miércoles, 25 de enero de 2017

Unamuno y la verdad.


Sostiene Delia Aguiar (ver aquí) que Unamuno abordó el tema de la verdad desde dos perspectivas: ético-moral y ontológica.
Yo creo que, si bien es cierto que la verdad moral también fue analizada y tratada por Unamuno,  la verdad que en realidad le pre-ocupó, es decir, la verdad de la que se "ocupó" reiteradamente, y en la generalidad de su obra, fue la verdad ontológica del ser.

Unamuno, en mi opinión, y como bien señala el Dr. Diego Sánchez en la ponencia mencionada, fue un precursor y un explorador de nuevos caminos para buscar el sentido del ser, es decir, abrió nuevas sendas para hallar la verdad entendida como sentido conciliador entre sujeto y ente social (Dasein y mundo). Yo también creo, como Diego Sánchez, y al contrario que Zambrano, que Unamuno sí fue un auténtico y gran FILÓSOFO (con mayúsculas). Mucho mejor filósofo que poeta.

Unamuno, por ejemplo, a través de sus personajes que tomaban vida en la ficción, abrió el camino para que Zubiri nos descubriera un nuevo modo de ser no existente en el mundo, pero "real" en nuestra conciencia en tanto que manifiesto y actualizado en la misma; es decir, un ser real que es vivenciado y experienciado en la conciencia del sujeto. ¿Acaso no se nos antoja más real, más de carne y hueso, Don Quijote que el propio Miguel de Cervantes?

El Dr. Diego Sánchez esboza una interesante relación entre el pensar unamuniano, desde la luz de la fe, y las propuestas surgidas en la Escuela de Frankfurt, sobre todo a partir de la "Dialéctica de la ilustración" de Adorno y Horkheimer, para pensar la conciliación sujeto-sociedad desde la luz de la obra estética.
Ahora bien, el gran problema de Unamuno era que deseaba creer, y él era  "trágicamente" consciente de su necesidad por creer. Pero no podía creer. He ahí el "trágico sentimiento de vivir" que mostró desnudo en su magnífica "Del sentimiento trágico de la vida".
Es en esta obra, en "Del sentimiento trágico de la vida", donde Unamuno le enmienda la plana a la "voluntad de creer" de William James y también a Pascal y su célebre "apuesta" de creer en Dios. De haber podido, también le hubiese cantado las cuarenta a Adorno y Horkheimer y sus propuestas de conciliación estéticas.
A Unamuno no le servía la verdad pragmática de William James, menos aún la verdad instrumental. Al hecho (acto consciente) de creer en verdades "construidas" y/o consensuadas, convirtiéndolas en medios para lograr determinados fines, lo llamó "autoengaño". Un "autoengaño" nunca puede ser verdad, por más que nos obliguemos a una férrea voluntad de creer en él.
La verdad, de hecho, tan solo es la desocultación (alétheia) del ser. La verdad es la es-sentia del ser desvelada, puesta al descubierto. No vale construir es-sentias que no hayan sido desveladas en y desde el propio ser.

La cuestión que se planteó Unamuno, por tanto, fue:

¿Nos basta, para salvarnos, con creer en una verdad "construida", ya sea construida en la conciencia del sujeto o a través del consenso social? O dicho de otra manera: ¿la vida tiene sentido (verdad desvelada) o tan solo nos autoengañamos construyendo sentidos a "nuestra imagen y semejanza" y/o según nuestras necesidades vitales y espirituales?

Hoy, el tiempo le ha dado la razón a Unamuno. Vivimos en una época de "autoengaños", en una época que ya ha desenmascarado los falsos sentidos construidos por la "razón ilustrada" a lo largo de la historia; en una época, en definitiva, que ahora se obliga a aferrarse a una nueva "razón cínica" (Peter Sloterdijk).
De hecho, también Unamuno se anticipó con su "San Manuel Bueno, mártir" a la demoledora "Critica de la razón cínica" de Peter Sloterdijk. ¿Qué es, sino un cínico, consciente de serlo y atormentado por ello, el "buen" párroco de Unamuno que se obliga a "autoengañarse" para, así, mantener a sus feligreses en el feliz engaño de la salvación?

Unamuno es tajante: si no hay verdad no hay sentido (es-sentia). Pero si no hay sentido que dote de significado al ser (la vida humana)  tampoco vale hacer trampas y construir sentidos (autoengaños) a la carta, según gustos particulares e intereses de "partes de" la humanidad.

