martes, 6 de septiembre de 2016

La Europa de los populismos.

Introducción

Europa ha soportado (está soportando todavía) dos importantes crisis, económica y humanitaria, que han mermado considerablemente su "credibilidad" como posibilidad de ser. No, no se me asusten, lo diré en román paladino: Europa se nos muere de tan buena y justa que pretende conducirse. No parece que el viejo continente pueda aspirar a convertirse en "promesa de futuro". Bueno, no al menos la Europa humanista, demócrata y garante de derechos y libertades en la que creemos o "queremos creer". ¿Qué otra Europa ocupará su lugar? ¿Qué populismos se adueñarán de Europa?
Cuando la gran política rehúye del deber de ser operativa y eficaz, aportando soluciones y resolviendo problemas, la demagogia populista no tarda en ocupar su lugar. Pero si hay algo que realmente alimenta a los irracionales populismos es el insulto: "cuanto más insulta un Estado a sus ciudadanos, más radicales y dogmáticos se tornan estos", tal es mi tesis.

El primer insulto

Ante la primera crisis económica Europa decidió "recuperarse" expoliando a sus sufridos ciudadanos para rescatar a la gran Banca. Este primer insulto despertó las iras de las masas en general, pero, sobre todo, despertó el populismo del comunismo en sus formas más radicales y dogmáticas (marxismo-leninismo). En los países más pobres y con menos tradición liberal (Grecia, Italia, España...) pronto proliferaron o parecieron "resucitar" los seguidores de trasnochadas ideologías; puños en alto y cacofónicas internacionales volvieron a mancillar nuestros ojos y nuestros oídos. Nada nuevo bajo el Sol. Cuando la realidad circundante causa excesivo dolor siempre salen prestos, cuales caracoles después de la lluvia, los demagogos más oportunistas para ofrecernos sus milagrosas recetas, más propias de tahúres charlatanes que de responsables hombres de Estado.
He aquí el creciente populismo de izquierdas en su versión más bolchevique (marxista-leninista).

El segundo insulto

La segunda crisis, que denominaremos "humanitaria", comenzó a gestarse a raíz de las crecientes oleadas de inmigrantes provenientes de Oriente Medio. Europa se llenó, de la noche a la mañana, de cientos de miles de personas que huían de sus lugares de origen para encontrar una vida mejor en la humanista, demócrata y liberal Europa; en la buena y justa Europa  (siento repetir tan insistentemente estos calificativos).
Pero la gran masa humana que llegó a nuestras fronteras no solo era "extranjera" (de fuera) sino que además defendía unos valores y unas creencias antagónicos a los de la civilización occidental. ¿Valores antagónicos? Sí, antagónicos y enfrentados a los valores de la vieja Europa, por más que la corrección política de nuestros dirigentes pretenda negarlo y ocultarlo ante la opinión pública.
Esta ocultación de la verdad,  segundo insulto a la inteligencia de los sufridos ciudadanos europeos, "resucitó" a los seguidores de "otras" obsoletas pero no menos dogmáticas ideologías que también pretenden ofrecernos sus salvadoras curas. La patria, la raza, la religión, y todos aquellos valores tradicionales inherentes a la identidad y la razón de ser de Occidente, se magnificaron y se exaltaron.
He aquí el creciente populismo de "derechas" en su versión más fascista.

El problema de los populismos.

El problema de los populismos consiste, y permítaseme la redundancia, en que desde el momento en que ellos mismos se postulan como cura o solución de un conflicto ya se están convirtiendo, de facto, en otro problema. ¿Por qué?
Pues porque todo populismo tiende al dogmatismo y a la defensa de los valores de una "parte de", es decir, de una sola clase de personas. Todo populismo, en tanto que supremacista, defiende su "verdad" y justifica y legitima su única conciencia verdadera para imponerla a las demás.
Los populismos, tanto comunistas como fascistas, son, por tanto, sometedores. Atención a este "palabro" que remarco en negrita.
En realidad es muy fácil de entender lo que subyace en todos los populismos: el desprecio hacia quienes consideran que les han insultado (despreciado). No hay despreciador que no desprecie a quien desprecia. Y quien se erige en despreciador no tarda en mostrarse orgullosamente prepotente y seguro de su verdad; y cuando una prepotencia henchida de desprecio (alimentado desde el resentimiento y el rencor hacia sus despreciadores) alcanza el poder, no duda en someter (de nuevo en negrita); no duda en subyugar a través de la sumisión, voluntaria o forzada, a una conciencia verdadera (religiosa o ideológica). He aquí el rasgo común que comparten todos los supremacismos dogmáticos (Islam, comunismo, fascismo y feminismo): el afán por uniformar todas las diferentes clases de personas en una única clase de personas hermanadas en un una única conciencia verdadera.

Supremacismo bueno vs malo.

Resulta obvio que ningún suprematismo de los citados (Islam, comunismo, fascismo y feminismo) se considera "malo" a sí mismo.
El problema que subyace en todo suprematismo no es un problema moral o de valores. Todas las religiones e ideologías, todas sin excepción, son morales. No habrían conflictos entre civilizaciones, de hecho, si, primero, no hubiesen conflictos entre diferentes clases de personas.
Mi tesis es clara al respecto:

"La clase de persona que seamos, por imperativo biogenético y moldeamiento circunstancial, determinará la ideología (valores y creencias) que adoptemos".

La moral no es más que la justificación de nuestros actos, de aquellos actos que nuestra forma de ser considera más buenos y justos. Por tanto, la moral que adopte una sociedad siempre estará en eterno conflicto, pues lo que es bueno y justo para una determinada clase de personas no lo será para otras.
Las diferentes clases de personas deberán agruparse o "asociarse", por tanto, en partidos políticos para defender sus particularistas intereses y hacerlos prevalecer sobre los de los demás.

De las clases de personas a las clases sociales.

La lucha en el claro no es entre clases sociales, como prepotente y ladinamente proclamó el marxismo. El conflicto primigenio entre humanos surgió desde el primer momento en que los hombres, sociables por imperativo de supervivencia, tuvieron que convivir y, por tanto, establecer unas reglas y normas sociales para relacionarse entre ellos.
Al principio, los líderes fueron los machos alfas más fuertes y enérgicos, aquellos que mejor sabían "mandar" y hacerse "respetar". Cuando faltaba el respeto y la adhesión voluntaria al líder, surgían inevitables luchas por el poder. Los nuevos candidatos debían retar al líder para arrebatarle el poder, lo cual equivalía a obtener el derecho para poder establecer nuevas reglas y normas.
Desde el inicio de los tiempos, pues, se trató de imponer una cosmovisión social (valores y creencias) para cohesionar al grupo, regir su destino e ilusionarle con proyectos futuros. Se trató, como vemos, de ganar el derecho a; derecho a decidir, a dirigir, a coaccionar, a penalizar...

