miércoles, 10 de abril de 2019

MARXISMO, LA CONCIENCIA EXTERMINADORA

INTRODUCCIÓN

Leyendo a Gustavo Bueno pergeñé unas de esas tesis mías, por supuesto informales y carentes de rigor científico, que suelen ser producto de inesperados “insights cognitivos”. En un párrafo, no recuerdo de qué texto, el filósofo español descalificaba una definición conceptual por considerarla “heideggeriana”. ¿Por qué tanto desprecio hacia Heidegger por parte de alguien que se autoproclamaba "marxista"?
 

Suele ser habitual entre nuestras "izquierdas" deslegitimar o rechazar apriorísticamente cualquier argumentación que pueda pecar de parecer metafísica, esencialista o suprasensible, heideggeriana en definitiva, sobre todo por parte de quienes se arrogan a sí mismos estar en posesión de verdades materialistas y/o realistas. Y, sin embargo, Heidegger sigue siendo un pensador fundamental, como intentaré demostrar, para desenmascarar las prepotencias señoriales que aspiran a exterminar a las conciencias contrarias; sigue siendo un referente para combatir a las grandes políticas que, en aras de la consecución de idealistas "justicias sociales", no dudan en cercenar las libertades de los individuos, a través de políticas igualitaristas y uniformadoras, evitando que estos puedan llegar a “autorrealizarse” libremente.


Primera tesis: la idea de "justicia social", como la idea teológica de Dios o la idea metafísica del ser, también es una hipóstasis o sustantivación de una idea suprasensible; es decir, es un concepto, pre-ser o modo de ser, sito en la conciencia con aspiración y voluntad de consumarse como realidad formal (no virtual) en el ex-sistere.

Segunda tesis: la "gran política" siempre se arroga ser "buena y justa" por tal de, así, legitimar las vulneraciones y restricciones de las libertades individuales. Peter Sloterdijk, más contundente en su libro "¿Qué sucedió en el SXX?", define la "gran política" como el proceder (legitimado) del "buen crimen", señalando que sus apóstoles, desde Lenin, Stalin y Hitler hasta Mao, se encargaron de hipnotizar, primero, y de obnubilar, después, a las masas para crear "buenos criminales" (léase revolucionarios).
 

COMPRENDIENDO A HEIDEGGER
 
Heidegger fue el padre de la fenomenología hermenéutica, que supuso una "corrección" a la fenomenología de Husserl, la cual pretendía estudiar el fenómeno puro, "per se" y sin los condicionantes apriorísticos (conceptos y prejuicios) insertos en la conciencia del individuo.
Al enmendar a Husserl (el fenómeno nunca puede darse “puro” en la conciencia), Heidegger también se enmendó a sí mismo; es decir, si toda experiencia (modo de ser en la conciencia) estaba sometida a la influencia de pre-conceptos y pre-juicios, la fenomenología por fuer había de ser interpretación (hermenéutica). Así, también las posibles des-ocultaciones o revelaciones del ser en el claro del bosque serían las interpretaciones o cosmovisiones creadas por una determinada conciencia. Heidegger supo ver la verdad última que se escondía en toda ideología: cada conciencia "hace suya" una cosmovisión o interpretación del mundo no de acuerdo a una verdad científica demostrada, sino conforme a su pre-ser o pre-verdad vivenciada.
Tanto los sentidos revelados (religiones) como los sentidos construidos (ideologías) están sujetos, en última instancia, a las interpretaciones de cada conciencia. Y desde el momento en que reconocemos (como yo reconozco) que cualquier sentido, hallado o construido, supone una interpretación del mundo, entonces podemos “sospechar” que en el existir no hay más sentido que el de ser (seguir siendo perdurando en el tiempo). Serán los Mesías, apóstoles y profetas de turno quienes otorguen sentidos (descubran o construyan las esencias) de la Verdad que habrá de consumarse en la realidad. Así, tan mesiánicos serían el cristianismo como el marxismo y otros "ismos" (nacionalsocialismo o fascismo).
Del hecho de que haya tantos sentidos (es-sentias) como conciencias que interpretan la realidad, podríamos deducir la posibilidad de que, quizás, no haya sentido.
Sería como si dijésemos que hay múltiples verdades, ergo, tendríamos que admitir que no hay Verdad, entendida ésta como única, absoluta y universal.
Así pues, podríamos sostener que el problema del sentido es un problema "vivencial". Los individuos, en diferentes momentos históricos, experiencian o vivencian modos de ser reales en la conciencia (creando cosmovisiones interpretativas del mundo). Pero los modos de ser reales que se vivencian en la conciencia no son fenómenos puros, como ya hemos aceptado, sino fenómenos percibidos (desde y en el mundo) más los elementos de la propia conciencia (preconceptos y prejuicios sitos en nuestro YO). Así, cada cosmovisión será el reflejo de las voliciones, sentimientos y aspiraciones de una determinada conciencia (religiosa y/o ideológica).
 
Reconocida está dinámica o dialéctica de la conciencia, vemos que la verdad es lo que se vivencia y experiencia como modo de ser real, al margen de que este "ser" vivenciado pueda o no existir en el mundo.
Estamos abordando el complejo tema de la verdad del ser, es decir, la verdad entendida no como la correspondencia entre una proposición y un hecho, sino como verdad experienciada a la que atribuimos un sentido y significado (esencia). Sloterdijk, de nuevo tajante, afirmará al respecto:

"Realismo ya no significa la correspondencia humillante del intelecto con un orden de cosas fuera de nosotros (la verdad aristotélica); implica la activación de lo real en un sentido que aumenta las causas que produzcan determinados efectos".

