sábado, 22 de agosto de 2015

"El hombre y la verdad", de Zubiri.

Hace ya algún tiempo me leí un pequeño libro del maestro Zubiri, titulado "el hombre y la verdad".
Intentaré hacer un resumen del mismo a partir de algunas notas que tomé en su día, y agradecería aportaciones y, sobre todo, correcciones, pues se me antoja que no realicé un análisis en exceso sistemático y pormenorizado del mismo.

¿Qué es la verdad?, se preguntó Zubiri, y para responder dicha cuestión nos ilustró con las respuestas dadas por algunos autores:

LA VERDAD COMO REALIDAD (óntica)

Parménides: "Verdad es lo que es". El filósofo griego identificaba Ser = verdad. La verdad es la verdad del TODO (lo que permanece inmutable), no la verdad del hombre, ya que la verdad se da por sí misma, sin mediación alguna, en la realidad. El ser humano debe descubrir la verdad recorriendo el camino de la verdad, que no es otro que el camino del ser, pues el SER no puede NO SER. El Ser es, así, esencia y existencia Presente y Real, pero no transcendente. Parménides se refiere al ser de las cosas (óntico) no al Ser del ser (ontológico), aunque existe discusión al respecto.

Platón: La verdad es la rectitud. La verdad pasa a considerarse, pues, un juicio, es decir, podrá ser o no ser. Si Parménides afirmaba que la Verdad lo era sin la mediación del hombre (era el hombre quien debía descubrirla tal cual era) Platón se referirá al descubrimiento de la idea y no de la apariencia (mito de la caverna) Lo auténticamente real es la idea que se encuentra entro de la realidad aparente.

LA VERDAD COMO REALIDAD Y ADECUACIÓN DEL INTELECTO A LAS COSAS

Aristóteles: La verdad consistirá en que sea cierto lo que se dice. Apela, como Platón, a un juicio, pero que ha de ser lógico.  Aristóteles ofrece una teoría de la verdad mucho más acabada. La tesis básica sobre la que se articula su pensamiento en este punto es que la obra del intelecto es adecuarse a la verdad: el producto propio de la razón es la verdad que, por sí misma, es independiente del sujeto en tanto que real.

LA VERDAD COMO TRANSCENDENS (ontológica)

Sto Tomás: La verdad es la conformidad o adecuamiento con las cosas. La verdad será ontológica y será auténtica cuando los atributos de los que está hecha también sean auténticos.
La verdad, hasta Sto Tomás, se definió, pues, como conformidad del pensamiento y del juicio objetivo sobre las cosas. Tomás sostiene que conocer es abstraer de las cosas lo universal que se encuentra contenido en ellas.
La verdad podrá ser, por tanto, atributo del pensamiento y atributo de las cosas.

LA VERDAD COMO CONSTRUCCIÓN DEL SUJETO

Kant: Aceptará que la verdad lo sea respecto al atributo de las cosas, es decir, cuando no haya discrepancia entre una cosa y lo que digamos sobre ella, pero señalará un problema al considerar la verdad como atributo del pensamiento.

Problema planteado por Kant: ¿El pensamiento está de acuerdo con las cosas porque éstas se reflejan realmente en nuestos juicios? ¿O el pensamiento está de acuerdo con las cosas dependiendo de la dirección de nuestro entendimiento (subjetividad)?
La verdad transcendental será, pues, una verdad puesta, o impuesta, por el hombre mismo, ya que se ha conformado a través del entendimiento.
La verdad de Kant se apoyará en la inteligibilidad, en los actos del entendimiento humano, pero obviará los atributos de la propia realidad.

LA VERDAD FENOMENOLÓGICA

Husserl: La verdad se da en un plano transcendental equidistante tanto del objeto-realidad (realismo) como de la idea-sujeto (idealismo). La verdad se da a través del fenómeno, que no es la realidad en sí misma ni la existencia del ente en si, sino una manifestación de la misma verdad o realidad.

