lunes, 25 de mayo de 2020

SÁNCHEZ ZULÚ (la guerra incivilizada)




INTRODUCCIÓN


Decía Heráclito: “La guerra es la madre de todas las cosas, a unos hombres hace libres y a otros esclavos”. 


El filósofo presocrático se refería a la guerra entendiéndola como “conflicto entre partes”, como dialéctica o lucha entre contrarios. Del resultado final de dicha lucha dependería que una de las partes fuese la dominante (libre) y la otra la sometida (esclava).

La guerra, aunque siempre cruenta e indeseable, también ha sido susceptible, a lo largo de la historia, de poder desarrollarse más o menos “civilizadamente” o, por el contrario, a la manera de “los bárbaros”, sin cuartel y sin respetar un mínimo principio ético-moral. Con la política siempre ha sucedido otro tanto, se podían desempeñar estrategias diplomáticas conciliadoras o estrategias más beligerantes y agresivas. Política y guerra siempre han aparecido lo largo de la historia unidas de forma indisoluble. No pueden entenderse la una sin la otra.


SHAKA ZULÚ (serie de 1986)


Ahora sabemos, gracias a la labor encomiable de la antropología, que a lo largo de la historia han existido pueblos y culturas que realizaban “la guerra” de una forma más ritual-deportiva que sanguinaria. Recuerdo ahora, a bote pronto, cómo en la película “El hombre que quiso ser rey” (muy recomendable) los pueblos rivales, en lo que hoy sería Afganistán, se declaraban la guerra “meando en el río” cuando las mujeres del contrario iban allí a lavar la ropa. Los guerreros, de hecho, se colocaban máscaras y escenificaban una serie de danzas, exhibiendo sus armas, más con el objetivo de demostrar su bravura que con intención de matar.

La serie “Shaka Zulú” también refleja un importante alarde de investigación antropológica, mostrándonos cómo las diferentes tribus zulúes se enfrentaban entre sí a través de una serie de “danzas guerreras”, provocándose los dos bandos, situados uno enfrente del otro, pero sin matar al contrario. Este ritual, catártico y deportivo, se fue al traste cuando un sanguinario caudillo, llamado Shaka, decidió “romper las reglas del juego”. El ambicioso Shaka recurrió a la técnica para desarrollar un arma que, más que ornamental, resultara operativa y, en definitiva, mortal: la iklwa, una especie de lanza corta, muy polivalente, que lo mismo podía utilizarse como espada o cuchillo que se podía arrojar contra el enemigo. Shaka sumó a su innovadora tecnología su desmesurada “voluntad de poder”. O quizás fuese su inmensa ambición la que le “inspiró” la creación de un arma que le permitiera subyugar a todos los pueblos vecinos.


SÁNCHEZ ZULÚ


Pues bien, lo que más me llamó la atención cuando vi “Shaka Zulú”, siendo todavía un niño-adolescente, fue la sorpresa inesperada que causaba en el enemigo el hecho de que un pueblo rival les estuviera matando realmente, de verdad, sin escenificaciones rituales. La sorpresa era tal que los guerreros se quedaban paralizados, sin dar crédito a lo que sucedía, mientras las letales iklwas los masacraban, uno a uno, sin que apenas nadie ofreciera resistencia. ¿Qué estaba pasando?

Se habían roto “las reglas del juego”; se había vulnerado la ley tradicional, no escrita, que estipulaba cómo hacer la guerra de forma civilizada. Había surgido una nueva manera de hacer la guerra.


Esto, amigos míos, es lo que ha sucedido en España con el ambicioso Sánchez. Con el actual presidente del gobierno ha surgido una nueva manera de hacer política incivilizada, letal para la nación y para todos los españoles. Sánchez zulú ha desarrollado armas propias de artero, traidor y felón, que han dejado estupefacta a la generalidad de la oposición, sin capacidad de reacción.

