viernes, 30 de noviembre de 2018

Poshumanismo, posnacionalismo y posverdad


Con motivo de la presentación de su magnífica obra “Normas para el parque humano”, Sloterdijk soltó una de sus habituales “boutades”, que, por supuesto, siempre fundamenta y argumenta racionalmente, comme il faut! Dijo lo siguiente: “Tenemos que casarnos con las máquinas con las que compartimos nuestras vidas”. Simplemente genial.

Disfruto leyendo a Sloterdijk por dos motivos fundamentales. El primero, porque es un tío “hiperinteligente”, capaz de defender (fundamentar y argumentar) lo indefendible, lo cual demuestra que o bien es un GENIO (con mayúsculas) o es el más hábil de los sofistas. Las dos posibilidades me valen.
Ambas posibilidades, genio o extraordinario sofista, me sirven, porque lo segundo que más me gusta (me encanta en realidad) de Sloterdijk es comprobar cómo enerva y desenmascara a las nuevas ideologías disfrazadas de “talanterismo democrático”. A Habermas, su "maestro", lo sacó de sus casillas.

El racional y kantiano Habermas, el bueno y justo heredero de ideologías ebrias de prepotencia esquizofrénica (marxismo), no daba crédito a las propuestas poshumanistas del díscolo Sloterdijk:

Superar el tradicional humanismo, endiosado y egocéntrico, por un nuevo poshumanismo más abierto a la vida, al mundo y a todas las posibilidades que nos ofrece la realidad abierta; abrirnos a un nuevo ecologismo, donde el hombre se hermane con el resto de seres vivos, pero también con las máquinas y las nuevas inteligencias artificiales”.

Menos le gustaron a Habermas las “supuestas” propuestas eugenésicas de Sloterdijk, en realidad nuevas antropotécnicas destinadas a hacer lo mismo que ha hecho y sigue haciendo nuestro talantero humanismo: “criar y engordar ganado humano en granjas-escuela”, por supuesto, añado yo, con el pienso adoctrinador de la ideología dominante de turno.

Que el ser humano debe ser civilizado y alejado de la barbarie (cebado ideológicamente) no lo discute nadie. La cuestión es decidir cómo llevar a cabo dicho proceso “civilizador” en las necesarias “granjas-escuelas” que conforman los sistemas educativos para, así, implantar las verdades institucionalizadas que cada cultura o sociedad hace “suyas”.

Habermas, el racional, sostiene que no nos vale (a todos nosotros) la verdad evidenciada por un solo sujeto (léase por una sola conciencia subjetiva), porque él desea “construir” una verdad bien argumentada y fundamentada, como hace Sloterdijk, por cierto, con ingeniosa facilidad. Pero, atención, el humanista kantiano también quiere una verdad cuya validez y reconocimiento sean consensuados. Será verdad, dirá Habermas, no solo la proposición que se corresponda con la realidad (Aristóteles) y esté bien fundamentada y argumentada racionalmente, sino que, además, consenso mediante, sea aceptada a través de una democracia deliberativa.

Sloterdijk, que bien podría ser considerado como el último “espíritu libre” o el nuevo Zaratustra de Occidente, replicará que lo que propone Habermas, al cabo, no deja de ser el mismo humanismo de siempre, pero reactualizado y adaptado a los nuevos tiempos: la misma antropotécnica de cría y engorde de ganado humano (primero teológica y más tarde marxista), ahora legitimada con ropajes democráticos. Vamos, que las verdades que antes institucionalizaban grupos de teólogos, y más tarde grupos de intelectuales marxistas, ahora debe ser consensuada por intelectuales demócratas. Pos fale!

Pero lo que me resulta más “curioso” es que Habermas haya criticado tan duramente la propuesta poshumanista de Sloterdijk, cuando, él mismo, ha “construido” una peculiar propuesta posnacionalista.
Habermas ha decidido porque sí, porque él lo vale, que su propuesta posnacionalista, que intenta superar los nacionalismos esencialistas de los siglos XIX y XX, es la repera de “buena y justa”. Y es una propuesta adecuada, la mejor, porque, según él, recupera el patriotismo ciudadano (patriotismo constitucional) pero alejándolo de la soberbia de los nacionalismos culturales. Dice al respecto:

En una sociedad democrática no toda tradición cultural ni toda historia nacional son memorables: solo lo son aquellos momentos que enlazan con los principios de la democracia y con la historia de su implantación”.

¿Y qué hacemos con el grandioso descubrimiento de América? ¿No es “memorable” por haberse dado en tiempos donde no imperaban, precisamente, los principios democráticos? ¿Tiene la culpa la nación española de que la nación alemana solo fuese grande durante el breve período de tiempo en que se erigió como "imperio depredador" (SXIX y XX)?

