martes, 10 de mayo de 2016

Locura y genialidad (parte IV)

Efectivamente, no existen órganos especiales, ni cualidades especiales (poderes extrasensoriales) para aprehender determinadas posibilidades del ser en la realidad abierta.
El alma y el espíritu son construcciones o, como yo prefiero denominarlas: son hallazgos de la razón. No es que la razón las "encuentre" en algún mundo suprasensible y/o ideal (Platón), pero sí podríamos decir que las encuentra en sí misma (en la razón), en tanto la persona humana (Yo) las construye en y desde sí misma, a partir de la dinámica a la que le impele la tensión teologal: la necesidad de dar un sentido al ser absoluto relativo que es su persona.

Yo creo en la intuición, entendida como el insight cognitivo al que ya me referí en su momento, como un "darse cuenta de" o "caer en la cuenta" de un determinado fenómeno a través de un modo de ser vivenciado y experienciado (realidad virtual).

La vía estética tan solo es una vía más de la razón para construirnos a nosotros mismos y, así, dotarnos de sentido; para significar nuestra existencia y positivar la muerte.

Ahora, bien, y en contra de lo que sostienen las tesis materialistas (sobre todo el marxismo), no todos los tipos de personas están capacitados para desarrollar o vivenciar lo que podríamos denominar "experiencias místicas", en un lenguaje más irracional y metafórico, o insight cognitivo, en lenguaje lógico-racional. No importa cómo denominemos a ese modo de experienciar que solo algunas personas, dotadas de gran humildad ontológica (Heidegger) pueden aprehender.

La tensión teologal a la que se refiriera Zubiri hace referencia a la necesidad de afrontar un problema vital: cómo hacernos a nosotros mismos, es decir, cómo podemos llegar a ser nosotros mismos. Zubiri lo denomina problema teologal. Para ello debemos instarnos a descubrir quiénes somos (de nuevo San Agustín, al cual no hay que ver como un místico, sino como un precursor del psicoanálisis, insisto en ello).
El artista y/o creador es, tan solo, aquel individuo que pre-siente en su Yo la imperiosa necesidad de transcendentalizar su carácter mundano y ser algo más que un ser absoluto relativo, es decir, un Yo incompleto.

Los defensores del materialismo podrían rebatir::
No hay, en ningún creador, algo puramente original ni creativo. Para ser Nietzsche, o Holderlin u Homero, es necesario estudiar y aplicarse continuamente, además de poseer una especial inclinación estética. Decía Hegel que el genio sólo se presenta especialmente fecundo tras largos y continuados estudios.

Discrepo y disiento con vehemencia. ¡Por supuesto que en todo gran artista subyace algo original y creativo! ¡Subyace su único y singular Yo! Subyace un tipo de hombre que no es común ni mediocre, pues se insta a sí mismo a conocerse, aceptarse y superarse.
El genio subyace, efectivamente, en un determinado tipo de hombre, pero no siempre dicho genio se presenta o manifiesta, que es a lo que se refería Hegel. El genio es un pre-ser en potencia que permanece latente en un determinado tipo de Yo. Solo si ese Yo personal tiene la oportunidad (posibilidad) y se insta a "descubrirse a sí mismo", a través de trabajo y estudio, su genio se hará visible.
Alguien que no tenga dentro de sí dicho genio ya podrá estudiar y esforzarse, formarse y conocer todas las técnicas de una vía estética determinada, pero como mucho no pasará de ser un artista mediocre o del montón.
Yo entiendo que a los dogmáticos defensores de perversos y falaces igualitarismos les cueste reconocer esta verdad.

Pero, lo siento mucho, no todos los tipos humanos son iguales, por más que a algunos les interese sostener tal falacia para, así, legitimar las aspiraciones de utópicas ideologías.
Podríamos decir, aceptando que posiblemente pequemos de reduccionistas, que hay dos tipos básicos de hombres: los que buscan una vida auténtica vs los que se dejan llevar por la vida inauténtica impuesta por el Das-man (sí, de nuevo Heidegger).

Volvemos a encontrar coincidencias entre San Agustín, Heidegger, Ortega y Zubiri, y, atención, también Marx.

Todos los grandes pensadores (incluiremos a Marx para no herir susceptibilidades) fueron conscientes de la gran diferencia existente entre dos tipos humanos básicos: los paganos (San Agustín), los hombres-sujeto (Hegel), hombres-masa (Ortega), hombres inmersos en el Das-man (Heidegger) u hombres-alienados (Marx) frente a los que ven la luz.

¿Quiénes son los que ven la luz? Pues dependerá del suprematismo ideológico que cada pastor del ser defienda; dependerá de la conciencia verdadera que cada creador pretenda universalizar.
Para San Agustín el hombre auténtico sería el creyente en Dios, para Hegel sería aquel que armonizara su espíritu (conciencia) con el mundo, para Ortega sería el aristoi, para Heidegger el Dasein preocupado por el sentido del ser, para Marx el proletario consciente...

