INTRODUCCIÓN
En España son muchos los “ideólogos marxistas” que,
desde hace décadas, insisten en seguir sosteniendo las tesis federalistas de
Manuel Azaña y del socialismo español (ahí siguen los cansinos defensores de la
“nación de naciones” y las “plurinacionalidades”). Pretenden, más o menos,
garantizar la autodeterminación de cada terruño con ínfulas de nación para
después integrarlos en un proyecto común más amplio. Pero en España ya
ensayamos (creativamente) esta esquizofrénica propuesta dándole forma de “pseudofederalismo”,
y obtuvimos como resultado nuestro nefasto sistema autonómico. No, gracias.
También en Europa, los habermasianos (seguidores de
Habermas) apuestan por una suerte de “federalismo europeo”; una supranacionalidad que trascienda la
razón de ser de las diferentes naciones, unificándolas en un proyecto común
superior que, además, debería llegar a ser transnacional,
es decir, debería tener capacidad para afrontar
unitariamente problemas globales (identitarios, económicos, ecológicos…)
situándose por encima de las decisiones políticas de cada nación.
UNA
BUENA NUEVA OS DOY: DESTERREMOS LAS NACIONES
Desterrar las naciones, tal parece ser el proyecto
que se ha empeñado en llevar a cabo la UE (Unión europea). De hecho, la
socialdemocracia europea cree que el concepto de nación es una hipóstasis, la sustantivación de una
idea etérea, ni real ni material, que alberga en su seno el peligro latente del
supremacismo. Cree que en todo nacionalismo subyace la perversa intención de acabar imponiendo “dogmas superiores”. No hay
nacionalismo bueno, sostienen todos los ideólogos de las izquierdas de una u
otra forma, ya sea desde la “creatividad jocosa” de Arcadi Espada, el argumento
falaz de Romero Sampayo o la racionalidad bien argumentada de Habermas y otros
pesos pesados del pensamiento ilustrado europeo.
Se han obcecado tanto en negar la realidad (sentido
y/o esencia) de la razón de ser de la nación española que, al final, han
despertado las iras reaccionarias del español medio. De la misma manera que en
toda Europa están surgiendo nuevos movimientos reaccionarios patrióticos,
tildados de “populistas” (Liga Norte en Italia, RN en Francia, NPD en Alemania…),
ha surgido en España VOX ; una derecha liberal, como ellos mismos dicen, de “extrema
necesidad”.
Y, efectivamente, VOX es de extrema necesidad,
porque la nación española está siendo rechazada, cuando no destruida desde
dentro, por todos los particularismos provincianos (vascos, catalanes, gallegos…)
que niegan la realidad material de la nación española, pues saben que sus ficticias naciones no podrán llegar-a-ser naciones reconocidas
internacionalmente mientras formen parte intrínseca de otra nación ya existente
(España).
También el nuevo
internacionalismo marxista pretende negar la nación española, como a tantas
otras, degradándola al rango de posnación
para, así, poderla convertir en “parte de” ese todo global, o entidad superior,
que intenta construirse en Europa con la ayuda de Soros y todos los enemigos de
Occidente.
Se me dirá que no, que ya no existe ese socialismo
marxista de antaño, empeñado en lograr una comunidad internacional de pueblos
unidos negando la realidad material de las diferentes naciones. Y yo pregunto:
¿Qué creerán las almas cándidas que pretende la
actual socialdemocracia europea valiéndose de los postulados habermasianos que
abogan por un supranacionalismo
unificador e integrador?
Cuando Jürgen Habermas aboga por construir entidades políticas en vez de entidades nacionales, lo que está
haciendo es reinventar y readaptar
las tesis marxistas a los nuevos tiempos poshumanistas; a los nuevos tiempos
del posnacionalismo.
Así, lo preocupante de la actual socialdemocracia
europea no es que siga siendo “marxista” en esencia; ni es preocupante su
loable (sí, loable) empeño por articular entidades políticas necesarias para
garantizar las libertades y DDHH de TODOS los ciudadanos. Esto no es lo
preocupante, al contrario, es deseable y bueno.
Lo preocupante es que, en aras de defender este idealista pensamiento buenista, se
abuse de tramposas analogías falaces
obcecadas en igualar, por ejemplo, a todas las religiones y a todos los
nacionalismos. EL FILÓSOFO FERNANDO SAVATER
En España, sin ir más lejos, el mismísimo Fernando Savater, sin ir más lejos, alertó, no ha mucho, del peligro que suponían los nacionalismos y las religiones. Esta alerta, proclamada por uno de los filósofos españoles más brillantes, se fundamenta, en mi opinión, en una cobarde igualación.
¿Qué subyace en este razonamiento tan perverso como
falaz? Pues subyace el deseo de imponer un igualitarismo “ingenuo” o falsamente
ingenuo (cínico). Se trata de uniformar y crear un único enemigo común, la
religión, a través de la igualación de los valores morales de los diferentes credos.
Se obvían, así, las importantes diferencias existentes, por ejemplo, entre la
religión cristiana y la musulmana.
Resultó perverso, falaz y torticero, que Savater
metiera a todas las religiones en el mismo saco cuando, en realidad, quería
referirse (y él lo sabe muy bien) al Islam. Savater es consciente de que
sería políticamente incorrecto
señalar al único supremacismo religioso que, a día de hoy, no solo no ha limado
su celo dogmático (como sí lo han hecho el judaísmo y el cristianismo), sino
que lo ha multiplicado. Sabe también Savater que no son en absoluto comparables
el nacionalismo supremacista que representó la Alemani nazi, el nacionalismo
chauvinista francés o el nacionalismo generador español. Lo sabe. Pero le
interesa igualarlos a todos por tal de, así, legitimar la esencia (sentido) de
“su ideología” filomarxista; para legitimar la defensa de la entidad política
por encima de la entidad nacional.
No comprende Savater, o no quiere ni le interesa
entender, que la entidad política (necesaria para preservar libertades y DDHH)
puede ser perfectamente COMPATIBLE con la entidad nacional (salvaguardar
nuestro legado histórico-cultural). No quiere ver que negar la mayor, es decir,
negar la realidad material de la nación que ya ES, lo único que consigue es
envalentonar a las “ficticias naciones” que pretenden llegar-a- ser. No se da cuenta de que arremeter contra el actual
catolicismo (que cometió errores y excesos en el pasado) supone fortalecer al
Islam impositor que sigue pretendiendo cometer excesos y someter a Europa a la
verdad de Alá.