstasis o sustantivación de una idea suprasensible; es decir, es un concepto, pre-ser o modo de ser, sito en la conciencia con aspiración y voluntad de consumarse como realidad formal (no virtual) en el ex-sistere.

Segunda tesis: la "gran política" siempre se arroga ser "buena y justa" por tal de, así, legitimar las vulneraciones y restricciones de las libertades individuales. Peter Sloterdijk, más contundente en su libro "¿Qué sucedió en el SXX?", define la "gran política" como el proceder (legitimado) del "buen crimen", señalando que sus apóstoles, desde Lenin, Stalin y Hitler hasta Mao, se encargaron de hipnotizar, primero, y de obnubilar, después, a las masas para crear "buenos criminales" (léase revolucionarios).
 

COMPRENDIENDO A HEIDEGGER
 
Heidegger fue el padre de la fenomenología hermenéutica, que supuso una "corrección" a la fenomenología de Husserl, la cual pretendía estudiar el fenómeno puro, "per se" y sin los condicionantes apriorísticos (conceptos y prejuicios) insertos en la conciencia del individuo.
Al enmendar a Husserl (el fenómeno nunca puede darse “puro” en la conciencia), Heidegger también se enmendó a sí mismo; es decir, si toda experiencia (modo de ser en la conciencia) estaba sometida a la influencia de pre-conceptos y pre-juicios, la fenomenología por fuer había de ser interpretación (hermenéutica). Así, también las posibles des-ocultaciones o revelaciones del ser en el claro del bosque serían las interpretaciones o cosmovisiones creadas por una determinada conciencia. Heidegger supo ver la verdad última que se escondía en toda ideología: cada conciencia "hace suya" una cosmovisión o interpretación del mundo no de acuerdo a una verdad científica demostrada, sino conforme a su pre-ser o pre-verdad vivenciada.
Tanto los sentidos revelados (religiones) como los sentidos construidos (ideologías) están sujetos, en última instancia, a las interpretaciones de cada conciencia. Y desde el momento en que reconocemos (como yo reconozco) que cualquier sentido, hallado o construido, supone una interpretación del mundo, entonces podemos “sospechar” que en el existir no hay más sentido que el de ser (seguir siendo perdurando en el tiempo). Serán los Mesías, apóstoles y profetas de turno quienes otorguen sentidos (descubran o construyan las esencias) de la Verdad que habrá de consumarse en la realidad. Así, tan mesiánicos serían el cristianismo como el marxismo y otros "ismos" (nacionalsocialismo o fascismo).
Del hecho de que haya tantos sentidos (es-sentias) como conciencias que interpretan la realidad, podríamos deducir la posibilidad de que, quizás, no haya sentido.
Sería como si dijésemos que hay múltiples verdades, ergo, tendríamos que admitir que no hay Verdad, entendida ésta como única, absoluta y universal.
Así pues, podríamos sostener que el problema del sentido es un problema "vivencial". Los individuos, en diferentes momentos históricos, experiencian o vivencian modos de ser reales en la conciencia (creando cosmovisiones interpretativas del mundo). Pero los modos de ser reales que se vivencian en la conciencia no son fenómenos puros, como ya hemos aceptado, sino fenómenos percibidos (desde y en el mundo) más los elementos de la propia conciencia (preconceptos y prejuicios sitos en nuestro YO). Así, cada cosmovisión será el reflejo de las voliciones, sentimientos y aspiraciones de una determinada conciencia (religiosa y/o ideológica).
 
Reconocida está dinámica o dialéctica de la conciencia, vemos que la verdad es lo que se vivencia y experiencia como modo de ser real, al margen de que este "ser" vivenciado pueda o no existir en el mundo.
Estamos abordando el complejo tema de la verdad del ser, es decir, la verdad entendida no como la correspondencia entre una proposición y un hecho, sino como verdad experienciada a la que atribuimos un sentido y significado (esencia). Sloterdijk, de nuevo tajante, afirmará al respecto:

"Realismo ya no significa la correspondencia humillante del intelecto con un orden de cosas fuera de nosotros (la verdad aristotélica); implica la activación de lo real en un sentido que aumenta las causas que produzcan determinados efectos".

