POLÍTICA DE ILUSIÓN DE ALTERNATIVAS (sin salvación)
INTRODUCCIÓN
Los seguidores de Antonio Trevijano, incansables, insisten en repetirnos que vivimos bajo un régimen partitocrático, es decir, bajo el paraguas de una falsa democracia. Y tienen razón.
El sistema de partidos en España tiene como fin último mantener vivo un espejismo; una falsa ilusión de alternativas que le hace creer a la ciudadanía que es libre para elegir entre diferentes opciones políticas (derechas vs izquierdas) cuando, en realidad, el sistema de partidos no permite una auténtica democracia participativa, sino que actúa como un sistema oligárquico.
ILUSIÓN DE ALTERNATIVAS EN EUROPA
Sí, los "trevijaners" (calificativo cariñoso) tienen razón, pero la gravedad de su verdad no afecta sólo a España, sino a toda Europa. No hay escapatoria ni salvación.
Decía Zizek, en "Menos que nada", que en Europa ya no existía la política dualista de idealistas vs materialistas, sino dos políticas ideológicas materialistas:
El materialismo democrático (habermasiano) vs el materialismo dialéctico (heredero de Marx).
Lo mismo sucede en España, donde tanto PSOE como PP se encuadran dentro del marco teórico del materialismo democrático (socialdemócrata) vs el materialismo dialéctico de Podemos y otros grupúsculos nostálgicos del marxismo. Ya no hay derechas ni izquierdas.
De hecho, Zizek señala que en la Europa de hoy impera el materialismo democrático, de la misma manera, añado yo, que en España lo hace la socialdemocracia del "PPSOE"; un materialismo o biomaterialismo que sólo reconoce cuerpos y lenguaje (Badiou) y que impone sus leyes a través del consenso de la "democracia deliberativa".
Pero, como bien señaló Badiou, estas democracias deliberativas (no olvidemos que habermasianas) no dudan, consenso mediante, en IMPONER "su verdad":
"No debe haber democracia para los enemigos de la democracia".
Por sentencias como ésta, Gustavo Bueno acusó a estas democracias deliberativas de pecar de lo que él llamó "fundamentalismo democrático". Por sentencias como ésta, totalitarios como Macron estuvieron dispuestos a imponer sus verdades a través del miedo y la coacción, enmerdando a los últimos disidentes.
También Sloterdijk, tras su desencuentro con Habermas, que le llamó "joven fascista ", se refirió en su día a la paradoja que subyacía en la dialéctica habermasiana, que se jactaba de fundamentarse en el diálogo y el intercambio comunicativo, pero que no dudaba en deslegitimar los argumentos contrarios tildándolos de "antidemocráticos o fascistas". Puro supremacismo o fundamentalismo que se amparaba en la verdad de un nuevo dios: el consenso.
Estamos viendo cómo, en aras de este endiosado consenso, la Europa habermasiana nos está imponiendo un nuevo proyecto globalista hegeliano (la agenda 2030), que, en palabras de Sloterdijk (ver "Sin salvación) se podría considerar como un nuevo proceso civilizador para acoger nuevas manifestaciones de lo absoluto.
CONCLUSIÓN
No hay escapatoria, ni en España ni en Europa.
Durante las últimas décadas se han ido tejiendo, delante de nuestras narices, falsas ilusiones de libertad que nos han convertido en animales de lujo (Sloterdijk); ilusiones que nos han convertido en animales de granja, sí, pero también en ganado exquisito y refinado. Queremos estar siempre bien cebados y siempre pedimos más seguridad, más protección, más certidumbre, más Estado en definitiva.
No sé si en el 2030 seremos más felices, pero, desde luego, no tendremos NADA, ni bienes materiales ni la libertad para decidir si queremos vacunarnos, poner la temperatura por debajo de 27 grados, comer carne o llevar corbata.
Nos va a quedar un mundo muy "bonito y feliz".