Heidegger, con brillante ironía, dijo que si el "existencialismo era un humanismo", como había proclamado Sartre, entonces él no era "existencialista".
De la misma manera, creo, Gustavo Bueno bien pudiera haber sostenido que él no era "marxista", tras comprobar en qué consistía el "marxismo a la española".
Sin embargo, Bueno se reconocía marxista, pese al cutre-marxismo bolchevique que imperaba y sigue campando por sus fueros en nuestra dolorosa España.
Y es que Bueno evolucionó desde un trasnochado marxismo dogmático hacia una filosofía que él denominó materialista, pero que a mí se me antoja muy raciovitalista, en la más pura línea orteguiana. Ni de izquierdas ni de derechas.
De la misma manera, creo, Gustavo Bueno bien pudiera haber sostenido que él no era "marxista", tras comprobar en qué consistía el "marxismo a la española".
Sin embargo, Bueno se reconocía marxista, pese al cutre-marxismo bolchevique que imperaba y sigue campando por sus fueros en nuestra dolorosa España.
Y es que Bueno evolucionó desde un trasnochado marxismo dogmático hacia una filosofía que él denominó materialista, pero que a mí se me antoja muy raciovitalista, en la más pura línea orteguiana. Ni de izquierdas ni de derechas.
Por ejemplo, no casa con el marxismo ortodoxo defender la idea de imperio como sistema de orden y vertebración de una civilización, como hizo Bueno; como tampoco resulta muy propio de un "marxista" autodefinirse como "ateo católico" o como "español sin complejos". No, al menos, en España.
Siguiendo las reflexiones de Manuel F. Lorenzo, y la propuesta filosófica del mismo: "La razón manual", podemos encontrar semejanzas entre el quehacer vital orteguiano y la filosofía operativa de Bueno, entendida ésta como medio necesario para consumar las ideas en actos y conceptos reales.
Y si tiramos del hilo de la filosofía operativa de Bueno llegamos a Piaget, punto crucial donde convergen la filosofía de Ortega y la del padre del materialismo filosófico, ambas incompatibles con la pseudofilosofía marxista, como intentaré demostrar a continuación.
La idea de progreso
La idea de progreso
¿Qué significa progresar? Progresar significa avanzar y mejorar a través de la asimilación, acomodación y equilibración (Piaget), o a través de la evaluación y superación de unas circunstancias(Ortega), pero en ambos casos respetando el logos pretérito, es decir, incorporando lo nuevo (acomodación) al tradicional legado histórico-cultural mejorándolo, pero no negándolo.
Sin embargo, la supuesta propuesta "progresista" del marxismo, que jamás fue tal, abogaba por el rupturismo y la transformación radical de los valores tradicionales; no buscaba una integración y superación del logos, sino una NEGACIÓN SUPREMACISTA del mismo. Lo más común e inherente a todo suprematismo (religioso y/o ideológico) es pretender IMPONER una CONCIENCIA VERDADERA cosificando y deslegitimando las conciencias contrarias.
Así, Gustavo Bueno, al contrario que nuestros "marxistas" podemitas y otros similares, tenía muy claro que nada diferenciaba al dogmático marxismo-leninismo del igualmente dogmático y supremacista Islam. De ahí que Bueno también se mostrase harto beligerante frente al Islam y defendiera los valores de la civilización Occidental.
La civilización Occidental, a diferencia de la islámica, sí ha progresado y evolucionado, corrigiendo sus dogmatismos y acercándolos a los paradigmas del igualitarismo horizontal.
Bueno consideraba, acertadamente en mi opinión, que el imperio era la única vía para que una civilización pudiera extender e introducir sus valores universalmente. En este sentido, fue muy claro al señalar que la idea de imperio podía consumarse como una "culturización" en una realidad positiva, portadora de valores de progreso e igualdad (civilización Occidental), o como regresión en una realidad negativa y retrógrada (véase Islam).
La civilización Occidental, a diferencia de la islámica, sí ha progresado y evolucionado, corrigiendo sus dogmatismos y acercándolos a los paradigmas del igualitarismo horizontal.
Bueno consideraba, acertadamente en mi opinión, que el imperio era la única vía para que una civilización pudiera extender e introducir sus valores universalmente. En este sentido, fue muy claro al señalar que la idea de imperio podía consumarse como una "culturización" en una realidad positiva, portadora de valores de progreso e igualdad (civilización Occidental), o como regresión en una realidad negativa y retrógrada (véase Islam).
Y aún dijo más y fue más claro en referencia al Islam:
Vivimos asidos a los restos de imperios que flotan en un gran océano donde somos náufragos. Si no nos asimos a estos restos, seremos tragados por otros imperios.
Ser católico y español.
Vivimos asidos a los restos de imperios que flotan en un gran océano donde somos náufragos. Si no nos asimos a estos restos, seremos tragados por otros imperios.
Ser católico y español.
Cuando Bueno se autoproclamaba "ateo católico", estaba diciéndonos dos cosas muy importantes: que no creía en Dios, pero sí en la necesidad de preservar y respetar nuestro legado histórico-cultural, el logos heredado de nuestra civilización. De manera parecida, cuando Bueno se decía "marxista y español" entendía que una cosa era defender una vertebración de la sociedad desde ideologías horizontales, de igualdad, y otra negar lo que somos por imperativo vital o de las circunstancias.
Bueno no entendía por qué los marxistas franceses o ingleses podían sentirse orgullosos de sus respectivas nacionalidades, pero los "marxistas españoles" siempre tenían que arremeter contra su patria.
Bueno no entendía por qué los marxistas franceses o ingleses podían sentirse orgullosos de sus respectivas nacionalidades, pero los "marxistas españoles" siempre tenían que arremeter contra su patria.
La inteligencia y la moralidad de Gustavo Bueno estaban, en definitiva, a años luz de las de nuestros "progretillas marxistas", antioccidentales, antiespañoles, anticatólicos y antihumanos. Sí, antihumanos, porque a fuer de obstinarse en parece tan "humanistas" lo único que hacen nuestros progretas es empequeñecer más y más al hombre de carne y hueso.
La democracia.
Gustavo Bueno, como no podía esperarse menos de una mente privilegiada, también cuestionó las supuestas "bondades" de los sistemas democráticos, por lo general mal interpretados, cuando no descaradamente pervertidos al servicio de los diferentes particularismos ideológicos.
Y es que Bueno, como fiel seguidor que era de Platón, entendía la democracia más como una República regida por "sabios" que como la idealizada democracia de la Atenas de Pericles que, por cierto, no era tan "democrática" como nos han intentado hacer creer. También era consciente de que no podía ser viable un Estado de Derecho que no ejerciera la necesaria coacción y aplicara, a través de un poder ejecutivo, las pertinentes penas ante la vulneración de la legalidad. En este sentido fue muy claro al señalar la debilidad de nuestra timorata democracia ante los sucesivos órdagos de los nacionalismos secesionistas.
Contra la corrección política.
También son conocidas, e impopulares, las reflexiones críticas de Gustavo bueno sobre las lenguas de los nacionalismos periféricos (el bable asturiano en concreto), el igualitarismo entre especies (dijo claramente que era absurdo hablar de "Derechos" de los animales), o sus reflexiones a favor de la pena de muerte.
Por sus racionales y razonados posicionamientos, impecables, frente a los temas anteriormente señalados, normalmente defendidos por la generalidad de las "izquierdas", Gustavo Bueno fue tildado de "facha" (fascista) en numerosas ocasiones. A él no le importaba.
