miércoles, 8 de enero de 2020
ERRORES DEL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL
INTRODUCCIÓN
Para empezar, no me gusta el término "constitucionalista", que es como se "bautizan" a sí mismos quienes profesan fe y devoción por la Diosa Ley (otrora Diosa Razón) en España. No me gusta dicho calificativo porque no me gustan los perdedores, ni me gusta perder. Y nuestros "constitucionalistas" españoles son perdedores (¿voluntarios?); son los nuevos cristianos que aceptan ser lanzados a los leones con resignación, por mor de cumplir escrupulosamente con los preceptos legales (nuevos imperativos categóricos de deber).
PRIMER ERROR
El constitucionalista, al menos el español, es un creyente, un marxista-kantiano que cree en el deber (marxismo) de alcanzar la justicia social, pero desde el respeto a unas normas y leyes comunes recogidas en la Biblia constitucional (racionalidad kantiana).
La superación del marxismo en España, a través de la vía del constitucionalismo, hubiese sido un éxito si todas las partes en conflicto hubiesen aceptado ser leales cumpliendo unas reglas del juego comunes: diálogo racional, argumentado y fundamentado, para llegar a acuerdos consensuados a través de una "democracia deliberativa".
Pero los "constitucionalistas" españoles cometieron en el pasado un grave error: aceptar en el diálogo deliberativo las "razones" de aquellas conciencias enemigas que, precisamente, no buscaban negociar acuerdos, sino imponer sus "verdades" y cosmovisiones ideológicas sirviéndose de las debilidades del marco legal constitucional; aceptaron como iguales a los enemigos de la razón ilustrada, a aquellos supremacistas nacionalistas y/o comunistas que prescindían de Kant y apostaban por el marxismo operativo.
EL SEGUNDO ERROR
Decía que el más grave error cometido en el pasado, por quienes se llaman a sí mismos "constitucionalistas", consistió en aceptar como "iguales" a las conciencias enemigas contrarias a los propios principios constitucionalistas.
Este grave error ya lo señaló Heidegger con otras palabras: "En el seno del humanismo anida el germen de su propia autodestrucción"; es decir, Heidegger anunció que sería la misma esencia del humanismo, ese "buenismo" inherente al mismo, lo que conduciría a la autoinmolación de su razón de ser. Así está sucediendo, tanto en España (triunfo de los golpistas) como en Europa (éxito del nuevo internacionalismo supranacional dirigido por Soros).
El pensador alemán nos advirtió de una terrible verdad: los imperativos de deber idealistas y civilizados, a los que se debía el humanismo, serían la grieta o el caballo de Troya, como se prefiera, por donde se filtrarían los "bárbaros".
Si aceptamos que el "constitucionalismo" es, al cabo, un humanismo, podremos comprender cómo y por qué España ha sido derrotada, desde el interior de su propio seno (recordemos a Heidegger), por conciencias enemigas.
ERROR TRAS ERROR
Si el primer error del constitucionalismo fue grave, permitiendo la entrada en el juego democrático a conciencias que, de palabras y hechos, eran enemigas del mismo, el segundo error también resultó letal: creer que las conciencias enemigas se civilizarían. Los creyentes en la Diosa Ley cometieron el error de "soñar" que en el futuro todo el mundo respetaría y adoraría a sus dioses (léase sus verdades).
Pero no, no ha sido así. Alto y claro lo dijo un diputado etarra: "Ni nos vencieron ni nos domesticaron". Para quienes no hayan leído a Peter Sloterdijk, traduzco al román paladino las palabras del "bravo gudari":
La derrota de ETA no existió, ni los etarras se "civilizaron". Los terroristas sabían, como Gustavo Bueno, que las normas y reglas del parque humano no las imponían las conciencias más "buenas" (con mejores valores ético-morales) sino las más fuertes y operativas. Así lo comprendió también, finalmente, el sanchismo y, no nos engañemos, TODOS los socialistas españoles: lo importante es ganar y tener el PODER, pero para poder HACER.