Sloterdijk, como suele ser habitual en él, y para desesperación de marxistas habermasianos, da en la clave de lo que sucedió en el SXX y señala, indirectamente, cuál será la tónica de la psicopolítica en el presente SXXI: lo real ya no será lo que se dé en la realidad (valga la redundancia), sino que será "real" el pre-ser o volición, voluntad de ser y poder, que una conciencia, a través de la "gran política", logre consumar a través de la praxis hipnotizando al mayor número posible de creyentes.

 
DE LA HIPNOSIS A LA AUTOHIPNOSIS (el caso de España)
 
Lo que subyace en todo conflicto sociopolítico es el eterno enfrentamiento entre las libertades individuales y las libertades colectivas, entendiendo dicho conflicto como una dialéctica o lucha en la que se ve arrojado el hombre desde que nace. En esta dialéctica entre individuo vs sociedad se abrirán, limitarán o cerrarán las posibilidades a través de las cuales cada individuo pueda, o no, llegar a ser él mismo; es decir, a través de esta lucha se legitimarán las diferentes posibilidades de autorrealización personal. Cuantas más posibilidades permita una sociedad, más cerca estarán los individuos, y por ende el conjunto de la ciudadanía, de poder gozar de un alto grado de libertad.
Nadie debería censurar ni impedir que cada cual crea en lo que desee o necesite creer, siempre que no esté en su ánimo, por supuesto, imponer sus creencias a los demás (como sucede con las conciencias supremacistas islámicas y neocomunistas). Nadie debería prohibir, limitar o censurar lo que se manifieste (se sienta o experiencie) libremente en la conciencia individual de cada persona.

Sin embargo, en España, sin ir más lejos, hay gente que no puede expresar libremente sus ideas, menos aún defenderlas a través de manifestaciones y actos públicos; en España existe una conciencia reprimida que, paradójicamente, es la conciencia española; una razón de ser con trayectoria histórica real que no puede reivindicar "su verdad" porque otras "verdades", que en absoluto son reales, sí han conseguido hipnotizar a fieles creyentes en ideas o conceptos que son todavía modos de pre-ser.

El psicogogo de turno hipnotiza con relativa facilidad al ciudadano "no ilustrado", tan solo haciéndole creer que es víctima de graves injusticias. No importará que tales agravios o injusticias no existan en el presente, pues, para ello, el astuto psicogogo se retrotraerá al pasado y escarbará en las tumbas para desenterrar odios y resentimientos pretéritos para, así, manifestarlos y actualizarlos en las conciencias presentes. Se activa de esta manera una "realidad" que solo pre-existe en la conciencia, pero, a través de la cual, se producirán efectos y cambios en el creyente. Y el creyente, una vez convertido en "buen criminal" (genial Sloterdijk) se erigirá en "noble revolucionario" dispuesto a dar un golpe procesista; dispuesto a partirle la cara a pedradas a un manifestante de VOX. Los "buenos criminales", seguidores de la cosmovisión de una "gran política", serán rebeldes que se enfrentarán a las fuerzas de seguridad del Estado por tal de consumar un referéndum ilegal y, llegado el momento, proclamar una inexistente república o reivindicar la realidad de una nación que nunca existió.
Pero el psicogogo (léase mesías o apóstol, demagogo con conocimientos psicológicos) no tendrá que hipnotizar a las conciencias ilustradas, y tampoco importará, porque éstas, ebrias de cínico sentimentalismo, optarán por la autohipnosis o autoengaño voluntario: ellos, se dirán y se repetirán hasta el hartazgo, son los únicos "buenos y justos". pues España les roba, España les coloniza, los españoles son bestias humanas...

CONCLUSIÓN (cuando la zorra guarda el gallinero)

España, como Occidente, no podrá salvarse de "los buenos criminales", de quienes vulneran la legalidad persiguiendo sus "justas reivindicaciones", porque estos son los herederos del marxismo exterminador; son los hermanos díscolos de la socialdemocracia habermasiana que, aunque censurará los modos de sus "hermanos descontrolados", seguirá compartiendo los postulados hipnóticos del "buen criminal" marxista.

