INTRODUCCIÓN
Me había prometido a mí mismo que las entradas referentes a la mutación de la vieja Europa en la nueva Eurabia serían las últimas. No tenía sentido seguir reflexionando sobre la decadencia de Occidente y su autoinmolación a través del sometimiento voluntario e inconsciente al Islam. La suerte ya está echada. Sin embargo, hace unos días no pude evitar leer un interesante ensayo de Fernández de la Mora (filósofo español) titulado "España y el fascismo". En dicho ensayo, Fernández de la Mora demostraba, con argumentos bien fundamentados e incontestables, que la España de Franco, en tanto que católica, nunca fue fascista.
Yo ya había leído argumentos parecidos, en la obra de Gustavo Bueno, que también desmontaban la idiosincrasia "fascista" del regimen franquista. De hecho, me sorprendió comprobar que Fernández de la Mora triturara las falacias de la conciencia adversaria (filosofar, decía Gustavo Bueno, siempre es pensar contra otra filosofía antagónica) valiéndose de un análisis sistémico categorial, riguroso y minucioso, que seguía el modelo aristotélico. Igual que Gustavo Bueno.
EL FASCISMO SEGÚN MARX
Según el marxismo, el fascismo es la forma que reviste la sociedad capitalista en su última fase. Cuando el Capitalismo, siguiendo el camino de su progresiva descomposición, no puede sobrevivir con la democracia burguesa recurre a la dictadura, es decir, al fascismo.
Sin embargo, el pensador Palme Datt señaló que, tras el inevitable proceso de autodestrucción del Capitalismo ya no habría más salida que fascismo o comunismo. A Fernández de la Mora le interesaba recuperar esta tesis de Palme Datt porque, como explicó el filósofo español en "España y el fascismo", desde la izquierda se había construido una falaz definición de totalitarismo que lo vinculaba exclusivamente con el modo de ser fascista, nunca con el modo de ser comunista.
Según Fernández de la Mora, la definición categorial que igualaba totalitarismo exclusivamente con fascismo, era falaz porque no contemplaba los modos de ser totalitarios del nacionalsocialismo y el comunismo. De hecho, Fernández de la Mora apuntaba que ya entonces existían otros modos de ser totalitarios, como por el ejemplo el maoísmo, el castrismo... Ahora también deberíamos añadir el totalitarismo islamista, el chavismo, el socialcomunismo existente en España y, aquí quería llegar, el totalitarismo de la Europa habermasiana.
EL TOTALITARISMO EUROPEO
Hace unos días, en un discurso memorable dirigido a los líderes europeos, el actual vicepresidente de Donald Trump se atrevió a señalar, por fin, que "el rey estaba desnudo".
JD Vance señaló, enérgicamente y sin titubeos, el totalitarismo que practica la Europa de la corrupta Von der Leyen y sus secuaces (Macron, Sánchez...); un modo de ser totalitario, ya indisimulado, que se atrevió incluso a anular las elecciones en Rumanía porque había ganado un partido que defendía la soberanía nacional de su país frente a las leyes globalistas (y socialdemócratas) impuestas desde Bruselas.
Desde este humilde blog ya se habían denunciando las políticas de la corrupta Europa habermasiana; políticas totalitarias que silencian, coaccionan y penalizan el pensamiento disidente; políticas que castigan a Polonia y Hungría por defender sus fronteras de la inmigración ilegal; politicas que destrozan la agricultura y ganadería comunitarias en aras de cumplir con idealistas protocolos ecologistas y para evitar "supuestos" cambios climáticos.
La actual Europa totalitaria se ha cuidado mucho de calificar como modos de ser ultraderechistas, fascistas al cabo, a todos aquellos partidos que defienden las soberanías nacionales de sus respectivos países.
Resulta increible y asombroso comprobar cómo todas y cada una de las falacias referentes al fascismo, trituradas por Fernández de la Mora y Gustavo Bueno, siguen todavía hoy vigentes, manipulando y adoctrinando a una ciudadanía ignorante, cuando no sumisa y claudicante, que acepta resignada su sumisión al Islam y la llegada masiva de inmigrantes ilegales.
La ciudadanía europea no quiere ser tildada de fascista, ni de racista, xenófoba o transfoba. Pero no importa no ser fascista, la ciudadanía disidente también debe demostrar (inversión de la carga) su inocencia y estar libre de cualquier pecado por el que puedan acusarla los muchos comisarios políticos que, desde medios informativos y Redes Sociales, señalan a fascistas y ultraderechistas para que sean cancelados y linchados mediáticamente.
Y en la Europa de hoy cualquiera puede ser fascista, desde el científico que cuestiona el cambio climático o sostiene que sólo hay dos géneros (masculino y femenino) hasta el humilde ciudadano que se queja de que le ocupen la vivienda o no está de acuerdo con la llegada masiva y descontrolada de inmigrantes ilegales, Todos fascistas.
¿No deberíamos preguntarnos, siguiendo a Palme Datt, si no estamos ya, de facto, bajo el yugo de un totalitarismo de corte comunista disfrazado de "democratismo" (Gonzalo Fernández de la Mora) o "fundamentalismo democrático" (Gustavo Bueno)?
Si fuese cierta la tesis de Palme Datt, que postula que tras la caída del Capitalismo habrían de llegar modos de ser totalitarios fascistas o comunistas, deberíamos preocuparnos.
Sí, deberíamos preocuparnos, porque la progresiva desaparición de las clases medias en Europa, el empobreciento imparable de la burguesía demócrata, parece que esté anunciando el final de una era; el final del derecho a la propiedad privada y el final de las libertades individuales.
Seremos felices sin tener nada.
Continuaré con una segunda parte.