domingo, 26 de marzo de 2023

ORTEGA FRENTE A GUSTAVO BUENO

INTRODUCCIÓN

Los discípulos de Gustavo Bueno no pierden ocasión en descalificar a Ortega y Gasset, sobre todo debido al sueño del filósofo madrileño de poder articular un Estado supranacional europeo; un sueño o posibilidad real histórica que el propio Ortega confesó anhelar en su "Rebelión de las masas" (prólogo para franceses de 1937).

La principal crítica del MF (materialismo filosófico) al pensamiento de Ortega parte de considerar (craso error) que Ortega era un "idealista" y, por tanto, éste también se servía de una filosofía idealista (fantasiosa) para intentar "salvar a España" a través de Europa; a través de un Estado supranacional europeo. 

Desde luego, es bien cierto que el propio Ortega escribió en el citado Prólogo para franceses de 1937, de su "Rebelion de las masas": 

" La figura de ese Estado supranacional será, claro está, muy distinta de las usadas...".

¿Pero cómo imaginó Ortega que sería la figura de su hipotético Estado supranacional europeo?  Pues, como intentaré demostrar a continuación, no lo imaginó desde una perspectiva idealista, sino desde la articulación de un Estado supranacional raciovitalista y operativo, en absoluto habermasiano,

De hecho, el propio Ortega, como si intuyera que décadas más tarde Gustavo Bueno le tildaría de idealista, dejó escrito en su "Rebelión de las masas":

"No es, pues, debilidad ante las solicitaciones de la fantasía ni propensión a un "idealismo" que detesto, y contra el cual he combatido toda mi vida, lo que me lleva a pensar así. Ha sido el realismo histórico el que me ha hecho ver que la unidad de Europa no es un "ideal", sino un hecho".

EUROPA COMO HECHO, NO COMO IDEAL

Fijémonos cómo el propio Ortega dejó bien claro que él no era un idealista (enfatizo en negrita), porque no consideraba que la unidad de Europa fuese un ideal, sino un hecho consumado a través de lo que Ortega denominó realismo histórico.

Es cierto que Ortega apeló a la defensa de un proyecto civilizador supranacional, ¿pero ese proyecto civilizador suyo cómo habría de ser? ¿Debería ser un proyecto plurinacional, al modo de un Estado confederal que preservara las diferentes soberanías nacionales integrantes? ¿O, por el contrario, debería constituirse como una proyecto federal, al modo de la socialdemocracia habermasiana, arrebatándole a los países miembros sus respectivas soberanías nacionales?

El problema de Ortega es que no argumenta cómo podría llegar a articularse ese Estado supranacional europeo que, según él, debería ser, al tiempo, unificador pero también plurinacional.

Ortega se limita a decir al respecto:

"Esta idea acrobática (articular un proyecto supranacional unificador y plurinacional) , chocaría con los hombres de cabezas toscas".

En esta sustancialización del "europeísmo", entendido como alianza entre iguales, que no deja de ser una idea hipostasiada en la conciencia, podría radicar el carácter idealista, acrobático, humanista y soñador, de la propuesta orteguiana. Aunque, según Ortega, su propuesta era complicada (acrobática), pero no imposible.

La idea supranacional de Ortega, en su parecer, no sería un imposible ideal, sino que sería un proyecto difícil de llevarse a la praxis por culpa de los hombres de cabezas toscas.

¿Quiénes eran estos hombres de cabezas toscas a los que se refiere Ortega?

El propio Ortega responde: 

Son cabezas pesadas nacidas para existir bajo las perpetuas tiranías de Oriente.

Y a continuación nos describe cómo son estas cabezas pesadas, que se dejan seducir por las promesas de las tiranía de Oriente (léase comunistas):

Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas internacionales... tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones; es el hombre sin la nobleza que obliga. 

No creo, después de leer esta definición de hombre-masa (hombre de cabeza tosca o pesada vaciado de su propia historia) que Ortega hiciera suyo, hoy, el ideario globalista de la Europa habermasiana; un proyecto supranacional que, precisamente, arrebata a las naciones que lo integran su soberanía nacional y su pasado para, así, ensayar un nuevo internacionalismo muy inspirado en las marxistas tiranías de Oriente, pero edulcorado bajo la apariencia de una socialdemocracia talantera.

NACIÓN PARTICULARISTA VS NACIÓN FRAGMENTARIA

Creo que la mayoría de los discípulos de G. Bueno, salvo Manuel F. Lorenzo, no han leído a Ortega con suficiente atención expectante; no han sabido ver las evidentes coincidencias entre determinados postulados del MF y la filosofía raciovitalista, que no idealista, de Ortega y Gasset.

