martes, 9 de abril de 2019

LA ESPAÑA QUE NECESITA A VOX (Dios vs Kant)

INTRODUCCIÓN

La irrupción de VOX en la escena política española ha sido “escandalosa”, pero no tanto por “inesperada” como por “epatante”. A VOX ya se le esperaba desde hacía mucho tiempo, es más, casi se podría decir que todos los necios de las izquierdas más retrógradas se conjuraron para que un partido como VOX tomara forma y legitimara a través de la RAZÓN (la diosa Razón) la necesidad de su ser-ahí, en la maltrecha, vilipendiada y mancillada nación española.
Para mí, pero, lo “escandaloso” de VOX no radica en el hecho de que su aparición, como sostienen las almas más cándidas del ingenuo humanismo, suponga una resurrección de los fantasmas del fascismo. Falso, VOX es un partido demócrata-liberal. Lo escandaloso de VOX, en mi opinión, viene dado por su capacidad para epatar, asombrar y, al tiempo, atemorizar a tirios y troyanos; a constitucionalistas y golpistas, a “buenos y justos” socialdemócratas y a provincianos tontilocos, a izquierdas liberales acomplejadas (PP y C´s) y a equidistontos de toda la vida.

Entender a VOX, su razón de ser (justificación y legitimidad) requerirá contestar dos preguntas clave:

1)-¿Qué ha sucedido para que aparezca en la escena política española un partido como VOX? Aunque mejor sería reformular la pregunta de esta manera: ¿qué NO ha sucedido en España para que haya tenido que aparecer un partido como VOX?
La respuesta es sencilla: en España NO ha sucedido nada que frenara el apetito insaciable de los particularismos (secesionismos regionalistas) de cualquier pelaje. NO se ha defendido de forma eficaz y operativa nuestro Estado de Derecho durante décadas. Se vienen permitiendo, desde la Transición, sucesivas vulneraciones de la legalidad constitucional (violaciones de la Constitución) en aras de “contentar a los eternos descontentos” (¡Ay, Julián Marías, si alguien te hubiese prestado algo de atención!). Los sucesivos gobiernos de España NO han cumplido con el deber y la obligación (imperativo constitucional) de salvaguardar la unidad e integridad territorial de la nación española. Como consecuencia de esto, los gobiernos del PSOE y PP, junto a los provincianismos más desvertebradores, NO han evitado que fuesen pisoteados los derechos y libertades de cientos de miles de españoles, asediados y acorralados en zonas rebeldes (Vascongadas y región catalana).

Esta primera pregunta era fácil de responder y hasta el Tato, que no pasa por ser muy listo, sabía la respuesta. Pero vayamos ahora a la segunda cuestión, que tiene más enjundia y requiere de un poquito más de materia gris y de cortesía filosófica (claridad, en román paladino), para poder ser contestada comme il faut:

2)- ¿Y por qué? ¿Por qué no se ha hecho NADA para evitar todo el ultraje y las vulneraciones a la legalidad que se han venido materializando hasta culminar en el golpe procesista catalán?
El problema radica, como siempre suelo argumentar, en que no existen clases sociales, sino multitud de clases de individuos; diferentes personas con distintas bases biogenéticas y, por supuesto, cada una de ellas inmersas en diferentes circunstancias (familiares, sociales, históricas…).

Nada hay más singular, sagrado y maravilloso que la vida de una persona. Si todos estamos de acuerdo con esta solemne proclama, todos estaremos también obligados a defender la vida humana: los derechos y libertades que permitan a los individuos no solo preservar sus vidas, sino también vivirlas dignamente, con posibilidades para trascender sus existencias (autorrealizarse personalmente).

Pero para defender la vida, los derechos y libertades de las personas, no podemos obviar que vivimos en sociedad; vivimos “en y con los otros”, el prójimo, nuestros semejantes, conciudadanos, compatriotas, hermanos, como prefiramos denominar “a los otros”. Y vivir, convivir, requiere el establecimiento de unas normas y reglas que regulen nuestro ser-con-los demás.

Para no efectuar un largo recorrido histórico, nos detendremos en la aparición de un órgano de gobierno llamado Estado, que será el encargado de legislar y ejecutar leyes que, coacción mediante, obligará a todos los ciudadanos a cumplir con una determinada normativa social.
Bien, ahora volvemos a dar un nuevo salto histórico y nos plantaremos delante de un modelo concreto de Estado, pero no del Estado despótico y absolutista característico del Antiguo Régimen, sino ante el Estado nacional de la república de ciudadanos que surgirá en Francia (1789). Y lo haremos por dos motivos:

-Primero: porque el primer Estado europeo constituido por ciudadanos libres e iguales asumirá, además, que él mismo es constitutivamente nacional, es decir, comprenderá que para defender los derechos y libertades del conjunto de sus ciudadanos también deberá preservar la unidad e integridad territorial (patria del pueblo soberano) donde estos se han dado a sí mismos unas leyes normativas.
- Segundo: nos centraremos en este Estado nacional y republicano porque su constitución supone, por primera vez, una ruptura con los valores morales que emanaban directamente de Dios (Estado del Antiguo Régimen)

