viernes, 7 de octubre de 2016

La serie de tv "Vikings" y el Dasein histórico.

La serie "Vikings" es, en mi opinión, una de las mejores ficciones históricas que se han hecho en formato para televisión. No puedo evitar relamerme recordando la primera temporada de tan gloriosa serie. Y este, precisamente, es el signo inequívoco que me señala que las siguientes temporadas (segunda y tercera) ya no han estado a la altura del formato primigenio.

Si para seguir viendo una serie hay que retrotraerse a su pasado más glorioso, ello es síntoma claro de la decadencia de su ser presente.
El problema de "Vikings", de la serie, es que por fuer ha de languidecer y ser inferior a su primera temporada; y así debe ser, porque la historia de "Vikings" es, en definitiva, la historia del Dasein histórico; es la historia del género humano en la que se refleja perfectamente el devenir de la dialéctica de la conciencia, siempre en pugna por determinar quiénes han de erigirse en señores de la humanidad, en regidores del destino del Dasein.

Análisis existencialista de "Vikings":

Primera temporada: la primera temporada nos transporta a la Europa del norte, a esa Edad Media tan desconocida por nosotros, y ajena a las influencias del cristianismo, donde el Dasein de los vikingos todavía se mostraba preocupado por el cuidado del Ser. La vida era auténtica, tan auténtica como sus dioses, y sus vidas tenían un sentido y una razón de ser que nadie cuestionaba; nadie cuestionaba la verdad de los dioses, como nadie cuestionaba la verdad de la vida misma.
El Dasein vikingo vivía en la certeza y en la seguridad de unos valores sublimes y supremos: creían en sus dioses guerreros y en la vida con honor, con sentido. Heráclito hubiese podido, perfectamente, pasar por vikingo, pues tanto para él como para los bárbaros del norte, "la guerra era la madre de todas las cosas" y "uno solo podía ser como cientos, si era el mejor".
La primera temporada nos relata la vida de un hombre (Ragnar) que es el perfecto símbolo del Dasein vikingo: un hombre luchador que se supera a sí mismo, ambicioso y con voluntad de poder; un hombre con honor y temeroso de sus dioses; un hombre, pese a su fiereza, de una gran humildad ontológica.
La temporada termina cuando dichos pueblo beligerantes, ansiosos de fama y riqueza, llegan a las costas de Inglaterra, donde entran en contacto con el cristianismo y con otro hombre que será la conciencia antagónica (antítesis) de la de Ragnar.
El Dasein vikingo, a través de Ragnar, conoce al Dasein cristiano, simbolizado magistralmente en la figura del monje Athelstan. La lucha dialéctica entre conciencias está servida.

Segunda temporada: la segunda temporada se centra, prácticamente, en la toma de París. Pero, paralelamente, durante toda la segunda temporada, cobra fuerza el protagonismo de Athelstan. Primer signo de decadencia de la serie.Ragnar comienza a dudar de su verdad en la medida que comienza a admirar la fe ciega que tiene Athelstan en la suya propia. Y así, a través de la duda y la perdida de certeza, Ragnar se va convirtiendo, poco a poco, al cristianismo.
Sin embargo, el paso o evolución del Dasein vikingo al Dasein cristiano no solo no es inmediato, sino que provoca la división entre los propios vikingos. Segundo signo de decadencia.
Ragnar simbolizará al Dasein vikingo asimilador, su hermano Rollo al Dasein transformador y Floki permanecerá como el celoso guardián conservador de la tradicional vida auténtica del Dasein vikingo.
A través de los tres personajes principales y sus posicionamientos vitales, la serie refleja las consecuencias de la perdida de certeza y seguridad en un sentido de vida cuando, por designio del devenir histórico, este entra en contacto con otro sentido o razón de Ser diferente (una nueva conciencia verdadera).
Las opciones que se dan en la lucha dialéctica de la conciencia son claras: asimilar, transformar o conservar. En cualquier caso, se pierde la unidad del primigenio Dasein vikingo; este ya no es puro ni tiene certeza señorial de su verdad; se torna dubitativo, y la duda le hace débil.