Dice Sloterdijk, de nuevo en "¿Qué sucedió en el SXX?" (libro cuya lectura recomiendo fervientemente):

"El joven Marx, en una nota significativa sobre la esencia de la nueva crítica (de la Modernidad) escribió que esta no quiere rebatir su objeto, sino aniquilarlo. El exterminismo, que es inseparable del modus operandi de los radicalismos beligerantes del SXX, tiene su fuente en las ontologías de conflicto evolutivamente reorientadas, según las cuales la verdad de lo real ha de ponerse en vigor en modo efectivo contra lo todavía existente. Para que el reino de lo real llegue, ha de romperse la hegemonía de lo irreal (léase de las falsas conciencias).

Todo marxista sabe que "para que el reino de lo real llegue" ha de romperse la hegemonía de lo irreal, de lo que es tan solo "aparentemente real" en tanto que injusta y falsa conciencia. Y el reino de lo real solo llegará a través de la revolución exterminadora violenta (radicalismos de Islam y neocomunismo) o como pretende la socialdemocracia actual: llevando a cabo una lenta, progresiva e idealista revolución que permita la fragmentación de las naciones (véase Europa en general y Alemania en particular sobre el golpe en Cataluña) y convierta a Europa en una nueva realidad llamada Eurabia.
Por suerte para nosotros, Gustavo Bueno, como buen marxista, también entendió que para que el reino de lo real llegue (una España unida y libre) hay que combatir sin miramientos a las falsas conciencias que pretenden imponer "sus verdades" por las vías de los hechos consumados y a través de las políticas traidoras del socialismo español (el PSOE de Pedro Sánchez).







 
 

martes, 9 de abril de 2019

LA ESPAÑA QUE NECESITA A VOX (Dios vs Kant)

INTRODUCCIÓN

La irrupción de VOX en la escena política española ha sido “escandalosa”, pero no tanto por “inesperada” como por “epatante”. A VOX ya se le esperaba desde hacía mucho tiempo, es más, casi se podría decir que todos los necios de las izquierdas más retrógradas se conjuraron para que un partido como VOX tomara forma y legitimara a través de la RAZÓN (la diosa Razón) la necesidad de su ser-ahí, en la maltrecha, vilipendiada y mancillada nación española.
Para mí, pero, lo “escandaloso” de VOX no radica en el hecho de que su aparición, como sostienen las almas más cándidas del ingenuo humanismo, suponga una resurrección de los fantasmas del fascismo. Falso, VOX es un partido demócrata-liberal. Lo escandaloso de VOX, en mi opinión, viene dado por su capacidad para epatar, asombrar y, al tiempo, atemorizar a tirios y troyanos; a constitucionalistas y golpistas, a “buenos y justos” socialdemócratas y a provincianos tontilocos, a izquierdas liberales acomplejadas (PP y C´s) y a equidistontos de toda la vida.

Entender a VOX, su razón de ser (justificación y legitimidad) requerirá contestar dos preguntas clave:

1)-¿Qué ha sucedido para que aparezca en la escena política española un partido como VOX? Aunque mejor sería reformular la pregunta de esta manera: ¿qué NO ha sucedido en España para que haya tenido que aparecer un partido como VOX?
La respuesta es sencilla: en España NO ha sucedido nada que frenara el apetito insaciable de los particularismos (secesionismos regionalistas) de cualquier pelaje. NO se ha defendido de forma eficaz y operativa nuestro Estado de Derecho durante décadas. Se vienen permitiendo, desde la Transición, sucesivas vulneraciones de la legalidad constitucional (violaciones de la Constitución) en aras de “contentar a los eternos descontentos” (¡Ay, Julián Marías, si alguien te hubiese prestado algo de atención!). Los sucesivos gobiernos de España NO han cumplido con el deber y la obligación (imperativo constitucional) de salvaguardar la unidad e integridad territorial de la nación española. Como consecuencia de esto, los gobiernos del PSOE y PP, junto a los provincianismos más desvertebradores, NO han evitado que fuesen pisoteados los derechos y libertades de cientos de miles de españoles, asediados y acorralados en zonas rebeldes (Vascongadas y región catalana).