Tomando como ejemplo a este Estado nacional francés, porque sí, porque él lo vale, nos damos cuenta de que desde su constitución como tal defendió la indivisibilidad de su territorio y, por tanto, no permitió que futuros colectivos desvertebradores pudieran atentar contra la integridad de la nación. De esta manera, Francia, hasta nuestros días, ha controlado (mejor o peor) uno de los problemas más graves que aquejan a España actualmente.
Este primer Estado nacional europeo, que además fue (y sigue siendo) una república de ciudadanos libres, nos parece genial y maravilloso (a mí sí), pero decidió prescindir de Dios para poderse constituir como tal, y por ello debió afrontar un grave dilema:

¿Era legítimo romper con la legalidad institucionalmente establecida a través de un golpe revolucionario?
El mismísimo Kant defendió dos posturas totalmente antagónicas, en dos de sus obras más célebres, a la hora de proporcionarnos argumentos para contestar a esta cuestión:

En su obra “Metafísica de las costumbres” Kant escribió:
“Los ciudadanos no tienen derecho a rebelarse contra el Estado, pues supondría la destrucción de su constitución legal” (cap 6: 318-323)

Sin embargo, en su “Crítica de la razón práctica” aseveró:
“Hay que obedecer a Dios más que a los hombres” (fundamento de su imperativo categórico). Un individuo está obligado a negarse a cumplir órdenes, incluso a costa de su propia vida, cuando dichas órdenes vulneren el imperativo categórico moral".

De esta manera, Kant legitimó la “desobediencia civil”. Es más, llegó a manifestar con entusiasmo que la Revolución francesa fue “el hecho de su tiempo”.
A nadie se le “escapó”, pero, la contradicción que subyacía en las argumentaciones kantianas; razonamientos que lo mismo defendían al Estado de cualquier acto de rebeldía que, al tiempo, justificaban acciones de “desobediencia civil”. Pero más grave, en mi parecer, es la trampa dialéctica que nos tiende Kant a colación de Dios:

ESTADO SIN DIOS

Si Kant alabó y justificó la revolución francesa, que vulneró la legalidad establecida anteriormente y prescindió del mandato moral de Dios, ¿cómo pudo, al tiempo, fundamentar su imperativo categórico reconociendo la existencia a priori de Dios, en realidad reconociendo tres ideas puras a priori: Yo trascendente (alma), mundo y Dios?
Y es que Kant, amigos míos, dejó escrito:

“La inmortalidad del alma nos garantiza un progreso infinito hacia la virtud". Y por eso, si es necesario, la voluntad libre del sujeto tiene que preferir morir antes que cumplir órdenes que atenten contra el imperativo categórico universal (he aquí al que fuera nuestro nefasto ministro de defensa kantiano, José Bono).
¿Pero cómo podemos convencer a un tío listo, después de que hayamos “proclamado la muerte de Dios”, de que debe seguir sacrificándose voluntariamente por otros "dioses" rebautizados como ideas (ideologías)? Si no hay Dios tampoco hay inmortalidad del alma que nos garantice una felicidad virtuosa tras la muerte. Solo nos queda el mundo.

SOLO NOS QUEDA EL MUNDO.

Cuando los hombres de la modernidad entendieron que Dios ya no justificaba ni legitimaba nada se aferraron a Kant, pero cuando los “tíos listos” (cínicos ilustrados) se dieron cuentan de que Kant, al cabo, también era un esencialista y un redomado metafísico, se vieron obligados a justificar sus acciones rebeldes, no a través de Dios ni de imperativos categóricos esencialistas, sino a través de la hipóstasis o sustanciación de otra nueva idea etérea: la justicia social.
Con Marx nacerá una nueva diosa, la justicia social, un nuevo imperativo de deber (moral al cabo) que legitimará cualquier desobediencia civil o revolución que tenga como fin último alcanzar bellos ideales.

CONCLUSIÓN
Si VOX está entre nosotros es, básicamente, y pecando de exceso de reduccionismo, porque nuestros kantianos y posmarxistas siguen empeñados en legitimar acciones subversivas y desobediencias civiles que creen necesarias para alcanzar justos fines.

El problema del PSC (Partido Socialista de Cataluña), por tanto, no es que sea constitucionalista, que lo es, sino que, además, considera legítimas las reivindicaciones nacionalistas de los tontilocos (secesionistas regionalistas). Y desde el momento en que uno o varios partidos legitiman las reivindicaciones nacionalistas, no tienen más remedio que permitir y/o consentir diferentes grados de desobediencia civil.
El problema, pero, es que se comienza legitimando desobediencias civiles “pacíficas”; después se condesciende con leves vulneraciones de la legalidad (retirada de banderas y simbología española), luego se mira de perfil cuando son cercenados los derechos y libertades de ciudadanos catalanes (imposición de la ley de inmersión lingüística). Finalmente, perplejos, nuestros equidistontos asisten a todo un golpe de Estado y no les queda más remedio que “edulcorarlo”, minimizando la gravedad del mismo y volviéndose a poner ropajes kantianos y marxistas para decirnos: “Es que el problema es político, no judicial”. Lo que traducido al román paladino quiere decir que la desobediencia y la rebelión están por encima de unas leyes que ellos, todos ellos, consideran injustas.

Y es entonces cuando aparece VOX y grita ¡basta ya, señores, "dura lex, sed lex" (la ley es dura, pero es ley)! Y yo añado: y es además una ley que nos hemos dado entre TODOS los ciudadanos libres e iguales a través de una Constitución.

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