¿Cómo podemos superar el "autoengaño"? ¿Cómo podemos vivir y tener esperanzas de salvación sabiendo que todo sentido (verdad) no es mas que una burda construcción de nuestra razón para aliviar nuestro "sentimiento trágico de vivir?
"Sin salvación", reza el título de un magnífico ensayo de Peter Sloterdijk que va "tras las huellas de Heidegger". No hay salvación, pero debemos tener voluntad de creer en ella.
Así, Peter Sloterdijk retoma y hace suyo el drama unamuniano y le "da la vuelta" aceptando el "autoengaño" como necesario y terapéutico.
Peter Sloterdijk rescatará la "voluntad de creer" de William James. En realidad, aceptará el filósofo alemán, al ser humano solo le queda esto: voluntad, o como dijera Camus , solo le queda la necesidad de filosofar, al cabo crear, para rehuir del suicidio.

La nueva apuesta estética de Peter Sloterdijk optará por una salvación del ser (dasein)  a través de la creación. Y aceptará los autoengaños de nuestra conciencia, construcciones de sentidos y verdades "a la carta" para cada consumidor, como una suerte de necesaria autohipnosis terapéutica (autoengaño unamuniano).
¿Unamuno hubiese aceptado esta propuesta?
Si Sloterdijk considera la autohipnosis (autoengaño de la conciencia) como un valor positivo que nos insta a creer en la salvación, también el párroco Manuel Bueno consideró positivo dicho autoengaño.
¿Pero era realmente Manuel Bueno el "alter ego" de Unamuno en la ficción, o tan solo era una posibilidad o antítesis de lo que creía y sentía el verdadero Unamuno?

2 comentarios:

  1. Hola Herrgoldmundo

    Nuevamente, y como siempre, muy interesante lo que nos propones en tu magnífico artículo.


    -¿Nos basta, para salvarnos, con creer en una verdad "construida", ya sea construida en la conciencia del sujeto o a través del consenso social? O dicho de otra manera: ¿la vida tiene sentido (verdad desvelada) o tan solo nos autoengañamos construyendo sentidos a "nuestra imagen y semejanza" y/o según nuestras necesidades vitales y espirituales.

    Pero es que esos sentidos que se “construyen” desde la realidad deben de ser experienciados. Será la experiencia personal, social e histórica la que dé o quite la razón de aquellas verdades o sentidos postulados. No se trata de creer en una verdad “construida” haciendo únicamente uso de una voluntad inquebrantable. Es que la realidad, y antes o después, acaba por imponerse por muy inquebrantable que se considere la voluntad o por muy férreos que se consideren los consensos sociales.

    -¿Cómo podemos superar el "autoengaño"? ¿Cómo podemos vivir y tener esperanzas de salvación sabiendo que todo sentido (verdad) no es mas que una burda construcción de nuestra razón para aliviar nuestro "sentimiento trágico de vivir?

    Yo no estoy de acuerdo con aquellas valoraciones, de todo o nada, que se hacen en torno a la modernidad. Como tampoco estoy de acuerdo con aquellas valoraciones que hizo la modernidad, de todo o nada, en torno a la Edad Media. Es que este tipo de valoraciones dan por supuesto que todo, absolutamente todo, es insalvable. Dan por supuesto que no ha existido ningún tipo de avance o de progreso.
    Para mi el autoengaño consistiría, en cualquier caso, en la creencia de que el hombre es capaz de acceder a la verdad, mediante la postulación o construcción de la misma, de una y única vez y de forma definitiva. Por tanto, el problema no radicaría en que la verdad se “construya” sino en la creencia de que dicha construcción es definitiva al margen de la realidad histórica. Ahí es donde radicaría el autoengaño. Ahora bien, un persona que considere que la verdad toda, o toda la verdad, no se puede alcanzar de forma definitiva y que la misma debe de ser experienciada a lo largo de la historia no se estaría engañando. Los que se engañan, o mejor dicho, los que nos engañan, son aquellos que nos dicen que poseen un “receta” definitiva por la cual el hombre puede alcanzar la felicidad y la verdad de forma definitiva y en un breve espacio de tiempo.

    Y aquí habría que diferenciar entre la verdad ontológica y la verdad epistemológica. Es decir, entre la existencia de la verdad y el posible acceso a la misma. Personalmente considero que la verdad epistemológica únicamente puede realizarse desde una teoría constructivista con los matices que he resaltado con anterioridad. Por tanto no creo en la existencia de ningún tipo de “desvelación”. O mejor dicho, en cualquier caso, creo en una “desvelación” que se va realizando en la historia y a lo largo de la misma, y por tanto, sin un final definitivo.