Resulta obvio que al individuo más fuerte le interesaría imponer un sistema de valores centrados en la fortaleza, mientras que a los más débiles les convendrían sistemas de valores más orientados al desarrollo de la inteligencia y las habilidades personales; al desarrollo de valores artísticos y/o espirituales, por ejemplo.
La lucha primera, por tanto, e insisto en este punto, fue entre clases de personas, las cuales no defendían unos determinados valores por creerlos necesariamente los más buenos y justos, sino porque dichos valores eran, en definitiva, los suyos: aquellos que mejor se correspondían con su forma de ser y con su apriorística herencia biogenética.
Pero como el ser humano es un animal inevitablemente social, arrojado a una convivencia forzosa con sus semejantes, no tuvo más remedio que agruparse con sus iguales, con aquellos que mejor pudieran ayudarle a conseguir sus particularistas intereses, por tal de obtener el derecho a ser como le dictaban que debía ser sus condicionantes biogenéticos (neuropsicológicos). Así, a partir de los intereses particulares de las diferentes clases de personas surgieron, inevitablemente, las diferentes clases sociales.

Falacias insertas en los discursos populistas

Para no entrar en demasiados análisis, pues lo que me interesa es dejar al desnudo las mentiras de los populismos, me centraré en el populismo de "inspiración" marxista-comunista, desenmascarando dos importantes falacias que subyacen en el mismo:

1) La falacia de la moral universal.
2) La falacia de los derechos universales.


Si nos fijamos, tanto la moral como el derecho defendido por el marxismo aspiran a ser universales, es decir, desean convertirse en dos verdades apriorísticas incuestionables a través de las cuales legitimar una auténtica conciencia socialista para toda la humanidad.

Para entenderlo mejor, y haciendo gala de la cortesía de la claridad, podríamos decir que la conciencia marxista (la verdad marxista) se justificó a sí misma erigiéndose en garante y defensora de dos principios que el humanismo europeo ya hizo suyos desde tiempos de Platón; dos principios o "verdades" que se consolidaron en Occidente a través del judeocristianismo y la razón práctica de Kant:
El primer principio, verdad a priori, considera que existe una única moral buena y justa (la moral socialista) y, por tanto, también existen morales injustas o malas (las demás).
El segundo principio, también verdad a priori incuestionable, considera que todos los seres humanos nacen con unos derechos ya adquiridos por el mero hecho de ser hombres.

La moral marxista, como la moral islámica o la del nacionalsocialismo, aspira a ser universal, es decir, aspira a articular una única cosmovisión (interpretación del mundo) para toda la humanidad.
¿Pero por qué las morales suprematistas se arrogan ser universales y "buenas y justas" para toda la humanidad? Pues porque así lo decide la razón. No importa ahora entrar en el estéril debate de si la razón las descubrió o las halló tras una revelación divina (religiones monoteístas de los tres libros) o una  mística reflexión expectante (budismo) o si, por el contrario, las construyó a través del devenir dialéctico de la historia.

Así, y aquí quería llegar, tanto la moral como los derechos humanos se justifican a partir de intereses particulares que pretenden legitimarse con los disfraces de la universalidad, es decir, en realidad son particularismos que aspiran a imponerse universalmente.

Explicaba antes, en el punto que titulé "clases de personas", que, tiempo ha, el derecho se obtenía o se ganaba a través de esfuerzo y luchas constantes. Históricamente se hablaba del derecho de conquista o del derecho de facto (políticas consumadas) que se justificaba como bueno y justo en tanto se había ganado dando algo a cambio (sacrificio en la guerra).  Ahora, pero, nos dicen que los derechos no se ganan, sino que son inherentes a la propia esencia del ser humano, es decir, nos engañan diciéndonos que todos nacemos con unos derechos adquiridos. ¡Falso! He aquí la primera falacia del humanismo y, por tanto, de todos los populismos demagogos derivados del mismo
A poco que reflexionemos, con meditativa atención expectante (Heidegger), se nos desvelará la esquiva verdad: "Todos los derechos deben ganarse de uno u otro modo".

Sí, es cierto, antaño el más fuerte, quien más se arriesgaba y se sacrificaba era, potencialmente, quien más derecho tenía a ser, es decir, era quien se ganaba el derecho a desarrollar su propio proyecto vital personal. ¿Y ahora? ¿Cómo nos ganamos nuestros derechos?
Las gentes poco dadas a reflexionar (hombres-masa) no se plantean estas cuestiones sobre el ser y, en cualquier caso, ya han sido adecuadamente condicionadas y programadas, pedagogía social mediante, para contestar seguras de sí mismas que los "derechos no se ganan". Algunos, los más avispados, podrían argumentar que los derechos han de merecerse en la medida que nos responsabilizamos de nuestros deberes y obligaciones. Estos avispados ya intuyen que "todo tiene un precio" y que lo justo sería ser merecedor de un derecho a cambio de algo, de un servicio o deber hacia la comunidad. Son conscientes, al menos, de que gozar de derechos exige dar algo a cambio.
En esto consiste ser liberal, en no ser un individuo-masa incauto al que poder engañar puerilmente.

¿Y cómo engañan los populismos al hombre-masa? Pues a través de consignas falaces y demagogas.
Quienes creen que tienen derecho a todo, porque sí, porque "ellos lo valen" y porque así lo dictamina la justa y buena moral (marxista, nacionalsocialista, islamista o feminista) piensan, de veras, que no deben dar nada a cambio cuando, por ejemplo, reivindican derecho a la vivienda, derecho al trabajo, a subsidio, a prestaciones, a escuelas y sistemas sanitarios públicos. Creen que no hay que dar nada a cambio porque "para eso ya pagan sus impuestos" y, sobre todo, porque entienden que no hay que sacrificarse ni trabajar para el capitalismo opresor o los patriarcados burgueses judeocristianos. Pero, en realidad, cuando estos individuos se ofrecen sumisos a un sistema populista lo están dando todo, lo más preciado y sagrado que tiene un ser humano: su libertad individual. Pretenden obtener el máximo de seguridad vital por parte del Estado, aunque para ello deban pagar ingentes cantidades de impuestos. Claro, el problema llega cuando, incluso pagando ingentes cantidades de impuestos, el Estado (señor feudal al uso) no consigue salvaguardar la seguridad (económica, laboral o sanitaria) de sus súbditos. Entonces aparecen los populismos y, contra toda lógica racional, en vez de abogar por minimizar el peso del Estado, prometen más y más Estado a las masas agraviadas; les prometen más derechos a; les prometen más ilusiones y mentiras, poco menos que más "maná que caerá del cielo" o "el milagro de los peces". Nada hay más mesiánico que un populismo.

Todos los populismos, pero sobre todo los tres dogmas más en auge, neocomunismo, Islam y feminismo, exigen un alto precio por el derecho a ser merecedores de las atenciones de papá estado, de Alá o de la buena y justa sociedad matriarcal: renunciar a la propia libertad individual. Exigen, de hecho, un fuerte pago, no solo a través de fuertes presiones fiscales, sino también de renuncias a importantes parcelas de libertad individual, tales como elegir libremente cómo educar a nuestros hijos, cómo planificar nuestra vida laboral, cómo crear empresas...