Explica Manuel F. Lorenzo en su libro "Nacionalismo contra globalización" (2021):

Ortega ha sido el chivo expiatorio de los actuales anti-europeístas (entre ellos los seguidores de G. Bueno) que nos recuerdan la famosa frase del filósofo madrileño "España es el problema, y Europa la solución". Pero la Europa actual es una oligarquía de políticos, banqueros y medios de comunicación, caracterizada por la mediocridad de un europeísmo utópico que sueña con ceder soberanía, no importa cuánta, a una Europa Federal. Ortega nunca defendió tal cosa, pues en su concepción de unidad europea se suponía una fuerte política nacionalizadora en España (contra los particularismos periféricos) y no una mera cesión supranacional de competencias estatales. Ortega tenía otra filosofía muy diferente del papanatismo europeísta hoy dominante... y se atrevió a proponer una nueva filosofia llamada raciovitalismo.

A Ortega, sin embargo, se le ha criticado tanto o más que a Julían Marías, su discípulo, por definir la nación española como un sugestivo proyecto de vida en común articulado en la unidad desde la pluralidad. También Julián Marías nos dejó una definición poco afortunada: España es una nación de naciones; una definición que se han apropiado las izquierdas federalistas y que Gustavo Bueno, por cierto, trituró de forma impecable.

Sin embargo, el propio G. Bueno definió la nación española como una nación envolvente; es decir, como una nación que "envolvió" (leáse en términos piagetianos de asimilar y acomodar) a otras nacionalidades, dando lugar a la unidad de un superior conjunto plural.

La nación histórica española (constituida a lo largo de la historia) fue envolviendo y/o integrando en un proyecto común más amplio y unitario al resto de pueblos (naciones) de su entorno.

La idea común que subyace en las definiciones, tanto de Ortega como de Marías o G. Bueno, insiste en un mismo hecho: España se hizo nación a través de un principio de incorporación o constitución de unidades sociales superiores (Julián Marías).

Insisto: tanto el raciovitalismo orteguiano (realismo histórico) como el MF coinciden al reconocer que España se fue haciendo a través de hechos, a partir de un devenir histórico que Julián Marías llamó trayectorias históricas reales.

Hay, pues, una clara coincidencia entre el raciovitalismo y el MF al entender cómo se forjó la nación histórica española, como un proyecto integrador y continuista, y ello al margen de que cada propuesta filosófica se valga de diferentes terminologías conceptuales para expresar la misma verdad.

Estas diferencias conceptuales podemos observarlas en el modo en que cada filósofo denominó a los particularismos regionalistas. Ortega utilizó el término nacionalismo periférico y Gustavo Bueno el de nacionalismo radical, pero, en ambos casos, esos modos de ser eran particularismos degenerados en tanto que secesionistas:

"En efecto, nuetra crítica al nacionalismo radical...deriva de su consideración de concepto particular degenerado ("España frente a Europa" de G. Bueno).

Así pues, tanto la filosofía raciovitalista de Ortega como el MF de G. Bueno trituraron el idealismo secesionista, aunque hay que reconocer que G. Bueno fundamentó su crítica mucho mejor que el filósofo madrileño.

Los objetivos últimos de la nación particularista (Ortega) y los de la nación fragmentaria (G. Bueno) eran los mismos: romper la unidad e integridad de la nación española.

Pero Ortega y Bueno no coincidieron tan sólo al explicar cómo se fue haciendo España, integrando o envolviendo a otras realidades nacionales posibles,  sino que los dos filósofos entendieron que la forma política del imperio era la mejor posible para civilizar y preservar la razón de ser de Occidente,

IMPERIO GENERADOR  (EUROPA CONFEDERAL VS EUROPA FEDERAL)

Insisto: no basta con decir, como dicen los discípulos de Gustavo Bueno, que Ortega era idealista en tanto que europeísta. No basta.

Para empezar habría que diferenciar entre el europeísmo de Ortega (de carácter confederal) del europeísmo federal de la socialdemocracia habermasiana (ver Manuel F. Lorenzo). Pero, sobre todo, deberíamos diferenciar entre los pretéritos fines que inspiraron la articulación de la supranación europea orteguiana de los fines que actualmente persigue la supranacion europea habermasiana.

Demos, por tanto, unas pequeñas pinceladas para explicar las diferencias entre un proyecto político de unidad confederada y otro articulado desde una unidad federal.

Una supranación europea confederada (como la pensó Ortega) sería una unidad integradora de pluralidades nacionales, donde cada nación preservaría su propia soberanía nacional participando, al tiempo, en la política de un superior proyecto común europeo. Una supranación europea federal, sin embargo, articularía un fuerte poder central que anularía o  limitaría la soberanía nacional de los diferentes países integrantes.