A la sorpresa primera, ¿cómo se ha atrevido a tanto?, le ha seguido una suerte de resignación paralizante que ha dejado a toda la clase política indefensa, esperando todos los políticos a ser fagocitados, anulados o eliminados por la nueva política artera y sin escrúpulos de Sánchez zulú.
La parálisis del contrario, incapaz de reaccionar ante "la nueva realidad", le ha permito a Sánchez masacrar a la oposición a golpe de decretos, abusando de la mentira y la deslealtad hacia España y el conjunto de los españóles.


CONCLUSIÓN

Por primera vez en democracia, desde que se iniciara la Transición tras la muerte del Caudillo, un político ambicioso y sin escrúpulos ha traspasado todas las líneas rojas y "ha roto las reglas del juego democrático". Un peligroso Shaka ha puesto en peligro la misma integridad de la patria y el futuro de todos los españoles.





domingo, 17 de mayo de 2020

EL PSICÓPATA ENCADENADO (todo es personal)


INTRODUCCIÓN


Siempre suelo decir que incluso en el libro más malo podemos encontrar una perla, una idea o reflexión valiosa cargada de sentido. También en películas y series de TV podemos encontrar grandes verdades que, a menudo, subyacen ocultas entre tramas y guiones mediocres.


REALIDAD EN LA FICCIÓN


La mayoría de las ficciones, ya sean literarias o cinematográficas, muestran el desarrollo paralelo de las trayectorias vitales de uno o varios individuos (protagonistas) inmersos en unas determinadas circunstancias o trayectorias históricas (contexto). El conflicto entre el yo y su circunstancia siempre es dinámico, y se manifiesta y actualiza constantemente, pues dicho “conflicto” es el que alimenta el interés del lector/espectador, hasta lograr que lo que sucede en la ficción sea vivenciado por éste como una cuestión personal que le permita empatizar con los protagonistas y, sobre todo, le inste a tomar partido. Siempre, tanto en la realidad como en la ficción, se nos presentan conflictos ante los que debemos tomar partido.


EVOLUCIÓN DEL CONFLICTO


Una rápida ojeada por la historia del cine y las series de TV nos permite observar cómo se ha ido mostrando el conflicto a los espectadores, desde el burdo maniqueísmo de las primeras ficciones, que solo distinguían entre buenos y malos, hasta los conflictos actuales, más elaborados, donde el bien y el mal quedan prácticamente difuminados y relativizados.

Cuando al espectador se le insta a tomar partido por un personaje ambiguo, le surgen dudas, pero, sobre todo, se le obliga a cuestionar, evaluar, juzgar… Ya no bastará, tan solo, con estar de parte de los buenos. Antes, los espectadores lo tenían fácil, sabían quiénes eran los malos. Pero ahora las complicadas ficciones nos muestran a “malos” más humanizados, incluso consiguen convencer a las almas más bellas de que monstruosos psicópatas y sanguinarios terroristas, tienen Derechos. 
¿Pero hasta cuándo hay que respetar los derechos de un asesino que supone una grave amenaza para TODOS? ¿Cuál es el límite?


LA PERSONALIZACIÓN DEL CONFLICTO


Hay una constante que se repite, una y otra vez, en la mayoría de las ficciones cinematográficas: el protagonista solo adquiere su condición de héroe, es decir, solo se decide a actuar cuando el conflicto comienza a afectarle personalmente; cuando la realidad problemática, vista desde la distancia, comienza a pasarle factura a él mismo y los “suyos”. Antes de que el conflicto se personalice (le afecte grave y directamente), el protagonista suele actuar como un “alma bella” defensora de idealismos y de loables principios ético-morales. Contempla, pero no actúa.


EL PSICÓPATA ENCADENADO


En la serie de Ciencia Ficción “Los 100”, en su 5ª temporada, aparece un personaje secundario que, sin embargo, será relevante para definir el destino de algunos de los principales protagonistas. Se trata de un peligroso psicópata, un asesino en serie muy inteligente pero carente de “conciencia moral” (como él mismo reconocerá) e incapaz de controlar sus instintos.