Esta primera pregunta era fácil de responder y hasta el Tato, que no pasa por ser muy listo, sabía la respuesta. Pero vayamos ahora a la segunda cuestión, que tiene más enjundia y requiere de un poquito más de materia gris y de cortesía filosófica (claridad, en román paladino), para poder ser contestada comme il faut:

2)- ¿Y por qué? ¿Por qué no se ha hecho NADA para evitar todo el ultraje y las vulneraciones a la legalidad que se han venido materializando hasta culminar en el golpe procesista catalán?
El problema radica, como siempre suelo argumentar, en que no existen clases sociales, sino multitud de clases de individuos; diferentes personas con distintas bases biogenéticas y, por supuesto, cada una de ellas inmersas en diferentes circunstancias (familiares, sociales, históricas…).

Nada hay más singular, sagrado y maravilloso que la vida de una persona. Si todos estamos de acuerdo con esta solemne proclama, todos estaremos también obligados a defender la vida humana: los derechos y libertades que permitan a los individuos no solo preservar sus vidas, sino también vivirlas dignamente, con posibilidades para trascender sus existencias (autorrealizarse personalmente).

Pero para defender la vida, los derechos y libertades de las personas, no podemos obviar que vivimos en sociedad; vivimos “en y con los otros”, el prójimo, nuestros semejantes, conciudadanos, compatriotas, hermanos, como prefiramos denominar “a los otros”. Y vivir, convivir, requiere el establecimiento de unas normas y reglas que regulen nuestro ser-con-los demás.

Para no efectuar un largo recorrido histórico, nos detendremos en la aparición de un órgano de gobierno llamado Estado, que será el encargado de legislar y ejecutar leyes que, coacción mediante, obligará a todos los ciudadanos a cumplir con una determinada normativa social.
Bien, ahora volvemos a dar un nuevo salto histórico y nos plantaremos delante de un modelo concreto de Estado, pero no del Estado despótico y absolutista característico del Antiguo Régimen, sino ante el Estado nacional de la república de ciudadanos que surgirá en Francia (1789). Y lo haremos por dos motivos:

-Primero: porque el primer Estado europeo constituido por ciudadanos libres e iguales asumirá, además, que él mismo es constitutivamente nacional, es decir, comprenderá que para defender los derechos y libertades del conjunto de sus ciudadanos también deberá preservar la unidad e integridad territorial (patria del pueblo soberano) donde estos se han dado a sí mismos unas leyes normativas.
- Segundo: nos centraremos en este Estado nacional y republicano porque su constitución supone, por primera vez, una ruptura con los valores morales que emanaban directamente de Dios (Estado del Antiguo Régimen)

Tomando como ejemplo a este Estado nacional francés, porque sí, porque él lo vale, nos damos cuenta de que desde su constitución como tal defendió la indivisibilidad de su territorio y, por tanto, no permitió que futuros colectivos desvertebradores pudieran atentar contra la integridad de la nación. De esta manera, Francia, hasta nuestros días, ha controlado (mejor o peor) uno de los problemas más graves que aquejan a España actualmente.
Este primer Estado nacional europeo, que además fue (y sigue siendo) una república de ciudadanos libres, nos parece genial y maravilloso (a mí sí), pero decidió prescindir de Dios para poderse constituir como tal, y por ello debió afrontar un grave dilema:

¿Era legítimo romper con la legalidad institucionalmente establecida a través de un golpe revolucionario?
El mismísimo Kant defendió dos posturas totalmente antagónicas, en dos de sus obras más célebres, a la hora de proporcionarnos argumentos para contestar a esta cuestión:

En su obra “Metafísica de las costumbres” Kant escribió:
“Los ciudadanos no tienen derecho a rebelarse contra el Estado, pues supondría la destrucción de su constitución legal” (cap 6: 318-323)

Sin embargo, en su “Crítica de la razón práctica” aseveró:
“Hay que obedecer a Dios más que a los hombres” (fundamento de su imperativo categórico). Un individuo está obligado a negarse a cumplir órdenes, incluso a costa de su propia vida, cuando dichas órdenes vulneren el imperativo categórico moral".