Vidas paralelas (Unamuno, Ortega, Zubiri y Bueno)
Gustavo Bueno fue una mente brillante, no cabe duda, pero en su filosofía, y sobre todo en la generalidad de sus reflexiones (sobre política, sociedad, antropología, religión, historia...) se adivina la inevitable influencia de tres grandes pensadores españoles: Unamuno, Ortega y Zubiri.
Resulta difícil no ver en Bueno, además de a un inteligente marxista defensor del materialismo filosófico, a un irascible y polémico Unamuno, a un librepensador como Ortega que no creía en izquierdas ni en derechas; o a un sistemático y riguroso Zubiri. De todos ellos compartía rasgos, aunque, ciertamente, la filosofía de Bueno fue original, la propia de un auténtico "aristoi" (toda creación es aristocrática decía Ortega).
Y he ahí el problema vital que enfrentó Gustavo Bueno, quizás sin ser él mismo consciente de ello: proclamarse marxista cuando toda su esencia, forma de ser y de pensar, era la propia de un aristoi creador.
Miguel de Unamuno
Como ya hiciera Unamuno, en un brillante discurso en torno a las lenguas que se hablaban en España (ver "El máuser y la espingarda"), Gustavo Bueno también se posicionó junto a la sensatez racional y en contra de los irracionales particularismos de España.
Mucho antes de que Bueno ridiculizara las intenciones de sus paisanos asturianos, para imponer el bable (lengua regional) en las escuelas, Unamuno dijo:
«El español es el idioma oficial de la República. Todo ciudadano español tiene el deber de saberlo y el derecho de hablarlo. En cada región se podrá declarar cooficial la Lengua de la mayoría de sus habitantes. A nadie se podrá imponer, sin embargo, el uso de ninguna Lengua regional.»
Unamuno, ateo en el parecer de Fernando Savater, agnóstico eternamente dubitativo en mi opinión, y como Bueno, también defendió el catolicismo como eje vertebrador (herencia histórico-cultural) de la razón de ser española y se reconocía español, sin "marxistas complejos". Y ello sin ser conservador ni fascista, sino tan solo un librepensador que dijo de sí mismo:
No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario».
En su "Del sentimiento trágico de la vida", Unamuno dejó escrito:
"Ni a un hombre, ni a un pueblo - que es, en cierto sentido, un hombre también - se le puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona. Se le puede cambiar mucho, hasta por completo casi; pero dentro de continuidad."
La tesis que aparece explícita en dicha reflexión es la siguiente: Cambiar; pero dentro de continuidad, es decir, progresar, asimilar y acomodar, mejorar y superar, pero dentro de una continuidad que no niegue el logos pretérito. Tal era el posicionamiento de Ortega, influenciado por Piaget (Ortega lector de Piaget) y defendido también por Gustavo Bueno, pues su filosofía se articula en torno a un materialismo que, por fuer, tiene que ser operativo por tal de consumar la idea en concepto real. Una tesis, como vemos, muy alejada del afán rupturista y transformador del marxismo.
Xavier Zubiri
Como Zubiri, Bueno creó un sólido y "rígido" sistema filosófico a partir del cual poder dar una explicación o respuesta a diversos temas filosóficos, antropológicos, religiosos, políticos...
En mi opinión, hay similitudes entre el realismo zubiriano y el materialismo filosófico de Bueno, ya que ambos sistemas se apoyan en conocimientos científicos y tecnológicos para articular sus respectivas filosofías.
Desde luego, Gustavo Bueno negaba todo espiritualismo o esencia apriorística (universal e inmutable) como, a primera vista, pudiera parecer que hacía Zubiri al postular la Realidad-fundamento como condición previa y necesaria para el surgimiento del ser. Pero Gustavo Bueno también disentía de la ontología heideggeriana, pues consideraba que la misma se alejaba del materialismo que caracteriza la realidad. El filósofo alemán creyó que la esencia (sentido del ser) podía hallarse en la realidad abierta (claro del bosque) tras una necesaria humildad ontológica que instaba al hombre a la reflexión meditativa.
Zubiri, intentando superar a Heidegger, y en la línea de Gustavo Bueno, sostuvo que la esencia no era un a priori que debiera hallarse, sino que la esencia subyacía en la misma realidad; y que era el hombre, animal de realidades, quien construía las esencias (sentidos) en una realidad abierta a múltiples posibilidades. Hasta aquí las propuestas de Zubiri y Bueno parecen coincidir.
Sin embargo, de la misma manera que Zubiri se distanció de Heidegger en lo concerniente al cómo se dotaba de esencia el ser humano: hallar vs construir, Gustavo Bueno también se distanció de Zubiri respecto a la pregunta del por qué se instaba el ser humano a dotarse de esencia.
¿Por qué se insta el ser humano a dotarse de esencia?
Gustavo Bueno tenía claro el por qué: para sobrevivir. El instinto natural de supervivencia (perdurar en el tiempo) empujó a los primeros hombres a operar con su entorno, es decir, a construir y hacer; y a medida que evolucionaron como especie comenzaron a justificar racionalmente sus actos y decisiones construyendo sentidos y significados, pero a través de una dialéctica histórica.
Zubiri, sin embargo, apeló a un concepto de cuño propio: la religación entre el hombre y la realidad (el mundo); apeló a un poder de lo real que impelía al animal de realidades (hombre) a dotar de sentido su yo absoluto relativo.
El materialismo filosófico de Bueno, debido a su rigidez metodológica que prescinde de cualquier atisbo de metafísica, no se ocupa, sin embargo, del por qué del porqué, es decir: ¿por qué se insta el hombre a sobrevivir? ¿Tan solo por una apriorística programación biogenética? ¿Cómo damos respuesta, entonces, al hecho de que algunos seres humanos decidan suicidarse y acabar con sus vidas? ¿Qué es ese algo que hace que algunos hombres obvien la máxima, supuestamente ineludible e inherente al ser, que sentencia que "lo propio y característico del ser es perdurar, es seguir siendo" (Spinoza)?
Ortega y Gasset
Creo, y es opinión personal, que la filosofía política de Bueno se podría "hermanar" perfectamente con la de Ortega y Gasset. Sus respectivos pensamientos tienen muchos puntos en común, ya que la base del pensamiento materialista, que sería la operatividad (consumar la idea en concepto real a través de la acción) coincide plenamente con la tesis raciovitalista orteguiana que interpreta la vida como un constante quehacer.
Ahora bien, insisto en que "sospecho" en Gustavo Bueno un conflicto ideológico (al más puro estilo unamuniano) no resuelto. No puedo evitar ver en Bueno otra suerte de Rousseau, es decir, a alguien "contradictorio", por no decir abiertamente hipócrita y/o cínico, incongruente consigo mismo.
Rousseau, uno de los supuestos padres del igualitarismo político, dejó escrito que "no se correspondía con el orden natural que los imbéciles gobernaran a los más sabios" (parafraseo). ¿Alguien que piensa así puede ser "demócrata"? Pues sí. De hecho, Gustavo bueno exhibió un pensamiento muy parecido al de Rousseau, el cual, a diferencia del liberalismo, otorgó un papel muy relevante al Estado.
Tanto Rousseau como Bueno estuvieron más cerca de la República platónica, al cabo profundamente estatista, que de una República liberal.
Platón, Rousseau y Gustavo Bueno tenían muy claro que el Estado de la República tenía el deber y la obligación de operar, es decir, de vertebrar la sociedad y materializar (hacer factibles) una serie de políticas racionalmente definidas. Un Estado con un poder ejecutivo acomplejado (no operativo) no puede sostenerse ni ser garante de los Derechos de los ciudadanos.
