viernes, 8 de mayo de 2020
DISONANCIA COGNITIVA Y L A APUESTA DE PASCAL (golpe en Cataluña)
INTRODUCCIÓN
Hace poco más de un año, leí que algunos integrantes del gremio de la psicología explicaban a los medios, y también a la ciudadanía necesitada de engaños, que los secesionistas catalanes padecían un claro trastorno de disonancia cognitiva. Dicho trastorno explicaría la sintomatología delirante y la evidente desconexión entre realidad-ficción que caracterizan al fanático de la Terra (catalanes independentistas).
El ciudadano medio, pero también muchos analistas e intelectuales, se congratularon, entusiasmados, de que algunos estudiosos de la mente humana hubiesen dado con el diagnóstico del mal que aquejaba al tontiloquismo provinciano.
¿De verdad? ¿Realmente creen haber dejado al desnudo los mecanismos psicológicos que subyacen en el autoengaño cínico? Yo creo que no.
PERSPECTIVA ONTOLÓGICO-FILOSÓFICA
¿Qué es la disonancia cognitiva? Podríamos decir, siguiendo a Ortega, que es la discrepancia entre el yo y las circunstancias; la no coincidencia entre el sujeto y su mundo; es la natural e inevitable diferencia entre lo que queremos o creemos ser y lo que realmente somos.
La disonancia cognitiva, pero, no es una particularidad (patología) exclusiva de determinados individuos o grupos humanos, sino que es un universal que afecta al conjunto de la humanidad; es el choque entre ser y pre-ser que se da en la conciencia de manera constante y dinámica.
La disonancia cognitiva es ontológica y constitutiva del ser humano; es la enfermedad a la que se refiriera Unamuno en su “Del sentimiento trágico de la vida”; esa enfermedad del alma, terrible, que nos insta a creernos dioses, cuando, en realidad, somos tan solo seres indigentes cuyo único destino fatal es ser para la muerte.
Los primeros síntomas o padecimiento de disonancia cognitiva surgen a edad temprana en todos nosotros, cuando nuestra inteligencia comienza a desarrollarse y entramos en contacto con el apasionante mundo a través de la operatividad abstracta (Piaget). No tardamos en pensar en la muerte, en lo absurdo que es la existencia, y nos decimos a nosotros mismos que, por fuer, debe haber algún sentido último, una razón o un porqué que justifique nuestras vidas. La realidad nos dice que no, que solo hay muerte, pero nuestro orgulloso y altivo Yo, nuestro yo absoluto-relativo, que diría Zubiri, se niega aceptar el sinsentido del ser.
Tras la irrupción en nuestras vidas de esta dolorosa disonancia cognitiva ontológica, que bien podría interpretarse como una caída en términos heideggerianos, nuestra inteligencia se ve impelida a trabajar y buscar (razonar, crear e idear...) para salvar al Yo de la angustia vital; para mitigar su dolor y frenar pulsiones suicidas. Ya dijo Albert Camus que la finalidad de la filosofía consistía, en última instancia, en huir del suicidio (parafraseo).
Será entonces, ante la aparición del dolor de una época, cuando las conciencia colectivas salvadoras, religiosas, ideológicas, místicas o criptobudistas, aprovecharán para proponer sus respectivas curas a las atormentadas conciencias individuales
LA CURA DE PASCAL (solo para cínicos)
Todas las propuestas religiosas e ideológicas surgen, en primer lugar, como curas del alma; como promesas de esperanza y salvación. Si el individuo tiene fe en la causa de una cosmovisión redentora, cualquiera, entonces se salvará, pero deberá, primero, sacrificarse por dicha causa.
El primer sacrificio que toda causa demanda a un individuo es que, para hacerla suya, debe creer en sus dogmas. Si el individuo es un ingenuo, un "alma bella", creerá ciegamente y se convertirá en un fiel devoto. Pero, ¿y si el individuo es una persona inteligente que ha visto las ventajas de creer en una causa, aunque sospecha o, peor aún, es consciente de la falsedad de la misma?
En no pocas ocasiones, los individuos se ven inmersos en dilemas existenciales, la mayoría de las veces dilemas ético-morales. El dilema surge siempre cuando el sujeto es consciente de la discrepancia entre realidad y deseo.
Pongamos por ejemplo, para el tema que nos ocupa, el caso del independentismo catalán.
La realidad le muestra a un tontiloco, nítidamente y razón mediante, que Cataluña es España.
El deseo, pero, le insta a creer, a través de sentimentalismos emocionales, que Cataluña no es España.
Efectivamente, lo que se plantea en la conciencia del sujeto es un dilema, una discrepancia entre deseo y realidad, pero esta disonancia cognitiva es común, como señalé en mi introducción, a la generalidad de los seres humanos. Podremos, perfectamente, desear ser millonarios, pero la realidad nos mostrará, terca y obstinadamente, que somos pobres. Francisco, mi vecino, desea ser Napoleón, pero tan solo es Paco, el hijo de la Justina.
¿En qué momento podremos hablar de disonancia cognitiva como patología? Pues sólo cuando el individuo, en vez de afrontar dicha discrepancia como un componente constitutivo de sí mismo (todos somos eternos soñadores) dé un paso más y rompa todo vínculo con la realidad. Esta ruptura o paso definitivo para negar la realidad lo dará el loco, pero no el cínico.
De hecho, el tontiloco provinciano es un cínico, pero no un loco. Fue Unamuno, sagazmente, quien añadió el adjetivo de tonto al de loco, formando un neologismo (tontiloco) que debería ser utilizado con más frecuencia, no como insulto, sino como acertada descripción de un modo de ser; una forma de ser deshonesta y tramposa.