De esta manera, Kant legitimó la “desobediencia civil”. Es más, llegó a manifestar con entusiasmo que la Revolución francesa fue “el hecho de su tiempo”.
A nadie se le “escapó”, pero, la contradicción que subyacía en las argumentaciones kantianas; razonamientos que lo mismo defendían al Estado de cualquier acto de rebeldía que, al tiempo, justificaban acciones de “desobediencia civil”. Pero más grave, en mi parecer, es la trampa dialéctica que nos tiende Kant a colación de Dios:

ESTADO SIN DIOS

Si Kant alabó y justificó la revolución francesa, que vulneró la legalidad establecida anteriormente y prescindió del mandato moral de Dios, ¿cómo pudo, al tiempo, fundamentar su imperativo categórico reconociendo la existencia a priori de Dios, en realidad reconociendo tres ideas puras a priori: Yo trascendente (alma), mundo y Dios?
Y es que Kant, amigos míos, dejó escrito:

“La inmortalidad del alma nos garantiza un progreso infinito hacia la virtud". Y por eso, si es necesario, la voluntad libre del sujeto tiene que preferir morir antes que cumplir órdenes que atenten contra el imperativo categórico universal (he aquí al que fuera nuestro nefasto ministro de defensa kantiano, José Bono).
¿Pero cómo podemos convencer a un tío listo, después de que hayamos “proclamado la muerte de Dios”, de que debe seguir sacrificándose voluntariamente por otros "dioses" rebautizados como ideas (ideologías)? Si no hay Dios tampoco hay inmortalidad del alma que nos garantice una felicidad virtuosa tras la muerte. Solo nos queda el mundo.

SOLO NOS QUEDA EL MUNDO.

Cuando los hombres de la modernidad entendieron que Dios ya no justificaba ni legitimaba nada se aferraron a Kant, pero cuando los “tíos listos” (cínicos ilustrados) se dieron cuentan de que Kant, al cabo, también era un esencialista y un redomado metafísico, se vieron obligados a justificar sus acciones rebeldes, no a través de Dios ni de imperativos categóricos esencialistas, sino a través de la hipóstasis o sustanciación de otra nueva idea etérea: la justicia social.
Con Marx nacerá una nueva diosa, la justicia social, un nuevo imperativo de deber (moral al cabo) que legitimará cualquier desobediencia civil o revolución que tenga como fin último alcanzar bellos ideales.

CONCLUSIÓN
Si VOX está entre nosotros es, básicamente, y pecando de exceso de reduccionismo, porque nuestros kantianos y posmarxistas siguen empeñados en legitimar acciones subversivas y desobediencias civiles que creen necesarias para alcanzar justos fines.

El problema del PSC (Partido Socialista de Cataluña), por tanto, no es que sea constitucionalista, que lo es, sino que, además, considera legítimas las reivindicaciones nacionalistas de los tontilocos (secesionistas regionalistas). Y desde el momento en que uno o varios partidos legitiman las reivindicaciones nacionalistas, no tienen más remedio que permitir y/o consentir diferentes grados de desobediencia civil.
El problema, pero, es que se comienza legitimando desobediencias civiles “pacíficas”; después se condesciende con leves vulneraciones de la legalidad (retirada de banderas y simbología española), luego se mira de perfil cuando son cercenados los derechos y libertades de ciudadanos catalanes (imposición de la ley de inmersión lingüística). Finalmente, perplejos, nuestros equidistontos asisten a todo un golpe de Estado y no les queda más remedio que “edulcorarlo”, minimizando la gravedad del mismo y volviéndose a poner ropajes kantianos y marxistas para decirnos: “Es que el problema es político, no judicial”. Lo que traducido al román paladino quiere decir que la desobediencia y la rebelión están por encima de unas leyes que ellos, todos ellos, consideran injustas.