PSICOANÁLISIS A HABERMAS

Habermas, por más que pretenda ocultarlo, se presenta como un nuevo “pastor del ser”, en absoluto como un “vecino del ser” (propuesta de Sloterdijk). Desde luego, el alemán es un pastor mucho más ilustrado e inteligente que nuestros pastores patrios (Pedro Sánchez y Pablo Iglesias). Pero, más listos o más tontos, todos los “pastores” deciden cómo debemos ser civilizados, educados y adoctrinados en “sus verdades”.
Por ejemplo, el nuevo gobierno de España (golpista y traidor) ha decidido que los traidores del procés (independentistas catalanes) no solo deben ser comprendidos, sino también amnistiados. En Navarra (¡quién te ha visto y quién te ve!) quieren impartir educación sexual a nuestros hijos; pero una educación ideologizada que adoctrine en “nuevas verdades” sobre qué es y cómo debe desarrollarse la identidad sexual (única y particular) de cada individuo, según los criterios de ideologías LGTB y de las nuevas corrientes feministas-sexológicas tan de "moda".
También están decidiendo en Asturias, un ejemplo más, que hay que implantar el bable (dialecto regional) en las escuelas, otorgándole rango de lengua vehicular y de obligado conocimiento para que los niños asturianos puedan llegar a ser hombres de provecho el día de mañana. Quieren enseñarles a niños españoles que hablan español (la segunda lengua más hablada en el mundo después del chino) que aprender un dialecto provinciano es necesario para la formación de su identidad provinciana.
Y suma y sigue…
¡He ahí algunas verdades consensuadas, sin duda bien argumentadas y fundamentadas! ¡Será por argumentos!
De hecho, si eres inteligente puedes argumentar y fundamentar la parida más peregrina y absurda que puedas imaginar. Tal es mi tesis.

Todas las “verdades” son paridas (creadas, imaginadas, soñadas, pre-sentidas…), primero, en una conciencia individual, y si dicha conciencia subjetiva tiene la suerte de trascender y de despertar la necesidad de creer de la gran conciencia colectiva (sociedad) entonces dejará de ser “ una parida” para ser reconocida como VERDAD. Nace, así, la POSVERDAD.

¿Quién nos iba a decir hace unas décadas que el “lenguaje inclusivo” iba a ser una posibilidad real del ser? ¿Quién nos iba a decir que España iba a caminar, imparable, hacia un nuevo conflicto civil?
Una posibilidad de ser, por peregrina que sea, solo puede llegar a ser si su antagónica se relaja, decide autoinmolarse y se olvida de la responsabilidad de sobrevivir (seguir siendo). No hay más.
Si Pedro y Pablo están logrando dinamitar los restos del naufragio de lo que otrora fue la gran nación española, es porque otros muchos, antes que ellos, les allanaron el camino. Y no solo les allanaron el camino quienes portaban internacionalistas banderolas rojas con hoces y martillos, todavía reivindicadas por no pocos nostálgicos, sino que el camino lo despejaron, sobre todo, los ACOMPLEJADOS que, instados por sentimientos de culpa, muchas veces infundados (véase la leyenda negra española) renegaron de sí mismos y del deber y la responsabilidad de ACEPTAR quiénes eran.

Habermas es uno de estos grandes acomplejados, un triste personaje que, aunque muy inteligente, quedó profundamente marcado por la barbarie nacionalsocialista. Como el nazismo estigmatizó, a través de sus actos, el concepto de “nación”, Habermas decidió prescindir del mismo y hablar de “posnación”. ¿En qué se diferencia de Sloterdijk cuando éste habla de poshumanismo? ¿Acaso no están hablando ambos de lo mismo pero sustituyendo el concepto “tabú” (¡qué bueno Freud!) por “neoconceptos” adaptados a los nuevos tiempos?

Sloterdijk, con su poshumanismo, no deja de hablarnos (al menos él es consciente) de humanismo; de una nueva manera de relacionarnos "en y con-el-otro". Y Habermas, con el término posnacionalismo, nos enseña un nuevo modo de autoafirmar nuestra identidad personal, pero prescindiendo de las tradicionales identidades nacionalistas. Habermas no tiene más remedio que crear su propia POSVERDAD para superar su particular trauma ante el objeto-concepto que es la “nación”, obligándose a pergeñar una síntesis (bien fundamentada y argumentada) a través de su propuesta del “patriotismo constitucional”.
Ya está, Habermas se ha curado, en lugar de decir “caca”, ahora dice “po-po”, y quiere "curar" a todos los europeos. Pero al sagaz psicoanalista le dará igual como llame Habermas a esa necesidad, tan HUMANA Y NATURAL, de sentir apego hacia su tierra (patria) y el lugar donde nació (nación). Lo que le importa a quien intenta ver más allá de la punta del inmenso iceberg que es la conciencia humana, no es que los conceptos tradicionales sean rebautizados, sino si las nuevas propuestas, neoconceptos o posverdades nos salvarán de los bárbaros.

¿Estamos a salvo con Sánchez e Iglesias en España? ¿Está a salvo Europa con la talantera socialdemocracia habermasiana?
Éstas son las preguntas cruciales y vitales que debemos responder.

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