jueves, 29 de abril de 2021

HABERMAS, CONSTITUCIONALISTAS (y la espiritualidad marxista)

INTRODUCCIÓN

Gustavo Bueno decía que no había que entender el concepto de “espíritu” como el análogo al pneuma de la filosofía griega (concepto mitológico) sino como un subproducto dialéctico en relación a la materia.

La idea de espíritu en filosofía se desarrolló a partir de la escolástica, considerando la existencia de un acto puro o ser inmaterial, análogo al primer motor inmóvil de Aristóteles, que, siendo causa de sí mismo (no creado por nada ni por nadie) era origen y creador del universo material.

La filosofía escolástica identificó este primer espíritu (motor inmóvil aristotélico) con la idea de Dios (ser inmaterial). Desde entonces, la filosofía occidental ha identificado todo lo referente a lo espiritual con esencialismos e ideas y/o mundos suprasensibles (alienos al mundo material).

Así, cuando el marxismo se reivindicó materialista cometió el error, o la trampa (como yo sostengo), de negar la sustancia espiritual en aras de mejor reivindicar un materialismo puro. Negó, en definitiva, el carácter metafísico de su pseudofilosofía, como la definió acertadamente Bertrand Russell.

LA METAFÍSICA MARXISTA

Llevo mucho tiempo insistiendo en señalar que el marxismo también es un esencialismo; intentando demostrar, a partir de un primer pre-sentimiento intuitivo que siempre me ha acompañado, que toda religión y/o filosofía o ideología están impregnados de inevitable metafísica.

Finalmente, al acceder a la obra de Gustavo Bueno, encontré la que considero la mejor argumentación que fundamenta y explica la presencia de la idea de espíritu, entendiéndola como un subproducto que surge, inevitablemente, a partir del proceso dialéctico material.

EL ESPÍRITU VIVENCIADO

Lo que viene a sostener Gustavo Bueno, salvando las diferencias con el existencialismo sartriano, es que el espíritu no es una esencia a priori, sino que, en tanto que subproducto surgido de las relaciones dialécticas materiales (transformaciones operativas y manipulativas) de los seres humanos, aparecerá, dentro de la materia ontológica general, como un género de materialidad M2 (ensoñaciones y sentimientos vivenciados). Las ideas, por tanto, tienen la cualidad de vivenciarse en la conciencia individual, antes incluso de llegar a ser; es decir, antes de consumarse como verdad o realidad en el ex-sistere, en el mundo.

Así, si un cristiano vivencia la idea de Dios como un modo de ser real, manifiesto y actualizado en su conciencia, un marxista, de manera parecida, vivencia y hace suya (presente en su conciencia) las ideas hipostasiadas (abstractas y virtuales) de justicia social o sociedad ideal.

Vivenciar virtualmente una idea, sentirla, en definitiva, significará hacerla nuestra; significará apoderarnos del espíritu, razón de ser y/o esencia de la misma, para consumarla operativamente en el mundo real.

Tradicionalmente hemos relacionado la espiritualidad con lo religioso y lo místico, negándonos a aceptar el carácter espiritual de determinadas ideologías. Resulta paradójico porque, precisamente, ideología es un concepto que etimológicamente significa conjunto de ideas (creencias y valores) que decidimos hacer nuestros, preservándolos y defendiéndolos. Y estas ideas son siempre virtuales, es decir, son sentimientos que vivenciamos en nuestras conciencias como modos de ser reales.

IMPLICACIONES POLÍTICAS

A menudo leo, sorprendido, a gente anónima, pero también a sesudos intelectuales, preguntarse cómo es posible que nuestras izquierdas (las que padecemos en España) sean tan dogmáticas y sectarias.

Y, paradójicamente, nuestros pensadores de cabecera, leídos marxistas que conforman nuestras izquierdas ilustradas, siempre ven la paja en el ojo ajeno; es decir, siempre ven esencialismos”peligrosos en aquellas ideologías que se fundamentan a partir de entidades nacionales. Y claro, esta visión borrosa, hemipléjica y sesgada, les insta a combatirlas como las cochambres políticas, morales e intelectuales que consideran que son. ¡Joío Arcadi Espada!

Otro tanto sucede con lo que consideran malas izquierdas; esas izquierdas extravagantes y divagantes que G. Bueno considerara indefinidas, y que el capo de los constitucionalistas habermasianos (Félix Ovejero) ha dado en llamar reaccionarias. Nuestros constitucionalistas también combaten a estas izquierdas que se han dejado seducir por las ensoñaciones (espirituales) de los nacionalismos periféricos, pero lo hacen con la boca chica, porque, al cabo, estas izquierdas son sus díscolas hermanas ideológicas. Al final, como dejó bien claro Mikel Arteta, siempre será mil veces preferible el comunismo divagante y extravagante de Podemos que el liberal-conservadurismo de VOX. Cuestión de afectos tempranos o, si se prefiere, de modos de sentir y vivenciar nuestra propia espiritualidad (ideología).

A menudo solemos decir que las izquierdas, en general, se han arrogado una superioridad moral que les permiten legitimar cualquier acto criminal o vulneración de la legalidad, por miserable que estos sean. Hemos visto en Cataluña cómo Podemos (mil veces preferible a VOX) apoyaba el golpe de Estado del secesionismo. Hemos visto a Pedro Sánchez blanquear, e incluso cantar las excelencias, de Bildu, partido filoterrorista. Pero no pasa nada, todo se acepta, se justifica o se soporta como un mal menor, porque peor sería que gobernara la malosa derechona. ¡Por favor!

Pero lo más frustrante de todo ha sido comprobar cómo nuestras izquierdas ilustradas, a pesar de sus tan cacareados centrismos equidistantes, al final siempre acaban tirando pal monte, como las cabritillas marxistas que son. Al final siempre acaban magnificando y sobredimensionando mucho más las reacciones legítimas de VOX (el cartel de los menas angelitos) en un sempiterno intento, inmoral y descarado, por igualar a los agresores (quienes matan a españoles por llevar tirantes con la bandera de España) con quienes defienden sus derechos y libertades; comparando a quienes apedrean al adversario con quienes, orgullosos, se fuman un puro mientras la chusma roja le increpa. ¡Habrase visto tanta chulería facha! ¡Eso sí que no!

Y esto es, realmente, lo que no soportan los discípulos de Habermas: el orgullo de quienes se sienten españoles, porque, como decía Arteta en su defensa del patriotismo constitucional, hay que ser españoles pero sin mostrar orgullo por ello. Claro que sí, guapis, porque la única estética, moral al cabo, buena y justa es la de los cínicos habermasianos; la moral de esos centristas que creen haberse despojado de cualquier atisbo de esencialismo espiritual y que, sin embargo, son más creyentes que el nacionalista más acérrimo.

CONCLUSIÓN

La paradoja que subyace en nuestras izquierdas ilustradas, siempre prestas a combatir los dogmatismos de “los hunos y los hotros” es que, como bien señalaran Adorno y Horkheimer, ellas mismas han mutado en una Razón Ilustrada supremacista, intransigente y celosa de su verdad, que lo mismo penaliza a Polonia por defender su nación y su catolicismo, que no duda en mentir para cosificar y/o deslegitimar a la conciencia contraria (VOX). 

Y cuando la realidad no tiene su correspondencia aristotélica con las proposiciones falaces y prejuiciosas que enarbolan, porque no se ha demostrado que VOX sea un partido de “ultraderecha”, entonces se convierten en sofistas. Entonces, cuando la terca realidad no se compadece de sus sospechas y prejuicios, no dudan en instrumentalizar la realidad fáctica, a la que tanto les gusta referirse, utilizando el pensamiento sensible y la hermenéutica psicoestética para interpretar palabras y hechos (de nuevo el cartel de VOX) según los dictados de su ideología. Tradúzcase: según las creencias espirituales de su ideología religiosa que les permite creerse, por ejemplo, que la patria es el lugar donde se está a gusto (puro sentimentalismo), y no la tierra de nuestros padres y el lugar donde se nace (materialismo realista).

viernes, 16 de abril de 2021

¿POETAS EN LA POLIS? (la traición de María Zambrano)

 INTRODUCCIÓN

Platón no quería poetas en la polis; consideraba que los poetas eran el paradigma de la sofística, los paladines del argumento sentimental que se dejaban engañar por las falsas apariencias del mundo sensible. Sin embargo, paradójicamente, Platón fue el mayor poeta de la antigüedad. Y fue también el más peligroso de todos ellos.

El peligro del poeta no radica en la necesidad de positivar la muerte para dotar de sentido (esencia) su existencia (todos lo hacemos a través de diferentes vías racionales). El poeta deviene peligroso cuando, celoso de su “verdad creada” (poiesis), se siente legitimado para imponerla al resto de los mortales. Cuando el poeta crea o descubre una idea, un sueño o una “verdad sentida y/o vivenciada” tiene dos opciones: recogerse en sí mismo, convirtiéndose en eremita, o tornarse profeta para “difundir su palabra” (léase Verdad).

A continuación expondré una tesis que sostiene que la “poesía profética o mesiánica”, por fuer, siempre es susceptible de mutar en una verdad supremacista y dogmática. Demostraré que, de la misma manera que Platón tuvo que huir de Siracusa, debido al fracaso de su política idealista, también el socialismo español debe abandonar el gobierno de la nación por el bien de todos los españoles.

¿TÚ TAMBIÉN, ZAMBRANO?

Ya lo he explicado en varias de mis reflexiones: antes de que la ideología marxista calara hondo en un campo abonado por el catolicismo, donde se movía cómodamente la intelligentsia española, solo el liberalismo oponía resistencia a los últimos coletazos de un Antiguo Régimen que se obstinaba en morir matando.

La Escuela de Madrid, con Ortega y Gasset al frente de un proyecto político español, liberal y raciovital, no pudo sobrevivir a la irrupción de las diferentes “mareas rojas” (anarquistas, comunistas y socialistas) que con un discurso “pseudoreligioso” (calco del humanismo católico) sedujo por igual tanto a las masas más ignorantes como a insignes individuos ilustrados.

María Zambrano, discípula de Ortega, fue de las primeras en pasarse a la poesía socialista; una poesía embriagadoramente seductora. No pudo ser de otra manera. Dentro de la Escuela de Madrid había tomado fuerza la tesis de Xavier Zubiri en torno a la “inteligencia sentiente”; una teoría sobre el conocimiento que reconocía el concurso de los “sentimientos y las emociones” durante el proceso de aprehensión de la realidad.

