domingo, 1 de septiembre de 2019

LA MORAL DEL LADRÓN (¡exprópiese!)


INTRODUCCIÓN

Desde que Mario Bunge se despachara con un ad hominem tildando a Heidegger de “esquizofrénico”, pero, sobre todo, tras la póstuma publicación de los “Cuadernos negros” del pensador alemán, no han faltado críticos a la obra del autor de "Ser y tiempo", desde los ínclitos Farías o papá Habermas hasta nuestro Gustavo Bueno.
¿Qué es eso del ser?, se preguntan los filósofos materialistas choteándose de la inutilidad de formularse tal pregunta. Y, sin embargo, la pregunta encierra en sí misma, aunque no pueda ser respondida, otras cuestiones que sí urge responder: ¿por qué y para qué somos? ¡Casi ná!
Solo por instarnos a formular tales preguntas, Heidegger, en mi opinión, es un pensador de una vital importancia, ya que fue el primero en desenmascarar la prepotencia inherente al marxismo, entendido éste como “humanismo”.
Más tarde, Adorno y Horkheimer, en “Dialéctica de la ilustración”, también dejarían al desnudo la prepotencia inherente a toda conciencia que se erige en ÚNICA e indiscutible POSIBILIDAD de ser verdadera.

LA CLEPTOCRACIA COMUNISTA

Peter Sloterdijk (sí, lo sé, me repito más que el ajo) ha definido al comunismo como “un banco de odio”, como una ideología experta en invertir y sacar rédito del odio y el resentimiento; también lo ha definido como la ideología que “legitima el crimen”, por supuesto, el crimen cometido por los “buenos y justos”. Siguiendo esta singular línea de pensamiento, sin duda políticamente incorrecta, Sloterdijk concluyó que el comunismo fue el padre de lo que él denomina “cleptocracia estatal”, es decir, la legitimación (legal) del robo a los ciudadanos a través de los impuestos.
Nada podemos hacer ante la imposición, institucionalmente legalizada, de este robo o expolio al esfuerzo y trabajo de los ciudadanos, ¿pero y si el robo, aceptado por todos los marxistas y neomarxistas, llegara a legitimarse (justificarse) de forma ilegal? Pues entonces estaríamos ante un caso de corrupción como el de los EREs de Andalucía. Ni más ni menos.

LA ESENCIA DEL SER ESTÁ EN LA HISTORIA
Para quienes conozcan la historia, y también la intrahistoria, como diría Unamuno, no debería ser difícil llegar a la conclusión lógico-matemática de que 2+2 siempre suman 4. Sin embargo, Orwell, en su “1984”, ya nos alertó sobre cómo algunas conciencias prepotentes podían, incluso, llegar a crear una “neolingua” capaz de negar que 2+2 fuesen 4. ¿Surrealismo? Pues no, tan solo comunismo. A través del lenguaje (ya dijo Heidegger que el lenguaje era la casa del ser) se construye la verdad conforme a los sentimientos y voluntades de una determinada conciencia.

Y aquí quería llegar, a la estrecha e indisoluble comunión existente entre lenguaje, verdad y ser. Porque la verdad solo puede ser, es decir, solo puede imponerse institucionalmente si, primero, se hace verbo, saliendo de la caverna de la conciencia para manifestarse (consumarse) orgullosa en la realidad abierta.
El comunismo lo tuvo fácil para imponer su verdad, en parte porque hizo suyo el verbo marxista (teoría), pero también porque supo aprovechar el dolor de una época. De hecho, el comunismo (ahora con disfraces populistas) siempre renace de sus cenizas, cual ave Fénix, cuando el dolor que provocan las crisis más graves llega ser sentido por amplios sectores de la población.
La historia nos demuestra que, cuando el dolor se generaliza entre las masas, resulta fácil legitimar cualquier tipo de delincuencia, desde una sangrienta revolución y asesinatos selectivos (o indiscriminados) hasta el robo más descarado de las propiedades ajenas. Veamos, al respecto, la historia más reciente de España a partir de nuestra cruenta y fratricida Guerra Civil.