Tercera temporada: todavía no ha concluido, pero, hasta donde ha llegado (capítulo 5) podemos ver cómo evolucionan los tres posicionamientos surgidos durante la segunda temporada.
Atención, porque aunque la serie ya no es tan buena como en la primera temporada, pues la épica grandilocuente ha dado paso, definitivamente, a las intrigas palaciegas y al cinismo más inherente al hipócrita humanismo, la historia de Occidente, del Dasein histórico occidental, queda perfectamente narrada y explicada:

Rollo, el transformador, simboliza al traidor, al Dasein que reniega de su vida auténtica primigenia y abraza la nueva y alternativa fe cristiana.
Hay una magnifica escena en la que la esposa cristiana de Rollo, hija del emperador francés, le insta a eliminar arteramente a sus oponentes. Y Rollo, todavía ebrio de esencia vikinga, le responde:

- No hay ningún honor en matar a un hombre a traición.
- Eso diría un vikingo -le responde su cínica esposa- pero tú no eres ya un vikingo.


Floki, el conservador reaccionario, hará todo lo posible, como celoso guardián de la auténtica conciencia de su pueblo, para seguir manteniendo viva la esencia del Dasein vikingo. De hecho, tras asesinar al bueno de Athelstan, se convertirá en el favorito de la mujer de Ragnar, la cual le encomendará que eduque a su hijo en los valores vikingos.
Por primera vez en la serie se hace una referencia directa a los valores. Y es que la esposa de Ragnar ve con temor lo que está sucediendo, pues observa en Raganar el principio de decadencia que, a la postre, también comienza a amenazar la existencia del Dasein vikingo.

Ragnar, el asimilador, es la figura clave en la lucha dialéctica que tiene lugar en el lichtung. Ha descubierto una nueva verdad y se siente atraído por dicha verdad, aunque todavía se siente vikingo. ¿Pero qué clase de vikingo?
Ragnar se ha convertido, en esta segunda temporada, en un vikingo en decadencia sumido en un imparable proceso de autodestrucción. El destino de Ragnar es el que le espera al Dasein vikingo. Así, Ragnar comienza a desentenderse de sus funciones de líder y reniega del deber de ejercer como pastor del Ser. De hecho, comienza a evadirse de las exigencias del Ser sumergiéndose en el mundo de las drogas de la mano de su amante china.
Ragnar comienza a hacer memoria de su pasado y a recordar viejas glorias, porque sabe que su proyecto vital como hombre llega a su fin. También el Dasein histórico vikingo se acerca a su final.

Confesará Ragnar a su amante:

- Me siento viejo, con la edad he perdido el deseo y la fuerza.

Ragnar hace, en el capítulo 5, una terrible confesión: ha perdido la voluntad de Ser, se ha rendido ante la vida. Y ahora, a los atentos seguidores de la serie, solo nos cabe esperar: ¿Qué hará Ragnar? ¿Reaccionará y aceptará su responsabilidad como pastor del Ser? ¿O se abandonará en el relajo inconsciente de quienes claudican ante las adversidades?

Sí, no hace falta ser demasiado sagaz para ver que Ragnar no solo simboliza al Dasein histórico vikingo, sino que, además, es un fiel reflejo, muy actual, del hombre occidental; es el fiel reflejo de la autoinmolación a la que se dirige, imparable, el Dasein histórico humanista.

ANOTACIONES


Antagonismo entre diferentes Dasein históricos.

El Dasein histórico se desarrolla en el tiempo. ¿Pero cómo se desarrolla el Dasein histórico a través del tiempo? ¿El género humano, la humanidad, sigue un curso lineal histórico o un curso circular? ¿O ambos?
¿Pueden convivir diferentes Dasein históricos, coincidiendo en el tiempo, o la misma dialéctica de la historia camina hacia el UNO; hacia  la realización de un único Dasein histórico universal?

Yo creo que no ha lugar a la conciliación entre diferentes Dasein históricos, porque la vida, como el Ser, no entiende de negociaciones ni de apaños inauténticos.
Nosotros podemos empeñarnos, efectivamente, en autoengañarnos y en tener fe en que el Dasein histórico sabrá conciliar y hermanar sus diferentes conciencias verdaderas, asimilándolas y sintetizándolas tras un período evolutivo de adaptación indeterminado, hasta llegar a un fin último: desocultar la esencia del UNO absoluto. Pero dicho fin, la salida a la luz de la esencia del Ser, no se logrará sin la correspondiente lucha dialéctica de la conciencia en el claro. Parafraseando la película de "Los inmortales": "solo puede quedar una conciencia".

Podremos hacer trampas como Christopher Lambert y sus amiguetes inmortales, dilatando y rehuyendo el duelo final entre conciencias, pero mientras exista una sola conciencia Kurgan, no habrá paz ni conciliación. Lo único que hace el Dasein histórico occidental es ganar tiempo y mantener la esperanza de que, en algún momento futuro, las diferentes conciencias llegarán a un cordial entendimiento.