Pero María Zambrano fue, sobre todo, una ferviente admiradora de Miguel de Unamuno, al que consideraba más poeta que filósofo. Como ya señalé en una de mis reflexiones titulada “Unamuno y la posmodernidad”, Unamuno fue, quizás, el primer filósofo de altura que abrazó el pensamiento posmoderno; el primero en sostener que ese modo de ser (virtual) que se actualiza y manifiesta en la conciencia ya es, de facto, real. Así, Unamuno señaló, acertadamente en mi opinión, que el personaje de ficción Alonso Quijano (Don Quijote) se nos antoja más real, y actual, que el propio autor de carne y hueso que fue Miguel de Cervantes.

EL SOCIALISMO POÉTICO

El paso de María Zambrano al “socialismo español”, haciendo suyos los postulados de la posmodernidad, supuso el primer signo de decadencia de la intelligentsia nacional. Otros muchos intelectuales y poetas (Antonio Machado) la seguirían por su errado camino.

Pero María Zambrano era “hija de su tiempo”; y el dolor de la época que le tocó vivir instaba a abrazar poesías de promesas y esperanzas. Había que ser poeta, sí o sí. Sin embargo, como bien señaló José Antonio (y yo suscribo), bien estaba ser poeta y gustar de “una España alegre y faldicorta”, pero siempre “anteponiendo la poesía que prometía a la que destruía”. Y Zambrano, como muchos intelectuales ebrios de “ingenuo humanismo”, no vieron, o no quisieron ver, la ESENCIA DESTRUCTIVA inherente al socialismo español. Zambrano creyó, como muchos ilusos, que el socialismo español era “poesía prometedora” de vida y futuro.

Muchos intelectuales españoles tardaron en descubrir el verdadero rostro del socialismo español: el carácter pusilánime de Azaña que, impotente, reconoció, en los graves momentos previos a la Guerra Civil, estar “superado por las circunstancias”. Azaña reconocería más tarde, en sus “Memorias”, muchos de los errores que cometió al permitir la bolchevización de la II República. Pero así son nuestros “buenos y justos” socialistas (ahora también ciudadanos), siempre cayéndose de la burra a toro pasado, cuando el mal ya se ha consumado.

Ni Zambrano ni muchos socialistas entendieron realmente quién fue Largo Caballero, que por algo era conocido como “el Lenin español”; no entendieron que el marxismo era, en esencia, una moral de resentidos; una pseudomoral eslava, como la definió Ortega, o una “pseudofilosofía, en el parecer de Bertrand Russell; era una poesía que, en realidad, no buscaba la “justicia social”, sino imponer su dogmática Verdad, si fuese preciso por vías antidemocráticas (Largo Caballero).

POÉTICA SOCIALISTA POSMODERNA

El libro “Pensamiento y poesía”, escrito por María Zambrano, se me antoja el precursor de lo que con el tiempo devendría “el pensamiento Alicia”, tan criticado por Gustavo Bueno. En ese libro, Zambrano intentó aunar razón y poesía a través de vínculos divinos, que no necesariamente religiosos. También Zubiri se había referido con anterioridad a la “religación” (suerte de comunión mística) que se daba inevitablemente entre el ser humano (animal de realidades) y su entorno, naturaleza o mundo. De hecho, Zambrano ya señaló que dicho vínculo espiritual o divino no tenía por qué darse a través de una vía necesariamente religiosa, sino que también podría llevarse a cabo a través de la religación entre el ser humano, el arte y la cultura. Y en esas estamos.

Actualmente, no cabe duda de que el socialismo español, ebrio de pensamiento posmoderno, ha hecho suyas todas las vías de religación que proponen las poesías poshumanistas más peregrinas y dogmáticas: animalismo, femimarxismo, ideología LGTBI, cultura de la cancelación (woke), lenguaje inclusivo…

La “política poética” lo impregna todo; cualquier acto deleznable o contrario a la integridad de la nación, y enemigo de los derechos y libertades de muchos españoles, puede legitimarse en aras de esas políticas idealistas y ficticias, divagantes y extravagantes, que G. Bueno consideró propias de unas “izquierdas indefinidas”.

Todos los medios de información y las plataformas de ocio y entretenimiento (Netflix, HBO…) se han entregado a la verdad poética de la posmodernidad. Y el enemigo siempre es el mismo: un Occidente heteropatriarcal, blanco y cristiano.

CONCLUSIÓN

Volvamos a Platón. Ya señalé que resultó paradójico que, precisamente, el primer filósofo idealista de Occidente criticara a los poetas. Pero si analizamos un poco el asunto, considerando todas las lecciones con las que la historia nos ha obsequiado, podemos concluir que lo que verdaderamente disgustaba a Platón no era la poesía en sí misma, sino la poesía de “los otros”. Platón no toleraba la poesía disidente, no aceptaba otra “verdad” que no fuera la suya propia. Los intelectuales mínimamente ilustrados no olvidan que Platón debió marcharse de Siracusa tras fracasar en el intento de implantar una política reflejo de su utópica república. Sin embargo, la generalidad de nuestros pensadores actuales desconoce, como desconocía yo mismo hasta no hace mucho, que algunos años después de que Platón abandonara Siracusa, una “horda de sus discípulos” acudió a la ciudad con la intención de dar un golpe de Estado. Creo recordar que incluso llegaron a matar al gobernante de Siracusa.

Los discípulos de Platón, formados en la Academia, decidieron implantar la verdad del maestro por las bravas. ¿No os recuerda el proceder de los discípulos de Platón al de otros discípulos que, ayer igual que hoy, insisten en IMPLANTAR sus poéticas verdades?

Muchos ya habréis recordado la revolución rusa, e incluso la revolución bolchevique que intentó ensayarse en España durante la II República. Los discípulos de Marx, como los de Platón, tienen muy claro qué poesía no les gusta; saben muy bien qué poesía hay que silenciar y erradicar.

Tenemos que ser conscientes de una REALIDAD: los discípulos y seguidores de la poesía socialista están llevando a cabo, actualmente, un golpe permanente desde el seno del gobierno y las instituciones del Estado. No querer verlo es de necios, y negarlo de cobardes.

 

lunes, 8 de marzo de 2021

SERIE DE TV YELLOWSTONE (Leyendas de pasión)

INTRODUCCIÓN

La serie "Yellowstone", considerada por la crítica como una exitosa ficción cinematográfica con formato de "neo-western", está batiendo todos los récords de audiencia en España. No me extraña.

Después de ver la primera temporada de esta magnífica serie, he entendido por qué los EEUU, a pesar del contubernio globalista orquestado para expulsar a Trump de la presidencia, sigue siendo una nación orgullosa y fuerte. No pude evitar ver en esta serie la justa y necesaria antítesis a la mayoría de las producciones posmodernas con las que Netflix, y cada vez más HBO, pretenden adoctrinar a los telespectadores imponiendo las nuevas posverdades de las pseudorreligiones de moda (LGTBI, femimarxismo, veganismo, animalismo...). Yellowstone vuelve a apostar por la reivindicación de los valores tradicionales que hicieron grandes a los EEUU: Dios, familia, libertad individual y propiedad privada.

DAME UN WINCHESTER Y DIME TONTO

Puede apreciarse la clara defensa de los valores tradicionales de la "América profunda" a lo largo de todos los capítulos de la serie, pero, para ilustrar esta evidencia, he escogido dos escenas que llevan implícitas dos agudas críticas contra los "progres" de turno, que también haylos en EEUU, como acaba de demostrar la reciente victoria de Biden.

La primera escena se sucede cuando un grupo de turistas japoneses se adentra en una de las propiedades de Dutton (Kevin Costner) para fotografiar a un oso salvaje que está a solo unos metros de ellos. En esas, aparece Dutton, Winchester en mano, y les conmina a alejarse del peligroso animal. Como los turistas se niegan a irse, Dutton les explica que deben marcharse porque están en una propiedad privada que, les siguió informando, se extendía más allá de hasta donde alcanzaba la vista. Entonces, uno de los turistas le comenta a Dutton que un territorio tan grande debería "compartirse". Y Dutton, después de pegar algunos tiros al aire con su Winchester, le recrimina enfadado:

"Esto es EEUU, y la propiedad privada no se comparte". ¡Glorioso!

La segunda escena también tiene como "artista invitado" al oso salvaje y a una pareja de turistas japoneses que se alejó del grupo. Los dos turistas, intentando huir del oso, cayeron y quedaron suspendidos en un acantilado. El vaquero Rip, que por allí pasaba, acudió al grito de socorro de la pareja en apuros y, justo cuando estaba intentando rescatarlos con una cuerda, apareció el oso a pocos metros de él. Rip mató al oso con un disparo certero de su Winchester, pero los dos jóvenes turistas cayeron al vacío y murieron.

El caso, y ahí llega la "divertida" y valiente crítica que se permite la serie , es que cuando llega la policía no deja de interrogar a Rip sobre cómo y en qué circunstancias mató al oso, si fue en legítima defensa o se trataba del acto premeditado de un cazador furtivo. Rip, sorprendido por el exhaustivo  interrogatorio sobre la muerte del oso, le recuerda al agente de la ley que había dos personas muertas en el fondo del acantilado. Y el policía le responde:

"Nadie se va acordar de esos dos turistas muertos, pero mañana mismo habrá 10.000 veganos pidiendo explicaciones al Congreso sobre la muerte del oso". 

En serio, ¿cómo no querer a esta serie? Todo un soplo de aire fresco y esperanzador para todos los "fachas" del mundo mundial que estamos hartos del sentimentalismo posmoderno, de sus mentiras y de su cinismo sectario.

RETORNO A LOS CLÁSICOS

Yellowstone es un neo-western a través del cual se "critica sutilmente" a la América actual y al ñoño-sentimentalismo progre, pero, además, es una serie que recupera lo mejor del western clásico; rescata y reivindica los valores tradicionales de antaño y vuelve a plantear, de manera vital y realista, los sempiternos problemas que surgen entre el hombre y su relación con la Naturaleza, y, sobre todo, los conflictos entre hombres, entre diferentes "clases de personas"..

En cuanto comencé a ver Yellowstone me pareció estar frente a una nueva versión de la ya clásica "Leyendas de pasión", pero también he ido descubriendo conexiones con otros westerns, como "Horizontes de grandeza" y "Río Rojo", donde se plantean las relaciones siempre difíciles entre los patriarcas de turno y sus "hijos adoptivos". En este sentido, el vaquero Rip, acogido por Dutton cuando éste era un niño, es el análogo de Matt (Montgomery Clift) en "Río Rojo" y es una copia casi exacta de Steve (Charlton Heston) en "Horizontes de grandeza". Estos "hijos adoptivos", rescatados de la pobreza o de graves circunstancias adversas, se convierten en valientes hombres duros al llegar a la edad adulta, y siempre desempeñan el papel de leales y obedientes "personas de confianza"; suelen simbolizar, en definitiva, al "hijo ideal" que el patriarca hubiese deseado que naciera de su propia simiente y fuese "sangre de su sangre".