Todos los grandes pensadores, incluido Marx, distinguieron entre dos tipos de hombres; los preocupados vs los despreocupados. No nos importa, para el tema que nos ocupa, saber qué les preocupaba sino qué hacían ante el problema vital de tener que conocerse a sí mismos; ¿aceptaban dicha preocupación (teísmo religioso y/o ideológico) o la negaban y pasaban de ella?

Mi tesis sostenía:
No es que el loco esté desapegado de la realidad, como sostienen falazmente la mayoría de los manuales de psicología, sino que está desapegado del sentido de realidad impuesto por una conciencia colectiva determinada.

Lo que pretendo, con la tesis que intento desarrollar, es ir más allá de lo que los grandes pensadores vieron con claridad meridiana: existen diferentes tipos de hombres.
Lo que pretendo, aceptando como evidente dicha diferencia antropológica entre tipos humanos, si se prefiere ver así, es intentar descubrir qué es lo que subyace en ese tipo determinado de hombre que se insta a conocerse, aceptarse y superarse; ¿qué subyace en todo individuo creador y buscador de esencias (sentidos)?

Podríamos decir, efectivamente, que lo que subyace es el genio. ¿Pero qué es el genio?

Desde mi punto de vista, el genio sería el conjunto de rasgos o notas biogenéticas que determinan el Yo de una persona. Y, dependiendo de cómo sea dicha predeterminación biogenética, y de las posibilidades que se le ofrezcan a dicho Yo en la realidad abierta, se podrá, o no, manifestar el genio o esa inquietud apriorística que determina el ser genio.

¿Y qué determina que en unos individuos exista, o esté latente o pre-presente, dicha inquietud apriorística que impele al genio a manifestarse? Pues un determinado perfil que, de momento, he considerado que estaría constituido por tres caracteres o tendencias innatas:

1) Tendencia a la autorreflexión e introspección.
2) Tendencia al antigregarismo grupal.
3) Tendencia egocéntrica (a satisfacer necesidades e inquietudes del propio Yo personal).

Por supuesto, estoy dando gruesos brochazos, pero todo buen conocedor del arte de pintar sabe que primero hay que esbozar, crear y distribuir espacios, plantear los diferentes tonos y contrastes con gruesas pinceladas en óleo muy diluido. Después, poco a poco, usaremos los pinceles finos para concretar y matizar los detalles, hasta que la idea tome forma y se haga comprensible y reconocible.

En una primera aproximación, sin embargo, sospecho (sí, intuyo) que dichos rasgos (tendencias) aparecen más presentes, al menos estadísticamente, en un determinado tipo de hombre que suele estar estigmatizado socialmente, un freak u outsider que, en no pocas ocasiones, muestra algún tipo de extraña rareza, consecuencia de su personalidad desajustada y desintegrada

Llegados a este punto, solo cabe someter a estudio y evaluación otra nueva tesis: ¿existe una significativa correlación entre el genio (inquietud creadora) y los individuos con cierto grado de locura?

Creo que sí, que resulta evidente (hay evidencias) de que el genio y la locura están estrechamente relacionados, pero es claro que habría que demostrarlo. ¿Cómo?

Algún crítico podrá alegar que no todos los genios comparten rasgos de locura (entendida como sinónimo de desajuste y desintegración).

¿Y cómo demuestran dichos críticos que no todos los genios presentan, o presentaron en el pasado, cierto grado de locura?

Me podrían citar a Platón y Aristóteles, Darío, Juan Ramón Jiménez y Lorca como ejemplo de genios que, supuestamente, no compartían rasgos de locura o desajuste y desintegración social.
Yo no estaría tan seguro de ello. No tenemos documentación que haga referencia a los perfiles psicológicos de Platón y Aristóteles, pero me atrevería a asegurar que en los poetas que se han enumerado subyacía, sin duda, esa tensión teologal a la que se refiriera Zubiri y que Unamuno bautizara como sentimiento trágico de vivir.
Sabemos que Empédocles se arrojó a un volcán creyéndose inmortal.
Por otro lado, hoy tenemos evidencias de que Kant, el racional y genial Kant, era posiblemente un hipocondríaco con rasgos maníaco-obsesivos. Más evidentes y conocidos fueron los desajustes de Nietzsche o Wittgenstein. Kierkegaard y Unamuno, como Camus y Sartre, fueron irredentos depresivos que se salvaron a través de su filosofía, como Emil Cioran.
¿Y los pintores? Tenemos a Van Gogh, el pintor loco por excelencia, pero también a Modigliani, Chagall, Pollock, Dalí... y seguramente a otros muchos cuyos desajustes eran menos visibles o fueron menos conocidos.

En fin, mi bello cuadro va tomando forma a medida que comienzo a usar los pinceles más finos y de pelo de marta.

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