Conclusión

Podríamos definir a los populismos como mentiras y engaños que, sin embargo, calan en importantes sectores de la población, sobre todo en momentos de mucho dolor social (crisis).
Los populismos, en realidad, y como los buenos farsantes del mundo esotérico (videntes, adivinadores, sanadores...) solo pueden engañar a quienes desean ser engañados.
Y en graves momentos de crisis las masas desean ser engañadas por una sola razón: justificar sus culpas o, por mejor decirlo en términos exentos de connotaciones religiosas, para justificar su falta de responsabilidad.
Cada clase de persona, debido a sus particulares características biogenéticas, desarrollará diferentes prejuicios y fobias ante la adversidad de las circunstancias. En realidad se trata de "burdos" mecanismos de defensa que pretenden proyectar en "el otro" la propia irresponsabilidad (culpa).
Coged a un individuo-masa cualquiera y tendréis un populista; decidme qué clase de persona es y os diré qué clase de populismo abrazará.
Hay una palabra que define perfectamente qué es un individuo-masa: un irresponsable, una persona que está (existe) pero que no se preocupa por ser; un individuo que pide pero no da, que exige a los demás pero no "se autoexige" a sí mismo. Esta clase de personas, por su forma de ser, solo desea autoengañarse y ser engañada. No aceptará ni reconocerá su fracaso vital como consecuencia de su propia irresponsabilidad, sino que proyectará sus culpas sobre los demás. Serán "los otros" los culpables de sus desdichas. Si no tiene trabajo no será debido a su falta de preparación, ambición o espíritu de sacrificio, sino porque el trabajo se lo quita el inmigrante extranjero; si no puede tener una vivienda no es porque se pasara toda su vida de bar en bar, bebiendo cervezas y sin preocuparse por el futuro, sino porque el malvado sistema capitalista conspiró contra él. Y suma y sigue...

Epílogo

¿Pero por qué resulta tan fácil engañar a las masas?

Pues porque las mejores mentiras son aquellas que siempre contienen "algo de verdad".
Desde luego, hay verdad en reconocer la necesidad de controlar racionalmente la inmigración; hay verdad en la necesidad de frenar a los políticos corruptos; hay verdad en la necesidad de eliminar los abusos de la Banca. Todas las mentiras populistas contienen "algo de verdad", pero ese algo es magnificado y sobredimensionado hasta convertirse en la única causa que explica el dolor de una crisis, ya sea económica o humanitaria.
Si Europa no reconoce ese "algo de verdad" que contienen las falaces y demagogas argumentaciones populistas, perderá la oportunidad de afrontar los problemas (económicos y humanitarios) de forma racional y con sentido común. Y, peor aún, legitimará a los diferentes populismos para que ellos se arroguen ser los únicos "buenos y justos" capaces de "contentar a las masas".







18 comentarios:

  1. Hay otra cuestión que me interesa sobremanera. Y es cuando utilizas palabras entrecomilladas como “malo”, “bueno, “verdad” o “mentira” Reconozco que soy una persona que se pone un tanto nerviosa cuando escucha decir que no existe la verdad o el bien pero a continuación se empiezan a utilizar esas mismas palabras entrecomilladas. Porque………..¿qué significa, por ejemplo, la palabra verdad entrecomillada cuando con anterioridad se ha negado la existencia de la verdad?
    ¿Qué sentido tiene hablar de que se pueden engañar a las masas cuando con anterioridad se ha defendido un determinismo expresado como “ la clase de persona que seamos, por imperativo biogenético y moldeamiento circunstancial, determinará la ideología ( valores y creencias) que adoptemos?

    Es que acaso cuando alguien dice que se está engañando (sin comillas) a las masas no lo dice porque considera que existe una verdad (sin comillas) que puede ser fundamentada. Es que si no podría argumentarse que si alguien considera que “Podemos” está engañando a las masas simplemente se debe a que esa persona que lo dice, y en base a su determinismo fruto de sus condiciones biogenéticas y al moldeamiento circunstancial, así le hacen decir. O dicho de otra forma, alguien de la formación de “Podemos” podría decir que es precisamente el que así piensa el que está engañando a las masas.

    En definitiva, qué es lo que trato de decir. Pues lo que trato de decir, y lo expresaré de forma provocativa desde el punto de vista intelectual (y espero de corazón que así lo entiendas), es que precisamente las tesis de fondo que tratas de defender son las que están llevando a Europa al fracaso en el que actualmente nos encontramos sumidos. Si no existen unos valores mínimos o unas verdades mínimas que puedan ser fundamentadas desde la razón, y que puedan ser compartidas por todos, entonces Europa seguirá inerme ante las ofensivas que nos vienen del exterior y del interior.

    Por cierto, me ha encantado la reflexión que haces en torno a los derechos. Y estoy de acuerdo con esa frase que dice “Todos los derechos deben ganarse de uno otro modo”



    Un Cordial Saludo

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  2. Estimado Herr goldmundo


    En primer lugar, y nuevamente, felicitarte por tu magnífico artículo. Con el ánimo de que participe más gente no voy a centrarme por el momento en aquellos puntos en los que estoy de acuerdo sino que me centraré en alguna tesis de fondo que defiendes y que no comparto.

    Estoy totalmente de acuerdo cuando dices que no es defendible, a la altura de nuestro tiempo, la existencia de una moral universal (a priori). Yo no creo que exista una moral universal (a priori) pero sí que creo en la existencia de una moral universalizable (a posteriori). Es decir, creo que se pueden dar razones de los valores morales y que no todas las razones son igualmente válidas. No creo en la teoría subjetivista en torno a los valores sino en una teoría constructivista donde también participa la razón.

    Es más, el hecho sociológico de que ya no se crea en la existencia de una moral universal a priori (ni a posteriori) es la causa de que ya no se pueda hablar de Europa. Es que Europa, tal cual la conocíamos, y si se caracterizaba por algo, era precisamente por la creencia en que se podían defender unas verdades y unos valores comunes que eran los que la dotaban de unidad. Desde el momento en que se deja de creer en la existencia de unas verdades o de unos valores comunes o compartidos se quiebra esa pretendida unidad. Por tanto, una persona que acepte que las verdades o que los valores son relativos no puede acto seguido invocar una pretendida unidad Europea.
    Te preguntas, querido Herr goldmundo: ¿Qué otra Europa ocupará su lugar? Pues bien, esa Europa ya está aquí y es precisamente una Europa a la que no le queda más remedio que negarse a sí misma puesto que ya no cree en la existencia de unos valores que puedan ser compartidos por todos sus miembros, , y por tanto, que la doten de unidad.

    Si tal como propones, las diferentes clases de personas se deberían de agrupar en partidos políticos para defender sus particularistas intereses, entonces no será posible hablar de una España o de una Europa unida que sea capaz de luchar contra las amenazas exteriores e interiores.
    Tal como yo lo veo, o somos capaces todas las clases de personas de compartir unos valores mínimos (a posteriori) o entonces no cabe hablar de unidad alguna. Para que Europa sea capaz de luchar contra las amenazas exteriores e interiores es necesario que todas las clases de personas, agrupados en diferentes partidos políticos, defiendan unos valores mínimos comunes. De no ser así, y así parece que es en la actualidad, no tendremos defensa alguna contra el peligro que nos viene de fuera ( o de dentro).

    Y es precisamente ahí donde radica la paradoja. No creemos que sea posible una unidad, ya que presuntamente es imposible compartir una serie de valores comunes, pero por otra parte, y frente a cualquier tipo de amenaza, se reivindica que Europa tiene que actuar unitariamente como si todos compartiéramos unos mismos valores.