En otra gran película con "aires de western", "Con él llegó el escándalo", George Peppard volvió a desempeñar el rol de "hijo adoptivo" (aunque en realidad era el hijo bastardo no reconocido del patriarca Robert Mitchum). Una vez más, el "hijo adoptivo" no solo se mostraba independiente, fuerte y leal, sino que tenía como misión encomendada, además de cuidar del rancho y/o propiedades del "padre" , educar, proteger y guiar a los "hijos naturales" de éste. 

Los hijos adoptivos deben cuidar de los "hijos naturales", que siempre son débiles, en exceso mansos y "civilizados", como sucedía en "Horizontes de grandeza", donde un timorato Gregory Peck se convertía en el refinado "hijo adoptivo" de "El Mayor" al prometerse con su hija. También sucedía en "Con él llegó el escándalo", donde George Hamilton, el "hijo natural" de Mitchum, debía aprender a hacerse un hombre con la ayuda de su "hermano adoptado". Y vuelve a suceder en "Yellowstone" donde vemos cómo Rip, el vaquero de confianza adoptado por Dutton cuando era un niño, deberá apoyar y enseñar al hijo natural (Kayce) a ser un buen capataz.

"Yellowstone" también vuelve a insistir en la importancia de la tierra (tema clave en el western clásico); tierra entendida como patria (la tierra de los padres), el lugar donde nacen y mueren las sucesivas generaciones que lo habitan, lo trabajan y lo protegen. Así, ya en el primer capítulo, Dutton enterrará a su primogénito en sus tierras, donde también yacía su difunta esposa. Todo pertenece a la tierra y se queda en la tierra. Y, como en todos los westerns clásicos, la familia permanece siempre unida, incluso tras la muerte, a través de la religación entre espíritu (fe en Dios) y materia (tierra). Esta religiosidad material, que impregna y dota de alma al western clásico, también está muy presente en Yellowstone.

Será la tierra, precisamente, la que generará un grave conflicto de intereses entre Dutton y quienes pretenderán arrebatársela para anexionarla a una reserva india o para construir una gran zona de ocio. Este conflicto dará lugar a un interesante diálogo, entre Dutton y un magnate de los negocios, sobre el "derecho" a la tierra. El hombre de negocios le dirá al ranchero Dutton que todos tenían "derecho" a estar allí. Pero Dutton le replicará que no, que nadie tenía ningún "derecho", sino que el derecho se tenía que ganar.

Un diálogo parecido sobre el "derecho a la tierra" tenía lugar en "Río Rojo", cuando Ducson (curiosamente nombre muy parecido a Dutton) decidía imponer la ley del más fuerte (él) para apropiarse de unas grandes extensiones de territorios que pertenecían a México y anteriormente habían pertenecido al reino de las Españas.

EL western clásico entiende que la tierra, junto a la familia, es el bien más preciado que tiene un hombre. Y por eso, un hombre que se precie de serlo debe estar siempre dispuesto a luchar para defender la patria (la tierra de los padres). Esta idea central, la tierra como capa basal necesaria para desarrollar un proyecto vital y familiar es la que subyace también en la magnífica "Leyendas de pasión".

LEYENDAS DE PASIÓN

A pesar de todas las conexiones de Yellowstone con el western clásico, no he podido evitar ver, como ya he señalado en el propio título de esta reflexión, las grandes semejanzas de esta serie con la magnífica película "Leyendas de pasión".

Se repite en "Yellowstone" la misma idea nuclear presente en todas las tramas que se suceden en "Leyendas de pasión": la tierra y la familia ante todo y "contra todos". Volveré más tarde a esta idea central presente en ambas ficciones cinematográficas. 

A continuación, pero, señalaré las coincidencias, más que evidentes, que podemos observar entre las dos familias rancheras.

Los hijos

El patriarca de "Leyendas de pasión" (genial Anthony Hopkins) es padre de tres chicos varones, igual que Dutton (Costner). Pero es que, además, cada uno de los hijos varones de Hopkins se corresponde, sin duda, con un mismo perfil psicológico que también presentan los hijos de Dutton. 

En ambas tramas, uno de los hijos muere al poco de ser presentado a los telespectadores, porque de lo que se trata, desde un principio, es de eliminar la figura equidistante (sin chicha ni limoná)  para dejar el protagonismo a las dos personalidades antagónicas: el rebelde (bárbaro) vs el obediente (civilizado); dos modos de ser o conciencias antagónicas que deberán tomar partido en la lucha constante por defender la tierra y ganarse el afecto y la confianza del padre.

El mayor protagonismo recae, en ambas producciones, en los "hijos rebeldes": Tristan (Brad Pitt) en "Leyendas de pasión" y Kayce (Luke Grimes) en "Yellowstone". Los parecidos entre ambos personajes no son solo evidentes en el plano psicológico (rebeldes, independientes y obstinados), sino también en el estético (imagen descuidada y cabello largo). Y, además, y por si fuera poco, los parecidos también se dan en el plano sentimental, pues ambos se casan con indias y tienen hijos mestizos.

Después, en un segundo plano, están los hijos civilizados, Aidan Quin en "Leyendas de pasión" y Wes Bentley en "Yellowston", ambos dedicados a la política; ambos refinados y cultos, los dos interesados más en sus carreras personales que en la defensa de la familia y la tierra.

La única diferencia entre "Leyendas de pasión" y "Yellowstone", en cuanto a hijos se refiere, la aporta la presencia femenina de la hija de Dutton (maravillosa "Kelly Reilly), que será un "híbrido" entre sus dos hermanos; una hermosa mujer, culta y experta en leyes (como Bentley), pero al tiempo salvaje y atormentada (como Grimes). Sin embargo, también podría considerarse que Julia Ormond hace las veces de hija adoptiva en "Leyendas de pasión", con lo cual la correspondencia entre los personajes de una y otra ficción seria total.

Las hijas

Las protagonistas femeninas, Susannah (Ormond) y Beth (Reilly), muestran, sin embargo, perfiles psicológicos muy diferentes, aunque ambas comparten los rasgos propios de una personalidad desajustada que les generará sufrimiento y las abocará al suicidio. 

Susannah, de hecho, acabó suicidándose en "Leyendas de pasión", mientras que Beth opta por la vía lenta de la autodestrucción personal, dándose a la bebida y mostrándose orgullosamente promiscua. Ambas mujeres son "hijas de su tiempo", por lo que Susannah, al vivir en una sociedad excesivamente victoriana y poco "feminista", solo pudo languidecer y deprimirse hasta decidir acabar con su vida. Beth, sin embargo, es una mujer hija de las actuales sociedades posmodernas; una mujer fuerte que ha comprendido que "empoderarse" consiste en poder llegar a casa "sola y borracha", como de hecho sucede, en no pocas ocasiones, a lo largo de la serie. Pero la aparente fortaleza de Beth, como suele ocurrir en todos los individuos que buscan liberarse a través de los excesos del sexo y el alcohol, esconde en realidad un ego frágil y atormentado por el pasado; esconde a una mujer insegura de sí misma y que necesita autoafirmarse constantemente, ya sea a través del éxito profesional o "follándose" a quien ella desee. Beth fantasea con el suicidio, llegando en algún capítulo a "encañonarse" con una pistola, dispuesta a acabar con su vida. Pero en realidad son solo "llamadas de auxilio" que pretenden, sobre todo, recuperar el respeto y el afecto paterno. Beth, como ella misma reconoce, lo hace todo por su padre, y le importa una higa el rancho y las tierras. Como ella misma le confesará a su hermano, el día en que su padre muriera ella vendería su parte tranquilamente.

Ambas mujeres, además, no pueden evitar sentirse atraídas por los hombres más rebeldes y malotes, fuertes y duros. Susannah se enamoró perdidamente de Tristan, mientras que Beth, aunque oculta sus sentimientos, se siente profundamente atraída por Rip, el rudo vaquero que su padre adoptó cuando apenas era un crío. El incesto entre hermanos se evita, así, en ambas series, a través de las figuras de los "hijos adoptivos", Susannah en el caso de "Leyendas de pasión" y Rip en "Yellowstone".

LA TIERRA COMO CONFLICTO

Volviendo al tema central de la tierra, tanto en la serie de tv "Yellowstone" como en "Leyendas de pasión" la defensa de la tierra generará graves problemas, no solo frente a terceros que pretenderán hacerla suya, sino entre los miembros de la propia familia. Los miembros de la familia que no lo den todo por la tierra, o que antepongan sus intereses particulares a los del interés familiar común, serán tildados de traidores. Así sucedía en "Leyendas de pasión" y sucede en Yellowstone, donde sus respectivos patriarcas deberán vérselas con hijos que, en vez de darlo todo por la familia, decidirán dedicarse a ellos mismos (a la política).

Resulta harto curioso cómo el western, en general, desprecia la "actividad política", asociándola siempre a individuos débiles y/o idealistas, cuando no corruptos. La película "El hombre que mató a Liberty Valance" (John Ford) nos muestra, en este sentido, a un timorato e idealista leguleyo (estudiante de leyes) que, con el tiempo, devendrá un importante senador de los EEUU. A lo largo de toda la película el leguleyo James Stewart será humillado por sus enemigos (Lee Marvin), pero también será ridiculizado constantemente por el hombre fuerte y rudo apegado a la tierra (John Wayne).

También fue humillado y ridiculizado el "estirado" Gregory Peck , en su  rol de elegante gentleman, en "Horizontes de grandeza; y no solo por su "enemigo natural", el vaquero rudo y fuerte (Charlton Heston), sino por su propia prometida, que le echará en cara su poca hombría, llegando a considerarle un cobarde.

No, en el buen western no se perdona la debilidad, no se admiten "idealismos sentimentales"; no se toleran a los miembros de la familia que deciden "no mancharse las manos" para dedicarse a las leyes y/o la política. En "Leyendas de pasión", el hijo que optó por dedicarse a la política (Aidan Quin) solo fue perdonado por el inflexible patriarca (Hopkins) cuando decidió coger el winchester, como Dios manda, para participar activamente en la defensa de la tierra y la familia. De manera parecida, en Yellowstone, Jamie, el hijo de Dutton con aspiraciones políticas, será estigmatizado y rechazado por traidor (por haber ido contra los intereses familiares por despecho); pero, sobre todo, será castigado y duramente humillado por su hermana Beth, la cual no solo se burlará de su falta de hombría y su manifiesta cobardía, sino que incluso llegará a agredirle verbal y físicamente. Para redimirse, Jamie será expulsado del hogar familiar (paraíso) y deberá comenzar a ganarse el pan con el sudor de su frente, trabajando en el rancho como un peón más, viviendo en el barracón junto a los demás vaqueros.