Pues bien, la serie ficticia (o no tanto) nos muestra cómo una civilizada comunidad descubre la manera de tener “bajo control” al peligroso psicópata, sin necesidad de acabar con su vida. El peligroso individuo permanece libre, entre el resto de ciudadanos, pero portando un collar que le aplica descargas eléctricas cuando el guardián de turno, a través de un mando a distancia, considera que pierde el control y se torna agresivo.

Se producirán sucesivos altercados en los que el psicópata, descontrolado, atacará a varios ciudadanos, hiriendo a unos e incluso matando a varios, ya que el portador del mando a distancia no siempre logra activar el collar a tiempo. Pero nadie cuestiona el Derecho del psicópata a seguir con vida.


El hecho más significativo, sobresaliente diría yo, ocurre cuando una doctora que está custodiando al psicópata, “se descuida” y éste, desenfrenado, ataca a su pareja hasta casi matarla. Entonces, la “dulce doctora”, que hasta el momento solo había aplicado descargas eléctricas disuasorias, cada vez que el psicópata atacaba o mataba a alguien, toma el mando y lo achicharra, literalmente.


CONCLUSIÓN


La mayoría de las “almas bellas” están dispuestas a aceptar y soportar daños colaterales, por supuesto, pero siempre que los daños recaigan sobre los otros, no directamente sobre ellos y los suyos.


Solo cuando el psicópata Pedro Sánchez ataque de muerte a la generalidad de los españoles, arruinándolos y llevándolos a la miseria, las almas bellas más afectadas, de forma personal, decidirán que ya se acabó el tiempo de gracia para el felón. Pero para entonces, quizás ya sea demasiado tarde, y algunos de sus seres queridos ya no puedan estar junto a ellas. Es lo que tiene mantener con vida a los psicópatas, dándoles balones de oxígeno y permitiéndoles sobrevivir políticamente. 

España está en poder de un peligroso psicópata y una panda de comunistas bolivarianos. Supuestamente, el actual gobierno socialcomunista está encadenado a una Constitución que nos preserva de sus desvaríos e instintos más asesinos. Pero... ¿hasta cuándo resistirá el collar protector de nuestra Carta Magna?





domingo, 10 de mayo de 2020

¡JOÍOS NIÑOS! vs IDEOLOGÍA LGTBI

INTRODUCCIÓN

Hace ya unos meses, aprovechando un día que se adivinaba soleado, salí a hacer una de mis largas caminatas "heideggerianas"; largos paseos que lo mismo me sirven para rebajar triglicéridos, colesteroles y barriga, que me permiten reflexionar sobre la frustrante realidad y el hecho trágico que supone el drama de vivir.

CAMINOS DE BOSQUE

Como decía, en uno de mis habituales paseos montañeses, recorriendo caminos rodeados de pinos, coincidí con un hombre bastante más joven que yo. Caminaba el sujeto, feliz, flanqueado por dos pequeños: un niño de unos 4 o 5 años y una pequeña de poco más de tres. A medida que me acercaba a ellos se me esbozaba una tímida sonrisa. ¡Qué recuerdos! El niño, to chulo, hacía sonar un silbato mientras la pequeña, alegre y jocosa, canturreaba letras ininteligibles.

Al llegar a la misma altura que ellos, el niño me miró fijamente y me obsequió con un sonoro y retador toque de silbato, como queriéndome decir "¡y tú qué miras!". La niña, por el contrario, me saludó con una bella sonrisa y me dijo "hola". ¡Hola!, le respondí agradecido. ¡Buenas!, añadió el padre orgulloso de su prole. Y tras devolverle el saludo proseguí mi camino, sin poder evitar recordarme a mí mismo paseando con mis pequeños hace ya algunos años.

El último paseo con el pequeño, antes de que fuese secuestrado y apartado de mí por las perversas tecnologías, fue hace más de tres años (él tendría unos 10 años). Recuerdo que la última vez que logré sacarle de casa, para que paseáramos juntos, tuve que sobornarle ofreciéndole 5 euros. Ahora ya no se mueve del sofá, o de la cama, ni por 10 euros. Prefiere pasarse las horas frente a la Play, el ordenador o el móvil. Sí, mi hijo es un otaku.