    ¿Pero por qué se defiende que es imposible compartir una serie de valores mínimos ( a posteriori)?

    Pues se cree que es imposible porque se sigue defendiendo en torno a los valores una teoría subjetivista que considera que los valores son fruto de las emociones y en los que la razón no participa de forma alguna. Al pensarse que los valores son irracionales (participación única de los sentimientos) entonces se considera que sobre los valores no cabe diálogo alguno desde la razón.
    Por el contrario, en una teoría constructivista en torno a los valores, teoría que cada vez cobra más auge, se considera que en la construcción de los valores también participa la razón y que por tanto cabe una fundamentación razonada y razonable de los mismos. Una teoría constructivista en torno a los valores haría posible el poder establecer un acuerdo mínimo en torno a los valores que podría ser defendido por todos. Y sería precisamente ese acuerdo mínimo el que dotaría a Europa de la suficiente unidad y fortaleza para poder repeler toda agresión externa o interna.

    Un Cordial Saludo

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  3. Hola Elías.

    Tienes razón, en ocasiones entrecomillo palabras como "verdad", "bueno" y "malo". Lo hago para señalar que dichas valoraciones morales (bueno y malo sobre todo) son relativas y no universales. La Moral sí es universal, en tanto es un rasgo constitutivo del ser humano (todos los seres humanos son morales), pero no así los sistemas de valores socio-culturales que determinarán diferentes clases de "morales". La "verdad" marxista, por ejemplo, la entrecomillo porque considero que tan solo es la "verdad" de una determinada clase de personas (en absoluto de una clase social). Desde luego no es mi "verdad".

    Efectivamente, me reafirmo en mi tesis:

    “La clase de persona que seamos, por imperativo biogenético y moldeamiento circunstancial, determinará la ideología (valores y creencias) que adoptemos".

    Esto es así, existe una predisposición biogenética o neuropsicológica para "simpatizar" o adherirnos a determinadas creencias y/o ideologías. Lo que sucede es que el individuo-masa no se conoce a sí mismo, es decir, no realiza una necesaria meditación reflexiva e introspectiva (humildad ontológica) para buscar "su verdad". Será entonces, ante la ausencia de esfuerzo y sacrificio personal por "buscarse" y encontrarse a sí mismo, cuando será "engañado" por aquel populismo que mejor sepa seducirle.

    Te pondré el ejemplo del prototipo de individuo-masa para ilustrar mejor lo que pretendo explicar:

    El individuo A es un trabajador en paro que ha generado resentimiento y envidia hacia quienes son más afortunados que él. Dicho individuo no se ha autoevaluado honestamente (humilde introspección) y en vez de reconocer que desde pequeño rehuyó del deber de esforzarse en los estudios y sacrificarse; en vez de reconocer que en su juventud fue un juerguista que no se formó para ser valioso socialmente, prefiere proyectar su infortunio en "los otros".
    Ahora bien, dependiendo de la "clase de persona" que sea elegirá a diferentes "culpables". Si nuestro individuo A, por ejemplo, es portador de un carácter fuerte y orgulloso, y siente un fuerte apego hacia su patria, será seducido por la demagogia de un populismo de derechas (fascismo) y "culpará" de todos sus males a los inmigrantes extranjeros. Pero si dicho individuo A, además de orgulloso y terco, se siente apátrida y ciudadano del mundo, entonces será engañado por un populismo de izquierdas; todos sus males serán culpa del malvado capitalismo opresor.

    Ambos individuos son "engañados", pero dicho engaño está entrecomillado (bien visto) porque en realidad, y como ya señalé, lo que hace el individuo-masa es, primero, "autoengañarse" a sí mismo (para no reconocer su falta de responsabilidad vital) y, solo a continuación, se adherirá a aquel populismo que mejor refuerce la tesis de su "autoengaño".
    El individuo-masa obtiene, así, una suerte de "absolución". Todos sus pecados de irresponsabilidad vital serán perdonados por una dogmática ideología (análoga a una religión) que, maniqueísmo mediante, se encargará de dejar bien claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Nuestro individuo-masa pasará, por tanto, a adquirir la condición de "víctima", ergo también la de "bueno y justo", mientras que "los otros" (inmigrantes, capitalistas, burgueses, cristianos, etc...) serán los malos malísimos del mundo mundial.

    Sigo...

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  4. Hola de nuevo Elías.

    Sigo con mi larga, y espero que no aburrida, reflexión:

    Escribiste:

    "...es que precisamente las tesis de fondo que tratas de defender son las que están llevando a Europa al fracaso en el que actualmente nos encontramos sumidos. Si no existen unos valores mínimos o unas verdades mínimas que puedan ser fundamentadas desde la razón, y que puedan ser compartidas por todos, entonces Europa seguirá inerme ante las ofensivas que nos vienen del exterior y del interior".

    No entiendo qué quieres decir con lo de "las tesis que pretendo defender". Mi única tesis, expuesta y explicada, ha sido ésta: "la clase de ideología o creencia que adoptemos dependerá de la clase de persona que seamos". En mi respuesta anterior ahondé en este punto.

    Una segunda tesis podría ser (aunque no sé si te refieres a ella) la siguiente: "para poder ser engañados primero tenemos que autoengañarnos a nosotros mismos".

    Dices que deberían existir unos valores mínimos o unas verdades mínimas que pudieran ser fundamentadas desde la razón y compartidas por todos.
    Estoy totalmente de acuerdo contigo. De hecho, creo recordar que Gustavo Bueno señaló, muy en la línea de Ortega, que lo más valioso es la VIDA, la vida de todos y cada uno de los seres humanos. Si todos (las diferentes civilizaciones) reconociesen la vida como un valor supremo, sería factible articular (consenso mediante) una serie de reglas y normas para preservar la coexistencia y convivencia en "el parque humano".

    Pero Bueno, desde la acertada - en mi opinión- racionalidad de su materialismo filosófico, decía que era imposible preservar tan supremo valor desde el "idealismo" (religioso e ideológico) que imperaba en Occidente. En este sentido, y tal como señalara Heidegger, Occidente, ebrio de buenismo, lleva el germen de su propia autodestrucción en el seno de su bienintencionado humanismo.
    No hay solución para salvar a Europa, porque para ello, y como señalara Bueno, habría que reconocer dolorosas verdades: "si no nos aferramos a los restos de nuestra civilización (Occidental) seremos tragados por otras civilizaciones". Por motivos parecidos, Bueno defendía la pena de muerte y cuestionaba las supuestas bondades de nuestras tan magnificadas "democracias".

    ¿Tú crees, Elías, que el Islam (y no me refiero solo a su rama más integrista) estaría por la labor de consensuar unos valores mínimos (normas y reglas) para preservar la vida humana?




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  5. Dices:

    "Si tal como propones, las diferentes clases de personas se deberían de agrupar en partidos políticos para defender sus particularistas intereses, entonces no será posible hablar de una España o de una Europa unida que sea capaz de luchar contra las amenazas exteriores e interiores".