El Dasein individual es un ser-para-la muerte, sí, pero no así el Dasein histórico. El Dasein histórico es UNO y absoluto, ergo no puede morir. Mientras quede un solo hombre vivo en el planeta Tierra, seguirá existiendo el Dasein histórico. Pero incluso aunque la humanidad entera se exterminase a sí misma (que en ello está), el Dasein histórico seguiría siendo, pues no quedaría nadie para certificar su defunción.

La esencia del Dasein histórico, su ser-en-sí, reclama insistente su apertura en el claro; lo único que hacen quienes se niegan a escucharle, cuales Ulises taponando sus oídos con ceras, es, insisto en ello, autoengañarse y ganar tiempo para evitar lo inevitable: la confrontación final entre conciencias.
el Dasein histórico posiblemente sea finito, pero eso nosotros nunca lo sabremos. Quiero decir que todos y cada uno de nosotros moriremos, pero el curso de la historia continuará, y dicho devenir del Ser será eterno en tanto quede un solo hombre en la Tierra. Mientras exista un solo hombre en el mundo existirá un cuidador del Ser y, por lo tanto, una interpretación del mundo. Obviamente, si algún día la humanidad desapareciese de la faz de la Tierra, el Dasein histórico también desaparecería con ella.

Sobre el fin último de la historia, a todos nos gustaría una conciliación entre las diferentes conciencias, es decir, también yo desearía que el Dasein histórico perdurase en paz y armonía sin buscar dogmáticas consumaciones o fines últimos suprematistas. Pero la realidad es la que es, y ni el Islam ni los nuevos neocomunismos abandonarán sus aspiraciones, por otra parte totalmente legítimas, de interpretar, primero, e imponer, después, una concreta cosmovisión o imagen del mundo.
El problema no lo tienen quienes se obligan a defender e imponer su conciencia verdadera, sino quienes se lo permiten, irresponsable e inconscientemente, porque ya no creen en ninguna otra conciencia alternativa, porque se olvidaron del cuidado del Ser.

Yo creo que el devenir de la historia es dual, es decir, lineal y circular a un tiempo. Sería como el movimiento de los planetas que, al tiempo que giran sobre sí mismos en un eterno retorno circular, además avanzan a la deriva junto al Universo, no sabemos ni hacia adónde ni por cuánto tiempo.
Así, la humanidad o Dasein histórico también avanzaría linealmente hacia una deriva o futuro incierto, pero, al tiempo, los ciclos históricos se repiten sucesivamente, permitiendo que se alternen las diferntes formas o modos de la conciencia hegeliana:
cuidado del Ser (metafísica).....duda (escepticismo)......dogmatismo (construcción de particularismos absolutos)..... nuevo retorno al cuidado del Ser o retorno a etapas más espirituales.
¿Son más auténticos determinados Dasein históricos?
Yo no creo que algunos Dasein históricos sean más auténticos que otros. Eso sería tan osado como aseverar que unos son mejores que otros en base a valoraciones morales.
Lo que intenté explicar es que el Dasein histórico vikingo creía en una vida auténtica; creía en la certeza de sus dioses y en la verdad de su razón de ser en el mundo. La cosmovisión del Dasein vikingo era la interpretación del mundo de una determinada clase de hombres.
El Dasein histórico cristiano es otra cosmovisión, la interpretación de otra clase de hombres.
Yo no me atrevería a decir que una cosmovisión o interpretación del mundo es mejor que otra, eso se lo dejo a los dogmáticos del Islam y a nuestros marxistas-leninistas empeñados en hacer justicia (su justicia), mal que sea a fuer de cercenar libertades individuales.

Lo que digo es que cada uno de nosotros tiene el ineludible deber de conocerse a sí mismo; es decir, cada Dasein individual está obligado a un ejercicio introspectivo, o de reflexiva meditación en términos heideggerianos, para reconocerse en una determinada clase de hombre. Y lo que sostengo es que no me valen (a mí) los autoengaños cínicos de quienes, tras ser obsequiados con el don y ser testigos de la apertura del Ser en el claro, reniegan de dicho don en aras de ser políticamente correctos.


¿De dónde saca el hombre las fuerzas para defender una determinada concepción del mundo desde el relativismo moral imperante?