EL ROBO LEGITIMADO INSTITUCIONALMENTE
La palabra expropiación es, sin duda, un eufemismo de “robo”; es un concepto fabricado por la neolingua de los “buenos y justos”, siempre prestos a legitimar sus bárbaras acciones. Porque de la misma manera que no podía existir el crimen en el paraíso comunista, o no existe “la guerra” para nuestros progres, sino “las misiones de paz”; de esta misma manera, decía, tampoco existieron los “campos de exterminio” en la maravillosa URSS, sino “campos de reeducación”. Los gulags, aquellas acogedoras casas de campo dedicadas a la formación del espíritu nacional-bolchevique se concibieron a imagen y semejanza de aquellos inaccesibles balnearios donde solo la alta burguesía podía curarse “los dolores del alma”.
¿Y existió el robo de los EREs, el mayor fraude institucionalizado en la historia de España? No existió, porque lo que no se verbaliza (airea en los medios de comunicación) no puede alcanzar el estatus de verdad. Los EREs son tan solo un murmullo, un secreto a voces, pero sobre todo constituyen una fechoría sobre la que muchos, demasiados, prefieren echar toneladas de tierra... y cal viva, para evitar el mal olor.

Pero volvamos a nuestra historia.
Antes de que se produjera el glorioso Alzamiento Nacional, España había sido tomada al asalto, como si de un cielo se tratara, por los poetas de la destrucción. En el nombre de “nobles” causas y de justos fines los "buenos y justos" asesinaron, violaron y vejaron, torturaron y, por supuesto, robaron. Perdón, quise decir “expropiaron”.

LA MORAL DEL LADRÓN
Fue entonces, en los albores de nuestra GC, cuando nació en España, con orgullosa soberbia, la moral del ladrón (léase moral comunista) que se jactaba de serlo. Había que “expropiar” al que más tenía, porque lo justo era “repartir” la riqueza. Y lo mismo se expropiaba de sus tierras a un gran terrateniente que a un pequeño propietario que malvivía trabajando un pedazo de tierra con el sudor de toda la familia (daños colaterales, nada importante). Es lo que tenía el “crimen legítimo”, que no tenía por qué rendir cuentas ante nadie, siempre, por supuesto, que se cometiera en aras de conseguir loables fines últimos.

Esta “moral del ladrón”, que curiosamente en España se relaciona estrechamente con el PP (pobres infelices acomplejados), anida, en realidad, en el seno de todo rojo que se precie de serlo. La he visto demasiadas veces en mi propia familia y en conocidos muy rojeras. Les gusta a los descamisados legitimar sus hurtos, por ejemplo, cuando roban en grandes superficies comerciales. Total, ante tanta abundancia nadie repara en la falta de algunos productos irrelevantes. Lo mismo sucede en algunas empresas, donde los trabajadores suelen robar material o herramientas, alegando que la empresa es grande y está sobrada. Así somos.
CONCLUSIÓN

Pues bien, amigos, esta moral del ladrón, tan intrínsecamente unida a la moral marxista-comunista, es la que legitimó y permitió el robo de los EREs andaluces. Esta moral perversa de “quitar”, por principio "moral", al que más tiene, le permitió a toda una ministra (Carmen Calvo) decir que “el dinero público no era de nadie”. Por esta misma razón, el robo de los EREs no solo se legitimó, sino que, además, se ocultó, porque, hoy, como ayer, “no puede haber crimen en el paraíso socialista”. Y de descubrirse, ¡qué cojones!, no cabrá ninguna duda de que se hizo por el bien común, para repartir riqueza entre los ciudadanos. Pura justicia social.
Así es como el mayor robo o “expolio” a los bolsillos de los ciudadanos españoles (mayor que la Gurtel , el caso Malaya y los corruptos Pujol todos juntos) se ha perpetrado, con total descaro e impunidad, porque sí, porque ellos lo valen, porque ellos son “los buenos y justos criminales”.