    Ha habido un grave error de interpretación por tu parte: no solo NO propongo ni defiendo particularismo alguno, sino que, muy al contrario, los denuncio y censuro con vehemencia.
    Me limité a exponer y explicar cómo, a partir de la existencia primera de diferentes clases de personas, éstas, a lo largo del devenir de la historia, acabaron agrupándose para defender mejor sus intereses particulares. Y critiqué duramente, precisamente, que por tal de legitimar sus egocéntricos particularismos los disfrazaran con ropajes de universalidad (validez para toda la humanidad).

    Yo estoy de acuerdo con tu teoría constructivista, que ya hemos debatido en otras ocasiones, para establecer unos valores mínimos en Europa. Ahora bien, tú mismo dices:

    "Y sería precisamente ese acuerdo mínimo el que dotaría a Europa de la suficiente unidad y fortaleza para poder repeler toda agresión externa o interna".

    Claro, si estamos defendiendo lo mismo: unidad y acuerdos entre europeos. El problema es que ahora muchos "europeos" (entrecomillado malicioso) son musulmanes. Y a estos hay que darles de comer aparte.

    Una de dos: o Europa legisla y establece valores mínimos que puedan ser defendidos por todos quienes se sientan europeos (occidentales) o legisla para establecer valores que puedan ser defendidos por todos sus "ciudadanos".
    La primera opción (la que dictaría el sentido común y defenderían Ortega, Heidegger o Bueno) y, de hecho, se aplica en Rusia sin complejos, sería tachada de "fascista".
    La segunda opción, la que hasta ahora está llevando a cabo el talantero y buenista humanismo europeo, logrará un falso consenso, pues los colectivos musulmanes aceptarán los beneficios y oportunidades de las democráticas y tolerantes sociedades europeas, pero ellos, a cambio, no se integrarán plenamente.

    ¿Tú cómo lo ves?

    Un cordial y afectuoso saludo.

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  6. Hola Herr Goldmundo

    Sí, efectivamente, la universalidad de la moral consiste en que todo hombre es constitutivamente moral. Cuestión aparte son los diferentes contenidos o códigos morales que no son universales. Totalmente de acuerdo

    Dijiste, Herr Goldmundo : “Efectivamente, me reafirmo en mi tesis: “La clase de persona que seamos, por imperativo biogenético y moldeamiento circunstancial, determinará la ideología (valores y creencias) que adoptemos".
    Esto es así, existe una predisposición biogenética o neuropsicológica para "simpatizar" o adherirnos a determinadas creencias y/o ideologías.”


    Bueno, pues esa tesis es más que discutible. Aunque en este punto deseo ser bastante cauto. Y seré bastante cauto porque yo no conozco ningún estudio científico que demuestre que nuestras notas biogenéticas o que unas determinadas circunstancias históricas DETERMINEN nuestra ideología. Y digo que deseo ser bastante cauto porque del hecho de que yo no conozca dichos estudios no se deriva que dichos estudios no existan y estén publicados.

    Yo no creo que una persona que por naturaleza sea vehemente, por ejemplo, quepa deducir que ello le determine para ser de izquierdas, de derechas o de cualquier otra ideología. Eso sí, una vez que esa persona se apropie o haga suya una determinada ideología, condicionado por lo que le acontece en su biografía personal, entonces casi seguro que esa persona la defenderá vehemente porque ese es su carácter.

    Y digo todo esto porque ahora dices” Mi única tesis, expuesta y explicada, ha sido ésta: "la clase de ideología o creencia que adoptemos dependerá de la clase de persona que seamos" cuando anteriormente habías dicho: ““La clase de persona que seamos, por imperativo biogenético y moldeamiento circunstancial, determinará la ideología (valores y creencias) que adoptemos".

    Es que son dos tesis bien distintas. Inicialmente dijiste que el hombre está DETERMINADO por su imperativo biogenético y por su circunstancias mientras que ahora, y tal como la has formulado, eliminas la determinación. Efectivamente, la clase de ideología o creencia que adoptemos dependerá de la clase de persona que seamos. La cuestión es si esa clase de persona que seamos está CONDICIONADA o por el contrario está totalmente DETERMINADA por su notas biogenéticas y sus circunstancias. Es decir, si posee o no una voluntad libre condicionada.

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  7. En cuanto al ejemplo que citas, que me parece bastante interesante, creo que tienes toda la razón. Pero claro, tienes toda la razón si efectivamente el individuo A es un trabajador en paro que ha generado resentimiento y envidia hacia quienes son más afortunados que él y además de joven fue un juerguista que no se formó para ser valioso socialmente.
    Pero si ese trabajador se ha formado y lleva toda su vida trabajando y no está frustrado ni siente envidia hacia quienes son más afortunados que él sino que simplemente la condición en la cual se encuentra, tanto él como su familia, se debe a que una clase política o financiera, y por tal de aumentar sus beneficios, lo ha dejado en el paro entonces cuando ese trabajador denuncie esa situación lo único que estará haciendo es decir simplemente la verdad.
    Ahora bien, que esa persona, y en esas penosas circunstancias, sea caldo de cultivo para que anide en él cualquier tipo de populismo tampoco lo niego. Y digo esto porque das a entender, y cito tus propias palabras, que “lo que hace el individuo-masa es, primero, “autoengañarse” a sí mismo (para no reconocer su falta de responsabilidad vital), y, solo a continuación, se adherirá a aquel populismo que mejor refuerce la tesis de su autoengaño.
    Es que da la sensación que defiendes que todo hombre que se encuentra en una situación penosa y dolorosa se debe a que esa persona es incapaz de reconocer su falta de responsabilidad vital. Y yo no niego que el populismo se nutra de gente que se encuentra en una situación penosa sino que lo que discuto es que esa situación en la que se encuentra sumido siempre sea culpa del individuo por no reconocer su falta de responsabilidad vital. Habrá situaciones en que la culpa sea atribuible a dicha persona mientras que en otros casos no puede, y no debe, de ser imputable al mismo.

    Me preguntas, Herr Goldmundo: “¿Tú crees, Elías, que el Islam (y no me refiero solo a su rama más integrista) estaría por la labor de consensuar unos valores mínimos (normas y reglas) para preservar la vida humana?”

    Al día de hoy mi respuesta es un rotundo y sonoro: “No”

    Por cierto, discúlpame la mala interpretación que he realizado en torno a tus palabras. Entonces creo que estamos de acuerdo.

    Y sí, el problema es considerar que ser europeo o ser español se reduce o consiste en poseer unos meros papeles. Ser europeo consiste en haber sido conformado desde una determinada cosmovisión. Y no es que yo esté en contra de que en europa no deban de existir personas que posean distintas o diferentes cosmovisiones. Bueno, siempre y cuando esas cosmovisiones asuman, y no simplemente acaten de mala gana, esos valores mínimos, que al día consideramos irrenunciables como pueda ser en de la separación entre la Iglesia y el Estado. Y de no ser así pues entonces tendremos que defendernos para no permitir ser asimilados o perder nuestra propia cosmovisión.

    Ahora bien, el problema de Europa no se llama Islam sino que se llama relativismo filosófico y relativismo axiológico. Ese es nuestro verdadero cáncer. Y es precisamente esa relativismo que considera que no se pueden compartir unos valores mínimos lo que nos está disolviendo por considerar a los valores como algo meramente subjetivos, y por tanto, sobre lo que no cabe dar razón alguna. O dicho de otra forma, la causa de la situación en la cual nos encontramos no se llama islam sino que éste es la consecuencia de nuestro relativismo cultural. Nuestro primer enemigo no es el Islam sino que somos nosotros mismos.