Un Estado que no opera, definiéndose, es como la izquierda indefinida que criticara Bueno; es un ente vacío e inútil, incapaz de resolver los problemas de la sociedad.
Incluso Ortega y Gasset hubiese suscrito el concepto de Estado del marxista Gustavo Bueno. Pero, claro, Ortega no fue marxista. De hecho, Ortega consideraba al marxismo como una pseudomoral eslava.
¿Qué implica la articulación de un Estado de los mejores y al servicio del bien común?
Pues implica la aceptación de una serie de valores que no son los propios del marxismo, no, al menos, del marxismo teórico. Para empezar, sería necesario reconocer una necesaria jerarquía: es mejor que gobierne un sabio en vez de un imbécil (Platón y Rousseau). ¿Qué es eso de que todos somos iguales y cualquiera puede tener responsabilidades políticas?
Gustavo Bueno se decía "marxista" porque, según sus propias palabras, detestaba las políticas verticales de los fascistas. Él creía en la igualdad entre ciudadanos. Sí, era "marxista", pero no tonto, y supo darse cuenta de que la izquierda española, que él denominaba indefinida, de tan dogmática y retrógrada, atípica en realidad, se había olvidado de su propia nacionalidad; se había olvidado de sus referentes identitarios (civilización Occidental) y no paraba de arremeter contra su propio legado histórico-cultural. Bueno se dio cuenta de algo crucial: la izquierda española no era aristoi.
Y Bueno, que era sabio e inteligente, pero además se decía marxista, creyó posible un oxímoron del todo falaz: un marxismo aristocrático.
Pero un sistema que se articula desde la verticalidad, reconociendo el mérito y la excelencia de los mejores (esfuerzo individual) y que reconoce la necesidad de establecer una jerarquía selecta, no es marxista, sino elitista.
¿Qué opciones tuvo Gustavo Bueno para defender una República democrática y operativa, con un Estado definido y un poder ejecutivo eficaz, donde los mejores tuviesen una participación activa?
Pues, sencillamente, se podría haber proclamado liberal raciovitalista, como Ortega, y se hubiese ahorrado muchas contradicciones, incongruencias y malos entendidos.
Pero Gustavo Bueno fue hijo de su época; hijo de una España que fluyó entre el franquismo y una errada Transición; fue hijo de Asturias, tierra de revoluciones y de injusticias contra los obreros (mineros). Las circunstancias decidieron que Bueno tenía que ser marxista, pero en su naturaleza subyacía la biogenética del genio singular que se sabía élite.
Elitismo y marxismo.
El problema del marxismo, como ya señalé, es que es una teoría supremacista y dogmática, que se aferra a sus postulados como el ferviente religioso se aferra a los escritos de una Biblia o el Corán. Así, la esencia misma del marxismo, su igualitarismo imposible y falaz, es totalmente contraria a la idea de elitismo (reconocimiento de individuos mejores y excelentes).
El marxista que fuere consciente de la necesidad de promocionar a los mejores y más válidos no tendría más remedio que: o renegar del marxismo, o hacer malabarismos dialecticos por tal de "salvarse" del dogma teórico.
Gustavo Bueno intentó lo segundo, sin éxito en mi parecer; quiso escindir su pensamiento esquizofrénicamente por tal de ser a un tiempo "ateo y católico", "marxista y español", "genio y proletario"... ¿Tan imposible le resultó cruzar el Rubicón y pasar del trasnochado marxismo al racional y sensato liberalismo, como, por otra parte, hicieron muchos intelectuales españoles?
Pues no, no pudo, porque el padre del materialismo filosófico fue, quizás sin ser consciente de ello, un romántico sentimental que no podía olvidar su pasado; a aquellos mineros asturianos que escuchaban absortos sus lecciones de filosofía; que no podía olvidar la dolorosa España que le tocó vivir. Bueno quiso ser bueno y, como muchos intelectuales de buen corazón, creyó, engañado, que el marxismo era la teoría de la liberación que haría mejor a la humanidad.
La democracia.
Gustavo Bueno, como no podía esperarse menos de una mente privilegiada, también cuestionó las supuestas "bondades" de los sistemas democráticos, por lo general mal interpretados, cuando no descaradamente pervertidos al servicio de los diferentes particularismos ideológicos.
Y es que Bueno, como fiel seguidor que era de Platón, entendía la democracia más como una República regida por "sabios" que como la idealizada democracia de la Atenas de Pericles que, por cierto, no era tan "democrática" como nos han intentado hacer creer. También era consciente de que no podía ser viable un Estado de Derecho que no ejerciera la necesaria coacción y aplicara, a través de un poder ejecutivo, las pertinentes penas ante la vulneración de la legalidad. En este sentido fue muy claro al señalar la debilidad de nuestra timorata democracia ante los sucesivos órdagos de los nacionalismos secesionistas.
Contra la corrección política.
También son conocidas, e impopulares, las reflexiones críticas de Gustavo bueno sobre las lenguas de los nacionalismos periféricos (el bable asturiano en concreto), el igualitarismo entre especies (dijo claramente que era absurdo hablar de "Derechos" de los animales), o sus reflexiones a favor de la pena de muerte.
Por sus racionales y razonados posicionamientos, impecables, frente a los temas anteriormente señalados, normalmente defendidos por la generalidad de las "izquierdas", Gustavo Bueno fue tildado de "facha" (fascista) en numerosas ocasiones. A él no le importaba.
Vidas paralelas (Unamuno, Ortega, Zubiri y Bueno)
Gustavo Bueno fue una mente brillante, no cabe duda, pero en su filosofía, y sobre todo en la generalidad de sus reflexiones (sobre política, sociedad, antropología, religión, historia...) se adivina la inevitable influencia de tres grandes pensadores españoles: Unamuno, Ortega y Zubiri.
Resulta difícil no ver en Bueno, además de a un inteligente marxista defensor del materialismo filosófico, a un irascible y polémico Unamuno, a un librepensador como Ortega que no creía en izquierdas ni en derechas; o a un sistemático y riguroso Zubiri. De todos ellos compartía rasgos, aunque, ciertamente, la filosofía de Bueno fue original, la propia de un auténtico "aristoi" (toda creación es aristocrática decía Ortega).
Y he ahí el problema vital que enfrentó Gustavo Bueno, quizás sin ser él mismo consciente de ello: proclamarse marxista cuando toda su esencia, forma de ser y de pensar, era la propia de un aristoi creador.
Miguel de Unamuno
Como ya hiciera Unamuno, en un brillante discurso en torno a las lenguas que se hablaban en España (ver "El máuser y la espingarda"), Gustavo Bueno también se posicionó junto a la sensatez racional y en contra de los irracionales particularismos de España.
Mucho antes de que Bueno ridiculizara las intenciones de sus paisanos asturianos, para imponer el bable (lengua regional) en las escuelas, Unamuno dijo:
«El español es el idioma oficial de la República. Todo ciudadano español tiene el deber de saberlo y el derecho de hablarlo. En cada región se podrá declarar cooficial la Lengua de la mayoría de sus habitantes. A nadie se podrá imponer, sin embargo, el uso de ninguna Lengua regional.»
Unamuno, ateo en el parecer de Fernando Savater, agnóstico eternamente dubitativo en mi opinión, y como Bueno, también defendió el catolicismo como eje vertebrador (herencia histórico-cultural) de la razón de ser española y se reconocía español, sin "marxistas complejos". Y ello sin ser conservador ni fascista, sino tan solo un librepensador que dijo de sí mismo:
No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario».