La supranación europea de hoy, socialdemócrata en esencia, posee un marcado carácter federal, es decir, pretende anular la soberanía nacional de las diferentes naciones que la integran. Desde Bruselas se decide el destino de las diferentes naciones. Y aquellas naciones europeas que se muestran díscolas disidentes, defensoras de sus respectivas razones de ser nacionales, son coaccionadas, amezadas y castigadas (sancionadas económicamente).

No, la Europa que anheló Ortega no era la Europa habermasiana, idealista y socialdemócrata, que hoy padecemos. La Europa orteguiana era más aristoi e imperialista, no solo por salvaguardar las diferentes soberanías nacionales, sino porque sus fines comunes, como bien he subrayado anteriormente, eran muy diferentes a los de la actual supranación europea.

Escribió Ortega:

La probabilidad de un Estado Europeo se impone necesariamente. La ocasión que lleve súbitamente al proceso puede ser cualquiera: por ejemplo, la coleta de un chino que asome por los Urales o bien una sacudida del gran magma islámico.

Dos fines, los mismos que el imperio generador de Gustavo Bueno, perseguía la supranación orteguiana: generar un proceso civilizador occidental y salvaguardar al mismo de amenazas externas, las islámicas y la del gigante chino que ya comenzaba a "despertar".

La Europa habermasiana, por el contrario, facilita la disolución de la razón de ser occidental, no solo dejándola indefensa ante amenazas externas (Islam), sino dinamitando, desde dentro, las diferentes soberanías nacionales que son, al cabo, las últimas depositarias de tradicionales valores trascendentales y la última defensa frente a lo que Ortega llamó pseudomorales eslavas (comunismo).

Mi tesis es la siguiente: la idea de imperio generador de Gustavo Bueno coincide con la idea orteguiana de una Europa supranacional confederal. Podríamos decir, grosso modo, que ambos filósofos creían en la articulación de lo que podríamos llamar un imperio confederado; es decir, una gran supranación (imperio europeo) operativa y generadora de principios civilizadores (no depredadores) que, al tiempo, salvaguardara su propia razón de ser.

He aquí las dos características principales que comparten el imperio generador de Bueno y la supranación confederal de Ortega.

1) Generar y difundir la moral de una civilizadora razón superior (Occidental).

2) Garantizar la supervivencia del imperio generador defendiéndolo de las amenazas de otras morales. 

No cabe duda de que tanto el raciovitalismo orteguiano como el MF se refieren a proyectos muy parecidos, llámense supranacionales o imperiales, pero, en ambos casos, proyectos que se constituyen desde una unidad superior envolviendo a otras pluralidades (regionales y/o nacionales); proyectos que tienen como fin desarrollar un proceso civilizador que ha de ser defendido.

La principal diferencia entre las propuestas "imperialistas" de Ortega y Bueno no está, por tanto, en los mismos fines que ambas comparten, sino en el quién, quién debería liderar ese proyecto civilizador occidental salvaguardándolo de enemisgos internos y externos (comunistas e islamistas).

Ortega, como sabemos, creyó que dicho líder (salvador de Occidente) debería ser una supranación europea, pero en absoluto una supranación habermasiana (léase socialdemócrata), sino un proyecto unitario de carácter confederal o "imperialista", como se prefiera. Sin embargo, G. Bueno desconfiaba de Europa, porque la Europa actual, sumida en la decadencia y la falta de convicción moral, no solo ataca a las diferentes soberanías nacionales, sino que es incapaz de articular eficaces políticas operativas para preservar su propia razón de ser. De hecho, la propuesta de G. Bueno es más osada que la orteguiana: debería ser España la que liderara un nuevo proyecto civilizador (hispanoaméricano), asiéndose a los restos del naufragio de lo que fue el imperio generador español. 

España, hoy como ayer, siempre frente a Europa.



miércoles, 15 de marzo de 2023

LA PERSONALIDAD Y LOS DIFERENTES MODOS DE SER

INTRODUCCIÓN

Desde la filosofía, pero también desde la sociología, la antropología, la biología y, sobre todo, desde la psicología, diferentes ramas del saber se han formulado la siguiente pregunta:

¿Somos quienes estamos predestinados a ser, ya sea por designio divino o imperativo biogenético, o somos lo que la sociedad, nuestro medio y circunstancias, nos instan a ser  a través de condicionamientos y moldeamientos psicosociales y culturales?