    Un Cordial y afectuoso saludo

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  8. Hola Elías.

    Matizaré mi tesis.
    Sostengo, como Fichte, que "adoptamos unas determinadas ideologías dependiendo de la clase de persona que somos".
    Y voy más allá y añado:

    "Si la clase de persona que somos está determinada por factores biogenéticos y circunstanciales (no hay más factores que puedan "moldear" nuestra personalidad), entonces, dichos factores biogenéticos y circunstanciales determinarán qué ideología adoptemos".

    Ahora, bien, tienes toda la razón al señalar que mi tesis está formulada en términos excesivamente deterministas, como si hubiese una ley o principio biogenético que siempre, y sin excepción, nos "obligara" a abrazar una ideología en concreto. Efectivamente, esto no es así.

    Yo siempre le suelo decir a mis clientes: "la biogenética predispone y las circunstancias disponen".
    La biogenética y la neuropsicología, por supuesto, no son ciencias matemáticas que puedan determinar con exactitud qué tipo de personalidad o de trastornos desarrollaremos en el futuro.

    En realidad, más que al "determinismo" debí referirme (tienes toda la razón) a una "predisposición potencial a".
    Sabemos, por ejemplo, que la presencia de determinados tipos de genes predispondrán, con una probabilidad estadísticamente significativa, la aparición de determinados trastornos de personalidad. Pero, es que, además, dicha probabilidad también aumentará o disminuirá dependiendo de numerosos factores ambientales.
    Como bien dices, dichos factores serían CONDICIONANTES, que no determinantes.

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  9. Corregida mi tesis, comento mi ejemplo.

    Por supuesto, y como señalé, mi ejemplo pretendía ilustrar. Tampoco es una ley matemática.
    Estamos de acuerdo en que no todos los jóvenes que están en el paro fueron inconscientes irresponsables. Claro que no. Pero es que a mí me interesaba señalar la estrecha relación (ésta sí que se podría demostrar estadísticamente) entre individuos irresponsables (individuos-masas) y populismos. Que sí, que sí, que siempre hay excepciones y también pueden darse individuos muy inteligentes y responsables convencidos de las bondades de determinados populismos (Podemos, por ejemplo). Pero yo estoy convencido de que en cualquier populismo, además de la élite intelectual que sabe cómo justificarlo y "venderlo" ante las masas descontentas, existe una gran masa humana que se caracteriza por la irresponsabilidad y la necesidad de autoengañarse a sí misma.

    Tus últimos párrafos los suscribo íntegros. Ser europeo debería consistir en algo más que poseer una acreditación a través de unos papeles.

    Con más tiempo retomaré el tema de las "cosmovisiones" (a ver si no se me olvida).
    Y sobre el Islam volvemos a estar de acuerdo, el culpable no es el invitado que se "arroga el derecho" a hacer lo que le plazca en casa ajena, sino del anfitrión que no sabe cómo establecer unos límites para defender sus propios derechos.

    Dices, y dices bien:

    "Nuestro primer enemigo no es el Islam sino que somos nosotros mismos".

    ¡Amén a tus palabras!

    Un cordial y afectuoso saludo.

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  10. ¿Sabes lo que más me molesta del populismo en España? Yo puedo entender perfectamente que una persona que lo ha perdido todo o que le vayan muy mal las cosas acabe aceptando cualquier tipo de ideología salvífica sin reflexión alguna, y por tanto, sin conocer las consecuencias que se derivan de la aplicación de la misma. Pero lo que me indigna (porque yo también soy un indignado, aunque de otro signo) es todas esas personas que adoptan esa ideología casi desde el puro snobismo. Conozco a jueces, magistrados y arquitectos que viven ganando unos grandes sueldos y que sin embargo me dicen que esta situación es insostenible y que hay que votar a “Podemos” ( de hecho los votan).

    Y no me molestaría tal situación si realmente considerara que honestamente así piensan los que así dicen y que verdaderamente están dispuestos a cambiar el mundo aunque yo no esté de acuerdo con el mundo que ellos desean construir. Lo que me molesta, mejor dicho, me indigna, y considero que debe de ser motivo de estudio desde el campo de la sociología y de la psicología, es que estoy plenamente convencido de que esas personas ni están dispuestos a cambiar el mundo, ni a cambiar sus vidas ni a cambiar la vida de los demás, ni a que les toquen sus bolsillos pero aún así los votan. Esto último es lo que me desconcierta y me llena de perplejidad.

    Espero tus reflexiones en torno a las cosmovisiones.


    Un Cordial Saludo.

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  11. Hola Elías.
    Antes de retomar el interesante tema de las "cosmovisiones", acabaré de explicar la relación entre individuo-masa y populismo.

    Decías:

    "Es que da la sensación que defiendes que todo hombre que se encuentra en una situación penosa y dolorosa se debe a que esa persona es incapaz de reconocer su falta de responsabilidad vital".

    No, no es como lo entendiste. Efectivamente, dije que "los individuos que se encuentran en situaciones penosas las más de las veces fue porque se condujeron con irresponsabilidad vital". Por supuesto, ya te reconocí que siempre hay excepciones.
    Ahora bien, lo que intenté explicar no fue que todo individuo fracasado hubiese sido, primero y necesariamente, un irresponsable, sino que cuando un individuo cae en desgracia tienes dos opciones:

    1) El camino difícil: conocerse a sí mismo a través de meditada introspección para descubrir cómo y por qué fracasó. Ésta es la vía del individuo responsable.

    2)El camino fácil: culpar del propio fracaso a "los otros" y asimilar el maniqueísmo falaz de los populismos: nosotros buenos vs los demás malos. Éste es el camino que suelen escoger los individuos-masa irresponsables.

    Tal es mi tesis, pero, claro, siempre hay excepciones. Y una de las excepciones más llamativas es la que tu mismo señalas: ¿cómo pueden individuos inteligentes, que se ganan muy bien la vida, defender las propuestas demagogas y falaces de Podemos? ¿Puro snobismo, dices?

    Sigo...

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  12. Tradicionalmente, corrígeme si me equivoco, el snob era alguien que intentaba aparentar pertenecer a una "clase más alta", ya fuere más culta o más acomodada que la suya propia.

    Sin embargo, hete aquí que en nuestra dolorosa España nos encontramos snobs de signo contrario: personas cultas e inteligentes, y bien acomodadas, que pretenden pertenecer o simpatizar con las "clases más humildes". ¿Por qué?

    Yo encuentro dos explicaciones, ambas íntimamente ligadas a los preceptos de la pseudomoral marxista:

    Primera: nuestros snobs podemitas generan sentimientos de culpa por tener éxito y ser mejores. Los intelectuales y gentes acomodadas que apoyan a Podemos se consideran "sentimentalmente" marxistas, es decir, desean creerse los más "buenos y justos". ¿Pero cómo pueden demostrar que son "buenos y justos", desde los postulados aristófobos del marxismo, cuando, al tiempo, son los "mejores" y unos privilegiados acomodados? Pues lo demuestran haciendo públicas y visibles sus "simpatías" hacía el populismo de las masas más descamisadas, es decir, expiando sus culpas por haber tenido éxito en la vida.