La tierra precisa de hombres rudos y fuertes, noble y leales, trabajadores y sacrificados; la tierra es en sí misma y constitutivamente "facha" (conservadora y tradicional), pues no puede permitirse ninguna debilidad. El western sabe esta cruda verdad y no titubea a la hora de mostrárnosla. En Yellowstone, por ejemplo, incluso la exuberante Beth (Kelly Reilly) es "más hombre", fuerte y ruda, que muchos hombres; bebe como un cosaco, folla como una meretriz sin complejos y pega ostias como panes.

Beth es una "igual entre iguales", una mujer inteligente y empoderada que no necesita ejercer de vulgar femimarxista para defender sus derechos. Beth es una mujer de la tierra y de los "suyos", de su familia y para su familia.


martes, 2 de marzo de 2021

LA REALIDAD DE LO VIRTUAL (también "duele")

INTRODUCCIÓN

Una de las cosas que más estoy disfrutando leyendo “Menos que nada” de Zizek es que, a través de su frikismo cinéfilo, me estoy descubriendo a mí mismo; estoy recordando películas que creía olvidadas, y me veo suscribiendo y “haciendo mías” (con matices y objeciones, por supuesto)  multitud de creativas y originales reflexiones y observaciones estético-ideológicas.

Viendo el documental “La guía perversa de la ideología” de Zizek recordé una película cutre de serie B que, sin embargo, me gustó mucho en su día. Se trataba de un film de culto de John Carpenter titulado “Están vivos”. Es cierto que Zizek, como no podría ser de otra manera, hace una interpretación anticapitalista de esta película. Pero, como reconoce el propio Zizek en “Menos que nada”, a Heidegger también se le puede interpretar desde la izquierda. Y si es lícito interpretar a Heidegger desde la izquierda, también se puede interpretar a Marx desde la derecha, o “volver a Marx del revés”, como hizo Gustavo Bueno para triturar al marxismo.

Lo que quiero decir, con tanta sinsorgada, es que el problema de la “vida inauténtica” se puede abordar tanto desde el concepto marxista de alienación como desde el concepto heideggeriano del “Das-man”. Diferentes perspectivas ideológicas para afrontar el problema del Ser, pero, sobre todo, para abordar un tema relevante para Zizek: “La realidad de lo virtual”.

LA REALIDAD DE LO VIRTUAL

La cuestión del Ser, hoy más que nunca, debe abordarse considerando las posibilidades de diferentes “modos de ser” que pueden manifestarse y actualizarse en la conciencia humana, sin que por ello, necesariamente, dichos “modos de ser” existan constitutivamente como ser-ahí en el ex-sistere (mundo).

Entender este galimatías es tan sencillo como comprender que todos sabemos qué es y cómo es un unicornio, pero los unicornios “no existen”. Este modo de ser virtual del unicornio, le convierte, de hecho, en una “ficción real” susceptible de ser operativa; un concepto o idea que, además de poder ser pensado o vivenciado en la conciencia, puede llegar a ser una verdad (pre-verdad) con capacidad de influir y/o transformar lo que existe fuera de la conciencia: el mundo y las sociedades humanas.

Bien, pues esta capacidad que tiene lo “virtual”, para poder ser operativo sin existir, es lo que le permite al ser humano descubrir un amplio abanico de posibilidades para interpretar su mundo, su realidad y todos los acontecimientos que en ella se suceden a través de lo que los griegos llamaron poiesis (creación artística). Y el cine es un medio perfecto para crear, mejor sería decir “re-crear”, convirtiendo lo que todavía no-es (pre-ser) en ser.

LOS TESTIGOS (película de 2003)

Y ahora sí, después de una larga introducción y una explicación, espero que clara, sobre lo que es “la realidad de lo virtual" estoy en condiciones, creo, de entender por qué me niego a ver determinadas películas o series de TV.

En no pocas ocasiones, no me place ver determinadas series de TV, que, por otro lado, resultan ser muy populares y comentadas en las RRSS (ej. "Chernobil", "Patria"...), lo  cual me insta a preguntarme sobre el “porqué” del rechazo tan claro y rotundo a estas series.

Pues bien, la respuesta, que ya intuía, me la ha proporcionado Zizek, a través de una genial interpretación de la película “The gathering” (2003), que, si no recuerdo mal, en España se tradujo como “Los testigos”. Curiosamente, y como me sucediera con “Están vivos”, he vuelto a rememorar esta película que me gustó mucho en su día, pero ya tenía olvidada.

El argumento de “Los testigos” es muy interesante; nos relata la existencia de un pequeño pueblo donde todos sus habitantes (atención spoiler!) parecen ser inmortales. Un investigador descubre que todos los rostros de los habitantes de ese pueblo aparecen en grabados, cuadros y documentos históricos a lo largo de diferentes épocas. ¿Pero por qué? ¿Qué explica la realidad de ese pueblo de “inmortales”? 

La explicación se hallará en un texto de Aristóbulo (obispo del S I dc):

Vinieron del este y del oeste, de la ciudad y la llanura. No en sagrada reverencia por nuestro Señor; sino en lujuria.

El texto hacía referencia a todos los “testigos” que acudieron, desde diferentes lugares, para ver a Jesucristo agonizar en la cruz; pero no por reverencia o amor hacia él, sino por lujuria, es decir, por el morbo enfermizo de ser testigos de su sufrimiento y dolor; para presenciar un acto cruel y horrible.

CONCLUSIÓN

En mi opinión, en todos los telespectadores que gustan de series como "Chernobil" o "Patria" (sobre el terrorismo de ETA), o que se deleitan con películas tan duras como "La naranja mecánica" o "Johnny cogió su fusil", subyace una insana curiosidad parecida a la de los "testigos" que acudieron a la crucifixión de Cristo. A través de la ficción y/o recreación de una realidad harto cruel y terrible, el telespectador participa y gusta de esa lujuria a la que se refiriera Aristóbulo. El sujeto, en su rol de "testigo", se obliga a ver películas como "Saw" instado por la curiosa morbosidad de comprobar cuánto horror, del de verdad, es capaz de transmitirle y hacerle sentir "una realidad virtual". 

Ser “testigos” de crueldades pretéritas (crímenes, guerras, genocidios...) o de horribles hechos (violaciones, mutilaciones...) a través de la ficción, vivenciándolos y actualizándolos en nuestras conciencias, nos libera de nuestras penas presentes. Pero también hay individuos que se relamen y disfrutan de escenas de ficción repletas de casquería, vísceras y sangre; escenas donde "otros" seres humanos son cosificado y despojados de cualquier vestigio de dignidad. Estos son los individuos que, en el parecer de Aristóbulo, acuden en lujuria para recrearse en el dolor ajeno.

Todos necesitamos vivenciar o experimentar sentimientos y emociones a través de ficciones virtuales. ¿Pero por qué vivenciar experiencias dolorosas a través de la ficción?

Personalmente, no veo cine “gore” o imitaciones de “snuff movies”; por las mismas razones que no he visto la saga de películas “Saw” o no he vuelto a ver determinadas películas enfermizas, patológicas o terriblemente dolorosas (“La matanza de Texas”, “La naranja mecánica”, “Johnny cogió su fusil”…).

No entiendo, por lo tanto, a los que acuden en lujuria para “vivenciar” experiencias tan dolorosa. ¿Para qué? La vida ya es suficientemente dura y cruel. Eso sí, que conste que me parece perfecto que cada cual pueda elegir cómo y con qué intensidad quiere sufrir a través de realidades virtuales... siempre que estas sean ficticias y no afecten a las libertades y derechos de terceros.

martes, 23 de febrero de 2021

MARXISMO Y HUMANISMO (no hay razón sin moral)

 

INTRODUCCIÓN

El amigo José (comentarista habitual) me recomendó hace unos días leer en “elliberal.com” un artículo de Pedro Insua que, en forma de “carta abierta”, iba dirigido a Antonio Escohotado.

El autor de “Los enemigos del comercio” había sostenido en el programa “La tuerka”, de Pablo Iglesias, que comunismo y nazismo eran iguales; dos supremacismos totalitarios y dogmáticos; dos ideologías genocidas que habían causado mucho daño al conjunto de la humanidad.

Pedro Insua rebatió a Escohotado y argumentó que la diferencia entre comunismo y nazismo era “abismal” (cita literal) porque el primero tenía/tiene una aspiración universalista y el segundo es particularista.

A partir de dicho argumento universalista, fundamentado a través de una lógica racional, como sostenía Insua, quedaba demostrada la superioridad racional (moral) del comunismo.

Según Insua, el comunismo, desde postulados antropológicos, castigaba al disidente que se negaba a aceptar la oportunidad de convertirse a la conciencia verdadera (conciencia de clase). El nazismo, sin embargo, al fundamentarse en postulados de raza, no daba tal oportunidad al individuo, sino que éste debía ser eliminado, sí o sí.

Dicho en román paladino: el comunismo daba la oportunidad a los disidentes de abrazar la fe verdadera (ser evangelizados), mientras que el nazismo negaba cualquier oportunidad de salvación a sus enemigos “no arios”.

FÉLIX OVEJERO VS PEDRO INSUA

También en su día, F. Ovejero defendió la superioridad ético-moral del comunismo frente al nazismo, argumentando que en el primero subyacía una “intencionalidad a priori” buena y justa (lograr una sociedad feliz para TODOS), mientras que la intencionalidad a priori del nazismo ya legitimaba, de entrada, la eliminación de “otras razas” y, por tanto, excluía de su “mundo feliz” a importantes grupos humanos.

Tanto Insua como Ovejero legitiman la superioridad moral del comunismo vs el nazismo, no a partir de las consecuencias de sus acciones (crímenes genocidas), sino a partir de sus intenciones; intenciones justificadas desde una racionalidad universalista, en el caso de Insua, y desde una ética apriorística humanista en el caso de Ovejero.

Los dos filósofos españoles, de maneras parecidas, legitiman la superioridad moral del comunismo (marxismo operativo), entendiéndolo como un humanismo universalista. ¿Pero por qué creen estos dos pensadores que “el marxismo es un humanismo”? ¿Y por qué ha de ser este “humanismo marxista” mejor que otros?

¿QUÉ SIGNICA SER “HUMANISTA”?

Resumiéndolo brevemente, podríamos decir  que el individuo humano es aquel hombre de carne y hueso que transciende su ex-sistencia (ser-ahí en el mundo) dotándose de es-sencia (sentido y razón de ser). El hombre humanista, en definitiva, se hace a sí mismo a través del libre albedrío para poder llegar a ser algo más que nada.

Según Heidegger, el primer humanismo que apareció en la historia fue el de Roma; “los romanitas se convirtieron en humanitas” (“Cartas sobre el humanismo” de Heidegger) cuando, a través del proceso de “romanización”, ensayaron la implantación de un primer universalismo en el conjunto de la humanidad o mundo conocido hasta entonces.