¡Cómo han cambiado los tiempos! Los mejores recuerdos que tengo con mi padre se retrotraen a aquellos sábados y domingos, o días de vacaciones, en que nos llevaba a mis hermanos y a mí a recorrer montañas, senderos o cualquier lugar apartado de la civilización. Mi padre fue un provinciano amante de la naturaleza que tuvo la desgracia de tener que vivir y morir en la urbanita Barcelona (¿cuántas veces exclamaría que él no se moriría en Cataluña?).

A cada paso que daba, el estrecho sendero por el que transitaba parecía empeñarse en despertar mi memoria. ¡Cómo echaba de menos a mis pequeñucos! Ya no volvería a pasear más con ellos. Han crecido y sus gustos e intereses están muy alejados de los míos. A ninguno de mis hijos les gusta la naturaleza.
Ya solo me queda la esperanza de llegar a ser abuelo. Me gustaría volver a recorrer bosques y senderos junto a unos nietos a los que poder explicarles cuentos y chistes, cosas sobre la naturaleza, curiosidades y tonterías, como hice yo con mis hijos y como hizo mi padre con los suyos.

NUEVAS IDEOLOGÍAS

Al llegar a casa pillé a mi hija por banda y, como el que no quiere la cosa, tras iniciar una conversación saqué a colación, distraidamente, el tema de los hijos:

- Oye, ya sabes que si alguna vez cometes un "desliz" y te quedas embarazada no debes preocuparte, la mamá y yo criamos a tu bebé.

- ¡Otra vez, viejo! ¡Qué pesado! Ya te he dicho mil veces que no pienso tener hijos. No pienso quedarme 9 meses con un niño dentro de mí y luego tener que sufrir los dolores del parto.

- ¿Por qué no te quedas preñado tú?, setenció furiosa.

- ¡Ya lo está!, apostilló el pequeño, siempre al acecho, señalando mi "generosa" barriga.

Y así, eludiendo el tema de los nietos, mis dos vástagos comenzaron a descojonarse, lo cual facilitó que mi hija se relajara y me "regalase" una lección gratuita de ideología LGTBI.
Mi joven empoderada (joío palabro) me largó un rollo patatero sobre las diferencias entre sexo y género. Me ilustró apasionadamente, explicándome que, en realidad, muchos "trans" estaban confundidos porque no diferenciaban correctamente entre lo que era sentir su propio cuerpo a nivel biológico (sexual) y a nivel cultural (género). Llegó a su propia conclusión (que no recuerdo) y, a continuación, pillándome en braguillas, me soltó:

- ¿Tú qué crees, viejo?

Yo le solté una sarta de sinsorgadas (en realidad no he reflexionado suficientemente sobre el tema en cuestión). Y mi hija, frunciendo ligeramente el ceño, seguramente advirtiendo que yo no tenía ni pajolera idea, se volvió a su habitación despidiéndose con un condescendiente vale.

Me preocupé, porque antes pensaba que mi hija no quería tener hijos por cabezonería propia de adolescentes, pero, tras comprobar que su decisión estaba tan bien meditada y fundamentada, sentí pánico: ¿me negaría mi hija la Gracia y la dicha de ser abuelo?

Caí en la cuenta, entonces, de que los tiempos, las costumbres, valores y creencias, estaban cambiando demasiado rápido; tan rápido que la vida, lo que para mí significaba el hecho de estar vivo y religado a la naturaleza, se estaba olvidando y, peor aún, se estaba despreciando sin ningún disimulo. Otras nuevas conciencias (ideologías) se están mostrando ahora desnudas en el claro del bosque. Nuevas "verdades" seducen a nuestros hijos y nos los arrebatan; nuevos modos de ser que nos niegan la esperanza en un futuro mejor; un futuro con hijos y con nietos.