La humanidad lleva tiempo intentando dar respuesta a esta crucial cuestión, pero no sólo por un desinteresado amor al saber, sino porque, históricamente, han sido numerosas las religiones e ideologías que han fundamentado sus cosmovisones (interpretaciones sobre el mundo y el ser humano) a partir de un determinado prototipo o modo de ser hombre, es decir, a través de lo que Heidegger llamó un Dasein histórico.

SIN ALMA SOMOS GANADO HUMANO

Cuando Nietzsche proclamó solemnemente su célebre "Dios ha muerto", no estaba tanto anunciando la muerte de un ente supremo celestial, que también, como la negación de que cualquier esencialismo y/o idea suprasensible (Dios, alma, espíritu...) pudieran ser elementos constitutivos del modo de ser humano.

Así pues, el comienzo de la modernidad arrancó con la desocultación de una terrible verdad:

Las distintas personalidades de los seres humanos, los diferentes modos de ser en y con-el mundo, no estaban predeterminadas por designios divinos, sino por factores biogenéticos y/o socioculturales.

Este nuevo modo posmoderno de considerar al ser humano como una copia (herencia genética) de sus progenitores o como el resultado de un moldeamiento sociocultural, tiene sus referentes más lejanos en la "Política" de Platón, donde el filósofo griego ya pensó que para articular su república ideal sería necesario, primero, criar y domesticar un determinado tipo de ganado humano.

El filósofo Peter Sloterdijk ha utilizado, no sin cierta intencionalidad maliciosa, el concepto de ganado humano (ver "Normas para el parque humano") para referirse a los individuos que, a lo largo de la historia, fueron moldeados en las granjas-escuelas a través de antropotécnicas humanistas, es decir, a través de herramientas civilizadoras y uniformadoras.

La intención de Platón, como la de cualquier humanismo desde los tiempos de la antigua Roma, fue la de crear hombres comprometidos con la polis; individuos cuyas personalidades individuales quedaran diluidas en un gran YO o conciencia colectiva. Se trataba, ayer como hoy, de crear una masa uniforme fácil de pastorear (leáse manipular y adoctrinar).

LA CONCIENCIA COLECTIVA

El marxismo fue la ideología del SXX que con mayor celo dogmático ensayó la creación de un nuevo modo de ser hombre: el modo de ser proletario, un modo de ser y estar en el mundo que le exigía al buen ciudadano sacrificar su personalidad individual poniéndola al servicio de una gran personalidad o conciencia colectiva.

La respuesta al supremacismo marxista, conciencia prepotente que negaba al resto de conciencias, llegó en la forma del nacionalsocialismo, el cual postularía un nuevo modo de ser humano: el modo de ser ario.

La conciencia marxista consideró que el modo de ser hombre (el nuevo hombre proletario) podía moldearse y crearse a través de pedagogía social institucionalizada por el Estado.  De hecho, fue en la ya extinta URSS donde se desarrolló la reflexología rusa, una predecesora de la psicología conductista que consideraba que el modo de ser de cada individuo (su personalidad) se originaba a partir de procesos neurológicos y bioquímicos entre el sujeto y su medio circundante. La conducta, sostenían, no dependía tanto de factores internos del individuo (cognitivos y emocionales) como del intercambio entre estímulos y respuestas. La conducta humana, por tanto, era susceptible de poder ser condicionada o moldeada; susceptible, en definitiva, de poder ser manipulada y adoctrinada para dar forma a concretos modos de ser hombre.

El nacionalsocialismo, por su parte, y siguiendo también la vía cientifista de la URSS, postuló la herencia biogenética (la raza) como el componente esencial a apartir del cual se originaría el conjunto de rasgos de personalidad que definirían, a su vez, el modo de ser del individuo. En este caso, un modo de ser ario.

Obsérvese que ambos supremacismos, marxista y nacionalsocialista, perseguían la consecución de utópicas sociedades futuras; sociedades que, por fuer, para alcanzar sus metas ideológicas debían estar habitadas por un concreto modo de ser hombre (proletario o ario). Ambas ideologías dogmáticas, por tanto,  negaron y combatieron al resto de conciencias, principalmente a las de corte liberal y anarquista.

Estas conciencia colectivas, endiosadas, determinaron qué rasgos de personalidad, por tanto, debía compartir el conjunto de la ciudadanía. A los ciudadanos, en definitiva, se les exigía que diluyeran su yo individual en un yo colectivo. Ni el marxismo ni el nacionalsocialismo podían tolerar la disidencia ideológica y por ello la combatieron sin piedad, bien a través de gulags (URSS) o campos de exterminio (Alemania). Ser tildado de burgués en la URSS de Stalin podía ser tan terrible como ser etiquetado judío en la Alemania del III Reich.