Lo que diferencia al homo humanus del homo barbarus es su alejamiento de la naturaleza (barbarie) obligándose a autocontrolar y regular sus instintos más primitivos. El humanista, por fuer, se obliga a ser civilizado. Pero Adorno y Horkheimer, en mi opinión, afinaron más al señalar que, en realidad, el humanitas no puede “alejarse” del estado natural, sino que, inmerso en el mismo, no tiene más remedio que dominarlo y controlarlo, es decir, se ve obligado a imponer una determinada cosmovisión (interpretación del mundo, de los hombres y de la historia) para garantizar una convivencia civilizada. Así, el humanitas, intentando rehuir de la barbarie, no puede evitar, a su vez, legitimar el uso de la fuerza para imponer su verdad. Pero esta fuerza no deberá ser la fuerza irracional del bárbaro, sino una fuerza racional sujeta a derecho (leyes de los humanistas). ¿Pero qué es racional o irracional? ¿Acaso no coinciden ambos conceptos, respectivamente, con los de moral e inmoral?

Ya he señalado que la implantación de una cosmovisión que permita criar y domesticar (civilizar) al ganado humano (Peter Sloterdijk) siempre obliga a establecer unas reglas para el parque humano; unas normas (leyes) que permitan la convivencia entre conciencias dispares (conciencias individuales). Y dichas reglas y normas solo podrán articularse a través de la política, es decir, a través de Estados operativos y/o imperios generadores (G. Bueno). Pero, de nuevo, debemos preguntarnos: ¿de dónde surgen esas normas y reglas que han de civilizar al conjunto de la humanidad? Pues surgen de una Razón, siempre inevitablemente moral, que necesita justificar razonadamente las acciones políticas que articulan la convivencia en un grupo social humano. 

EL ORIGEN DE LA MORAL

Decía Xavier Zubiri: El ser humano es constitutivamente moral en tanto que inteligente (léase racional).

Si yo mato a alguien debo justificar, siempre, por qué he decidido matarlo, porque siempre existe una razón (justificación confesable o inconfesable) para ejecutar cualquiera de nuestros actos. Y el asesinato es un acto (una acción humana) como otro cualquiera. De hecho, ser inteligente no significa ser el más bueno, moralmente hablando, sino tener la capacidad de saber elegir la mejor opción de entre las múltiples posibilidades que nos ofrece la realidad.

A quien yo mate, desde luego, no le importará mi porqué; no le interesará la justificación moral que me permitió, cual Raskólnikov, quitarle la vida. Eso, en todo caso, le importará al conjunto de la sociedad, a las normas y reglas (leyes) que el humanismo de turno haya establecido para legitimar unos crímenes y penalizar otros. La novela “Crimen y castigo” nos demuestra que cualquier crimen puede llegar a justificarse moralmente, si, primero, nos obligamos a racionalizarlo.

Por tanto, podríamos concluir que tanto los crímenes de Stalin como los de Hitler fueron morales, porque todos ellos tuvieron una razón de ser; una justificación racional que respondía al porqué y para qué de sus respectivas cosmovisiones o interpretaciones del Ser.

Si aceptamos que TODOS los crímenes son inevitablemente morales, desde el que comete un psicópata hasta el que se comete en nombre de una religión y/o ideología, entonces estamos obligados a demostrar por qué unos crímenes son buenos y otros malos; por qué unos son “mejores” (más aceptables moralmente) y otros más execrables. Esto es lo que intentaron demostrar, sin éxito en mi opinión, Insua y F. Ovejero.

Pero lo que hicieron Pedro Insua y Félix Ovejero fue comparar moralmente dos humanismos (sí, sí, dos humanismos o modos de interpretar el mundo); compararon al nazismo y el comunismo no en base al resultado final de sus acciones: la muerte de inocentes, sino a partir de apriorismos racionales (morales) que ellos consideraban más buenos y justos.

Pero si a mí me quita alguien la vida, no me importará que haya sido un psicópata por mor de satisfacer sus instintos más primarios (incivilizados) o un terrorista que decidió “civilizadamente” que mi muerte era necesaria para la consecución de su buena y justa causa ideológica. De la misma manera, tanto me daría que me hubiese matado un nazi por el color de mi piel o un comunista por negarme a abrazar su credo religioso.

Insua me rebatiría, probablemente, argumentando que, al menos, el comunista me hubiese dado la oportunidad de renegar de mi herejía burguesa y liberal-conservadora; es decir, y traduciendo el cinismo de Insua: el comunista me hubiese despojado de mi libertad, mis derechos, mi orgullo y mi dignidad a cambio de mi vida. ¡Menudo trato ventajoso! Pero es que, además, el comunismo no siempre proporcionaba a sus víctimas esta ventajosa oportunidad. Podríamos preguntarles a los miles de oficiales polacos que fueron ajusticiados (asesinados) en Katyn si los comunistas les ofrecieron esa oportunidad de redención; o podríamos preguntárselo a los mártires de Paracuellos del Jarama, a los millones de víctimas del holodomor en Ucrania, a las víctimas de Mao o de los jemeres rojos…

Así son nuestras Izquierdas Ilustradas, son legión, y su discurso filomarxista se propaga desde todos y cada uno de los medios de comunicación españoles.

 

martes, 26 de enero de 2021

PSICOLOGÍA DE LAS IZQUIERDAS ILUSTRADAS (parte II)

INTRODUCCIÓN

En la primera parte, dedicada a elaborar un perfil psicológico de nuestras izquierdas ilustradas (españolas), expuse argumentos que demostraban que tanto en la ideología nacionalista como en la ideología internacionalista (ahora reconvertida en posnacionalismo y transnacionalismo habermasiano) subyacían esencialismos, ideas hipostasiadas que proporcionaban sentidos trascendentales y teleológicos a sus respectivas filosofías políticas. De hecho, ya señalé que toda filosofía política es inevitablemente moral, es decir, se fundamenta en justificaciones o razones ideológicas (ideas) que trascienden la mera realidad.

¿Por qué, entonces, diferentes clases de personas optan por hacer suyas diferentes ideologías o filosofías políticas?

Ya dijo Fichte (idealista alemán) que no escogíamos una determinada filosofía en función de sus demostradas bondades, validez universal, sino dependiendo de la clase de persona que fuésemos. Vino a decirnos, en definitiva, que a cada perfil psicológico le era propio un gusto estético y una afinidad moral que se correspondían con unas concretas filosofías y cosmovisiones ideológicas (interpretaciones del mundo y la vida).

Así que, siguiendo a Fichte y a riesgo de pecar de psicologismo (hermenéutica posmoderna), me atreveré a elaborar un perfil de nuestra izquierda ilustrada considerando los rasgos psicológicos y los modos de ser, en el mundo y con "lo otro", que la caracterizan.

PSICOLOGÍA DE NUESTRA IZQUIERDA ILUSTRADA

Me atrevería  a aseverar, en base a mi experiencia personal y diversas lecturas sobre el tema, que el rasgo esencial y más sobresaliente que subyace en nuestras izquierdas es su marcado carácter marxista (como diría García Domínguez, son mayoritariamente "leídos marxistas"). 

Los más refinados marxistas de otrora han evolucionado, pero, hacia un filomarxismo habermasiano o patriotismo constitucional que antepone la relevancia de la entidad política vs la entidad nacional. Consideran nuestras izquierdas ilustradas (habermasianas) que establecer unas reglas del juego consensuadas, a través de una democracia deliberativa, comunicativa y dialogante, debería ser suficiente para articular estados constitucionalistas que garanticen los derechos y libertades de todos los ciudadanos. Según ellos, poner el énfasis en esencialismos nacionalistas solo conduciría a repetir errores históricos y facilitar el retorno de la provincia heideggeriana. Tal sería, resumidamente, la tesis que defienden las izquierdas que se dicen constitucionalistas (PSOE, PP y C´s): considerar al nacionalismo como una conciencia potencialmente supremacista. De ahí que filósofos habermasianos, como Mikel Arteta, consideren que no es necesario mostrar "orgullo nacional" para defender un patriotismo político (constitucional). Por eso, otros brillantes filósofos españoles, como Fernando Savater o Félix Ovejero, desprecian, se la sopla o se la suda (palabras suyas), la nación española. Algunos, como Ovejero, incluso han escrito libros para diferenciar a las buenas izquierdas (ilustradas y constitucionalistas) de las malas (populistas y reaccionarias). Pero lo que subyace en el interior de todos ellos, por ilustrados, buenos y justos que se pretendan, es el temor, todavía muy presente en sus conciencias, de que vuelva la barbarie o "retorne la provincia heideggeriana" (que VOX simboliza o representa, según Arcadi Espada). Así, dicho temor  impele a nuestros ilustrados (Mikel Arteta de nuevo) a preferir lo que consideran un "mal menor": "el retorno de la urbe comunista" de la mano de Podemos. Siguen creyendo, en el fondo de sus conciencias marxistas, que siempre será preferible la barbarie comunista (internacionalista) a la barbarie nacionalista. Como se puede apreciar, una clara cuestión de preferencias estético-morales o, como dijera Fichte, identificación del Yo (psicología) con una determinada filosofía y/o ideología.

¿Cómo es, entonces, el Yo (perfil psicológico) de quienes exhiben este doble rasero moral o muestran mayor permisividad y tolerancia hacia el supremacismo comunista?

Han sido muchos los pensadores, desde Kierkegaard hasta Nietzsche, pasando por Fernández de la Mora y Peter Sloterdijk, que han señalado dos rasgos psicológicos inherentes a las ideologías de izquierdas: el resentimiento y la envidia. Pero no deseo ahora añadir nada sobre el resentimiento nietzscheano, que según el filósofo alemán generaba la moral de los débiles (léase desposeídos) vs la moral de los más fuertes. Tampoco me referiré a la envidia que, en el parecer de Kierkegaard, subyace en el ateo que no acepta su presencia en Dios; es decir, que no acepta su presencia en algo más superior y elevado que él. Sin duda, se podrían extraer interesantes reflexiones sobre las evidentes relaciones entre el resentimiento y la envidia y el hecho de ser de izquierdas. Baste, tan solo, señalar cómo el comunismo de Podemos se encarga de arremeter, día tras día, contra empresarios de éxito como Amancio Ortega; cómo los podemitas, en su día y demagogia mediante, se reivindicaron como trabajadores "descamisados" que vivían, orgullosamente además, en humildes barrios obreros. 