El tontiloco no es un auténtico creyente, ergo tampoco padece una auténtica disonancia cognitiva; tan solo hace suya la apuesta de Pascal, demostrando que de tonto no tiene ni un pelo.
La apuesta de Pascal constituye, en sí misma, lo que podríamos considerar un autoengaño consciente, ya denunciado por Unamuno en su "Del sentimiento trágico de la vida". Decía Pascal que lo más conveniente, ventajoso y práctico (todo puro utilitarismo) era creer en Dios. Creer en Dios se convertía, según los argumentos de Pascal, en una apuesta segura. Si Dios existía realmente, habríamos hecho bien en creer, pero si resultaba que Dios no existía, tampoco habríamos perdido nada por haber creído. Es decir, con la apuesta en la fe, léase el deseo de creer, el individuo ganaba siempre.
Pero, como bien supo ver Unamuno, la fe que propugnaba Pascal era una fe impostada; era, en realidad, un autoengaño consciente, no una fe auténtica. Sloterdijk, más recientemente, se ha referido a dicha trampa, urdida por la conciencia creyente, como el producto de una autohipnosis consciente.
CONCLUSIÓN
El tontiloco catalán, es en realidad un cínicoloco, pues no padece disonancia cognitiva, menos aún delirios de fantasía, como sostuvo el juez Marchena para disculpar el proceder del golpe secesionista. Un cínicoloco es, en realidad, más cínico que loco; es un astuto pragmático que ha aprendido mucho de Pascal. El cínicoloco ha aprendido que le resulta ventajoso apostar en la creencia de la nación catalana. De hecho, si el secesionista lleva hasta las últimas consecuencias su ruptura con la realidad y vence, todo habrá valido la pena, pero si fracasa tampoco pasará nada, porque siempre habrá un Marchena o un socialcomunista a mano para disfrazar de locura o patología lo que no es sino pragmático cinismo.
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Efectivamente, cínicos como los barberos, curas y bachilleres.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso.
Buenas tardes
ResponderEliminarEntendemos el porque la Ley cuando se cumple tiene valor?
A veces, es un comentario que no es mio y que en algun lugar oi, la justicia es como una compañia de seguros, pero una compañia de seguros que siempre cobra.
Por lo civil y lo penal
Ciertos temas no se recomienda reflexion filosifica
Saludos cordiales
Hola Ana
ResponderEliminarMuy bien visto. Alonso Quijano era el idealista y Sancho el realista, y los barberos, curas y bachilleres eran los cínicos en la novela de Cervantes.
Un saludo afectuoso
Hola José
ResponderEliminarEstamos de acuerdo en que la ley es necesaria. Pero fíjate que en esta reflexión ha salido, a colación, la sentencia del juez Marchena a los golpistas catalanes. ¿Por qué?
En su día seguí el juicio con bastante interés, y me sorprendió que el juez dictara sentencia no en base a hechos probados, sino a "intenciones". Marchena, más concretamente, argumentó que el golpe no fue tal, sino que fue la consecuencia de una "ensoñación" (parafraseo).
Lo que hizo Marchena fue dictar sentencia en base a argumentos psicologistas (no comprobables), al tiempo que "minimizó" la gravedad de los hechos (clara rebelión) que se sucedieron durante y después del golpe.
El proceder de Marchena, y el hecho de que el fiscal que pedía las penas más duras para los golpistas fuese retirado del caso por el gobierno socialcomunista, nos obliga a preguntarnos, cuando menos, si nuestro sistema judicial es realmente independiente de bastardos intereses políticos.
De hecho, Sánchez, aseveró, tan ancho como pancho, que la fiscalía dependía del gobierno. Y ahí sigue el menda lerenda, ejerciendo de presidente en una nación que ya ha sido destruida por él y sus secuaces.
Un saludo cordial
ResponderEliminarBuenos dias
No soy jurista pero ademas de hechos se suele juzgar intenciones. Y la pena suele se corresponsable con los daños.
Y a ver quien es el guapo que demuestra, que esta " revolucion de pau ", tiene victimas, o simplemente detraimento de recursos financieros....... si hasta una empresa hacia facturas a precio cero
Uno de los detalles del procedimiento juridico es los magistrados tienen poca potestad de dirigir las investigaciones
Por eso le costo tanto a cierta jueza, del Sur, encontrar documentos de ciertos señores
y volviendo al tema. Me parecio que hubo un similitud con el 23F, pacto de capo incluido, pero lo que no ha habido a continuacion es la misma capacidad de esfuerzo, compromiso....... y lealtad en los politicos que en los militares
El caso esta cerrado.
Fue sedicion, y se dictaron penas
¿ pero se cumplen ?
Saludos
Hola José
ResponderEliminarNo fue rebelión, quizás porque no se cumplieran los criterios para ser considerada como tal, pero no pudo serlo, sobre todo, porque Sánchez apartó al fiscal que sí contemplaba el delito de rebelión.
Existieron discrepancias a la hora de considerar si hubo rebelión o sedición. Pero lo que estuvo claro, desde el principio, es que "apartado el fiscal", incómodo para los intereses de Sánchez, ya jamás pudo considerarse delito de rebelión.
Y sí, además de hechos también se juzgan las intencionalidades, pero fueron muchos los juristas que criticaron el exceso de "interpretación psicoanalítica" por parte de Marchena.
En fin... Sí el caso está cerrado.
Un saludo cordial