lunes, 5 de mayo de 2014

"El desprecio de las masas" de Peter Sloterdijk.

"El desprecio de las masas" es un interesante libro de Sloterdijk que analiza y reflexiona sobre la evolución histórica de las masas hasta llegar a nuestros días.
Sloterdijk distingue dos períodos claves en la evolución histórica de las masas antes de analizarlas en el momento actual.

El primer período (a principios del SXX) se caracterizaría por un distanciamiento de la burguesía frente al pueblo y un crecimiento progresivo del sentimiento de igualdad entre las masas: "nadie es más que nadie". El pueblo necesita reunirse físicamente en espacios comunes (huelgas y manifestaciones) para reivindicar dicho igualitarismo.

Segundo período (mediados del S XX). Las masas comenzaron a prescindir de la necesidad de reunión en espacios físicos comunes y tendieron a identificarse y/o reivindicarse a través de símbolos, discursos y modas comunes; se alejaron de las vías más revolucionarias y se tornaron acomodaticias y estáticas.

Actualmente, de hecho, las masas sociales se vertebran en torno a redes mediáticas, prescindiendo de la necesidad de compartir espacios físicos. De esta manera, y según Sloterdijk, la masa se orienta hacia lo particular y se abandona a programas generales de entretenimiento y ocio (domesticación). Así, las reuniones tumultuosas en torno a festivales populares o acontecimientos deportivos serán las únicas vías para seguir haciendo coincidir a las masas en espacios colectivos comunes.

La frustración de las masas de principios de siglo requería guías y/o líderes sociales (nacionalsocialismo, comunismo...) que les permitieran desahogar sus sentimientos de impotencia y, al tiempo, les posibilitara autoafirmarse a través de propuestas igualitarias donde el individuo se fusionase y formase parte de un todo supremum (Estado totalitario). Las masas necesitaban rituales de culto ideológicos (de marcados rasgos místicos-religiosos) para lograr la comunión o alianza entre el pueblo y la élite, para conseguir, en definitiva, la igualdad (uniformidad) entre todos los ciudadanos de una sociedad. Se establecía una comunicación vertical entre el Estado y las masas.
Hoy, por el contrario, se prescinde del culto al líder y las masas son seducidas a través de propuestas sociopolíticas engañosas que tan solo prometen resultados o fines últimos, pero obviando señalar la necesidad de afrontar sacrificios y esfuerzo: se apuesta por lo que Sloterdijk llama una comunicación horizontal de masas, es decir, una comunicación democrática orientada a la consecución de utópicos igualitarismos; una comunicación que seduce a las masas para lograr el sometimiento de las mismas a través de la participación en festivales de música, deportes y psicodramas estéticos.

Resulta interesante el concepto de psicodrama estético, entendido éste como una falsa representación de conflictos donde las masas puedan seguir descargando sus frustraciones sin el riesgo de embarcarse en guerras indeseables como en la primera mitad del SXX (I y II GM). El miedo a la muerte (a la guerra en definitiva) torna a las masas pasivas y conformistas, haciendo que éstas prefieran debatir o participar en catárticos psicodramas, ya fueren políticos o deportivos, donde poder descargar sus frustraciones, pero sin poner en peligro sus vidas.

¿Cómo se ha llegado a la sumisión voluntaria y pasiva de las masas?

Las democracias modernas, en el parecer de Sloterdijk, están logrando poder ejercer como Estados absolutistas en la mayoría de las sociedades occidentales, consiguiendo para ello la sumisión voluntaria de las masas. Y lo han logrado valiéndose del terreno ya abonado por el igualitarismo antropológico inserto en la religión judeocristiana, primero, y en la pseudofilosofía marxista después.
Pero, sobre todo, Sloterdijk señalará a Spinoza como el primer antropólogo de la democracia moderna; el primero en abogar por el uso de analogías racionales afectivas (seducción) para institucionalizar una pedagogía de masas (a través de lo que Soloterdijk considera granjas-escuela). Spinoza será un claro precursor del igualitarismo horizontal al defender una vida social sin conflictos: "no odien ni desprecien, no se encolericen ni envidien a nadie" (Ética, II).
El triunfo del igualitarismo moderno ha consistido en lograr que todos los hombres tengan miedo a los conflictos y enfrentamientos, miedo a arriesgarse, a fracasar, a morir... Miedo a vivir.
Históricamente tan solo la nobleza rechazaba el miedo a la muerte, lo cual posibilitaba el desarrollo de una vida plena henchida de épica y orientada a fines últimos. Pero con el desprecio de los valores de la nobleza se despreció también lo mejor y lo superior, y se buscó, tan solo, mantener al ser humano en una cómoda centralidad vital (mediocridad).
La empresa de la modernidad consistirá, en el parecer de Sloterdijk, en una alianza entre razón/miedo/autoconservación; un programa de vida que despreciará el irracional vitalismo, que se caracterizará por el constante miedo o temor a la muerte y que seducirá a las masas garantizándoles su autoconservación, pero también la catarsis de sus frustraciones.