El Dasein individual, para defender una imagen del mundo, saca las fuerzas (motivación y voluntad) de sí mismo, es decir, las obtiene conociéndose a sí mismo.
¿Y cómo se conoce el Dasein a sí mismo? Pues reconociéndose cómo es y qué quiere a través de la apertura del Ser (introspección en el claro). Para ello, el Dasein deberá meditar y reflexionar, deberá estar atento y tener cuidado con el Ser que, recordemos, ya está en él.
¿Qué quiere decir que la esencia del Ser o lo absoluto ya es en el Dasein?
Quiere decir, ni más ni menos, que cada Dasein individual ya está predeterminado por unos apriorísticos condicionantes psiconeurológicos para pensarse a-sí-mismo y en-lo-otro de una determinada manera.Lo único que tiene que hacer el Dasein es reflexionar sobre sí mismo, que será tanto como reflexionar sobre el Ser, pues, como ya hemos señalado, el sentido del Ser ya está-en-el-Dasein.
Pero esta apertura del Ser en el Dasein, a través de la cual Heidegger decía que podía hallarse místicamente la esencia del Ser, era la misma que, siglos antes, le permitió a San Agustín hallar su vía para conocer a Dios, a través del obligado recogimiento del Dasein en sí mismo.

Cada vez tengo más claro que la metafísica de Heidegger es una reinterpretación de la teología-psicoanalítica de San Agustín.

Una vez que el Dasein se conoce a sí mismo, y se acepta, debe mejorarse. Así, mejorar es la finalidad de la vía que propone la máxima de San Agustín, análoga a la humildad ontológica de Heidegger:

¿Y qué significa que el Dasein se mejore a sí mismo? Pues significa, retomando a Nietzsche, que debe instarse a perdurar en el tiempo (conservarse) y crecer (aumentar).

Cada Dasein individual, por tanto, saca sus fuerzas (voluntad y motivación) del previo análisis reflexivo que le permite conocerse a sí mismo y, al tiempo, le religa y le permite reconocerse en lo absoluto del Ser.

Es que, para que me entiendas, el Ser absoluto es el reflejo o espejo de lo que es cada Dasein individual. Toda obra de arte, como el mundo mismo, facilita la apertura del Ser (del sentido de la existencia) en el Dasein; pero una misma obra de arte, como el mismo mundo, sugerirán y evocarán diferentes interpretaciones en los diferentes Dasein individuales.
¿Por qué?
Pues porque el Dasein (ser-ahí) ya está en lo absoluto, se encuentra en el mundo que se abre ante él para que pueda interpretarlo. Pero, al interpretar el mundo, los diferentes Dasein individuales no pueden evitar crear una imagen o cosmovisión del mismo; una imagen que estará acorde con sus gustos, motivaciones y sentimientos.
Y el Dasein, que no es tonto, cuando se comprende a sí mismo y es consciente de sus necesidades también descubre lo que quiere, lo que le vale: descubre el valor de la vida, que no es otro que el de perdurar en el tiempo (conservarse) y mejorarse (aumentar o crecer); descubre que su sagrada misión en el mundo es llegar a ser él mismo, y será consciente de que, para ello, deberá modelar el mundo a su imagen y semejanza.

Una vez que el Dasein individual se descubre a sí mismo, es decir, después de meditar atento en la apertura del Ser, hallará, al mismo tiempo, los valores que son mejores para él. A partir de ahí, concluirá interesadamente (subjetivamente y desde su visión particularista), que lo que es bueno para él por fuer ha de ser verdad.

El Dasein individual, pues, construye su verdad. Pero como el Dasein individual también es un Dasein colectivo o histórico (inevitablemente social) se ve obligado a justificar moralmente su verdad, es decir, tiene que proclamar que su verdad es la más buena y justa.

Solo a un Dasein individual aristoi (el mejor) le está permitido descubrir el sentido del Ser, que será, en definitiva, un reflejo del sentido que él quiera otorgarse a sí mismo y a su ex-sistere.
Al ser el mejor de entre los Dasein individuales se convertirá en creador y pastor del Ser. Así, desde su liderazgo, propondrá una conciencia verdadera o cosmovisión del mundo para el Dasein colectivo; y lo mismo dará que lo haga a través de la palabra revelada por un Dios o sacándose de la manga algún método que dé en bautizar como materialismo dialéctico o científico.

El resultado final será que un Dasein individual privilegiado (el mejor) habrá creado una moral, es decir, la justificación de una determinada verdad, su verdad.