    No creo en la existencia de unos valores objetivos, eternos o inmutables como no creo en un sentido uno y único al margen del devenir histórico. Creo que pensar así sería un “autoengaño” y que la experiencia histórica nos lo pone de manifiesto. Para mi lo que constituye un “autoengaño” es la creencias en verdades apodícticas. Por tanto, lo único que nos queda es la “esperanza”. No es mucho pero tampoco es nada.


    Un cordial saludo

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  2. Hola Elías.

    Esta reflexión la escribí deprisa y corriendo, a vuelapluma, después de ver el video de la ponencia de la tesis "Unamuno y la verdad", de Delia Aguiar.

    Como bien sabes, soy un gran lector y admirador de Unamuno, porque pienso que su filosofía, como la de Heidegger, es una búsqueda constante y reiterada del sentido del ser. Sí, Unamuno se afanó en la búsqueda de la VERDAD (con mayúsculas), pero en mi parecer, y creo que también en el del propio Unamuno y Heidegger, no se trata tanto de encontrar una verdad epistemológica (la ciencia ya da cuenta de ella) como de "creer" en una verdad ontológica.

    A mí, y creo que también a Heráclito, Nietzsche, Unamuno o Heidegger (aunque quizás esté equivocado), me interesa mi yo, la perdurabilidad de mi conciencia y, por tanto, la razón de ser de mi yo-mismo y el porqué de dicha razón de ser.

    Así, considero que la verdad ontológica debe ser creída tras ser vivenciada y/o experienciada, como bien señalas, aunque no pueda ser demostrada.
    Y he aquí el problema de la cuestión que pretendo afrontar: "creer o no creer", como un análogo del célebre "ser o no ser".

    Intento analizar si aquello en lo que creemos es verdad, en tanto que creencia realmente vivenciada y experienciada, o tan solo es un "autoengaño" o mecanismo de autohipnosis (Sloterdijk) que nos "salva" del sufrimiento y de la angustia existencial frente a la nada.

    ¿Quiénes, realmente, son capaces de vivenciar y experienciar una verdad desvelada (ontológica)? ¿Solo los "locos" o también las mentes más analíticas y racionales?

    Unamuno, desde luego, no fue capaz de vivenciar una verdad "desvelada", es decir, murió sin salvarse a sí mismo, entendiendo dicha salvación como creencia en un sentido o verdad del ser. Unamuno fue un depresivo irredento. No hay más que leer toda su obra, donde se manifiesta su enfermizo desear creer sin poder llegar a creer.
    Heideggger, por lo que he leído, también fue un depresivo con tendencias suicidas. Acabó como Heráclito, aislándose de la vida civilizada en su pequeña cabaña de la selva negra.

    Ni Unamuno ni Heidegger se salvaron, pero, como bien señalas, los dos se aferraron con uñas y dientes a un filo hilo de esperanza. Por mucho que se esforzaron ninguno de ellos logró hallar la "paz espiritual".

    Sin embargo, Unamuno, cerró su "Del sentimiento trágico de la vida" con una apelación a la "esperanza" (uno de los mejores textos que he leído). Y Heidegger, ya resignado y derrotado por el pesimismo, acabó reconociendo que "solo un Dios podría salvarnos". ¿Aún mantuvo la "esperanza" de que la humanidad fuese salvada o, precisamente, al recurrir a Dios (verdad más que cuestionable) aceptaba la imposibilidad de dicha salvación?

    Ahora bien, frente al deseo de Unamuno y Heidegger, por seguir manteniendo viva la llama de la esperanza, apareció la fría y cruda honestidad de Camus (otro depresivo de tomo y lomo).
    Camus supo entender que, en realidad, no hay salvación, ergo tampoco esperanza, sino tan solo "creación" (filosófico-literaria en su caso) para evitar el suicidio.
    También Sloterdijk, tras seguir las huellas de Heidegger en "Sin salvación", llega a la conclusión de que la esperanza es, si se quiere, una suerte de autohipnosis que nos insta a tener fe o voluntad de creer para evitar la desesperación y el suicidio.

    Podríamos decir que la razón humana, en constante autocrítica, primero vive en el engaño, después en el autoengaño inconsciente (Unamuno y Heidegger)y, finalmente, en el autoengaño consciente (Sloterdijk).

    Un cordial saludo.

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