sábado, 26 de marzo de 2016

"Caminos de bosque" de Heidegger (Parte I)

Introducción.

"Caminos de bosque" es un libro que está estructurado en 6 capítulos, a su vez relacionados entre sí por el tema central que gira en torno a la cuestión del sentido del Ser. Dichos capítulos, sin embargo, constituyen en sí mismos otros 6 ensayos independientes (o diferentes caminos) que abordan la necesidad, tan humana, de preguntarse por la esencia o verdad de lo ente.

Primer capítulo: "El origen de la obra de arte".

En este primer capítulo-ensayo, Heidegger se pregunta por la esencia del arte y para ello desarrolla un camino de búsqueda desde la cosa (objeto), pasando por la obra (creación) hasta llegar al arte (representación sublime).
Hallar el origen de la obra de arte (título del ensayo) será tanto como encontrar su esencia o sentido; para ello, Heidegger comenzará analizando al ente cosa, como ser-en-sí, para diferenciarlo del ente obra (creación humana).

La antigüedad (Grecia) interpretó al objeto (cosa) como lo que se presentaba ante el sujeto, es decir, como la adecuación entre la cosa y su representación. Más tarde, el empirismo interpretó que el objeto era lo que de él nos aportaban los sentidos (vista, oído, tacto...); la cosa en-sí sería el conjunto de cualidades (color, olor, sonido...) que percibía el sujeto.
Con la Edad Moderna, la cosa sería interpretada como una representación de la mente o pensamiento surgido de la interrelación entre objeto-sujeto (idealismo trascendental).

En el parecer de Heidegger, ninguna de estas tres interpretaciones sirven para descubrir el origen o esencia de la cosa en su forma de obra de arte, es decir, no permiten hallar el sentido de la cosa que, de facto, la convierte en algo más que en un ser-en-sí misma.

Para descubrir ese "algo más" (esencia) que subyace en la obra de arte, lo que hará Heidegger será diferenciar dos posibles esencias de la cosa: la esencia del ser-utensilio y la esencia del ser-obra.

La esencia de la cosa ser-utensilio radica, precisamente, en ser útil. El utensilio es cuando es usado.
¿Pero en qué consiste la esencia del ser-obra de arte? Pues consiste en sugerir y descubrir: consiste en desocultar la verdad y, en tanto cumple con su cometido, transformarse en ser-obra de arte.

Para ilustrar  lo que pretende explicar, Heidegger pone como ejemplo dos obras: una poesía de C.F. Meyer y otra de Hölderlin. En su parecer, solo la poesía de Hölderlin, además de poseer el carácter de ser-obra, como la de Meyer, será, además, obra de arte. El poema de Meyer desoculta la esencia de la verdad a través del lenguaje poético, pero el de Hölderlin, es algo más: descubre (desoculta) un proyecto de vida que se abre ante el Dasein histórico. Hölderlin es más que un poeta, es un artista y un pastor o cuidador del Ser.

Resulta obligado que nos preguntemos: ¿Dónde radica el criterio para determinar que la poesía de Meyer no tiene ese algo más que sí se encuentra en la poesía de Hölderlin?
La poesía de Meyer consiste en un conjunto de estrofas, de cuidada rima,  que se limita a describir una "fuente romana"; descubre la esencia o verdad de la fuente, sí, pero no le desvela al Dasein un proyecto de mundo, no le desvela al Dasein quién es él . Sin embargo, las poesías de  Hölderlin, "El Rin" o "Germania", a través del lenguaje poético (metáforas y alegorías) desocultan una verdad y levantan un mundo, le descubren al Dasein su mundo, su ser en definitiva.
¿Y qué entiende Heidegger por levantar un mundo?
Levantar un mundo significa facilitar la posibilidad de apertura del Ser.
La poesía de Hölderlin, por tanto, es un camino que conduce a la apertura del Ser, a la verdad y/o esencia misma del Ser.
La esencia del arte, dirá Heidegger, es la aleteia (desocultamiento o apertura), pues en la obra de arte acontece la verdad y, por tanto, crear significará dejar que algo emerja.