    Segundo: estos snobs también se esfuerzan en justificar su éxito legitimándolo, no como un logro producto del egoísmo personal, sino como un proyecto al servicio del bien común. Así, su cinismo les insta al peor de los autoengaños: creerse que todo lo que hacen lo hacen por los demás.

    Estaba pensando, mientras escribía estas líneas, en Silvanus, el cual logró sacarme de quicio, precisamente, por ser un vivo ejemplo del snobismo que pretendo describir.
    Recuerdo que el muy ladino se ganó ciertas antipatías cuando, tras reconocer que apoyaba a Podemos, también dijo ser empresario de éxito. ¿Cómo se justificó el muy cínico? Pues asegurando, raudo y veloz, que su empresa era de servicios destinados a ayudar a los demás, por y para el bien común. ¡Joder, no puedo con esta clase de hipócritas! Todas las empresas ofrecen servicios a la ciudadanía, pero si no son competitivas no son viables. La competitividad es un imperativo ineludible para toda empresa que quiera prosperar. ¿Cómo consigue que sea competitiva su empresa un podemita? ¿Acaso con ayudas de las administraciones? No sería el primer caso.

    En fin, dejo las "cosmovisiones" para luego, que me reclaman en la cocina...

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  13. Vamos a ello:

    Todas las civilizaciones han desarrollado, a lo largo del devenir histórico, una cosmovisión propia; es decir, una interpretación del mundo y de la realidad a partir de los hallazgos y/o construcciones llevados a cabo por sus respectivos Dasein históricos.

    El Dasein histórico es una razón de ser, la justificación del porqué y para qué una determinada cultura ha asimilado unas verdades y no otras.
    La verdad, en mi opinión, es más que la afirmación de algo que es o sucede (comprobable); es lo oculto en todo ente, es el sentido o esencia que subyace en el ser-en sí de las cosas.
    La verdad, entendida como enigma indescifrable, resulta impenetrable e inalcanzable, razón por la cual el Dasein histórico, finalmente, acaba "interpretándola" según el sentir de su razón de ser. Un sentir perfectamente legítimo y racional, pues es producto de la razón.
    Tanto da, en mi opinión, que dicha verdad sea interpretada como "hallazgo" o como "construcción". Lo que interesa de la verdad del ser no es, como decía, que sea comprobable, sino que sirva a un fin, que sirva de fundamento y justificación para legitimar la existencia y continuidad de una civilización.

    Occidente y el Islam defienden dos cosmovisiones (interpretaciones del mundo y del ser humano) completamente antagónicas; cada civilización ha hecho suyas determinadas "verdades".
    Ahora bien, ¿todas las "verdades" son igualmente legítimas, justas y razonables?
    Si contestamos que no, que hay valores y verdades mejores que otros, estaremos obligados a demostrar, razón mediante, por qué unas "verdades" son mejores que otras. Si, por el contrario, contestamos que todas las verdades que conforman una determinada cosmovisión son legítimas, pues todas son el fruto del devenir histórico-cultural de una civilización, estamos OBLIGADOS a defender nuestras verdades. Huelga dar razones.

    El problema humanitario que están ocasionando las crecientes oleadas de inmigrantes en Europa no es tanto por la dificultad de tener que integrar a nuevos ciudadanos como la de "armonizar" dos cosmovisiones (razones de ser) contrarias: la razón de ser de la Europa humanista, demócrata y respetuosa con los DDHH, vs la cosmovisión del Islam, suprematismo prepotente y dogmático.

    Ya señalé que para resolver este conflicto (real y creciente)o asumimos que Occidente es "mejor" que el Islam desde postulados humanistas (intentando convencer) o desde postulados de fuerza y derecho legítimo: si estás en mi casa condúcete según mis reglas y normas. No hay más.

    Sucede, pero, que la primera opción, la de intentar convencer a través de la razón, mediante políticas integradoras, comprensivas con las diferencias multiculturales, no solo está fracasando, sino que está ocasionando divisiones internas entre los propios europeos. La segunda opción está estigmatizada y se rechaza por considerarla "fascista".

    ¿Qué hacemos?

    Se admiten opiniones...

    Un afectuoso y cordial saludo.

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  14. Hola Herr Goldmundo

    La verdad es histórica. Es decir, no está dada sino que tiene que ir siendo descubierta. La verdad es algo que debe de ser postulada y experienciada tanto a nivel individual como a nivel histórico.
    De ahí la frase, tan cara a Zubiri de san Agustín, que decía: “ Buscad como buscan los que aún han de encontrar y encontrad como encuentran los que aún han de seguir buscando, porque escrito está, quien ha encontrado no ha hecho sino comenzar. Por tanto la verdad es algo que debe de ser perseguida, postulada y experienciada a lo largo de la historia.

    Ahora bien, ¿todas las "verdades" son igualmente legítimas, justas y razonables?

    Personalmente considero que no todas las razones ni todos los valores son igualmente válidos. Pongamos por caso la igualdad de la mujer. En una determinada cosmovisión se podrá defender que la mujer es igual al hombre ( en cuanto a los derechos políticos, económicos, sociales, etc) mientras que en otra se podrá defender una supremacía del hombre frente a la mujer. Pues bien, yo no me resigno a ese relativismo disolvente que acaba por decir que todos los valores son igualmente válidos porque los valores son irracionales, y por tanto, sobre los mismos no cabe dar razón alguna.

    Si alguien me da como razón de ser de esa supremacía del hombre frente a la mujer el que esté dicho en la Biblia o en el Corán pues como comprenderán ese argumento es del todo inaceptable. Pero es que además la experiencia histórica en las sociedades occidental desmiente tal razonamiento. No es únicamente que se puedan dar razones más solidas para defender la igualdad del hombre y de la mujer desde el punto de vista teórico sino que es la misma experiencia histórica la que muestra que dichos razonamientos son válidos frente a los de aquellos que persisten en la consideración de que la mujer es inferior al hombre porque así está escrito en un libro sagrado.

    Por tanto no se trata de asumir que en este caso concreto Occidente tenga la razón porque nosotros seamos occidentales sino porque existen razones y experiencias históricas que así lo muestran. Lo que sí que sería inaceptable es decir que todos nuestros valores son mejores porque son los nuestros. Sería inaceptable el que se dijera, por ejemplo, que la relación que establecemos con los seres vivos o con el medio ambiente en Occidente es mejor que la que establecen otras sociedades porque es la nuestra. Es que simplemente la experiencia histórica nos desmiente.

    Yo si que creo que existen unos valores superiores a otros tanto porque se pueden dar argumentos mejor fundados que otros y porque han pasado la prueba de la experiencia histórica. Obviamente, esto no se consigue de la noche a la mañana.