¡Joíos niños! Recordé la expresión que repetía machaconamente un amigo de mi padre (tuvo 6 churumbeles). Cada vez que alguno de sus hijos se la liaba parda, se quejaba soltando su "¡joíos niños!", pero siempre con la boca chica, porque aquel buen hombre sabía, a pesar de todo, que sus hijos eran lo más valioso que tenía.
Los hijos, por mucho que nos toquen los huevecillos (como yo suelo decir), son lo más valioso de nuestras vidas... al menos de momento y hasta que una ideología supremacista  dicte lo contrario.

viernes, 8 de mayo de 2020

DISONANCIA COGNITIVA Y L A APUESTA DE PASCAL (golpe en Cataluña)



INTRODUCCIÓN

Hace poco más de un año, leí que algunos integrantes del gremio de la psicología explicaban a los medios, y también a la ciudadanía necesitada de engaños, que los secesionistas catalanes padecían un claro trastorno de disonancia cognitiva. Dicho trastorno explicaría la sintomatología delirante y la evidente desconexión entre realidad-ficción que caracterizan al fanático de la Terra (catalanes independentistas).

El ciudadano medio, pero también muchos analistas e intelectuales, se congratularon, entusiasmados, de que algunos estudiosos de la mente humana hubiesen dado con el diagnóstico del mal que aquejaba al tontiloquismo provinciano.

¿De verdad? ¿Realmente creen haber dejado al desnudo los mecanismos psicológicos que subyacen en el autoengaño cínico? Yo creo que no.

PERSPECTIVA ONTOLÓGICO-FILOSÓFICA

¿Qué es la disonancia cognitiva? Podríamos decir, siguiendo a Ortega, que es la discrepancia entre el yo y las circunstancias; la no coincidencia entre el sujeto y su mundo; es la natural e inevitable diferencia entre lo que queremos o creemos ser y lo que realmente somos.
La disonancia cognitiva, pero, no es una particularidad (patología) exclusiva de determinados individuos o grupos humanos, sino que es un universal que afecta al conjunto de la humanidad; es el choque entre ser y pre-ser que se da en la conciencia de manera constante y dinámica.

La disonancia cognitiva es ontológica y constitutiva del ser humano; es la enfermedad a la que se refiriera Unamuno en su “Del sentimiento trágico de la vida”; esa enfermedad del alma, terrible, que nos insta a creernos dioses, cuando, en realidad, somos tan solo seres indigentes cuyo único destino fatal es ser para la muerte.

Los primeros síntomas o padecimiento de disonancia cognitiva surgen a edad temprana en todos nosotros, cuando nuestra inteligencia comienza a desarrollarse y entramos en contacto con el apasionante mundo a través de la operatividad abstracta (Piaget). No tardamos en pensar en la muerte, en lo absurdo que es la existencia, y nos decimos a nosotros mismos que, por fuer, debe haber algún sentido último, una razón o un porqué que justifique nuestras vidas. La realidad nos dice que no, que solo hay muerte, pero nuestro orgulloso y altivo Yo, nuestro yo absoluto-relativo, que diría Zubiri, se niega aceptar el sinsentido del ser.

Tras la irrupción en nuestras vidas de esta dolorosa disonancia cognitiva ontológica, que bien podría interpretarse como una caída en términos heideggerianos, nuestra inteligencia se ve impelida a trabajar y buscar (razonar, crear e idear...) para salvar al Yo de la angustia vital; para mitigar su dolor y frenar pulsiones suicidas. Ya dijo Albert Camus que la finalidad de la filosofía consistía, en última instancia, en huir del suicidio (parafraseo).

Será entonces, ante la aparición del dolor de una época, cuando las conciencia colectivas salvadoras, religiosas, ideológicas, místicas o criptobudistas, aprovecharán para proponer sus respectivas curas a las atormentadas conciencias individuales

LA CURA DE PASCAL (solo para cínicos)

Todas las propuestas religiosas e ideológicas surgen, en primer lugar, como curas del alma; como promesas de esperanza y salvación. Si el individuo tiene fe en la causa de una cosmovisión redentora, cualquiera, entonces se salvará, pero deberá, primero, sacrificarse por dicha causa.
El primer sacrificio que toda causa demanda a un individuo es que, para hacerla suya, debe creer en sus dogmas. Si el individuo es un ingenuo, un "alma bella", creerá ciegamente y se convertirá en un fiel devoto. Pero,  ¿y si el individuo es una persona inteligente que ha visto las ventajas de creer en una causa, aunque sospecha o, peor aún, es consciente de la falsedad de la misma?

