viernes, 27 de diciembre de 2019

LA EUROPA CASTRADA (series de TV nórdicas)



INTRODUCCIÓN

Desde que Spengler nos alertara sobre “La decadencia de Occidente” ha llovido mucho, y mucho ha sido lo que se ha perdido en Europa. El Siglo XX se caracterizó por el triunfo definitivo de la metafísica marxista (sí, he escrito “metafísica”); y quedó marcado por la victoria de las pseudomorales eslavas (Ortega) sobre la antagónica metafísica vitalista que postulaba la Alemania nazi. Europa perdió, así, su “esencia”, no solo vital sino también entendida como razón de ser histórica; perdió, en definitiva, su legitimidad ante los ilustrados y leídos humanistas del momento. El nazismo, ebrio de prepotencia orgullosa, no supo limar el celo de su dogmática ideología. El marxismo, como explicaré a continuación, sí supo adaptarse a los nuevos tiempos posmodernos.

Con la caída de la Alemania nazi, en cierta manera, también cayó el último sistema inmunológico de Europa. El virus del marxismo, desde entonces, pudo campar por sus fueros con total impunidad… y legitimidad. La Escuela de Frankfurt, al principio bastante crítica con el marxismo (“Dialéctica de la ilustración”) acabó “blanqueándolo”, reinterpretándolo y reiventándolo de la mano de Jünger Habermas, aquel joven bolchevique del que, al principio, recelara el sagaz Horkheimer. Pero el inteligente Habermas supo “mutar”, por tal de civilizar su excesivo celo dogmático, y encontró en la socialdemocracia el perfecto “caballo de Troya” con el que poder atravesar los últimos muros de la orgullosa Europa de las naciones; una decadente y vencida Europa que, pese a todo, todavía se negaba a “dejar de ser”.
Finalmente, la resistencia de los últimos europeos libres fue vencida; las fronteras de la Europa civilizada cayeron y los nuevos bárbaros, adoradores de Alá y femimarxistas, invadieron sus calles, primero, y a continuación sus “formas de vida”. A día de hoy, no existe ninguna respuesta política conjunta, fuerte y valiente, que abogue por la necesidad de frenar estas nuevas invasiones que tienen como objetivo último, no lo olvidemos, erradicar los últimos restos de los naufragios nacionales que todavía flotan a la deriva, sin rumbo fijo, por los mares de Europa.

LA EUROPA QUE DESPIERTA
Como decía, a nivel político todavía resulta imposible combatir al neomarxismo habermasiano que, a través de sutiles mecanismos psicológicos de represión, basados en prejuicios y dogmas ideológicos (correccionismo político), ha logrado silenciar, cuando no estigmatizar, a las conciencias disidentes. A día de hoy, no hay nada que hacer a nivel moral, a la postre también político.

Sin embargo, a nivel estético, a través de diferentes manifestaciones artísticas audiovisuales, la Europa escandinava ya hace tiempo que comienza a denunciar, si bien todavía muy tímidamente, el peligro que supone para sus sociedades la existencia de colectivos musulmanes y femimarxistas que, lejos de buscar la integración y la igualdad entre individuos, están comenzando a exigir un sometimiento de sus sociedades a sus “formas de vida” (a sus dogmas religiosos y/o ideológicos).
De “Lilyhammer” a “Beforeigners” (series de Tv noruegas)

Hace tiempo que me deleité viendo una serie de producción noruega-estadounidense que se me antojó muy inteligente a la par que valiente. La serie en cuestión, “Lilyhammer”, narraba las peripecias de un mafioso que, huyendo de sus enemigos en EEUU, se refugiaba en un pueblecito noruego perdido en la nada. Allí, el pragmático y vitalista mafioso no tardaba en hacerse con el control del pueblecito ante la escasa resistencia vital de los “animales de lujo” que lo habitaban.
“Lilyhammer” realiza un acertado retrato de las actuales sociedades nórdicas; colectivos humanos sin “esencia” ni orgullo; hombres castrados que han perdido sus derechos y libertades frente a las políticas feministas (¿os suena nuestra inconstitucional  LVG?); individuos incapaces de hacer la menor crítica a los dogmas del Islam; niños que en los discursos de final de curso enfatizan sobre el carácter democrático y multicultural de las sociedades en las que viven, y se olvidan de reivindicar el orgullo nacional…

El mafioso Frank será el contrapunto necesario que, en clave de humor, criticará inteligentemente al hombre que ha dejado de ser hombre; será el “hombre de carne y hueso” que no dudará en afearle a un musulmán su negativa a saludar a una mujer occidental; Frank recomendará al hijo de su amante que en el discurso de final de curso enfatice sobre su orgullo nacional, prescindiendo de retóricas multiculturales.
Frank, en definitiva, encarnará al individuo libre (americano) que se negará a doblegarse ante las correcciones políticas de las actuales sociedades europeas. Serie muy recomendable.