En su "Del sentimiento trágico de la vida", Unamuno dejó escrito:
"Ni a un hombre, ni a un pueblo - que es, en cierto sentido, un hombre también - se le puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona. Se le puede cambiar mucho, hasta por completo casi; pero dentro de continuidad."
La tesis que aparece explícita en dicha reflexión es la siguiente: Cambiar; pero dentro de continuidad, es decir, progresar, asimilar y acomodar, mejorar y superar, pero dentro de una continuidad que no niegue el logos pretérito. Tal era el posicionamiento de Ortega, influenciado por Piaget (Ortega lector de Piaget) y defendido también por Gustavo Bueno, pues su filosofía se articula en torno a un materialismo que, por fuer, tiene que ser operativo por tal de consumar la idea en concepto real. Una tesis, como vemos, muy alejada del afán rupturista y transformador del marxismo.
Xavier Zubiri
Como Zubiri, Bueno creó un sólido y "rígido" sistema filosófico a partir del cual poder dar una explicación o respuesta a diversos temas filosóficos, antropológicos, religiosos, políticos...
En mi opinión, hay similitudes entre el realismo zubiriano y el materialismo filosófico de Bueno, ya que ambos sistemas se apoyan en conocimientos científicos y tecnológicos para articular sus respectivas filosofías.
Desde luego, Gustavo Bueno negaba todo espiritualismo o esencia apriorística (universal e inmutable) como, a primera vista, pudiera parecer que hacía Zubiri al postular la Realidad-fundamento como condición previa y necesaria para el surgimiento del ser. Pero Gustavo Bueno también disentía de la ontología heideggeriana, pues consideraba que la misma se alejaba del materialismo que caracteriza la realidad. El filósofo alemán creyó que la esencia (sentido del ser) podía hallarse en la realidad abierta (claro del bosque) tras una necesaria humildad ontológica que instaba al hombre a la reflexión meditativa.
Zubiri, intentando superar a Heidegger, y en la línea de Gustavo Bueno, sostuvo que la esencia no era un a priori que debiera hallarse, sino que la esencia subyacía en la misma realidad; y que era el hombre, animal de realidades, quien construía las esencias (sentidos) en una realidad abierta a múltiples posibilidades. Hasta aquí las propuestas de Zubiri y Bueno parecen coincidir.
Sin embargo, de la misma manera que Zubiri se distanció de Heidegger en lo concerniente al cómo se dotaba de esencia el ser humano: hallar vs construir, Gustavo Bueno también se distanció de Zubiri respecto a la pregunta del por qué se instaba el ser humano a dotarse de esencia.
¿Por qué se insta el ser humano a dotarse de esencia?
Gustavo Bueno tenía claro el por qué: para sobrevivir. El instinto natural de supervivencia (perdurar en el tiempo) empujó a los primeros hombres a operar con su entorno, es decir, a construir y hacer; y a medida que evolucionaron como especie comenzaron a justificar racionalmente sus actos y decisiones construyendo sentidos y significados, pero a través de una dialéctica histórica.
Zubiri, sin embargo, apeló a un concepto de cuño propio: la religación entre el hombre y la realidad (el mundo); apeló a un poder de lo real que impelía al animal de realidades (hombre) a dotar de sentido su yo absoluto relativo.
El materialismo filosófico de Bueno, debido a su rigidez metodológica que prescinde de cualquier atisbo de metafísica, no se ocupa, sin embargo, del por qué del porqué, es decir: ¿por qué se insta el hombre a sobrevivir? ¿Tan solo por una apriorística programación biogenética? ¿Cómo damos respuesta, entonces, al hecho de que algunos seres humanos decidan suicidarse y acabar con sus vidas? ¿Qué es ese algo que hace que algunos hombres obvien la máxima, supuestamente ineludible e inherente al ser, que sentencia que "lo propio y característico del ser es perdurar, es seguir siendo" (Spinoza)?
Ortega y Gasset
Creo, y es opinión personal, que la filosofía política de Bueno se podría "hermanar" perfectamente con la de Ortega y Gasset. Sus respectivos pensamientos tienen muchos puntos en común, ya que la base del pensamiento materialista, que sería la operatividad (consumar la idea en concepto real a través de la acción) coincide plenamente con la tesis raciovitalista orteguiana que interpreta la vida como un constante quehacer.
Ahora bien, insisto en que "sospecho" en Gustavo Bueno un conflicto ideológico (al más puro estilo unamuniano) no resuelto. No puedo evitar ver en Bueno otra suerte de Rousseau, es decir, a alguien "contradictorio", por no decir abiertamente hipócrita y/o cínico, incongruente consigo mismo.
Rousseau, uno de los supuestos padres del igualitarismo político, dejó escrito que "no se correspondía con el orden natural que los imbéciles gobernaran a los más sabios" (parafraseo). ¿Alguien que piensa así puede ser "demócrata"? Pues sí. De hecho, Gustavo bueno exhibió un pensamiento muy parecido al de Rousseau, el cual, a diferencia del liberalismo, otorgó un papel muy relevante al Estado.
Tanto Rousseau como Bueno estuvieron más cerca de la República platónica, al cabo profundamente estatista, que de una República liberal.
Platón, Rousseau y Gustavo Bueno tenían muy claro que el Estado de la República tenía el deber y la obligación de operar, es decir, de vertebrar la sociedad y materializar (hacer factibles) una serie de políticas racionalmente definidas. Un Estado con un poder ejecutivo acomplejado (no operativo) no puede sostenerse ni ser garante de los Derechos de los ciudadanos.
Un Estado que no opera, definiéndose, es como la izquierda indefinida que criticara Bueno; es un ente vacío e inútil, incapaz de resolver los problemas de la sociedad.
Incluso Ortega y Gasset hubiese suscrito el concepto de Estado del marxista Gustavo Bueno. Pero, claro, Ortega no fue marxista. De hecho, Ortega consideraba al marxismo como una pseudomoral eslava.
¿Qué implica la articulación de un Estado de los mejores y al servicio del bien común?
Pues implica la aceptación de una serie de valores que no son los propios del marxismo, no, al menos, del marxismo teórico. Para empezar, sería necesario reconocer una necesaria jerarquía: es mejor que gobierne un sabio en vez de un imbécil (Platón y Rousseau). ¿Qué es eso de que todos somos iguales y cualquiera puede tener responsabilidades políticas?
Gustavo Bueno se decía "marxista" porque, según sus propias palabras, detestaba las políticas verticales de los fascistas. Él creía en la igualdad entre ciudadanos. Sí, era "marxista", pero no tonto, y supo darse cuenta de que la izquierda española, que él denominaba indefinida, de tan dogmática y retrógrada, atípica en realidad, se había olvidado de su propia nacionalidad; se había olvidado de sus referentes identitarios (civilización Occidental) y no paraba de arremeter contra su propio legado histórico-cultural. Bueno se dio cuenta de algo crucial: la izquierda española no era aristoi.
Y Bueno, que era sabio e inteligente, pero además se decía marxista, creyó posible un oxímoron del todo falaz: un marxismo aristocrático.
Pero un sistema que se articula desde la verticalidad, reconociendo el mérito y la excelencia de los mejores (esfuerzo individual) y que reconoce la necesidad de establecer una jerarquía selecta, no es marxista, sino elitista.