Consecuencias del programa de vida moderno basado en la alianza entre razón/miedo/autoconservación.

1- Los nuevos grupos, las masas sumisamente voluntarias, se han tornado particularistas (paradoja), desarrollando un egocentrismo que les insta a autocomplacerse y satisfacer su autoestima, autoerigirse y comportarse como señores; y autolegitimarse para amenazar, justificar y, en definitiva, para colocarse y reconocerse a sí mismos en una posición de auténtica humanidad.
Despreciados y negados los dioses, los hombres se considerarán como un principio de ser en sí mismos ("El hombre es el ser supremo para el hombre, dirá Marx). Atribución que rechazaría Heidegger al considerar que el hombre no era el ser en sí, sino el "pastor del ser".

2- Las sociedades modernas se caracterizarán por un odio que desconfiará de todo acto creador y libre. De hecho, Sloterdijk señala que la socialdemocracia en la medida que intenta erradicar el desprecio inherente a las masas se torna autocondescenciente, lo cual, según Nietzsche en "Así habló Zaratustra", resulta algo despreciable: "Lo despreciable es que el hombre se detenga en pequeños placeres y no disfrute abriéndose a altas cimas" (vida desafiante y ascendente). Se deja de lado la búsqueda de lo mejor y más excelente para buscar la igualdad y satisfacer la autoestima.
Sloterdijk señala a Richard Rorty como uno de los pensadores que mejor "representa" al prototipo de socialdemócrata condescendiente que se atreve a "despreciar desde abajo a quienes desprecian desde arriba". Así, como bien apunta Sloterdijk, Rorty resulta, al cabo, también un despreciador como los que él mismo critica.
Esta misma paradoja del despreciador que desprecia a quienes desprecian, pero que no puede evitar verse a sí mismo como un ser justo y bueno, es la misma que subyace en la misma esencia de la socialdemocracia, heredera al cabo del marxismo y de aquella liga comunista que osaba autoproclamarse justa, al tiempo que negaba la justicia como valor absoluto; es la paradoja heredera de aquel marxismo que, tras negar las verdades universales y absolutas, se atrevía a proclamar la verdad última de una utópica sociedad socialista.
Pero en realidad, señala Sloterdijk, no existe tal paradoja, sino una transmutación de valores (ya señalados por Nietzsche en "la Genealogía de la Moral"); una transmutación que ha conseguido que lo justo y lo bueno sea conforme a los dictados del domesticador de hoy: una socialdemocracia que, a través del desarrollo de una comunicación horizontal, seduce a las masas con la promesa de igualitarismos imposibles y garantizándoles su autoconservación, preservándolas de la guerra y de la muerte; alejándolas del sufrimiento y de los riesgos de emprender, crear, fracasar... persuadiéndolas para que no vivan plenamente con alturas de miras, sino desde una pasiva y cómoda mediocridad.

Así, los hombres han acabado por tornarse humanos, demasiado humanos, o en animales de lujo, en palabras de Sloterdijk, incapaces de ser conscientes de su condición de ganado, cebados y adoctrinados en granjas escuelas por tal de preservar sociedades mediocres hechas por y para seres mediocres asentados en cómodas y asépticas medias normativas.

2 comentarios:

  1. Ahora ya no tenemos ni espacios físicos comunes.

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  2. Hola Ana,

    No, ahora nos tenemos a nosotros mismos, encerrados y endiosados en nuestro Yo Absoluto. Éste es el último triunfo de la posmodernidad tras certificar la muerte de Dios: endiosar a todas y cada una de las conciencias individuales.

    P.D. El covid-19 ya tenía el campo abonado para imponer, sin obstáculos, una "nueva realidad" según los dictados de los globalistas pastores del ser.

    Un saludo

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