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  15. Sinceramente creo que hay que agotar la vía del diálogo y del razonamiento y mostrar a otras sociedades la experiencia histórica de aquello que tratamos de defender.
    Ahora bien, qué hacer cuando agotadas todas las vías no sea posible el consenso. Pues aquí siempre he considerado que habría que diferenciar entre una política exterior y una política interior. La política exterior consistiría en no imponer por vía de la fuerza nuestros valores. Y menos, cuando en realidad de lo que se trata es de esquilmar otros países en beneficio nuestro.
    Cuestión aparte sería la política interior. Aquí si que haría uso de la fuerza y de la imposición. Aquí si que compartiría esa frase que dice “ si estás en mi casa condúcete según mis reglas y normas”.
    El problema es que Europa ya no es una casa sino que precisamente lo que defiende es que no hay casa alguna, y además, no puede haberla. Mientras Europa siga considerando que no hay valores ni verdades mejores que otras entonces por qué va a luchar en contra de otros valores si considera que todos poseen igual rango.
    Si en Europa se impone la tesis, y es la que se ha impuesto, de que todos los valores son igualmente válidos, y que no cabe una defensa racional de unos sobre otros porque considera que los valores son irracionales, entonces de dónde va a sacar las fuerzas para luchar contra valores que provengan de fuera.

    Y si la situación es esa, y esa creo que es la situación, entonces no cabe hablar de que existen unos valores o reglas comunes compartidas por todos los europeos que constituyan desde ellas el armazón de nuestra “casa”.
    Si alguien considera que cada persona tiene sus propios valores y que no cabe dar argumento alguno de los mismos entonces cómo podemos hablar de los valores que defienden los europeos.


    Un Cordial y afectuoso saludo.

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  16. Hola Elías.

    ¿Qué más puedo añadir? Suscribo íntegra tu reflexión.
    Claro, yo también creo, como tú, que existen valores mejores y superiores a otros, y estoy convencido de que, en general, los valores occidentales son muy superiores a los del Islam.

    Ahora bien, y conste que lamento ejercer de abogado del Diablo, por desgracia cada vez hay más gentes europeas que no lo ven así. Y no solo no lo ven ni lo creen así, sino que, además, se ejercitan en descalificar y estigmatizar a quienes nos atrevemos a anteponer unos valores por encima de otros (véase, por ejemplo, el valor de la igualdad entre hombres y mujeres, que se acepta y se va consolidando en Occidente, pero que no es reconocido por el Islam).
    Como bien dices, ha sido la historia quien se ha encargado de "desvelar" las verdades a través de la razón, sí, pero también mediante muchas luchas y guerras. Y sería muy triste, además de irresponsable, que las generaciones actuales, ebrias de inconsciente relativismo, no supieran defender lo que con tanto esfuerzo y sacrificio lograron las anteriores.

    El enemigo no viene de fuera, sabemos que está entre nosotros y se conduce inconsciente e irresponsablemente; aman el relativismo y todo lo "igualan" perversa y torticeramente, hasta el punto de que aceptan que, por ejemplo, un musulmán pueda dominar y coaccionar a su mujer (por ser un valor cultural), pero ponen el grito en el cielo cuando hablan de violencia de género. Han permitido que muchas comunidades musulmanas hayan impuesto la ley de la Sharia en el corazón de Europa, en nuestras casas, como bien dices, pero se desgarran las vestiduras si ven un crucifijo en algún órgano o institución pública.

    Por lo visto, cuando les interesa se autoproclaman "laicos" (lo cual me parece perfecto, pues a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César), pero pierden su tan cacareada "laicidad" cuando, en nombre de la multiculturalidad, permiten y defienden que los colectivos islámicos sigan impregnando de "su" suprematismo religioso nuestras sociedades.

    Efectivamente, ya nadie se preocupa por la "casa europea". Ya no hay una casa común europea, y si no hay casa tampoco son necesarios los valores, reglas y normas, que habrían de cuidarla y defenderla.
    Como bien dices, las políticas "internas" deberían ser más enérgicas, y no tan laxas y condescendientes, con aquellos valores que suponen una clara regresión en las libertades y DDHH de nuestras sociedades.

    Si los diferentes Estados, como dije, no están por la labor de aplicar el DERECHO, democrática y racionalmente, para defender la "casa europea", llegaran los populimos y harán por las bravas lo que no se haga con "cabeza" y sentido común.

    Un afectuoso y cordial saludo.

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  17. Hola Herr Goldmundo

    Todos los populismos, fascismos o marxismos precisamente se nutren de la desorientación vital e intelectual de un pueblo como acontece en la actualidad. Frente al nihilismo las gentes necesitan alguien que les oriente en su minoría de edad. Prefieren entregarse irreflexivamente a cualquier “gurú” que les asegure un suelo o un cielo firme donde asirse antes que reflexionar por sí mismas.

    Y la pregunta sería: ¿Cómo es posible que los estados democráticos, a los que tanto se les llena la boca de educar a las personas para que sean seres autónomos, en cuanto vienen las cosas mal dadas las gentes se lanzan a abrazar cualquier tipo de populismo (becerro de oro)? No será más bien que esos estados no están formando a seres autónomos sino a individuos-masa consumidores.
    Precisamente los estados que se dicen democráticos, y por no serlos verdaderamente, están sentado las bases para ser autodestruidos por cualquier tipo de populismos.. O dicho de otra forma, el populismo no es la causa de la destrucción que se avecina sino la consecuencia de la autodestrucción a la que ya estamos asistiendo..

    Un Saludo

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  18. Hola Elías.

    Ningún Estado es "auténticamente" democrático. Por dos razones obvias: primera, la democracia es un ideal imposible y, segunda, las elites oligárquicas, sabedoras de tan cruda verdad, tampoco se esfuerzan por aspirar a lograr una mayor calidad "democrática".
    Una auténtica democracia es imposible, pero sí podría ser factible aspirar a mejorar la operatividad y eficacia de las actuales. ¿Cómo? Pues, simplemente, entendiendo que un sistema democrático también puede articularse y orientarse hacia la meritocracia y la excelencia, y no solo en base al logro de demagógicos igualitarismos y reivindicaciones de las masas.

    Hoy, como anunciara Ortega, se hace política por y para las masas. Craso error.
    Un ejemplo, la paridad que exige un mismo número de hombres y mujeres en los gobiernos. ¿Por qué? Lo importante, por lo visto, no es que en el gobierno estén los MEJORES (me da igual que sean hombres o mujeres) sino que el "sentir" de las masas sea satisfecho. Y, hoy por hoy, hay un fuerte sentimiento feminista que determina, en no pocas ocasiones, importantes decisiones políticas.

    No hay solución, en realidad, para "salvar" este callejón sin salida. Si los Estados europeos se doblegan al "sentir" de las masas, entonces están pervirtiendo la esencia de la auténtica democracia; pero si no lo hacen, entonces los populismos crecen y amenazan, paradójicamente, con acabar con los últimos vestigios de "democracia".

    Las masas coaccionan y acaban decidiendo, en definitiva, qué políticas implantar. ¿Las mejores o aquellas que mejor satisfagan sus irracionales reivindicaciones?

    Dices que los Estados están formando a individuos-masa en vez de a seres autónomos (ciudadanos responsables). Y yo te digo que no puede ser de otra manera, mientras estemos subyugados por la "dictadura de la opinión" (Platón) y la eterna rebeldía de las masas (Ortega).

    Un cordial y afectuoso saludo.

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