¿Qué opciones tuvo Gustavo Bueno para defender una República democrática y operativa, con un Estado definido y un poder ejecutivo eficaz, donde los mejores tuviesen una participación activa?
Pues, sencillamente, se podría haber proclamado liberal raciovitalista, como Ortega, y se hubiese ahorrado muchas contradicciones, incongruencias y malos entendidos.
Pero Gustavo Bueno fue hijo de su época; hijo de una España que fluyó entre el franquismo y una errada Transición; fue hijo de Asturias, tierra de revoluciones y de injusticias contra los obreros (mineros). Las circunstancias decidieron que Bueno tenía que ser marxista, pero en su naturaleza subyacía la biogenética del genio singular que se sabía élite.
Elitismo y marxismo.
El problema del marxismo, como ya señalé, es que es una teoría supremacista y dogmática, que se aferra a sus postulados como el ferviente religioso se aferra a los escritos de una Biblia o el Corán. Así, la esencia misma del marxismo, su igualitarismo imposible y falaz, es totalmente contraria a la idea de elitismo (reconocimiento de individuos mejores y excelentes).
El marxista que fuere consciente de la necesidad de promocionar a los mejores y más válidos no tendría más remedio que: o renegar del marxismo, o hacer malabarismos dialecticos por tal de "salvarse" del dogma teórico.
Gustavo Bueno intentó lo segundo, sin éxito en mi parecer; quiso escindir su pensamiento esquizofrénicamente por tal de ser a un tiempo "ateo y católico", "marxista y español", "genio y proletario"... ¿Tan imposible le resultó cruzar el Rubicón y pasar del trasnochado marxismo al racional y sensato liberalismo, como, por otra parte, hicieron muchos intelectuales españoles?
Pues no, no pudo, porque el padre del materialismo filosófico fue, quizás sin ser consciente de ello, un romántico sentimental que no podía olvidar su pasado; a aquellos mineros asturianos que escuchaban absortos sus lecciones de filosofía; que no podía olvidar la dolorosa España que le tocó vivir. Bueno quiso ser bueno y, como muchos intelectuales de buen corazón, creyó, engañado, que el marxismo era la teoría de la liberación que haría mejor a la humanidad.
Estimado Herrgoldmundo:
ResponderEliminarFrancamente poco tengo que decir sobre este maravilloso análisis en torno a la figura del ya desaparecido Gustavo Bueno. Simplemente haré una breve observación desde el punto de vista de la antropología filosófica.
Detrás de toda idea o teoría económica y/o política se encuentra una determinada idea del hombre. No se puede sostener, al menos coherentemente, una determinada idea de la sociedad, de la política o de la economía si no se parte de una determinada concepción del hombre.
Zubiri consideraba que en todo hombre se dan tres dimensiones. Una dimensión individual, una social y otra histórica. El filósofo vasco entendía por dimensión social el hecho con-vivencial que se da en todo ser humano. La dimensión social constituye al ser en con-vivencia. Eso sí, dicha con-vivencia social hay que entenderla como una convivencia impersonal. Se convive con las demás personas en tanto que “otras” personas y no en tanto que otras “personas”. En este último caso hablaríamos de comunicación personal. No es igual la relación que establecemos con nuestros familiares o amigos (comunicación personal) que con el camarero de un bar o con quien nos atiende en una panadería.
La dimensión histórica haría referencia a la instalación en una determinada forma de estar en la realidad heredada por tradición y desde la cual intentamos “crear” nuevas formas de estar en la realidad.
Y toda aquella teoría que no tenga en cuenta dichas dimensiones estará errada de raíz. Así, cierto liberalismo (neo-liberalismo) tiene casi por única bandera la dimensión individual dejando en el olvido la dimensión social y la histórica con las consecuencias que ya todos conocemos. En el marxismo (histórico) se tiene por única bandera la dimensión social dejando a un lado las dimensiones histórica e individual con las consecuencias que todos también ya conocemos.
Por tanto, la dificultad radica en cómo compaginar dichas dimensiones. Es decir, cómo compaginar la dimensión individual que posee todo ser humano en con-vivencia impersonal con el resto de las personas que co-habitan en sociedad en un determinado marco histórico, el cual deberá ir asimilando e incorporando, nuevas formas de estar en la realidad.
Sí, se podrá defender esa “necesaria” jerarquía. Pero esa necesaria jerarquía puede tornarse muy fácilmente en suprematismo. Yo creo que más bien dicha jerarquía, que podría ser necesaria en un principio, debería de ir desapareciendo a medida que el hombre se vaya des-masificando o abandonando su inautenticidad. Se trata de que esa inicial jerarquía vaya educando y formando de tal manera a la sociedad que con el tiempo se torne en innecesaria.
Un Cordial Saludo
Hola Elías, resulta todo un lujazo y un placer poder leerte por aquí e intercambiar reflexiones contigo.
ResponderEliminarEfectivamente, el ser humano es multidimensional (como bien señaló Zubiri). Y, como bien señalas tú mismo, el liberalismo peca por enfatizar en exceso la "dimensión individual", mientras que el marxismo hace lo propio con la "dimensión social".
Por estas razones que señalas, acertadamente, yo me considero raciovitalista, pues creo que el pensamiento orteguiano es el único que pondera adecuadamente el peso de las dimensiones individuales y sociales, además de enfatizar la dimensión histórica. Muy parecido a como pretendió hacerlo Gustavo Bueno: ni izquierdas ni derechas, es decir, búsqueda de la armonía entre las diferentes dimensiones del hombre.
¿Cómo compaginar dichas dimensiones?
Desde luego desde una necesaria - y añado yo, inevitable jerarquía- que vertebre la sociedad.
Dices que una sociedad jerarquizada podría devenir suprematista. Pudiera ser, pero también sabemos (lecciones históricas mediante) que las sociedades utópicas que pretendieron desterrar necesarios principios jerárquicos (comunismo) también mutaron en suprematismos dogmáticos.
También el marxismo postuló que, tras la necesaria dictadura proletaria, durante la cual se "educaría" a la ciudadanía y se reconocería colectivamente la CONCIENCIA VERDADERA socialista, se alcanzaría un soñado igualitarismo exento de jerarquías. Pero la realidad es terca y obstinada...
De hecho, me gusta Bueno porque es "tercamente realista"; reconoce cómo es la cruda realidad y no intenta acomodarla a sus sueños y deseos. En eso consiste su materialismo filosófico, y por eso su sistema se me antoja muy "raciovitalista".
Saludos cordiales y afectuosos.
Estimado Herrgoldmundo
EliminarPor todos es conocido el mito de la caverna de Platón. O mejor dicho, por todos es conocida la primera parte de dicho mito. Aquella en que el verdadero filósofo es capaz de salir de la caverna en sombras para, y con la ayuda de sus propias fuerzas, poder llegar a la luz cegadora del “sol”. Lo que ya no es tan conocida es la parte en que el verdadero filósofo, y como tal y por tal, tiene como misión el regresar a la caverna para liberar al resto de seres humanos a costa incluso de su propia vida.
Y es a ese mito al que me remito para puntualizar lo de la necesaria jerarquía. Tanto Ortega como Heidegger consideraban necesaria la existencia de dicha jerarquía. Pero, ¿cuál era la razón de la misma?. Pues la razón era la existencia del hombre-masa en Ortega y la del Da-sein inauténtico en Heidegger. Es decir, es necesaria esa jerarquía en tanto en cuanto existe el hombre-masa o el Da-sein inauténtico.