Conclusión:

La creación u obra de arte, por tanto, debe entenderse como un quehacer supremo que saca a la luz la esencia que ya es en la realidad, pues, como expresara Hölderlin: difícilmente abandona su lugar lo que mora cerca del origen.
Pero el arte también es histórico, y por ello funda la historia y hace surgir la verdad del Dasein histórico de un pueblo; y para que la esencia (verdad) salga a la luz es necesario acceder a ella a través de un camino que es el camino de la poesía: el lenguaje poético del arte.
Así, la poesía será, al tiempo, arte (verdad descubierta) y proyecto (promesa de vida) esclarecedor o espacio abierto.

El problema de la posmodernidad:

¿Pero creemos todavía, como en Grecia, que el arte es un modo esencial y necesario en el que acontece la verdad decisiva para el Dasein histórico? ¿El arte, todavía, se debe a una exigencia suprema o sublime? ¿O creemos, como Hegel, que la forma del arte ya dejó de ser la exigencia suprema del espíritu?
Si entendemos la exigencia suprema del espíritu como el imperativo que insta al Dasein histórico a ser él mismo, cuidando del sentido del ser y proyectándose hacia el futuro, ¿podemos considerar que el hombre occidental de hoy esté por la labor de imponerse el deber de preocuparse por el sentido del Ser?

Una observación mía:

Si la estética es la vivencia o el modo en que el hombre vive el arte, es decir, es el modo en que el hombre se informa sobre su esencia (verdad); y si la vivencia estética es un sentir subjetivo que está determinado por la clase de hombre que se es, ¿podríamos concluir que diferentes tipos de hombres experimentarían distintas vivencias estéticas y, por lo tanto, descubrirían diferentes verdades ante una misma obra de arte?
En mi opinión, hallar diferentes verdades a través del lenguaje poético sería tanto como descubrir diferentes esencias (sentidos o razones de ser del Dasein), es decir, sería tanto como considerar la posibilidad de que co-existiesen diferentes conciencias verdaderas.

De ser cierto que co-existen diferentes conciencias en el Dasein histórico, cada una de ellas celosas guardianas de sus respectivas verdades, ¿cuál de ellas sería el mejor proyecto o promesa de vida (suprema y sublime) para la humanidad (Dasein histórico)?

La trampa de Heidegger:

Creo, y de nuevo es opinión personal, que Heidegger hizo trampas al establecer una comparación entre las poesías de Meyer y Hörderlin. No resulta honesto comparar el poema de Meyer, aséptico y vacío de sentimientos, con el de Hörderlin, que rebosa emotividad y, por tanto, sugiere y provoca una vivencia estética más intensa; facilita levantar (desocultar) ese mundo (proyecto supremo) al que se refiriera Heidegger. ¿Acaso no hay en el poema de Hölderlin una intencionalidad que va más allá de la mera búsqueda de la belleza o verdad?

Poema de Meyer:

Se eleva el chorro y al caer rebota
la redondez toda de la marmórea concha
que cubriéndose de un velo húmedo desborda
en la cuenca de la segunda concha.
La segunda, a su vez demasiado rica
Desparrama borboreante su fluido en la tercera,
Y cada una toma y da, al mismo tiempo
fluye y reposa.
Poema de Hölderlin:

Pero a nosotros corresponde, bajo las tormentas de dios
¡oh poetas! permanecer con la cabeza descubierta,
y el rayo del padre, a él mismo, con mano firme
asir y, envuelto en el canto,
tender al pueblo el don celestial.

Palabras para Julia.

Veamos ahora otro poema que, creo, abre varias posibilidades o levanta varios mundos, es decir, un poema, que, dependiendo de la clase de hombre que seamos, permitirá descubrir diferentes proyectos de vida, pues abre una verdad susceptible de ser interpretada por diferentes clases de Dasein históricos o esencias del Ser (conciencias verdaderas).

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
El poema de Goytisolo, como el de Hölderlin, nos religa a un "nosotros absoluto", nos abre la posibilidad de un mundo donde el nosotros, el Dasein histórico heideggeriano, se descubre a sí mismo la suprema y sublime misión de ejercer de pastor; el dasein histórico es más que el Dasein individual: lo supremo y sublime se proyecta hacia el futuro como una unidad de destino universal.
¿Pero cuál es ese destino universal sublime y supremo al que ha de proyectarse el Dasein histórico, la humanidad en definitiva?

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