lunes, 17 de diciembre de 2018

La política es la guerra

LA POLÍTICA ES LA GUERRA (¿o no?)

Las almas bellas (cándidos humanistas) volvieron a lanzarse a la yugular de Santiago Abascal, una vez más, para volver a deslegitimar la totalidad del discurso de VOX, extrayendo una frase contundente y polémica del mismo: “la política es la guerra”.
Ya antes, Abascal soltó un gran cagarro (más grave en mi opinión) al proclamar que “expulsarían al extranjero Echenique de España” (parafraseo). Para torpe e ingenuo, Abascal.
Solo un malvado fascista podría proclamar orgulloso y seguro de sí mismo que “la política es la guerra”. Cierto, solo a quienes los “cándidos ingenuos” llaman “fascistas” les está permitido proclamar honesta y abiertamente tan incómoda verdad, como ya antes hiciera el oscuro Heráclito. Porque lo que diferencia al “fascista” (entrecomillado malicioso) del “ingenuo humanista” (entrecomillado más malicioso todavía) no es el hecho de CREER en “una verdad”, sino el hecho de PROCLAMAR públicamente, o no, la verdad.
El ingenuo humanista, que tiene de “ingenuo” lo que yo de bolchevique, sabe perfectamente que “la política es la guerra”. Y lo sabe porque dicho enunciado (“la política es la guerra”) es un enunciado verdadero en tanto se puede fundamentar razonadamente. No lo digo yo, que podría ser tildado de “fascista inteligente” por mis detractores (que cada día son más), sino que lo escribió papá Habermas (buen y justo humanista) en su ensayo “Teorías de la verdad” (1972): “llamamos verdaderos a los enunciados que podemos fundamentar”. Pos fale.

Pero volvamos al oscuro Heráclito, a quien se le atribuye la siguiente frase:
“Πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους”
“La guerra es padre y rey de todos, ha creado dioses y hombres; a algunos los hace esclavos, a otros libres” (traducción).
Popularmente, la frase ha trascendido traducida de la siguiente manera:
“La guerra es la madre de todas las cosas, a unos hombres hace siervos y a otros libres”.

Algunos sesudos estudiosos han visto en la frase de Heráclito una legitimación de la guerra como vía para resolver conflictos, pero otros, más inteligentes en mi opinión (¡será por interpretaciones!), han deducido que la “la madre de todas las cosas”, a la que se refería Heráclito, era la sempiterna lucha entre contrarios, el eterno conflicto entre “verdades” o conciencias, siempre en pugna por tal de justificar (legitimar) sus respectivas razones de ser-ahí en el mundo.
La guerra, pues, no sería solo sangre y vísceras en el campo de batalla (que también), sino que sería, sobre todo, lucha entre contrarios que se esforzarían en argumentar y fundamentar “sus verdades” a través de la POLÍTICA y sus vías comunicativas y dialogantes, y también a través de revoluciones y arteras argucias, como demostraré a continuación.

Así, como una forma de “guerra”, interpretó Marx la política, cuando, valiéndose de la dialéctica hegeliana, decidió que el fin último de la política debía ser el de TRANSFORMAR las sociedades para hacerlas más “buenas y justas”.
Marx, como Heráclito, entendió que para transformar una realidad, es decir, para imponer una nueva conciencia (una verdad al cabo) no bastaba con “razonar” para convencer al contrario con impecables argumentos, sino que era necesaria la REVOLUCIÓN. Y no solo eso, Marx comprendió que la guerra no acababa con la revolución, sino que debía continuar asentando e imponiendo el DOMINIO DE SU VERDAD a través de una necesaria DICTADURA PROLETARIA.

Pero Marx no era tonto ni Machado un “ganapán”, y por eso el “bueno y justo” Marx, pensó que, tras la dictadura proletaria, tampoco estaría de más un período de “reeducación” para acabar de convencer a los últimos ciudadanos disidentes (¿malosos fascistas?), para, así, “ayudarles” a hacer suya la conciencia marxista, la buena y justa “verdad” de Marx. Los gulags de Stalin, por cierto, se llamaban “campos de reeducación”.

Quienes se han lanzado a la yugular de Santiago Abascal son, precisamente, los herederos de Marx, ahora “reinventados” bajo la superioridad moral de la socialdemocracia habermasiana. Son esos “ingenuos”, que de ingenuos no tienen ni un pelo, que saben la verdad: la verdad es de quien la impone, no de quien mejor la fundamenta.
Si fuese cierto que la verdad solo DEBE legitimarse a través de la mejor fundamentación, entonces la política no necesitaría hacer “guerras sucias” (los GAL de Felipe González); no necesitaría que los últimos gobiernos socialistas hubiesen arribado al poder a través de un atentado terrorista (Madrid 2004) o mediante un “golpe” disfrazado con los ropajes de una moción de censura (Pedro Sánchez el traidor). Si la verdad solo triunfase a través de la argumentación razonada y fundamentada, como sostienen los “buenos y justos” socialdemócratas, entonces los socialistas no tendrían que haber recurrido a las “cloacas políticas” (Garzón, Villarejo y Delgado) para hacerle la guerra sucia al PP y alcanzar el poder, ni se verían obligados a crear tensión (Gabilondo y Zapatero) para “obtener ganancias en ríos revueltos”.

¿Ha quedado bien fundamentado que, en realidad, la política sí es la guerra? ¿Decís que No?
Pues aún expondré más argumentos...
La persona que ha criticado la frase de Santiago Abascal, afeándole que dijera que “la política es la guerra” es la misma que, tras tildar mis argumentaciones de “fascismo inteligente”, se jactó de “vencerme” a través de la palabra y el diálogo (eso cree él). Pero… ¿”vencerme”? ¿Qué lenguaje beligerante es ése? ¿NO se trataba de CONVENCER?
No, claro que no, NUNCA se ha tratado de convencer. He ahí el gran ardid cínico de los “ingenuos cándidos”, hacernos creer que se trata de “convencer” cuando ellos, en realidad, SABEN que se trata de legitimar cualquier forma de dominio que imponga “su verdad”.
Y saben hacerlo, legitimar formas “bastardas” para alcanzar el poder, digo, como han hecho TODOS al sellar un pacto de silencio tras el “golpe-moción” de Pedro. “No pienso tolerar que ningún fascista diga que la moción de Pedro Sánchez no es legítima” dijo un alma bella, que prefiere, al cabo, a “sus Utrillas” antes que a los Utrillas de los otros.
“Antes prefiero a Podemos que a VOX”, dijo otra alma bella, insaciable luchadora contra los malosos fascistas. Y es que, al final, todo se reduce a una “guerra”, como ingenuamente (éste sí, ingenuo de narices) reconoció Santiago Abascal.
La guerra entre verdades y conciencias. No hay más, solo que los "jóvenes conservadores", como llamó Habermas a los filósofos posmodernos, y más tarde al osado Sloterdijk, se obligan, como Abascal, a reconocer la verdad.

1 comentario:

  1. Buenos dias

    En un momento tranquilo, escuche la cancion de Leonard Cohen " There is a war". Hay en ella una estrofa en la que dice " hay una guerra entre los que dicen que la hoy y los que la niegan" ( traduccion libre )

    Y esa situacion, mas que sofisma, es la que quizas tenemos. Unos han escogido de enemigos a otros, y habia que remover huesos de general gallego como quien grita " tora, tora" en Pearl Harbour

    Saludos

    Jose

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