LA VERDAD RESPECTO A LO REAL o como CONSTRUCTIVIDAD TRANSCENDENTAL

Zubiri reivindicará el papel de la realidad, y para ello definirá la inteligibilidad (los actos intelectivos) no sólo como juicios propios de la razón y la lógica (el entendimiento kantiano) sino también como actos volitivos y experiencias emocionales (inteligencia sentiente). La realidad lo es de suyo y la inteligencia (el sujeto) no juzga la adecuación del entendimiento cono la realidad, sino que aprehende la realidad misma.
Así, la verdad vuelve a encontrar su coincidencia con la realidad, porque la realidad, tal cual la percibimos, es fruto de la racionalidad, pero no sólo de la razón lógica sino también de las emociones y las voliciones.
La realidad se da a sí misma y es respectiva de otras realidades. A través de la intelección sentiente aprehendemos la realidad, de algo (cosa) que está formalmente presente como real, pues tiene carácter de suyo.

Hasta llegar a Zubiri se había asociado exclusivamente racionalidad con razón, cuando la racionalidad de los seres humanos es mucho más; es un atributo de la inteligencia para descubrir y aprehender la realidad a través de diferentes vías:
- Vías lógicas y cientifistas.
- Vías místicas y religiosas.

Todas las vías, en tanto que racionales, se valen de actos intelectivos a través de los cuales se puede llegar a hallar la verdad a partir de la aprehensión de la realidad.
La verdad, el Ser real se da de por sí, es aquello que se nos presenta en la impresión y tendrá carácter transcendente y será constructo (construcción) de la realidad. La verdad será una constructividad transcendental.

Nota: lo transcendental tiene dos caracteres: ser a priori respecto a las cosas (el Ser) y estar estructurado por sí mismo (no creado por el sujeto).

lunes, 10 de agosto de 2015

Hermann Hesse en "Los Hijos del III Reich"

Hace tiempo que deseaba ver "Los Hijos del III Reich", una miniserie alemana (dos capítulos) que narra las vivencias de un grupo de 5 amigos durante la II Guerra Mundial.
La serie es magnífica y cuenta con una excelente fotografía, un buen guión y una cuidadosa ambientación de la época. ¡Sobresaliente y muy recomendable!

Sin embargo, en esta breve entrada, no pretendo reflexionar sobre "Los Hijos del III Reich", sin duda una producción cinematográfica a la altura de otras dos grandes películas alemanas: "El Puente" ("Die Brücke") y "El Hundimiento" ("Der Untergang").
En esta ocasión (pues en otra, Dios dirá) mi intención es la de señalar la presencia del espíritu de Hermann Hesse en uno de los personajes: el joven Friedhelm (interpretado por el actor Tom Schilling).

Friedhelm es, sin duda, un viajero del Círculo (ver "El Viaje a Oriente, de Hesse), un ávido lector (¿intelectual?) que rechaza la guerra pero que se ve inmerso en la misma, víctima de las circunstancias.
El joven Friedhelm, tachado de cobarde por sus compañeros, intenta mantenerse al margen de lo que él considera la farsa nacionalsocialista. Así, vive apartado y estigmatizado por su grupo de iguales (compañeros de armas), mientras se dedica a leer libros.

Primera presencia del espíritu de Hermann Hesse.