EL ÚLTIMO ERROR CONSTITUCIONALISTA
Pues bien, después de permitir la entrada de los "bárbaros", y tras soñar que podrían "civilizarlos", nuestros idealistas constitucionalistas, ya vencidos, siguen cometiendo el error de despreciarlos.
Dicen estas almas ingenuas (ya se verá si realmente lo son) que el nuevo gobierno de Sánchez solo desea el poder por el poder, a cualquier precio.
¿Pero qué nos han demostrado, hasta el día de hoy, tanto Zapatero como Sánchez? ¿Acaso no han hecho mil veces más que el PP cuando tenía mayoría absoluta?
El poder lo han utilizado, y siguen utilizándolo, para lo que, según todo buen marxista, debe utilizarse: para transformar la realidad social; para cambiar al conjunto de la sociedad. En este sentido y orientados a estos fines, han elaborado leyes (goles por toda la escuadra a los adoradores de la ley) para criar, domesticar y cebar ganado a través de nuevas reglas para el parque humano.
La ley de memoria histórica y la LVGI (ley de violencia de género) son claros ejemplos de políticas de hechos; políticas operativas orientadas a unos fines concretos de unas concretas ideologías.
CONCLUSIÓN
La concatenación de tantos errores, uno tras otro, desde la Transición hasta nuestro presente más reciente, nos obliga a preguntarnos si los constitucionalistas españoles son realmente constitucionalistas. ¿Por qué, en tantas ocasiones, no se aplicó la ley cuando esta estaba siendo reiteradamente vulnerada? ¿Por qué se han permitido ilegalidades y acciones directas, tanto por parte de secesionistas como de subversivos comunistas (antisistemas) durante décadas? ¿Por miedo? ¿O porque dentro del grueso de los llamados "constitucionalistas" existía un núcleo fuerte "marxista"?
Yo sostengo la tesis de que el constitucionalismo español, en tanto que ebrio de marxismo, ha resultado fallido. Difícilmente podrá un constitucionalista obligarse a aplicar leyes en las que no cree, sobre todo si, además, debe aplicarlas ante violaciones de la legalidad que él mismo considera justas y legítimas. Esto es lo que ha sucedido en Cataluña, por ejemplo, con un PSC (partido socialista de Cataluña) que, aunque con la boca pequeña denunciaba las vulneraciones de la legalidad, en el fondo comprendía y suscribía las reivindicaciones catalanistas por considerarlas justas y legítimas.
Otro tanto, aunque parezca mentira, ha sucedido dentro del seno del PP. No hay más que leer o escuchar a Núñez Feijóo, presidente del PP en Galicia, defendiendo el uso y la imposición de la lengua gallega en la educación y las administraciones públicas.
Y se me preguntará: ¿y qué tienen que ver estos "constitucionalistas" con Marx o con Kant?
Tiene que ver todo, o mucho en todo caso.
Kant, a pesar de mostrarse como un férreo defensor de la integridad del Estado, aplaudió con entusiasmo el triunfo de la revolución francesa; es decir, celebró el triunfo de la ilegalidad revolucionaria que, a través de la vulneración de la ley, luchaba por lo que era "justo" (entrecomillado malicioso). Por este mismo motivo, Kant también defendió el recurso de la "desobediencia civil" ante las "injusticias".
Marx lo único que hizo fue pulir (teoría materialista mediante) el idealismo kantiando: la necesidad de luchar por lo justo aunque sea vulnerando la legalidad institucional.
¿Qué ha sucedido en España cuando un "constitucionalista" ha tenido que aplicar implacablemente la ley ante lo que él mismo consideraba una "justa reivindicación"? Ha sucedido, como hemos visto en Cataluña, que la ley no se ha aplicado o, en el mejor de los casos, se ha aplicado de forma laxa y timorata (véase la farsa del 155).
No nos engañemos, el problema del constitucionalismo español, de una parte importante del mismo, es que emocional y sentimentalmente comprende y empatiza con las reivindicaciones de quienes vulneran la ley. Así de simple, así de terrible. Como dijo el catedrático en Derecho Rafael Arenas García: al constitucionalismo español le falta convicción.
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