Eso sí, no creo que la idea de Ortega o la de Heidegger fuese la de mantener ese estado de cosas de forma que la jerarquía se tornara como algo necesario, definitivo e inevitable. No, la misión del verdadero político, es decir, la del verdadero filósofo, es volver a la caverna para acabar con el hombre-masa o con el Da-sein inauténtico. Porque una vez se acaba con el hombre- masa o con el Da-sein inauténtico ya no sería necesario establecer ningún tipo de jerarquías dado que todo hombre sería el gobernante de su propia figura. Toda persona que viva de forma auténtica su propia existencia no necesita de jerarquía alguna que le diga por qué caminos debe de transitar.
Un Cordial Saludo
Hola Elías.
ResponderEliminarEfectivamente, detrás de toda filosofía política se esconde una teoría de la liberación más o menos explícita.
Marx orientó toda su teoría a la salvación del alienado hombre proletario, inmerso en la inautenticidad. Y Heidegger también abogó por la necesidad de aspirar a una vida auténtica. Creo, sin embargo, que cuando el pensador alemán nos habló del Dasein como pastor del ser, desde luego no se estaba refiriendo a todos los hombres; no a aquella masa diluida en la cotidianidad del Das-man e inmersa en la vida inauténtica. Heidegger se refirió a aquellos hombres que mostraban humildad ontológica, es decir, a aquellos que se obligaban a ser auténticos a través de una obligada meditación reflexiva.
De hecho, Heidegger reconoció imposible (utópico) que la humanidad se salvara logrando que la generalidad de los hombres llegaran a alcanzar dicha humildad ontológica. Al final, resignado, llegó a la conclusión de que solo un dios podría salvarnos.
¿Es realmente posible que algún pastor del ser (filósofo) llegue a liberar al ser humano de la vida inauténtica en la que se encuentra inmerso?
Pienso que es cuestión de fe el creer o no en dicha posibilidad.
Recuerdo, a colación de lo que hablamos, un pequeño libro que leí siendo todavía muy joven: "Juan Salvador Gaviota", una bonita metáfora a través de la cual se nos explicaban las vicisitudes, reflexiones e inquietudes de una gaviota que se alejó de la bandada (como un solitario filósofo ermitaño) por tal de meditar y hallar la verdad que pudiera liberar al resto de sus iguales.
La poesía (literatura) es optimista, por fuer ha de serlo cuando ya nadie cree en dioses celestiales o mundos ideales; hay que seguir manteniendo viva la esperanza de un mundo mejor.
Incluso Heidegger, aceptando la imposibilidad de que las masas llegaran a manifestar una necesaria humildad ontológica, para cuestionarse y preocuparse por el ser, dejó abierta la puerta a la esperanza; dejó abierta la posibilidad de un dios salvador, de un "Juan Salvador".
Quiero decir, con tan larga parrafada, que la jerarquía entre seres humanos seguirá siendo inevitable, como es inevitable la jerarquía en todas y cada una de las manifestaciones de la naturaleza. Es una utopía, en definitiva, que todo el conjunto de la humanidad llegue a interiorizar como suya una única CONCIENCIA VERDADERA.
¿Qué conciencia era mejor y/o más verdadera, la de Marx o la de Heidegger? ¿La del Islam o la de la moribunda civilización occidental?
La lucha en el lichtung (claro del bosque) será sempiterna y solo concluirá cuando desaparezca el último hombre.
Saludos cordiales y afectuosos.
Estimado Herrgoldmundo.
EliminarCreo que estamos hablando de dos cuestiones bien diferentes. Una es la de la autenticidad y otra es la de la existencia de una y única CONCIENCIA VERDADERA.
La autenticidad consiste en que cada uno sea el auténtico “señor “ de su propia existencia, de su propia vida. La autenticidad, según yo la entiendo, no consiste en que todos los hombres capten un sentido único y verdadero de lo que debe de ser la existencia humana sino que el sentido que cada uno dé a su propia vida haya sido apropiado de forma autónoma. Tan auténtica es la vida de un santo como la de un ladrón si ambos han querido apropiarse esa forma de vida como “su” forma de vida.
Y en este sentido creo que hay sociedades, políticas, sistemas educativos y momentos históricos que favorecen en mejor grado que otros el forjar seres “auténticos”. Bien es verdad, que el poder, y en todo tiempo y lugar, intenta que el Da-sein se mantenga en un estado de inautenticidad.
Y la pregunta es la siguiente: ¿Realmente un sistema jerárquico favorecerá la formación de un Da-sein auténtico?
Otra cuestión, y creo que es la que aquí se debate, es qué hacer cuando existen varios sentidos de la existencia ya sean estos auténticos o inauténticos. Y creo que la propuesta es establecer un estado jerárquico que sea el que determine cuál es el sentido que debe defenderse.
Ahora bien, si como se defiende, no existe ningún sentido mejor que otros entonces cuál es el criterio que debe de seguir esa jerarquía para elegir entre los varios sentidos. Pues al parecer, y faltos de la verdad, únicamente queda apelar a la fuerza. Al final, y como en aquella magnífica película ( únicamente la primera parte) cabe decir: “sólo puede quedar uno”.
Pero es que una sociedad basada en ese tipo de jerarquías es precisamente una sociedad que destruye o que va en contra de un Da-sein auténtico y que antes o después, más bien antes que después, se vuelven suprematistas. Alguien realmente piensa que el régimen Nazi, al igual que el Comunista, fueron regímenes que contribuyeron a crear un hombre más auténtico. Da más bien la sensación que estos regímenes acabaron más bien con todo hombre. Ya se tratara de auténtico como del inauténtico.
O dicho de otra forma, en la creencia de que es posible ir disminuyendo progresivamente, aunque lenta y penosamente, al hombre-masa o al Dasein inauténtico creo que ello es antitético con la existencia de esos tipos de jerarquías que se propugnan. Es decir, un régimen que defienda el pensamiento único será el peor régimen para forjar un Dasein auténtico. Sí, ese régimen podrá imponer su ideología. Pero lo hará a costa del ser humano de carne y hueso que dice defender.
Un muy cordial y afectuoso saludo
Hola Elías.
ResponderEliminarTienes razón, recapitulemos:
En tu primera intervención señalaste, acertadamente, que en toda teoría filosófica, política y/o de la liberación, debe postularse una "determinada concepción del hombre".
Estuvimos de acuerdo en reconocer la validez del concepto de hombre Zubiriano (individual, social e histórico).
Tras dicho reconocimiento, tú mismo apuntaste que "toda aquella teoría que no tenga en cuenta dichas dimensiones estará errada de raíz" (cita textual).
Y acabaste preguntando:
"¿Cómo compaginar dichas dimensiones?"
Para responder a tu pregunta, tú mismo reconociste la "necesidad" de articular sociedades jerárquicamente para "compaginar" o ponderar dicha multidimensionalidad del hombre. Sin embargo, acto seguido, añadiste un "pero", que cito textualmente:
"Pero esa necesaria jerarquía puede tornarse muy fácilmente en suprematismo. Yo creo que más bien dicha jerarquía, que podría ser necesaria en un principio, debería de ir desapareciendo a medida que el hombre se vaya des-masificando o abandonando su inautenticidad. Se trata de que esa inicial jerarquía vaya educando y formando de tal manera a la sociedad que con el tiempo se torne en innecesaria".
En esta propuesta tuya, venías a decir que la sociedad, tras "educar y formar" a la ciudadanía, podría prescindir de principios jerárquicos haciéndolos innecesarios.