En no pocas ocasiones, los individuos se ven inmersos en dilemas existenciales, la mayoría de las veces dilemas ético-morales. El dilema surge siempre cuando el sujeto es consciente de la discrepancia entre realidad y deseo.
Pongamos por ejemplo, para el tema que nos ocupa, el caso del independentismo catalán.

La realidad le muestra a un tontiloco, nítidamente y razón mediante, que Cataluña es España.
El deseo, pero, le insta a creer, a través de sentimentalismos emocionales, que Cataluña no es España.

Efectivamente, lo que se plantea en la conciencia del sujeto es un dilema, una discrepancia entre deseo y realidad, pero esta disonancia cognitiva es común, como señalé en mi introducción, a la generalidad de los seres humanos. Podremos, perfectamente, desear ser millonarios, pero la realidad nos mostrará, terca y obstinadamente, que somos pobres. Francisco, mi vecino, desea ser Napoleón, pero tan solo es Paco, el hijo de la Justina.
¿En qué momento podremos hablar de disonancia cognitiva como patología? Pues sólo cuando el individuo, en vez de afrontar dicha discrepancia como un componente constitutivo de sí mismo (todos somos eternos soñadores) dé un paso más y rompa todo vínculo con la realidad. Esta ruptura o paso definitivo para negar la realidad lo dará el loco, pero no el cínico.

De hecho, el tontiloco provinciano es un cínico, pero no un loco. Fue Unamuno, sagazmente, quien añadió el adjetivo de tonto al de loco, formando un neologismo (tontiloco) que debería ser utilizado con más frecuencia, no como insulto, sino como acertada descripción de un modo de ser; una forma de ser deshonesta y tramposa.
El tontiloco no es un auténtico creyente, ergo tampoco padece una auténtica disonancia cognitiva; tan solo hace suya la apuesta de Pascal, demostrando que de tonto no tiene ni un pelo.

La apuesta de Pascal constituye, en sí misma, lo que podríamos considerar un autoengaño consciente, ya denunciado por Unamuno en su "Del sentimiento trágico de la vida". Decía Pascal que lo más conveniente, ventajoso y práctico (todo puro utilitarismo) era creer en Dios. Creer en Dios se convertía, según los argumentos de Pascal, en una apuesta segura. Si Dios existía realmente, habríamos hecho bien en creer, pero si resultaba que Dios no existía, tampoco habríamos perdido nada por haber creído. Es decir, con la apuesta en la fe, léase el deseo de creer, el individuo ganaba siempre.

Pero, como bien supo ver Unamuno, la fe que propugnaba Pascal era una fe impostada; era, en realidad, un autoengaño consciente, no una fe auténtica. Sloterdijk, más recientemente, se ha referido a dicha trampa, urdida por la conciencia creyente, como el producto de una autohipnosis consciente.

CONCLUSIÓN

El tontiloco catalán, es en realidad un cínicoloco, pues no padece disonancia cognitiva, menos aún delirios de fantasía, como sostuvo el juez Marchena para disculpar el proceder del golpe secesionista. Un cínicoloco es, en realidad, más cínico que loco; es un astuto pragmático que ha aprendido mucho de Pascal. El cínicoloco ha aprendido que le resulta ventajoso apostar en la creencia de la nación catalana. De hecho, si el secesionista lleva hasta las últimas consecuencias su ruptura con la realidad y vence, todo habrá valido la pena, pero si fracasa tampoco pasará nada, porque siempre habrá un Marchena o un socialcomunista a mano para disfrazar de locura o patología lo que no es sino pragmático cinismo.


viernes, 1 de mayo de 2020

LA DIALÉCTICA DE LAS LÁGRIMAS (Solón vs Pablo Iglesias)



INTRODUCCIÓN


Las “izquierdas posmodernas” españolas, es decir, los “progresistas” de siempre, ahora sanchificados y podemizados, se obcecan en seguir negando la realidad para, así, ajustarla mejor a sus “idealistas conciencias”.