Cuando se comprende esta dialéctica de la conciencia hegeliana, desde la perspectiva heideggeriana, se descubre que Marx fue tan timador como Jesucristo o Mahoma.
¿Qué moral defendemos, entonces? La nuestra, por supuesto.
¿Y en qué consiste defender nuestra moral? Pues en defender nuestra verdad: aquellos valores que coinciden con nuestra apriorística forma de ser.

Expondré mi ejemplo personal:

Cuando yo llego a comprenderme, y descubro que soy antigregario, individualista y celoso de mi exclusiva y particular libertad (mi verdad) entiendo, como mínimo, que mi Dasein individual no puede comulgar o religarse con un Dasein histórico suprematista, ya sea este islámico o comunista.
Si, además de conocer íntimamente a mi yo (mi ser-en-sí) también soy consciente de la realidad de mis circunstancias (ser-ahí), entonces concluyo que poco, o nada, puedo defender en un país cuya esencia es, precisamente, comunista; una esencia totalmente contraria a la mía propia.
¿Y cómo defiendo, entonces, mi moral, mi verdad y mis valores?
Primero, instándome a sobrevivir (conservarme); y, segundo, obligándome a ser mejor para crecer y garantizar el futuro de los míos. Los míos, mi familia, se convierten así en un pequeño Dasein colectivo o histórico; yo sé que mi ser-es-para la muerte, pero mis hijos y los hijos de mis hijos me sobrevivirán.

He ahí una razón para evitar el suicidio: los hijos.

El problema es qué se entiende por Ser y si es cierto que en todo Dasein mora el Ser

Podríamos pensar, erróneamente en mi opinión, que lo que ha entrado en crisis es precisamente la consideración de que exista el Ser, y por tanto, de que éste habite en el Dasein. Pero yo no creo que la crisis consista en que se cuestione la existencia del Ser, sino en que, a partir de la modernidad, el Ser se interpreta desde otras perspectivas o maneras diferentes a la tradicional.
Tú y yo estamos de acuerdo (eso creo) en referirnos al Ser como una Realidad-Fundamento para diferenciarlo de Dios, ente supremo. Pero aunque la generalidad de los hombres-sujeto (hombres-masa en la acepción orteguiana) digan que Dios no existe, es decir, que no existe un Ser Realidad-Fundamento, en realidad no se están refiriendo a lo mismo que nosotros; no se refieren a la esencia u origen, a ese "algo" que hace que el Dasein sea más que la nada, sino que están pensando en un ente prepotente de jerarquía superior que determina sus vidas imponiendo unos concretos valores éticos-morales.

Lo que está sucediendo no es una pérdida en la creencia de la Realidad-Fundamento (Dios en su acepción más tradicional, o ese "algo más que nada" que es esencia del hombre) sino que se ha realizado una sustitución de la misma, es decir, la sustitución de Dios (y sus valores) por otros dioses y sus respectivos nuevos valores.
Como bien señalara Heidegger, el Dasein es creyente sí o sí, pues en su propia esencia se halla el sentido del Ser, y, por ello, el Dasein se ve abocado, quiera o no quiera, a la necesidad de preguntarse por su ex-sistere (la vida y la muerte).
No, yo no creo que el Dasein considere que no existe la verdad.
Hablemos en otros términos para entendernos mejor, y para ello hagamos algo que disgusta mucho a nuestros amiguetes del igualitarismo, pero que resultará muy pedagógico para que podamos comprender el grave tema que tratamos.

 Propongo que, a partir de ahora, en vez de referirnos al Dasein, diferenciemos entre hombres-sujeto (masa) y pastores del Ser (aristos). Convengamos, si no hay demasiados inconvenientes y/o escrúpulos morales, en advertir que existen dos clases de hombres:

1) Hombres-masa despreocupados por el Ser.

2) Aristos o pastores del Ser, que se obligan a preguntarse y mostrar cuidado por el Ser.

Si hacemos esta distinción vemos con claridad que no es que el Dasein se haya olvidado del Ser, ni mucho menos que ya no crea en la verdad, por mucho que pretenda autoengañarse proclamando la triunfante soberanía del relativismo. Lo que sucedió, a partir de la Modernidad, es que la Razón pretendió liberar al hombre de manera equivocada, es decir, desenmascarando las mentiras que subyacían en las tradicionales creencias ideológico-religiosas tradicionales. La Razón desnudó al hombre de esencia en la medida que iba perdiendo su carácter aristoi, como pastora del Ser, y se tornaba igualitarista y mundana (olvidándose del Ser).

