En mi primera disertación sobre el tema de la personalidad, entendida como roles o máscaras programados socialmente, reflexioné tan espontánea como intuitivamente; y por ello, tras releerme, me ha quedado la sensación de que mi teoría sobre cómo se proyecta el ser en las sociedades actuales no quedó suficientemente explicada.
Concluía mi reflexión (ver aquí) de la siguiente manera:
Llegados a este punto alguien podría argumentar que, precisamente, nada hay más hipócrita que actuar oculto tras una máscara. Pero, paradójicamente, la única manera que tiene el Dasein, hoy, de ser él mismo, es poniéndose una máscara anónima para poder burlar la corrección política; para tener la auténtica libertad de poder criticar a la celosa y siempre vigilante hipócrita moral imperante.
Quizás no me expresé con suficiente claridad, sobre todo porque mis argumentaciones parecían contradictorias: ¿Cómo no habría de resultar hipócrita actuar oculto tras una máscara?
Pretendí explicar, o al menos esa fue mi intención, que la naturaleza humana no perdona a los que van de frente, a quienes se muestran desnudos y vulnerables al exhibir sus ideas y creencias.
La sociedad impone unas reglas no convencionales, un protocolo de buenas maneras que en España, no sé en otros lugares, ha dado en llamarse corrección política.
La corrección política supone, de facto, una sutil pero inflexible dictadura impuesta por las masas, es decir, por los deseos más irracionales y viscerales del subconsciente colectivo.
Hoy, en España, y mucho me temo que en la generalidad de Occidente, nada hay más dictatorial que ese buenismo bienintencionado, pero en muchas ocasiones errado, obcecado en maquillar -casi sería más correcto decir negar- la realidad y las miserias humanas.
Ir contra la corrección política es tanto como ir contra el sentir de las masas en una época o período histórico determinado; supone granjearse la animadversión, ojerizas y recelos, de los vigilantes del sentir colectivo de la colmena. La colmena no quiere héroes, sino laboriosas y silentes obreras; no desea individuos libres, sino individuos que se crean libres en tanto asuman como propia la conciencia verdadera programada por la colmena (este párrafo que destaco en cursiva es clave para entender lo que pretendo explicar).
Curiosamente, leyendo a Sloterdijk ("Crítica de la razón cínica") he encontrado una brillante observación del filósofo alemán a colación de este tema de los héroes y las máscaras.
Sostenía Sloterdijk que la época actual, más que nunca, era la del ingenioso Ulises y no tanto la del angustiado Hamlet. Tampoco los tiempos presentes, añado yo, son propicios para idealistas Quijotes, aunque sí para supervivientes sanchopancescos.
Quizás nunca hayan sido tiempos de hamlets ni de quijotes, cuando ya el sagaz Homero, en un inteligente pasaje de la Odisea, convirtió a Ulises en Nadie; de eso hace ya muchos siglos.
Cuando Ulises atacó a Polifemo se cuidó mucho de preservar su anonimato gritándole al dolorido gigante que había sido Nadie quien le había herido. Así, cuando Polifemo reclamó la venganza de los dioses, estos no pudieron por menos que burlarse del gigante cíclope cuando éste les aseguró que había sido Nadie el causante de su dolor.
De esta ingeniosa manera, renegando de sí mismo, Ulises pudo escapar de la ira de los dioses, pues Nadie, en realidad, había sido el causante del daño a Polifemo.
Sin embargo, Hamlet se obstinó en atormentarse, ebrio de su propia mismedad (permítaseme este palabro para referirme a la necesidad que tenía de autoafirmarse a sí mismo) y de la necesidad de vengar y reivindicar la memoria de su padre.
Hamlet, al preguntarse por el ser y el no ser, es decir, al guiarse por transcendens existenciales (honor, dignidad, sacrificio...) acabó autoinmolándose, mientras que Ulises, pragmático y apegado a la vida, prefirió sobrevivir y esquivar la venganza de los dioses antes que alcanzar la gloria deseando que su nombre tuviese un eco en la eternidad.
Conclusión:
Los cínicos actuales, supervivientes natos como Ulises, han comprendido esta valiosa lección de vida: saben que los héroes están condenados a morir, bien en épicas y absurdas guerras o víctimas de las iras y venganzas de los dioses.
Y los cínicos saben que allí donde no llega la venganza de los dioses no tarda en arribar, sin embargo, la envidia revanchista de los hombres.
Aquiles, el más grande de los hombres, tuvo que morir en la guerra de Troya para dar fe de su condición de héroe, pero Ulises, el ingenioso y pícaro artero que engañó a los troyanos con un caballo de madera, sobrevivió y regresó finalmente a Ítaca.
¿Fue Ulises un héroe, en la acepción más tradicional del término? ¿O Ulises podría considerarse el arquetipo de un nuevo tipo de héroe?
¿Cómo se proyecta o se entiende la heroicidad en los tiempos presentes y a partir de la modernidad?
Los héroes actuales son héroes anónimos que no desean los aplausos de las masas, menos aún exponerse a sus rencores y envidias; son individuos que solo ansían sobrevivir y poder ser ellos mismos, mal que sea ocultos tras máscaras carnavalescas. El acto heroico, hoy, consiste en poder engañar a la conciencia programada del ente colectivo; consiste en poder esquivar la ira de las masas, en gritarles a éstas que es Nadie quien las acomete, pero sin pretensiones de alcanzar gloria alguna, sino tan solo por tal de prolongar la partida de ajedrez frente a la muerte.
El ser ha aprendido, por imperativo vital, a proyectarse desde un obligado y necesario anonimato que pueda garantizar su supervivencia.
Hoy, más que nunca, Sancho, el vulgar y mundano, sobrevive al épico y grandilocuente Quijote.
No son tiempos para la épica, ni para los héroes... al menos para los héroes que no lleven máscaras.
Cierto lo que dices. Ten en en cuenta -un dia de estos lo pensaba- que la heroicidad es -era- cosa de jóvenes. Pero, cuenta!, hay heroicidades y heroicidades. Las que son políticas, con el uso de la fuerza, mejor arrambladas.
ResponderEliminarSaluts,català! :)
Hola Criteri, supongo que cuando has escrito "cuenta" querías decir "cuidado" (anar amb compte).
ResponderEliminar¿Qué significa ser un héroe? Si entendemos el acto heroico como la acción arriesgada, espontánea y voluntaria que desempeña un individuo, por tal de servir "nobles" o altruistas causas, entonces me temo que ya no queden demasiados héroes, al menos de los de "viejo cuño"; de aquellos héroes dispuestos a autoinmolarse en vano sacrificio dando su vida por los demás: por Dios, por la patria y el Rey.
Ya nadie cree en nada, porque no hay nada en lo que creer. Así nos lo enseñaron los indóciles que nos repetían machaconamente que "...ni en dioses ni en reyes ni en tribunos está el supremo salvador...". Obviamente, si nos convencieron de que ningún Dios podría salvarnos, menos aún nos convencerán (al menos a mí) de que la "salvación" pase por delegar nuestras libertades individuales en seres mediocres henchidos de resentimiento y revanchismo que dicen "darlo todo" por el bien común.
Saludos.
PD: por cierto, yo soy un serio y responsable germano que todavía busca el "sentido del ser". No tengo nada que ver con los nuevos quijotes que se empeñan en ver naciones catalanas donde solo hay desvencijados molinos de viento españoles. ;)