Sí me gustaría señalar la importante relación entre el hecho de ser de izquierdas y la idea de "envidia igualitaria", desarrollada por  Fernández de la Mora; una forma particular de envidia que el filósofo español postuló como el motor que ha movido históricamente, desde tiempos de la Grecia Clásica, a los individuos más mediocres, por lo general también resentidos,  a desterrar y despreciar lo más elevado, mejor y excelente. Ortega y Gasset, en esta misma línea, llamó "aristofobia" a esta insana necesidad de arremeter contra lo  mejor y más excelente. Y mucho escribió, también, sobre el individuo ejemplar y el hombre-masa, dado a hacer suya lo que Ortega denominó "pseudomoral eslava " (marxismo).

Me interesa, dejando de lado lo que sin duda son dos rasgos inherentes del individuo de izquierdas, el resentimiento y la envidia, centrarme en el rasgo que considero más relevante y que mejor define el "modo de ser" de la Izquierda Ilustrada: el desprecio.

Decía Sloterdijk en su "Crítica de la razón cínica" que el marxismo había sido la conciencia que con mayor prepotencia había cosificado y despreciado al resto de conciencias. De hecho, a los comunistas los definió como "los buenos criminales"; individuos capaces de legitimar los mayores crímenes y barbaridades en aras de conseguir loables fines últimos. Sin duda, como diría Zizek, los comunistas son fervientes ateos religiosos entregados celosamente a los dogmas de su fe.

Sin embargo, a pesar de las bien argumentadas y fundamentadas explicaciones de Sloterdijk sobre la prepotencia marxista y la criminalidad comunista, y a pesar de las confesiones, sin duda esclarecedoras e impagables, del comunista Slavoj Zizek, demostrando la presencia de esencialismo metafísico (religiosidad atea) subyacente en la ideología comunista, a pesar de todo ello, digo, nuestras Izquierdas Ilustradas siguen prefiriendo mil veces el comunismo de Podemos antes que a los liberal-conservadores de VOX. ¿Por qué? ¿Por qué desprecian tanto a VOX?

De entre todos nuestros "rojos ilustrados" (vamos a pagar al desprecio con desprecio) quizás haya sido Arcadi Espada, como ya señalé en la primera parte de "Perfil psicológico de las Izquierdas Ilustradas", el que con mayor prepotencia refinada, muy civilizada, eso sí, haya despreciado a la conciencia antagónica que representa VOX. Arcadi Espada, no solo alertó sobre el "retorno de la barbarie" que suponía la aparición de VOX en el claro del bosque de la política española, sino que despreció a la nueva formación política y, por ende, a millones de españoles, calificando al nuevo partido de cochambre intelectual, política y moral (cita literal).

No recuerdo a ningún político ni intelectual de peso, análogo a la importancia mediática que pueda tener Arcadi Espada, que se haya referido a Podemos, por ejemplo, con un desprecio tan evidente y desmesurado. Pero sí han sido muchos los pensadores de nuestras Izquierdas Ilustradas que no han disimulado su desprecio, irracional y, por qué no decirlo, endiosado, hacia VOX. A todos les ha bastado con sospechar o intuir que VOX era potencialmente un peligro para la democracia para juzgarlo y sentenciarlo al ostracismo mediático.

CONCLUSIÓN

Si el marxismo fue la conciencia que con mayor prepotencia despreció al resto de conciencias, como cree Sloterdijk y también creo yo (véanse los argumentos que lo prueban en "Crítica de la razón cínica"), no cabe duda de que nuestra Izquierda Ilustrada, ebria de dicho desprecio prepotente, es digna heredera del marxismo al que, sin duda, todavía se siente vinculada afectivamente, debido a los pretéritos apegos tempranos con el mismo.

Así, podríamos concluir, que la envidia y el resentimiento serían los rasgos psicológicos más presentes en la generalidad de las izquierdas proletarias, sobre todo entre el lumpenproletariado, carente de conciencia de clase, que ignora qué significa ser marxista, pero no duda en arremeter contra cualquiera que se le antoje mejor que él o que haya tenido más suerte en la vida que él.

Pero el desprecio prepotente, en mi opinión, sería el rasgo psicológico que mejor definiría a nuestra Izquierda Ilustrada. Una izquierda que tiene esa soberbia endiosada que le permite arrogarse estar en posesión de la Verdad o, en su defecto, que les permite creer que están situados en la mejor de las opciones políticas posibles: el patriotismo constitucional.

Como señaló Sloterdijk, retomando a Nietzsche, "todo el que desprecia a quien desprecia se convierte, inevitablemente, en despreciador". Así, de manera parecida, nuestra Izquierda Ilustrada se siente legitimada para despreciar a VOX, por considerarlo un partido peligroso (racista, xenófobo, homófobo y machista) que desprecia a los inmigrantes, a los homosexuales y a las mujeres (cuando en realidad VOX tan solo pide regular la inmigración ilegal y pide combatir ideológicamente a los nuevos dogmatismos femimarxistas y a las impositoras ideologías LGTBI). No importa que VOX no se haya pronunciado ni proclamado "extrema derecha"; ni importa que los hechos desmientan a sus detractores y despreciadores. A los despreciadores de nuestras Izquierdas Ilustradas les basta con sospechar e intuir que VOX es un despreciador, de la misma manera que a las Izquierdas reaccionarias (por utilziar la terminología de Ovejero) les bastó siempre con considerar fachas a los paniaguados socialdemócratas del PP y C´s.

Para legitimar el desprecio hacia un despreciador, primero hay que cosificar y convertir a la conciencia antagónica (VOX) en despreciadora, aunque no lo sea. Bastará, tan solo, con sospechar que pueda ser una conciencia despreciadora en "potencia". Y en esto, amigos míos, en pervertir la verdad y la realidad, el marxismo en general, y nuestras izquierdas en particular, son maestros aventajados.

lunes, 25 de enero de 2021

Perfil psicológico de la Izquierda Ilustrada (española)

INTRODUCCIÓN

Hace un año aproximadamente escribí una pequeña reflexión a colación de un artículo de Arcadi Espada, sin duda un digno representante de nuestras izquierdas ilustradas. El artículo, titulado "Oyen voces", pretendía deslegitimar, como suelen hacer nuestros "leídos marxistas", al partido político VOX.

Decía lo siguiente:

“Más me preocupa que algún rudo columnista -se hace el rudo, pero en el fondo es fino y delicado como un haiku- empiece a oír voces. ¡Aunque no dejaría de ser lógico!”

A través de este breve párrafo, Arcadi exponía una doble preocupación: por un lado, temía que algún periodista "rudo", que no civilizado y progresista (comme il faut) pudiera comenzar a oír voces, es decir, empezara a dedicar su tiempo a reflexionar y analizar los argumentos de VOX. Pero, al tiempo, con cinismo refinado, Arcadi calificaba dichos argumentos (argumentos de VOX) de irracionales y esencialistas susurros del Ser.

Me hizo gracia este hábil juego de palabras de Arcadi, igualando el hecho de prestarle atención a VOX (oírle) con la vana actitud de oír a los locos; a los individuos que oyen voces (léase argumentos metafísicos y/ o esencialistas).

Todos asociamos el hecho de oír voces inexistentes a signos de alarma psicológica, síntomas propios de locos o iluminados endiosados. Arcadi Espada, de esta sutil manera, volvía a vociferar (él sí a través de las voces de los buenos y justos) la alerta antifascista del comunista Pablo Iglesias. Desde luego, nadie puede negarle a Arcadi Espada la exquisita retórica de la que hacen gala los "leídos marxistas" de estética habermasiana, siempre tan aparentemente refinados, dialogantes, talanteros... Siempre tan educados (civilizados) cuando de insultar y menospreciar a las conciencias enemigas se trata

¿Pero nuestra Izquierda Ilustrada es en verdad tan ingenuamente humanista (dialogante y tolerante) como pretende aparentar a través del disfraz de la democracia deliberativa?

DE VOCES E INGENUIDADES HUMANISTAS

Desde que Kant, a través de su obra "Crítica de la Razón Pura", expusiera la imposibilidad de demostrar la existencia de conceptos metafísicos, como Dios y alma, los sabios y filósofos parecieron ponerse de acuerdo para estigmatizar y rechazar cualquier tipo de conocimiento o experiencia manifiesta en la conciencia que pecara de irracionalidad, es decir, decidieron olvidarse (véase Heidegger y el olvido del Ser) de todo aquello que no pudiera ser argumentado y fundamentado a través de lo que ellos consideraban "racional".

Kierkegaard, en su "Tratado  sobre la desesperación" (cap. II, "la desesperación es pecado") dejó escrito lo siguiente: 

"El diálogo entre el Aislado (individuo en el que Dios no está presente) y Dios no entrará nunca en el cerebro de los filósofos; ellos no hacen más que universalizar imaginariamente los individuos en la especie" (humana).

Efectivamente, al filósofo no le estaba permitido, hasta la llegada de la posmodernidad, pecar de psicologismo; no le estaba permitido enfrentarse a las verdades sentidas y vivenciadas que algunos individuos experimentaban en sus subjetivas conciencias. Solo podía ser Verdad aquel conocimiento con rango de universalidad, que fuese válido y aplicable a todo el conjunto de los seres humanos.

Pero Kierkegaard, muy presente en la obra magna de Miguel de Unamuno, "Del sentimiento trágico de la vida", sí considero que la desesperación era/es constitutiva de todos los seres humanos; es decir, era un universal. Nuestro Miguel de Unamuno, descalificado por muchos de nuestros contemporáneos por mostrarse en exceso irracional, también creyó que "el sentimiento trágico de la vida", provocado por la sed de inmortalidad de los seres humanos, era un universal. Incluso Ortega se refirió al "drama de vivir", a esa angustia existencial, presente en la generalidad de los seres humanos y surgida del enfrentamiento entre nuestro Yo con las circunstancias del medio (mundo).

Creo que se podría reconocer como verdad universal el hecho de que nuestro Yo individual siempre está en relación con el mundo, en y con "lo otro", en una constante lucha dialéctica por alcanzar una síntesis redentora que le libere del sufrimiento existencial. En mi opinión, dará igual cómo llamemos a dicha "angustia" provocada por el mero hecho de ex-sistir, de ser arrojados desnudos a la realidad y estar sometidos a las contingencias de las circunstancias. 

Marx, el poeta (profeta) de la liberación, que anunció la emancipación de todos los seres humanos, también acuñó el concepto de alienación para explicar este sufrimiento inherente y constitutivo de todos los seres humano; un sufrimiento derivado, según él, de la lucha entre clases y la vida inauténtica que llevaban los individuos proletarios. Heidegger, mucho más universalista que Marx, pues no consideró diferencias entre clases sociales, se refirió al Dasman, a la vida vegetativa, sin sentido, que se sustentaba en una rutinaria cotidianidad que enmascaraba el sufrimiento existencial.