Yo vi mucho marxismo en tu propuesta y percibí una grave contradicción, pues tú mismo escribiste que dicha "formación y educación social" concluiría (vuelvo a citar textualmente) "a medida que el hombre se vaya des-masificando o abandonando su inautenticidad".
Diste a entender que el hombre-masa dejaría de ser inauténtico tras una previa socialización "educadora y formadora" .
Lo que yo intenté señalarte es que para llevar a cabo dicha "educación formadora" resultaría inevitable articular una sociedad jerarquizada: los que educan (pastores del ser) vs los que son educados. Pero aún pretendí ir más lejos, pues para poder educar y formar a los hombres-masa, aunque fuese para "enseñarles" cómo podrían llegar a ser "auténticos", el Estado o sociedad (Dasein histórico) ya estaría interfiriendo en algo tan personal, subjetivo y particular, como sería la libertad individual.
La grave contradicción de tu propuesta resultaría de la pretensión de educar y formar en la "autenticidad" a los ciudadanos a través de un "programa social", pues, como intenté señalarte, dicho programa por fuer sería uniformador y necesariamente haría suyos los valores de una determinada CONCIENCIA AUTÉNTICA.
No sé si he logrado explicarme con claridad...
Un cordial y afectuoso saludo.
Estimado Herrgolmundo
EliminarEstá claro que cualquier tipo de educación supone ya una coacción. Eso sí, yo considero que existen, y ahí está la experiencia histórica para mostrarlo, mejores educaciones que otras.
En cualquier caso haré una matización. Yo he hablado de tres dimensiones, a saber: individual, social e histórica. Y si las he llamado precisamente dimensiones, o así las llamaba Zubiri, es para hacer notar que no son factores independientes. Es decir, no existe un hombre individual más un hombre social más un hombre histórico con cuya resultante se obtenga “un” hombre. Y digo esto porque afirmas: “el Estado o sociedad (Dasein histórico) ya estaría interfiriendo en algo tan personal, subjetivo y particular, como sería la libertad individual “. Es decir, das a entender, y discúlpame si te mal interpreto, que existe un hombre individual que se constituye a sí mismo, al margen del resto de seres humanos, y que posteriormente decide ponerse en relación con los demás, si así lo decidiera, con lo cual tendríamos entonces a otro hombre que sería el hombre social. O dicho de otra forma, es como si dentro de un hombre existieran tres hombres diferentes: el hombre individual, el hombre social y el hombre histórico.
Precisamente lo que yo estoy diciendo es que el hombre es constitutivamente individual, social e histórico. De forma que no existe un hombre puramente individual, otro puramente social y el otro puramente histórico. Todo hombre nace en sociedad y en una determinada época histórica y por ello es a la vez individual, social e histórico. Por tanto, no podemos hablar de la dimensión individual si no es en relación al resto de seres humanos que conviven con él (sociedad) y en un determinado momento histórico.
Por tanto, cualquier sistema educativo educa conjuntamente en la dimensión individual, social e histórico. Salvo que se piense, como algunos pensadores creen, que el hombre es un átomo o mónada al margen del resto de seres humanos. El hombre es constitutivamente un ser relacional.
Educar creyendo que es más importante la libertad individual en el sentido de que el hombre es un ser que se constituye a sí mismo al margen de los demás lo considero un profundo error.
Ahora trataré de explicar un poco mejor mi propuesta. Hoy en día vivimos en una sociedad de masas, es decir, en una sociedad inauténtica. O dicho de otra forma, no estamos formando a personas con la autonomía personal suficiente para tomar sus propias decisiones o “crear” sus propios valores. Yo no abogo por una educación que nos eduque en unos valores predeterminados en la cual sigamos como borregos a los “líderes” que se encuentran en el poder. Yo abogo precisamente por una educación que partiendo de la tradición sea capaz de crear nuevos valores y nuevas formas de estar en la realidad. Que sea capaz por sí mismo de ir incorporando y acomodando nuevos valores y que sea capaz de poder apropiarse su propias formas de vida y sus propias formas de estar en la realidad. En este sentido el Estado tendría que ser lo menos intervencionista posible.
Dices, y con razón, que el estado que yo propongo es uniformador. Pero no lo es en cuanto a sus contenidos. Es decir, yo no propongo un estado que eduque en el ateísmo frente al teísmo ( o viceversa), en una determinada orientación sexual frente a otras o en unos valores eternos e inmutables frente a otros. Yo propongo un estado que permita que una persona pueda ser atea y otra creyente, que cada uno posea su propia orientación sexual o que cada uno pueda defender unos valores frente a otros. Obviamente, y para que existe sociedad, deben de existir unos valores mínimos compartidos. Ahora bien, fuera de esos valores mínimos compartidos que cada cual se forje su propia figura.
Y una vez que se forjen este tipo de individuos auténticos no es que desaparezca la jerarquía sino que dicha jerarquía no será vista como algo impuesta desde fuera sino asumida por todos desde dentro.
Yo tampoco sé si me he explicado con la suficiente claridad.
Un Cordial y afectuoso saludo
Hola de nuevo Elías.
ResponderEliminarClaro, efectivamente, por supuesto que ningún hombre individual puede constituirse a sí mismo al margen de las dimensiones sociales e históricas. Como bien dices: "el hombre es constitutivamente un ser relacional". Estamos de acuerdo.
Y volvemos a estar de acuerdo al reconocer que cualquier sistema educativo "educa y forma" en las tres dimensiones (individual, social e histórica) del hombre.
Te entiendo perfectamente, propones algo así como "aprender a aprender", es decir, un sistema educativo que no inculque determinados valores sino que facilite y motive a los ciudadanos para que estos, libre y autónomamente, busquen y elijan sus propios valores.
Como bien señalas, el Estado debería ser lo menos intervencionista posible; y debería aspirar a un auténtico progresismo asimilador y superador, no negador ni rupturista con el logos y la tradición histórico-social heredados del pasado. Ésta era la propuesta liberal y raciovital de Ortega.
Dices que una vez se forjara una sociedad de individuos auténticos la jerarquía no desaparecería sino que dejaría de verse como algo "impuesto". Dices bien. Ahora nos entendemos.
De hecho, acabas de explicar uno de los puntos claves de la propuesta aristocrática de Ortega: docilidad vs rebeldía.
El suprematismo comunista no entendió a Ortega, como tampoco lo entendió el conservadurismo más retrógrado. Ni las derechas ni las izquierdas desearon realmente comprenderle.
Para "asumir" una jerarquía, como bien señalas, la generalidad de la ciudadanía debería mostrar docilidad o, como dijera Heidegger, "humildad ontológica".
¿Qué es la docilidad?
No es, como pretenden argumentar los "rebeldes per se" (los antisistemas) una forma sutil y encubierta de subyugación voluntaria. No se trata de la adhesión incondicional a un programa de vida suprematista (comunista, nazi, feminista, animalista, vegetariano...). Los animales de lujo en que nos hemos convertido estamos "autorrealizándonos", erróneamente en mi parecer, a través de sistemas de valores y creencias excesivamente dogmáticos y "rebeldes".
Ser dócil significa ser lo suficientemente humilde como para reconocer lo mejor y aspirar a ser mejor. Tan sencillo como esto.
¿Y qué es lo mejor?
Pues lo que cada cual cree que es mejor para sí mismo y no entra en conflicto con las libertades individuales de los otros.