Durante una de las lecturas de Friedhelm, la cámara realiza un significativo zoom (primer plano) para mostrarnos qué libro está leyendo: "Demian".
A quienes hemos leído "Demian" no se nos pueden escapar los evidentes paralelismos entre el protagonista de la novela de Hesse, el joven Emile Sinclair, y el estigmatizado Friedhelm:
Ambos jóvenes están perdidos y buscan un guía o un camino de salvación; los dos se sienten aislados del grupo, incomprendidos y ajenos al gregarismo uniformador que pretende "domarles". Sin embargo, mientras que Sinclair logra "salvarse" a través de su amistad con Demian (espíritu afín), Friedhelm no encuentra a un "igual" en el que reconocerse. De hecho, el hermano de Friedhelm es un héroe veterano, además del teniente que comanda su unidad, lo cual hace todavía mucho más difícil su situación.
Así pues, a falta de un guía o referente "salvador", Friedhelm acabará perdiéndose y dejará de ser un viajero del Círculo, dejará de buscarse a sí mismo y acabará fusionándose con la realidad; terminará aceptando su condición de soldado del III Reich, se "deshumanizará" y se endurecerá hasta acabar cometiendo actos inmorales que él mismo, antes de su "transformación", criticaba con apasionado fervor.

Segunda presencia del espíritu de Hermann Hesse.

Antes de la rendición completa de Friedhelm, frente a las adversas circunstancias, todavía parece quedar un atisbo de esperanza para él cuando llega un joven soldado de reemplazo.
El joven soldado recién llegado le confiesa su intención de ir a estudiar filosofía con Heidegger, a Friburgo, en cuanto acabe la guerra. Mientras, el ya resabiado Friedhelm, lo mira con desconfianza, pues, aunque moralmente derrotado y deshecho, todavía se resiste a renegar de sí mismo y rendirse ante los seductores cantos de sirena del nacionalsocialismo, una promesa suprematista que llegó a seducir a Heidegger, pero no a Hermann Hesse.

Tercera presencia del espíritu de Hermann Hesse.

Pero es cuando Friedhelm, finalmente, se rinde ante la realidad de las circunstancias, cuando la película nos regala la mejor secuencia en forma de un guiño, sin suda inspirado en "El lobo Estepario" y "El viaje a Oriente":
Friedhelm, agotado y decaído, reposa sentando junto a un árbol cuando, de repente, se le acerca un magnífico ejemplar de lobo (¿un lobo estepario?).
El lobo mira fijamente a Friedhelm por unos segundo y, finalmente, le gruñe, reprochándole en lo que se había convertido.
La figura del lobo de la estepa es recurrente en la obra de Hesse y,  además de dar título a su célebre novela "El lobo estepario", es una figura que está cargada de simbolismo: representa la auténtica libertad, la libertad de quienes se reconocen y se aceptan a sí mismos prescindiendo de las presiones gregarias del grupo; representa la supremacía de la voluntad del yo individual frente a las imposiciones y coacciones del yo colectivo y uniformador.
Una escena muy parecida acontece en "El viaje a Oriente", cuando el desorientado H.H, después de haber abandonado el Círculo de viajeros, es puesto a prueba por Leo por tal de ver si aún tiene salvación y puede redimirse de sus pecados: un lobo se cruza en el camino de H.H y solicita su atención, pero él se desentiende y lo rechaza. Prueba no superada, como se verá al final del relato.
En el caso de Friedhelm, es el propio lobo (su auténtico yo reprimido) el que se le aparece y se le encara para "afearle" su claudicación ante las circunstancias.

Cuarta presencia del espíritu de Hermann Hesse.

Lo lógico, siguiendo el recorrido de "autocuración" literario de las obras de Hermann Hesse, hubiese sido que tras la desorientada búsqueda y la transitoria claudicación llegase la redención o salvación del personaje (como sucede en los casos de "Demian", "El Lobo Estepario" o "El Viaje a Oriente).
Sin embargo, el joven Friedhelm, siguiendo los pasos de los protagonistas secundarios de "Bajo las ruedas" y "Gertrudis", opta por el suicidio vital; pierde la fe y la esperanza y se autoinmola lanzándose contra los enemigos.

A pesar del "pesimista" final, quizás obligado por tal de acentuar la crítica de lo que supuso el suprematismo nacionalsocialista, no cabe duda de que Hesse está presente en la excelente "los Hijos del III Reich" a través del angustiado personaje de Friedhelm.