Esta Navidad también he aprovechado para descubrir otra buenísima serie noruega: “Beforeigners” (Los visitantes), en la que no he podido evitar ver grandes parecidos con la ya mencionada “Lilyhamner”. Normal, pues tras bucear por la red he descubierto que los guionistas son los mismos.

La genialidad de “Beforeigners” radica en la propuesta original mediante la cual los brillantes guionistas vuelven a retratarnos la decadencia de la actual sociedad noruega; un retrato a través de la llegada de individuos procedentes del pasado.
Repentinamente, comienzan a aparecer personas de otras épocas en determinadas zonas del mar de Noruega: son principalmente individuos de la prehistoria (cromagnones), vikingos y gentes del SXIX. Al principio, estas personas serán integradas a través de políticas estatales, pero con el tiempo, “los visitantes” crearán sus propios movimientos colectivos reivindicando el retorno a las “formas de vida” de sus respectivas épocas.

CHOQUE ENTRE CONCIENCIAS Y ENTRE CIVILIZACIONES
En ambas series, de hecho, existe la misma preocupación ante el “choque de conciencias” o “entre civilizaciones”. ¿Cómo resolver los conflictos que estos choques culturales provocan? En “Lilyhammer” será Frank (americano) el que se erigirá como ¨salvador” o “contrapunto necesario” para hacer frente a la decadencia, sumisión y claudicación, de las sociedades occidentales. Frank no aceptará las imposiciones de los “foráneos” musulmanes ni las políticas castradoras de las dogmáticas femimarxistas. En esta primera propuesta de salvación o solución, a los problema de los supremacismos religiosos (Islam) e ideológicos (femimarxismo), los guionistas optaron por una resolución liberal, quizás porque la producción de “Lilyhammer” estaba compartida con EEUU.

Sin embargo, y aquí quería llegar, en “Beforeigners” se optará por un retorno a las esencias identitarias para, así, evitar la imparable decadencia y desmoronamiento de las sociedades occidentales. Los nuevos visitantes vikingos serán los “elegidos” para salvar a los actuales “animales de lujo”, a los descendientes de los nórdicos que en el pasado se dejaron castrar por el cristianismo (léase segundo humanismo, pues el primero fue el de Roma). En esta nueva serie (nueva propuesta sobre la cuestión del ser) ya no se hablará de “multiculturalidad” sino de “multitemporalidad”. Ya no se harán referencias a personas  “transgénero” sino a individuos “transtemporales”. Cambian los conceptos, pero esta novedosa “neolingua” , que aparentemente se aparta de la realidad a través de la ficción, lo que pretende es llegar a la raíz; a la causa primera que fue el origen de la decadencia de Occidente: el judeocristianismo. Resulta imposible no efectuar una lectura en clave nietzscheana.
ESCENAS PARALELAS

Son muchos los puntos en común que podemos encontrar en “Lilyhammer” y “Beforeigners”: la misma intencionalidad en la crítica social, el planteamiento, valiente e inteligente, de los problemas que entrañan los choques entre conciencias y/o civilizaciones; las diferencias y conflictos, en definitiva, que surgen al convivir los “hunos con los hotros”. Pero a mí, particularmente, me resultó muy significativo que en ambas series se repitieran, prácticamente igual, dos escenas referentes a las “políticas estatales sobre integración”.

En “Lilyhammer” unos “educadores” impartían un “curso de integración” a un colectivo formado mayoritariamente por musulmanes. El conflicto surgió cuando un musulmán dogmático se negó a darle la mano a una educadora, mostrando, así, su rechazo a la sociedad y la cultura que le acogían. Mientras todos los educadores permanecieron inmutables, aceptando estoicamente la humillación a su compañera de trabajo, Frank actuó y le cantó las cuarenta al musulmán que la despreció.
En “Beforeigners” se repetirá la misma escena: unos educadores explicarán las bondades de la sociedad de acogida a un grupo de recién llegados, en esta ocasión vikingos. Tras soltarles el mismo rollo “buenista”, como a los musulmanes en  “Lilyhammer”, los guerreros de Odin reaccionarán indignados y se negarán a aceptar los valores de la nueva sociedad de la que formaban parte. ¿Qué clase de sociedad era aquella que claudicaba y aceptaba la sumisión ante “el otro”, ante otras conciencias antagónicas y enemigas?

CONCLUSIÓN
Puede parecer poco e insuficiente, pero en nuestras actuales sociedades occidentales, castradas y carentes de identidad y valores tradicionales, las valientes propuestas estéticas de estas series noruegas son importantes, al menos, si no para “despertar” conciencias (harto complicado a estas alturas) sí para “zarandearlas” y hacerles pensar y reflexionar en el claro del bosque.

 

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