Sloterdijk, como suele ser habitual en él, y para desesperación de marxistas habermasianos, da en la clave de lo que sucedió en el SXX y señala, indirectamente, cuál será la tónica de la psicopolítica en el presente SXXI: lo real ya no será lo que se dé en la realidad (valga la redundancia), sino que será "real" el pre-ser o volición, voluntad de ser y poder, que una conciencia, a través de la "gran política", logre consumar a través de la praxis hipnotizando al mayor número posible de creyentes.

 
DE LA HIPNOSIS A LA AUTOHIPNOSIS (el caso de España)
 
Lo que subyace en todo conflicto sociopolítico es el eterno enfrentamiento entre las libertades individuales y las libertades colectivas, entendiendo dicho conflicto como una dialéctica o lucha en la que se ve arrojado el hombre desde que nace. En esta dialéctica entre individuo vs sociedad se abrirán, limitarán o cerrarán las posibilidades a través de las cuales cada individuo pueda, o no, llegar a ser él mismo; es decir, a través de esta lucha se legitimarán las diferentes posibilidades de autorrealización personal. Cuantas más posibilidades permita una sociedad, más cerca estarán los individuos, y por ende el conjunto de la ciudadanía, de poder gozar de un alto grado de libertad.
Nadie debería censurar ni impedir que cada cual crea en lo que desee o necesite creer, siempre que no esté en su ánimo, por supuesto, imponer sus creencias a los demás (como sucede con las conciencias supremacistas islámicas y neocomunistas). Nadie debería prohibir, limitar o censurar lo que se manifieste (se sienta o experiencie) libremente en la conciencia individual de cada persona.

Sin embargo, en España, sin ir más lejos, hay gente que no puede expresar libremente sus ideas, menos aún defenderlas a través de manifestaciones y actos públicos; en España existe una conciencia reprimida que, paradójicamente, es la conciencia española; una razón de ser con trayectoria histórica real que no puede reivindicar "su verdad" porque otras "verdades", que en absoluto son reales, sí han conseguido hipnotizar a fieles creyentes en ideas o conceptos que son todavía modos de pre-ser.

El psicogogo de turno hipnotiza con relativa facilidad al ciudadano "no ilustrado", tan solo haciéndole creer que es víctima de graves injusticias. No importará que tales agravios o injusticias no existan en el presente, pues, para ello, el astuto psicogogo se retrotraerá al pasado y escarbará en las tumbas para desenterrar odios y resentimientos pretéritos para, así, manifestarlos y actualizarlos en las conciencias presentes. Se activa de esta manera una "realidad" que solo pre-existe en la conciencia, pero, a través de la cual, se producirán efectos y cambios en el creyente. Y el creyente, una vez convertido en "buen criminal" (genial Sloterdijk) se erigirá en "noble revolucionario" dispuesto a dar un golpe procesista; dispuesto a partirle la cara a pedradas a un manifestante de VOX. Los "buenos criminales", seguidores de la cosmovisión de una "gran política", serán rebeldes que se enfrentarán a las fuerzas de seguridad del Estado por tal de consumar un referéndum ilegal y, llegado el momento, proclamar una inexistente república o reivindicar la realidad de una nación que nunca existió.
Pero el psicogogo (léase mesías o apóstol, demagogo con conocimientos psicológicos) no tendrá que hipnotizar a las conciencias ilustradas, y tampoco importará, porque éstas, ebrias de cínico sentimentalismo, optarán por la autohipnosis o autoengaño voluntario: ellos, se dirán y se repetirán hasta el hartazgo, son los únicos "buenos y justos". pues España les roba, España les coloniza, los españoles son bestias humanas...

CONCLUSIÓN (cuando la zorra guarda el gallinero)

España, como Occidente, no podrá salvarse de "los buenos criminales", de quienes vulneran la legalidad persiguiendo sus "justas reivindicaciones", porque estos son los herederos del marxismo exterminador; son los hermanos díscolos de la socialdemocracia habermasiana que, aunque censurará los modos de sus "hermanos descontrolados", seguirá compartiendo los postulados hipnóticos del "buen criminal" marxista.

Dice Sloterdijk, de nuevo en "¿Qué sucedió en el SXX?" (libro cuya lectura recomiendo fervientemente):

"El joven Marx, en una nota significativa sobre la esencia de la nueva crítica (de la Modernidad) escribió que esta no quiere rebatir su objeto, sino aniquilarlo. El exterminismo, que es inseparable del modus operandi de los radicalismos beligerantes del SXX, tiene su fuente en las ontologías de conflicto evolutivamente reorientadas, según las cuales la verdad de lo real ha de ponerse en vigor en modo efectivo contra lo todavía existente. Para que el reino de lo real llegue, ha de romperse la hegemonía de lo irreal (léase de las falsas conciencias).

Todo marxista sabe que "para que el reino de lo real llegue" ha de romperse la hegemonía de lo irreal, de lo que es tan solo "aparentemente real" en tanto que injusta y falsa conciencia. Y el reino de lo real solo llegará a través de la revolución exterminadora violenta (radicalismos de Islam y neocomunismo) o como pretende la socialdemocracia actual: llevando a cabo una lenta, progresiva e idealista revolución que permita la fragmentación de las naciones (véase Europa en general y Alemania en particular sobre el golpe en Cataluña) y convierta a Europa en una nueva realidad llamada Eurabia.
Por suerte para nosotros, Gustavo Bueno, como buen marxista, también entendió que para que el reino de lo real llegue (una España unida y libre) hay que combatir sin miramientos a las falsas conciencias que pretenden imponer "sus verdades" por las vías de los hechos consumados y a través de las políticas traidoras del socialismo español (el PSOE de Pedro Sánchez).







 
 

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