La mayoría de los filósofos, por racionalistas que se hayan pretendido, han ejercido, realmente, como poetas. Y sobre los poetas, también escribió Kierkegaard:

"Los confines de la dialéctica de la desesperación serían la poesía con orientación religiosa; el pecado de soñar en vez de ser, adoptar una relación estética de imaginación con el bien y la verdad, en vez de establecer una relación real".

¿Y qué es nuestra Izquierda Ilustrada sino un grupo de poetas ebrios de "sus verdades"; borrachos de bellos ideales, sueños y ensoñaciones, que se apartan de Dios y de las religiones tradicionales para crear sus propios dogmas de fe (pseudoreligiones, como bien señaló Heidegger)?

Decía Kierkegaard que el poeta no podía, instado por la razón, aceptar su presencia en Dios, por lo cual se dedicaba a soñar a Dios (hacer poesía). Dios es demasiado elevado y no puede entrar en la cabeza del poeta, razón por la cual Dios es ignorado y convertido en nada.

Kierkegaard hiló muy fino, pues el poeta (léase ilustrado de izquierdas) se obliga, paradójicamente, a ser racional cuando, en realidad, es un místico irracional; un ferviente espiritualista o un ateo religioso, como bien explica Slavoj Zizek en su reveladora obra "Menos que nada".

Hay que decirles, alto y claro, a Arcadi Espada y nuestras Izquierdas Ilustradas que ellos, los idealistas habermasianos en definitiva, son también creyentes y poetas irracionales que todavía, por supuesto, y bajo sus disfraces de ingenuos humanistas, neokantianos y filomarxistas, sueñan con futuros internacionalismos o fines últimos teleológicos, pero a través de nuevos modos de ser posnacionales y transnacionales. 

No, nuestra Izquierda Ilustrada no es "ingenua", sabe muy bien qué quiere y está dispuesta a todo por tal de conseguirlo, desde aceptar como "mal menor" a Podemos (rancio y peligroso comunismo) hasta cosificar a las conciencias contrarias (a VOX y sus votantes). Todo vale, desde el más refinado sofisma hasta la mentira más descarada, o aliarse con golpistas rebeldes  y terroristas con tal de combatir a esencialismos antagónicos. 

TODA FILOSOFÍA POLÍTICA ES INEVITABLEMENTE METAFÍSICA

Lo que no puede permitir nuestra Izquierda Ilustrada es que un partido como VOX, un partido con fuertes convicciones, pueda ocupar su lugar en el claro del bosque para entablar la batalla ideológica que, durante tantos años, han evitado las falsas derechas españolas (los socialdemócratas del PP y C´s). 

Cuidado, nos advierten, los de antes eran "fachas", pero estos de VOX, además, están muy locos; creen en la realidad material de la nación española y defienden la  unidad indivisible de la misma. ¡Por favor!

Pero los simpatizantes de VOX, de serlo, no serían los únicos locos. En las últimas décadas, se han reconocido dos nuevos tipos de inteligencia que se han postulado como posibilidades de ser en algunas clases de personas: la inteligencia existencial (Howard Gardner) y la inteligencia espiritual; entendida como inteligencia capaz de vivenciar como reales determinados “modos de ser” que se actualizan y manifiestan virtualmente en la conciencia (Brian Draper). Ambas formas de inteligencia comparten dos rasgos fundamentales: una pre-ocupación (ocuparse con antelación) por la propia conciencia individual en relación con el todo (cosmos, mundo o vida), y también comparten el hecho de darse en individuos singulares con altas capacidades, a menudo tildados de locos.

Nuestro genial pensador Xavier Zubiri, como en tantas otras cuestiones, se adelantó a estos estudiosos de la “inteligencia humana”. A la pre-ocupación (ocuparse con antelación) que muestran los individuos respecto al Todo la llamó preocupación teologal, y a la comunión entre individuo y mundo/vida la denominó religación. A través de dicha religación, decía nuestro brillante filósofo, el ser humano se instaba a dotarse de sentido (esencia) valiéndose para ello de diferentes vías (lógico-científicas, religiosas, místicas, filosóficas y artísticas) para, así, poder hallar “su” verdad. Todas estas vías, pero, serían RACIONALES (enfatizo), pues todas son producto de la Razón humana. No importará, por tanto, cómo lleguemos a hallar un sentido, ya sea a través de vías de revelación (religión), de desocultación (metafísica) o construcciones consensuadas (democracia deliberativa habermasiana).

Todos necesitamos dar sentido a nuestras vidas. Y toda política, por tanto, en tanto que promesa de futuro y esperanza, es esencialista o moral, aunque dicho componente metafísico se muestre orgullosamente desnudo (VOX) o se enmascare bajo los disfraces de las democracias deliberativas (socialdemocracia).

El mismo Arcadi Espada, fijémonos, señala en el párrafo que he extraído de su artículo, que oír voces no dejaría de ser lógico, entiéndase: no dejaría de ser otra posibilidad más hallada por la razón humana. Pero Arcadi, sibilino y astuto cual Ulises, aprovecha el juego de palabras VOX= VOZ para matar dos pájaros de un tiro: para deslegitimar a la nueva formación política de VOX, calificándola de cochambre intelectual, política y moral (cito literalmente) y, al tiempo, para señalar que lo inherente a todo nacionalismo es oír voces, es decir, escuchar los susurros ontológicos del ser a través de esencialismos suprasensibles y metafísicos.

CONCLUSIÓN

Arcadi, por tanto, reta a los esencialistas (nacionalistas españoles) a que le demuestren qué es el ser de España; es más, les reta a que demuestren la existencia de dicha “razón de ser”, la realidad de su ser-ahí en el mundo. Y juega con ventaja, desde luego, porque desde que Mario Bunge deslegitimara toda la metafísica de Heidegger, a través del ad hominem de la locura, los nuevos Ulises (Arcadi es uno de ellos, y aventajado) han sabido disfrazarse de cuerdos para convencer (seducir) a la ciudadanía para que ésta taponara sus oídos con cera ante determinados cánticos esencialistas.

¡No, grita nuestro Ulises constitucionalista, la ciudadanía cuerda, inteligente y moralmente “buena y justa”, no debe escuchar los peligrosos cantos de las sirenas! (léase las proclamas de VOX). No deben oír esas voces, porque los cánticos seductores de VOX llevan a la cochambre intelectual y moral. Algún día, supongo, nuestras Izquierdas Ilustradas explicarán en base a qué argumentos, que no sean los propios del marxismo supremacista, consideran cochambre intelectual y moral aseverar la realidad material de la nación y defender la unidad territorial y política de la patria.

En cierto sentido, Arcadi, como la generalidad de la socialdemocracia europea, desea que la ciudadanía solo oiga unas determinadas voces; las voces de quienes, como Lenin, creían y siguen creyendo ciegamente en un “devenir concreto”; en un esencialismo concreto (heredero del marxismo). Nos quieren obligar a aceptar con resignación un “designio histórico”, que no teológico, aunque dicho designio (creencia en un final o síntesis última) no deje de ser otra suerte de esencialismo, pero, claro, un esencialismo disfrazado de racionalidad democrática, por tanto, más “justo”.

Pero Arcadi sí escucha todas las voces. Él, como el cínico Ulises, se ata al mástil de la embarcación que es España (y que también podría ser Europa) dejando sus oídos libres, mientras el resto de la ciudadanía, con los oídos taponados con cera, permanece sorda a determinadas verdades incómodas. De hecho, para ensordecer y cegar a la ciudadanía, las buenas izquierdas ya llevan décadas encargándose de dominar y controlar toda la superestructura social: educación, medios de comunicación y asociaciones e instituciones culturales. ¡Y a pesar de ello, más de tres millones de españoles votaron a VOX en las últimas elecciones!

Los cínicos que oyen todas las voces, como Arcadi y nuestras Izquierdas Ilustradas, no quieren que lleguen a demasiados oídos algunas verdades, tales como la urgente necesidad de regular los flujos migratorios, desenmascarar la inconstitucionalidad (contraria a Derecho) que se esconde tras la LVG (ley de Violencia de Género que presupone culpables, a priori, a todos los hombres por el hecho de ser hombres). No desean que demasiados oídos oigan la verdad que muestra el sectarismo revanchista de la ley de memoria histórica; no desean que se cuestione “la razón de ser de las autonomías”. Porque, claro, la razón de ser de España es “discutible y cuestionable”, como la propia nación española, pero la razón de ser de las taifas autonómicas, que tan vehementemente defienden los “ontológicos particularistas”, es palabra de Dios. La realidad de las autonomías no es cuestionable, como otras tantas realidades y/o ensoñaciones (ideología LGTBI, ideología femimarxista, naciones vasca y catalana…). No son cuestionables porque así lo han decidido, consenso mediante, nuestros racionalistas cuerdos.

Pendiente la continuación en una parte II.

domingo, 22 de noviembre de 2020

UNAMUNO, UN ADELANTADO "POSMODERNO"


INTRODUCCIÓN

El innegable éxito de la filosofía posmoderna, heredera de la hermenéutica y el deconstruccionismo, ha provocado una reacción contra sus postulados estético-interpretativos; una reacción, a menudo airada, que vuelve a reivindicar la filosofía más realista y materialista.

¿Pero realmente es posible una filosofía materialista que prescinda totalmente de lo que los griegos denominaron pneuma, esa suerte de espíritu mítico, soplo divino, Ser, Uno o “gran Otro”?

Gustavo Bueno, a través de su propuesta de MF (materialismo filosófico) intentó superar, incluso, la metafísica inherente al propio Diamat (materialismo dialéctico), al darse cuenta de que el marxismo no era científico ni, por supuesto, podía fundamentarse en un monismo imposible. Según Bueno, la esencia del materialismo es el pluralismo. Por eso, a partir de una Materia Ontológica General, que podría considerarse la análoga a una realidad primera o Realidad-fundamento (Xavier Zubiri), Gustavo Bueno formuló su tesis sobre los tres géneros de la materia: M1, M2, M3. De esta manera, daba cuenta de los fenómenos psíquicos (¿espirituales?) que interpretaban y operaban con los entes corpóreos (M1) y con la materia inteligible (matemáticas y leyes físicas) que conformaban el género M2.

Sin embargo, como ya se ha señalado, esta propuesta de Materia Ontológica General no evitaba la necesidad de incorporar el género M3; los fenómenos psíquicos que interpretan y dan sentido al resto de géneros de materia, pues, en el parecer de Bueno, el espíritu no es más que un subproducto dialéctico en relación a la materia (cita textual).