No hubo diferencias significativas entre las diferentes antropotécnicas o herramientas de cría y domesticación que emplearon la conciencia marxista y la nacionalsocialista, salvo la "oportunidad" (entrecomillado malicioso) que ofrecía el marxismo a los disidentes para poder ser reeducados por el Estado. Los judíos ni siquiera tuvieron esa "oportunidad" redentora, porque la herencia biogenética no era susceptible de poder modificarse como, en teoría, sí podía ser modificada la conducta. 

Tras la II Guerra Mundial, y tras desenmascararse el carácter totalitario del taimado marxismo, que supo disfrazar mucho mejor que el nacionalsocialismo su prepotencia señorial, las sociedades occidentales ensayaron nuevos modos de ser hombre creando una suerte de híbrido ideológico, liberalsocialista o socialdemócrata, cuyo objetivo último era evitar el retorno a la provincia heideggeriana. De dar forma a este nuevo modo de ser se encargarían los filósofos de la Escuela de Frankfurt, destacándose Habermas como el padre de una nueva conciencia europeísta articulada a través de democracias deliberativas.

NUEVOS MODOS DE SER

Las actuales sociedades occidentales viven en un aparente clima de libertad. Los ciudadanos, en su mayoría, se sienten libres y creen que la humanidad, por fin, se libró de la presencia de conciencias totalitarias que les dictaban qué pensar y cómo obrar.

Sin embargo, los ciudadanos europeos de hoy, y como no podría ser de otra manera, también son el producto de unas prácticas más refinadas para criar y domesticar ganado humano.

Las granjas-escuelas se han convertido en la herrramienta antropotécnica por excelencia para crear un nuevo modo de ser europeo, aunque quizás sería más lógico hablar de un modo de ser occidental.

La nueva conciencia europea u occidental ha limado el celo dogmático de marxistas y nacionalsocialistas. Ya no extermina a las conciencias disidentes, como hacían los nazis, ni las recluye en campos de reeducación como los comunistas. La conciencia actual no necesita "reeducar" a los ciudadanos, porque el sistema educativo ya los moldea, desde muy pequeñitos, para que el día de mañana sean obedientes y sumisos.

Frente al modo de ser proletario y el modo de ser ario, ha surgido una nueva conciencia o modo de ser occidental que, como sus predecesoras, también persigue un utópico fin último teleológico: una sociedad futura donde los ciudadanos no tendrán nada pero serán felices (eslogan mesiánico de la agenda 2030).

Las nuevas técnicas antropotécnicas, más refinadas y perversas, están logrando convencer a muchos ciudadanos de que no existe el sexo binario, es decir, nos dicen que podemos, con tan solo desearlo, ser "algo más que hombres o mujeres". No sólo podemos sentir que somos un género neutro (ni hombre ni mujer) sino que nuestro género puede fluir, permitiendo que podamos sentirnos, indistintamente y según el día (permítaseme la broma), ora hombre ora mujer. Toda una locura colectiva.

¿Pero acaso no fueron también locuras colectivas los modos de ser comunista y nacionalsocialista?

Ahora, los actuales pastores del ser intentan normativizar un nuevo modo de ser persone, permitiendo la libre autodeterminación identitaria de los individuos. Para ello, de nuevo, hay que moldear conciencias desde las escuelas y desde los órganos del poder. Hay que institucionalizar las nuevas verdades reveladas por las ideologías LGTBI y queer. Y, de nuevo, hay que estigmatizar y perseguir a los disidentes.

Decía que las nuevas herramientas antropotécnicas de hoy son más refinadas que las utilizadas por el marxismo y el nacionalssocialismo, A los disidentes ya no se les recluyen en gulags ni en campos de exterminio, simplemente se les "enmerda", como reconoció el presidente Macron, hasta hacerles la vida imposible,

Sí, recordemos (no está de más hacerlo) que los nuevos pastores del ser decidieron, no ha mucho, que había que putear a quienes se negaran a inocularse una sustancia experimental que políticos y mercenarios de la salud (OMS y farmacéuticas) dieron en llamar "vacuna". También son puteados los intelectuales, sobre todo profesores, que se niegan a aceptar las nuevas verdades de las ideologías de género. 

El actual poshumanismo no ha abandonado los tintes totalitarios de sus predecesores. No ha podido abandonarlos porque, en el fondo, todo proceso civilizador, de cría y domesticación del ganado humano, exige el cumplimiento estricto de unas normas y reglas destinadas a institucionalizar un concreto modo de ser hombre. Y ahora no toca ser hombre o mujer, sino persone, y ¡ay de aquellos que se opongan a estos nuevos modos de ser!