Me explico: un individuo libre en sociedad, tras buscar el sentido de su vida (valores y creencias) y conocerse a sí mismo, puede llegar a la conclusión de que para él es bueno fumar y tener un perro en su piso de 50 m2. Ahora bien, dicho sujeto debe entender que el humo de su cigarro y los ladridos y las cacas de su perro pueden molestar y vulnerar la intimidad y la libertad de los demás.
Lo contrario de la docilidad es la rebeldía dogmática a través del cual muchos individuos pretenden autoafirmarse. Así, nos estamos viendo en la necesidad de crear nuevas etiquetas para catalogar nuevos y peligrosos excesos: anorexia para el exceso de celo en estar delgados, vigorexia para el exceso de celo en estar musculado... ¿Para cuándo la "caninorexia" o el exceso de celo por considerar a los perros como iguales?
En fin, divago...
De todas maneras te comprendo muy bien, aunque ya ves cómo está el patio. Mucho me temo que tu propuesta, como otrora la de Ortega y Gasset, no sea más que un bello sueño utópico.
Como concluyó Heidegger, y yo creo que muy a su pesar, ya solo un dios podría salvarnos, porque el ser humano, el animal de lujo en que nos hemos convertido, no está, desde luego por la labor de "salvarse".
Un cordial y afectuoso saludo.
Hola Herr Goldmundo
ResponderEliminarSí, efectivamente, quizá podrá tratarse de un bello sueño utópico. No menos que el que tuvieron tantos otros en momentos históricos pretéritos pero que sin embargo acabaron por cobrar realidad. En fin, quizá haya que colocar varias velas en el sepulcro de aquel patrón laico de los imposibles también conocido como el Caballero de la Triste Figura. Y si ello no fuera suficiente pues podríamos colocar tantas otras a santa Rita, santa Filomena, san Judas Tadeo y San Gregorio ( patrones de las causas imposibles).
Un Cordial Saludo
Hola Elías.
ResponderEliminarYo no soy de colocar velas a ningún santo. Pero tampoco soy un cándido idealista. Me dedico a reflexionar y a "escribir en voz alta" aquellas verdades incómodas que casi nadie se atreve a reconocer.
Yo, personalmente, suscribiría tu sensata y razonable propuesta, pero, no nos engañemos, el hombre-masa ha ganado la partida y campa por sus fueros, imponiendo su dogmática ley del "yo, solo yo y nadie más que yo".
Un cordial y afectuoso saludo.
PD: espero que, en breve, podamos seguir intercambiando interesantes reflexiones y que sepas perdonar mi más que evidente "pesimismo antropológico".
Hola Herr Goldmundo
ResponderEliminarEn principio parecería una manifiesta contradicción el decir que el hombre-masa se afirma vociferando frente a todos y frente a todo “ yo, solo yo y nadie más que yo”. Porque ese hombre-masa lo que estaría haciendo es precisamente acatar el prejuicio injustificado e injustificable de que la única dimensión existente es la individual. Y lejos de afirmarse lo que estaría es negándose. El hombre-masa siempre acaba por negarse a sí mismo. Y negándose a sí mismo acaba por negar a los demás.
Pero bien mirado el hombre de hoy es más hombre-masa cuanto más vocifere “ yo, solo yo y nadie más que yo”. Y lo es precisamente porque eso es lo que le hacen creer en la creencia de que esa afirmación nace de sí mismo y desde sí mismo. Y esa es precisamente la nueva ideología que se ha impuesto entre el hombre-masa.
Créeme, Herr Goldmundo, yo tampoco soy un cándido idealista. Si uno analiza detenidamente la historia observará que todos los cambios que se han dado han sido alcanzados de forma lenta y penosa. Bien es verdad que la historia también nos enseña que existen avances como existen retrocesos. Es decir, no existe un avance lineal en la historia que vaya desde un punto alfa hasta un punto omega. Por tanto, no existen motivos para una esperanza ingenua como tampoco los hay para una desesperanza crónica.
No creo que se pueda juzgar toda la historia por el momento histórico que nos haya tocado en suerte. Nadie sabe lo que nos deparará el futuro. Y si éste será un poco mejor o mucho peor. Lo único que nos queda es seguir avanzando aunque no sepamos muy bien, y aunque lo hagamos a tientas, hacia dónde avanzamos y si es que realmente lo estamos haciendo.
No tengo nada que perdonarte. Y no lo tengo que hacer entre otras razones porque yo no soy tan optimista como quizás dé a entender. De hecho, cuanto más vivo y más leo, más pesimista me vuelvo. Aunque quizá no sea la palabra “pesimista” la más adecuada para expresar lo que verdaderamente deseo decir. Digamos que con el tiempo uno empieza a comprenderse mejor a sí mismo y a los demás. Empieza a colocar todo en su justa medida. Aunque también suscribo aquellas palabras que leí hace algún tiempo de un pensador que decían más o menos así: “ lamento irme de este mundo sin saber muy bien en qué consiste".
Un Cordial y afectuoso saludo.
Hola Elías.
ResponderEliminarEfectivamente, el hombre-masa es un dogmático particularista que solo sabe mirarse el ombligo. No cree en Dios porque se ha endiosado y se ha erigido en esencia de sí mismo. Pero tampoco se relaciona con lo "otro" (mundo, naturaleza, semejantes...) a través de una armónica religación. Solo sabe imponer su dogma.
Por ejemplo, subyace una curiosa paradoja en la forma de ser y actuar del hombre-masa de hoy, consistente en autoproclamarse libre y/o comprometido con la naturaleza y con los animales, cuando, al tiempo, arremete inmisericorde contra las otras "partes de" la sociedad que no comulgan con "su verdad".
Me explico, como ya intenté explicarme anteriormente: nada hay más particularista y excluyente que un converso a una nueva fe. Así, los animalistas (defensores de los derechos de los animales) no dudan en recurrir a las acciones directas más violentas, incluso vulnerando los derechos de otros seres humanos.
Resulta curioso que quienes no desean que un toro sea maltratado, no duden en darle una paliza a un aficionada taurino, por ejemplo.
Tampoco entienden, estos nuevos defensores de la bondad y la justicia, que si su perrito se me echa encima está vulnerando mi intimidad y mi espacio físico personal. Que su perrito quiera jugar conmigo no significa que yo quiera ni DEBA jugar con él. ¿Lo entenderán los dogmáticos defensores de los derechos de los animales?
Pues suma y sigue. Si confiesas que no eres vegetariano ni vegano ya te miran mal y eres poco menos que la reencarnación del mal. Si confiesas que crees que hombres y mujeres deben tener los mismos derechos y oportunidades, pero no eres "feminista", entonces eres un facha malvado.
Como bien dices, no existe un avance lineal en la historia, pero se me antoja que el momento histórico que nos ha tocado vivir nos está "regalando" una serie de suprematismos dogmáticos que, desde luego, hacen perder la fe en la inteligencia del ser humano.
Yo solo espero que al irme de este mundo pueda dejarles a mis hijos el recuerdo de buenos momentos en la memoria.
Este verano, sin ir más lejos, he vivido y compartido un maravilloso momento místico con unos amigos y mi familia: un día glorioso en la playa, ya anocheciendo y con la playa casi vacía. Estuvimos con los niños, casi dos horas saltando las olas, riendo y disfrutando.
Mi amigo me comentó: - Ostras, qué bien nos lo estamos pasando. Y yo no pude por menos que responderle: - esto es "el súmmum", un momento inolvidable e irrepetible.
Espero que mis hijos recuerden ése, y otros momentos, cuando yo ya no esté. Creo que en esto "consiste" la vida.
Un cordial y afectuoso saludo.