Lo que consiguió Gustavo Bueno, en mi opinión, fue triturar a Hegel a través de la puesta del revés de Marx; es decir, G. Bueno aceptó la intervención de un componente psíquico, como subproducto dialéctico, que interpretaba la realidad material (M3), pero negando que dicho “componente psíquico” pudiera entenderse como un motor espiritual (Hegel) que actuara como un sujeto activo en el devenir de la historia. También Marx fue triturado, pues si no existía un motor espiritual, que permitiera avanzar hacia el fin último de la historia, tampoco existía un “motor de lucha de clases”, al cabo, otra idea hipostasiada que se aceptaba como un modo de ser real que no era sino una idea virtual o un modo de pre-ser vivenciado en la conciencia.

VIRTUALIDAD y PRE-SER VIVENCIADO

Ni siquiera Gustavo Bueno pudo prescindir del género M3, al cabo el núcleo fuerte de la filosofía posmoderna: los procesos psíquicos que interpretan y dan sentido a la realidad que nos envuelve.

A efectos prácticos, pienso, no importa tanto que G. Bueno triturara el supuesto cientifismo marxista, demostrando que, al cabo, el Diamat contenía metafísica y era una suerte de teología secularizada (cita textual); algo parecido a lo que ya señalara Ortega y Gasset, cuando se refirió al marxismo como una forma de pseudomoral eslava; o cuando Bertrand Russell, uno de los críticos más firmes contra el marxismo, lo consideró como una suerte de pseudofilosofía. Por supuesto, fue Heidegger quien vio con claridad meridiana que el marxismo era una pseudoreligión

Todos estos filósofos ya “intuyeron” la verdad que Gustavo Bueno desveló a través de su triturador MF: el marxismo no dejaba de ser un idealismo ebrio de metafísica, que se arrogaba, como la  prepotencia esquizofrénica que era (Sloterdijk), ser el portador de la única conciencia “buena y justa”.

Pero decía que, a efectos prácticos, no importa la trituración de Gustavo Bueno, pues siempre quedarán posmodernos (como veremos a continuación) y Armesillas (nostálgicos comunistas) que continuarán la obra de la pseudoreligión marxista, prepotencia ideal-comunista al cabo.

¿Pero qué implica que el marxismo se refiera a sí mismo como la única conciencia verdadera?

Implica proclamar una verdad endiosada que parte, inevitablemente, de una idea virtual vivenciada en la conciencia”. Pero la verdad marxista no es una verdad que tenga una correspondencia entre proposiciones y hechos, al modo aristotélico, sino que es una "verdad" o pre-verdad que ansía y aspira a llegar a ser; es una verdad virtual que desea consumarse en la realidad material a través de la praxis operativa.

LA FILOSOFÍA POSMODERNA

Fue la Escuela de Frankfurt la que descubrió estas “debilidades del marxismo”, entendiéndolo como forma de “verdad virtual prepotente”. Y los filósofos alemanes, otrora marxistas, con Adorno y Horkheimer a la cabeza, iniciaron una reinterpretación de los postulados del marxismo por tal de limar su celo dogmático y rescatar, al tiempo, sus supuestas bondades.

¿Qué había de bueno en el marxismo? Según los filósofos de la Escuela de Frankfurt, del marxismo había que rescatar su ideal emancipatorio, su lucha para liberar a los oprimidos. Pero los oprimidos ya no eran, tan solo, quienes pertenecían a la clase del proletariado, sino que oprimido podía ser todo aquel que tuviese conciencia (vivencia subjetiva) de ser víctima; incluso quienes tuviesen conciencia de pertenecer a colectivos agraviados históricamente debían ser reconocidos como víctimas. Se imponía, así, el pensamiento sensible que legitimaba las reivindicaciones feministas, pero, ojo, también las reivindicaciones emancipatorias de colectivos homosexuales o colectivos etno-nacionales (particularismos tontilocos).

La posmodernidad repartió, tan alegre como inconscientemente, carnés de víctima. Y con el transcurrir del tiempo, estas víctimas, de nuevo endiosadas en sus verdades dolorosamente sentidas, y como antes hiciera el marxismo, volvieron a mutar en conciencias dogmáticas y prepotentes. El primer feminismo liberal mutó en femimarxismo, que no feminazismo, pues, como acabo de demostrar en esta exposición, el feminismo radical bebe del ideal emancipatorio marxista. De manera parecida, los primeros movimientos emancipatorios de colectivos homosexuales, claramente liberales, devinieron con el tiempo una pseudoreligión denominada ideología LGTBI.

Y en medio de toda esta vorágine irracional y psicoestética, empeñada en reivindicar sentimentalismos a través de victimismos instrumentalizados, aparecerá Habermas, disfrazado con los ropajes del ilustrado de izquierdas, racional y sensato. 

Pero Gustavo Bueno, como no podía ser de otra manera, también trituró al hijo aventajado de la Escuela de Frankfurt, considerándolo el creador de "El mito del ideal del diálogo” (cita textual). Gustavo Bueno desenmascaró al diálogo habermasiano como la necesaria herramienta a través de la cual las democracias deliberativas dan forma a una nueva verdad, no metafísica, sino consensuada con la participación de todos (¿de todos, realmente?); una verdad creada en los laboratorios de la política, por supuesto diseñada por las elites globalistas; la reedición, con otras vestimentas, del antiguo ideal internacionalista marxista, ahora reinterpretado como teleológicos supranacionalismos y transnacionalismos. Diálogo, consenso, democracia deliberativa, ética en el discurso… ideales imposibles, metafísica y nuevos mitos al cabo.

¿QUÉ QUEDA DESPUÉS DEL MITO SINO NUEVAS FICCIONES MÍTICAS?

Triturados los mitos del marxismo, y por ende los de sus hijos posmodernos; y triturado el idealismo habermasiano, ¿qué nos queda para dar sentido a nuestras existencias?

Me atrevería a decir, siguiendo a Unamuno, que si el mito no existiera habría que inventarlo, de la misma manera que el genial vasco (español por los cuatro costados) proclamó que “si no existiera Dios, tendríamos que inventarlo”. En esta frase, tan unamuniana, se resume perfectamente la verdad posmoderna. Y es que Unamuno entendió, mucho antes que los sesudos alemanes de la Escuela de Frankfurt y sus hijos posmodernos (Foucault, Derrida, Deleuze…), que no importaba tanto tener certeza de una verdad como obligarnos a creer en dicha verdad. Unamuno lo llamó, intuitivamente, autoengaño existencial. Pero Peter Sloterdijk, hilando más fino, lo ha denominado autohipnosis consciente; un ejercicio voluntario de la conciencia para obligarnos a creer en lo que la razón no nos permite creer.

La ficción, la pre-verdad o el pre-ser virtual que se manifiesta y actualiza en la conciencia, cobra vida propia en la nivola "Niebla", donde el personaje de Augusto Pérez llegó a mostrarse a través de un modo de ser tan real que, incluso, se permitió dialogar de a tú a tú con "su dios": el propio Unamuno que escribía la vida, historia o relato, del atormentado Pérez. La meta-ontología que desarrolla la obra unamuniana es sublime. 

La poiesis (acción creativa) que lleva a cabo Unamuno, ya no consistirá, como en la Grecia clásica, en crear dioses y mitos, sino en "imaginar" al sujeto como un dios capaz de crear al Dios que, a su vez, le creará a él mismo.

En "Niebla", Unamuno entendió perfectamente que la existencia no tenía sentido sin un relato que llenara con historias, mitos y ficciones, el terrible vacío inherente a la misma. ¿Y qué mejor ficción que la de un dios que sueña o imagina a su Dios?

Obligándose a llegar hasta los propios límites de la ficción, Unamuno llegó a escribir que el personaje ficticio de Alonso Quijano se le antojaba más real, más de carne y hueso, que el propio Miguel de Cervantes. ¿Por qué no? ¿No fue, en definitiva, Alonso Quijano, en su modo de ser universal "El Quijote", quien realmente dio sentido y significado a la existencia de un pobre mortal llamado Miguel de Cervantes?

Y es que Unamuno, antes de que Derrida se sacara de la manga el invento del deconstruccionismo, ya se atrevió a deconstruir, magistralmente añado, la obra magna de la literatura española: "El Quijote".

 "Vidas de Don Quijote y Sancho" no solo es una confesión agustina donde Unamuno se psicoanaliza introspectivamente, desnudando su ser más íntimo a todos sus lectores. Es mucho más. Unamuno, erigido en "dios" o creador todopoderoso, llegará a proclamar que él había entendido y desvelado la esencia que subyacía en "El Quijote" mucho mejor que el propio Miguel de Cervantes. He ahí un endiosamiento creador que solo sería superado, años más tarde, por los filósofos posmodernos.

La obra "Vidas de Don Quijote y Sancho" deconstruye la obra original de Cervantes reinterpretándola y, hasta cierto punto, incluso reescribiéndola, y con no pocas dosis de análisis psicológico y social. Así, Unamuno no solo llegó a la posmodernidad antes que los filósofos posmodernos, sino que se adelantó al trabajo de la Escuela de Frankfurt, valiéndose, a través de su particular modo de crear ficciones, de análisis psicológicos y sociales para, a través de esas vías, poder llegar a descubrir el alma (esencia espiritual) de los personajes cervantinos.

CONCLUSIÓN

En definitiva, la acción operativa en política, muy bien entendida por Unamuno, pero también por Gustavo Bueno, debe consistir en triturar los mitos de los “otros” y, al tiempo, resucitar y legitimar nuestros propios mitos nacionales. No importa que dicha legitimación moral y vital se realice a través de vías intuitivo-irracionales (Unamuno) o a través de una racionalidad bien argumentada y fundamentada (Gustavo Bueno).

Si todo mito es inevitablemente relato, como sostienen los posmodernos, y es una necesidad constitutiva del ser humano dotar de sentidos y significados (relatos) su existencia, no nos queda más remedio que “mitificar” y crear relatos, pero relatos y narraciones hechos a “imagen y semejanza” de los hombres de carne y hueso que somos.

Parafraseando a Gustavo Bueno: “el relato que no impongamos nosotros lo impondrá la conciencia contraria y antagónica a la nuestra”. Así ha sucedido siempre a lo largo de la historia. Las civilizaciones y naciones que desaparecieron a lo largo del tiempo, lo hicieron porque, primero, perdieron su fuerza vital y espiritual (pneuma); perdieron la fe en sus respectivas razones de ser; dejaron de creer en “sus verdades” y acabaron autoinmolándose.

No sé a vosotros, pero a mí no me vale el relato marxista, ni los relatos LGTBI, LBM o femimarxistas; tampoco me vale el tramposo relato del idealismo habermasiano, que lo mismo “prefiere a Podemos mil veces antes que a VOX” que proclama que “España se la suda”.

Como dijo un gran español, gran admirador de Unamuno: “Hay que anteponer la poesía que promete (nuestro relato nacional) a la poesía que destruye (relatos internacionalistas y globalistas).