Y es entonces cuando aparece VOX y grita ¡basta ya, señores, "dura lex, sed lex" (la ley es dura, pero es ley)! Y yo añado: y es además una ley que nos hemos dado entre TODOS los ciudadanos libres e iguales a través de una Constitución.

jueves, 4 de abril de 2019

LA CATALUÑA SIN LUCES


LA MUERTE DESDE LA VENTANA

Ya hace poco más de un año que perdí a un ser muy querido (no quiero entrar en más detalles). Por primera vez sentí en carne viva la fría y vacía realidad de la muerte. Hasta entonces yo solo había mirado a la muerte de reojo, desde la ventana de mi cómoda existencia. Aunque ya había perdido a otros seres queridos, abuelos, tíos, algún primo, e incluso a mi padre a edad muy temprana, la muerte siempre fue benévola conmigo. Curiosamente, todas las muertes que vivencié a través de la perdida de “los otros” fueron rápidas, como jarros de agua fría que me echaban encima sin avisar: infartos repentinos y fulminantes, muertes en el acto por accidente… Las amables muertes que conocí, mirando desde la ventana, me golpeaban duro, me dejaban noqueado y me sumían en una melancólica tristeza durante semanas o meses, pero me permitían rehacerme y seguir sumido en la vacía cotidianidad de mi existencia.
Sin embargo, hace un año la muerte me enseñó, por primera vez, su verdadero rostro, que no era otro sino el mío propio, el rostro demacrado e indigente que habría de mostrar yo mismo en un futuro, ya no demasiado lejano. Así, desde hace un año aproximadamente mi rutina cotidiana se ha vuelto insoportable, y mucho me temo que yo también.

LA REALIDAD FUERA DE CASA
Salí de mi confortable morada del ser, desde la que, hasta entonces, me permitía elucubrar vanidosamente sobre “el bien y el mal”. Cerré la puerta de casa y me adentré en la aterradora oscuridad donde se ocultaba la parca, en una pequeña habitación de un hospital del sistema sanitario público (Seguridad Social).
Y fue en la más completa oscuridad de aquella pequeña habitación, paradójicamente, donde la muerte me mostró toda su pútrida desnudez con luminosa claridad. Nada, no había nada.

Por primera vez, la muerte me obligó a acompañar a un ser querido durante sus últimos días de vida. Fue una experiencia dolorosamente dura pero necesaria, ineludible, humana al cabo. Pero, sobre todo, fue una experiencia pedagógica y toda una lección de humildad.

Aquel ser que se enfrentaba a la muerte, un español entre tantos, un hijo de la España profunda (una bestia con forma humana en el parecer de algún capullo) todavía tuvo la lucidez, poco antes de morir, de regalarme algunos retazos de sabiduría; de esa sabiduría popular que solo las buenas personas poseen sin haber leído sesudos libros, sino simplemente viviendo y haciendo, siendo honrados trabajadores y sacrificados padres de familia.
Hasta el último día de su existencia se preocupó aquella alma bella por los suyos; hasta poco antes de agonizar encomendándose a Dios y deseando reunirse con su hermano ya fallecido  (¡qué suerte poder morir con aquella paz!) tuvo tiempo de hacer gala de su habitual sentido común:

- Mira, Herrgoldmundo, esa mujer está casi peor que yo – me contó refiriéndose a su nueva compañera de habitación – pero el otro día les decía a sus hijos que lamentaba mucho no poder estar con ellos en la manifestación (se refería a una de las muchas convocadas por los procesistas).
- ¿Puedes creerlo, Herrgoldmundo? Se está muriendo y todavía se preocupa por no poder estar en una manifestación. ¡Qué pocas luces!

¡Qué expresión más gloriosa, tan de pueblo, tan nuestra y tan española! ¡Qué pocas luces!
Nos ha tocado vivir en una Cataluña sin luces, en una Cataluña oscura y pútrida como la muerte. Y mientras, la vida, ajena a los deseos y sueños esquizofrénicos de tanto tontiloco, sigue su curso, dura y exigente como siempre, intentando esquivar a la de la guadaña como puede, ora retándole a una partida de ajedrez ora escribiendo sinsorgadas en un patético blog.

DEP mi querido EDM