Nuestros posmodernos continúan creando posverdades (falsas verdades) y ficticias realidades; se siguen obstinando en creer, autohipnosisis sugestivas mediante, en sus sentimentales mundos de Yupi.
Pero estos infames, tras pervertir la razón e instrumentalizarla, aún están llegando más lejos, atreviéndose, incluso, a pervertir los sentimientos más puros y honestos, hasta convertirlos, también, en herramientas al servicio de sus intereses bastardos.


EL SENTIMENTALISMO INSTRUMENTAL


De la misma manera que la “razón ilustrada” devino “razón instrumental”, orientada a la consecución de determinados fines concretos, la otrora espontánea expresión de las emociones también está siendo forzada a convertirse en falsa representación psicoestética; en nuevo sentimentalismo instrumental al servicio de nuevas conciencias ñoño-soñadoras.
Así, la razón lógico-tradicional de nuestros padres está siendo sustituida por la razón estético-sensible de nuestras madres. Pero no, ni siquiera eso, pues la razón de nuestras madres, aunque ebria de emotiva empatía, todavía estaba religada a la realidad, a la tierra, a la vida… a la verdad.

Ahora, sin embargo, se impone la ficticia verdad femimarxista y su “ideología de género”; una “verdad” que nada o muy poco tiene que ver con la razón de ser histórica de los respetables matriarcados tradicionales.
Femimarxistas y podemitas, ellos, ellas y elles, y la madre que los parió a todos, están pervirtiendo los sentimientos más puros, necesarios para la catarsis de las almas más atormentadas, hasta convertirlos en impostadas “bufonadas ideológicas”.


LAS LÁGRIMAS DE CARNE Y HUESO DE SOLÓN


Unamuno, en su “Del sentimiento trágico de la vida”, cuenta el episodio acaecido entre un poderoso gobernante (cuyo nombre recuerdo) y el sabio Solón.
Estando Solón llorando amarga y desconsoladamente, tras la muerte de su hijo, se le acercó un rey para preguntarle “por qué lloraba”. En el parecer del poderoso, no denotaba demasiada sabiduría lamentarse por un hecho ya irremediable. ¿No ves, preguntó el gobernante a Solón, que llorar no sirve de nada?


Y Solón le contestó: - Pues, precisamente, por eso lloro, porque no sirve de nada.


Las lágrimas de Solón surgían de la impotencia y de la frustración, eran el fruto de la catarsis, sincera y honesta, de un alma verdaderamente atormentada; un alma que sabía que ya NADA podía hacer para devolverle la vida a su hijo. Eran lágrimas humanas, pero también, como diría Don Miguel, eran lágrimas de “carne y hueso”. No eran, en absoluto, lágrimas instrumentales.


LAS LÁGRIMAS PSICOESTÉTICAS DE PABLO IGLESIAS


Los patéticos psicodramas representados por Pablo Iglesias, a través de llantos impostados, falsos y bufonescos, nos provocarían la risa, incluso las carcajadas más despiadadas, si no fuera porque bajo la apariencia de su fingida “sensibilidad humanista” se esconde un ser sin alma. Peor aún, se esconde un “destructor de almas”, un individuo despreciable que, con su proceder, alimenta la sospecha de que cualquier llanto, como el suyo propio, pueda ser, tan solo, un impostado “llanto instrumental”. 


Lo verdaderamente grave de todo el pensamiento estético-sensible posmoderno no radica en que éste se postule como una mentira cínica y descarada, que también, sino que consiste en negarles a los últimos hombres de carne y hueso la posibilidad de poder llorar sin que ello sirva para NADA; llorar, tan solo, para purificar el alma; llorar para exorcizar el sentimiento trágico de vivir…


Lo trágico de las lágrimas de Pablo Iglesias es que su “calculada instrumentación” niega la verdad de otras lágrimas más sinceras y honestas, lágrimas inútiles, pero necesarias para el espíritu, como las del sabio Solón.