La Razón, renegando de la metafísica, limitó su conocimiento al mundo físico y material, y se despreocupó del espíritu del Dasein, de su ser-en-el mundo.
Sin pastores, o peor aún, a través del concurso de pastores ebrios de errada racionalidad, el hombre se convirtió en sujeto; se transformó en hombre-masa.

Pero el hombre-masa, aunque despreocupado por el Ser, sigue siendo Dasein, es decir, su esencia sigue estando determinada por su ser-ahí en el mundo. Y en tanto que ser-ahí, sigue angustiado y necesitado de fundamentos que den sentido a su existencia.
Así, el hombre-masa, que proclama orgulloso que todo es relativo y que no existe la verdad, en realidad lo que está proclamando es que existen muchas verdades y que lo que no existe es la verdad de sus padres.
¡Claro que el hombre-masa cree en la verdad! ¡En su particular y subjetiva verdad! Cree en la única verdad que la diosa Razón le enseñó a creer. ¿Y qué le enseñó la diosa Razón? Pues que la verdad de sus padres, la que entendía la Realidad-fundamento como ente supremo que determinaba sus vidas (Dios) no existía, y no podía existir, no porque pudiese demostrarse la no-existencia de Dios, sino porque los valores sublimes y supremos en los que se sustentaba dicha Realidad-Fundamento eran injustos y los mantenían esclavos al servicio de los mismos.

Lo que hizo el hombre-masa, sin la Realidad-fundamento de sus padres, fue creer en otras verdades y en otras realidades-fundamento. ¡Claro que siguió creyendo en la verdad! ¡En otras verdades, en sus verdades!
Desde su soberbia crecida, a la que le insta su perverso igualitarismo, el hombre-masa se cree un diosecillo intocable; ya no cree en reyes, ni en dioses ni en tribunos, pero, a cambio, se convierte en ferviente y dogmático creyente de otros dioses y realidades-fundamento: socialismo utópico, misticismos orientales, teorías de la liberación para todos los gustos y de todos los colores...

Por tanto, niego la afirmación: No es que el Dasein considere que su verdad es la más buena y justa sino que no existe tal verdad, y sostengo que, en realidad, está sucediendo todo lo contrario; ahora, más que nunca, el Dasein cree en nuevas verdades más buenas y justas que las de sus padres. ¿Le preguntamos a un comunista cualquiera?

Concluyo:

El problema, por tanto, no es que el actual Dasein histórico de Occidente no crea, sino que dicho Dasein colectivo está conformado, mayoritariamente, por hombres-masa que sí que creen en la verdad, pero no en la verdad de sus padres; no creen ya en la verdad de una Realidad-Fundamento tradicional.
¿Y qué supone dejar de creer en una Realidad-Fundamento tradicional suprasensible?
No supone dejar de creer en el Ser; ni quiere decir que no crean en la verdad (¡habrá creyente más dogmático que un rojo!).
Decir que nuestras actuales sociedades ya no creen en la verdad tradicional de nuestros padres tan solo significa, y es muy grave, que ya no creen en valores sublimes y supremos de sacrificio, trabajo y superación, obligación y deber. Lo que quiere decir es que ahora creen en otras verdades y en otros valores.
El Ser como Realidad-Fundamento podía interpretarse como un ente supremo (Dios) o como ese Ser (esencia trascendente) que nos constituye como "algo más" que Nada.
Lo que intento explicar, precisamente, es que yo creo que ambas acepciones del Ser son trascendentes. Desde el momento en que el Dasein se siente o se intuye "algo más que nada", ya está considerando en su ser-en sí, y sea o no consciente de ello, la presencia de una esencia (sentido) que le trasciende.

Por eso defiendo que el cambio radical no está en el hecho de haber trocado una realidad trascendente por otra inmanente. Lo que sostengo es que la transvaloración de unos valores (sublimes y supremos) por otros más mundanos, también se ha realizado a través de una meditada reflexión metafísica, y no exclusivamente desde un relativismo nihilista.

 Lo que intento decir es que, aunque el Dasein inauténtico (hombre masa o sujeto) proclame que la Verdad (en mayúsculas) no existe, en realidad sus hechos le delatan, y a nosotros nos permiten desenmascarar sus autoengaños.

¿Por qué alguien que se proclama ateo se convierte, sin embargo, en un fiel seguidor de creencias budistas, por ejemplo?

Pues porque aunque la Razón le grite fuerte en el oído que no existe una Verdad absoluta y universal, al mismo tiempo la esencia del Ser, que está en él, intuida o pre-sentida como prefiramos, le susurra que sí, que necesita y anhela ser "algo más que nada".

La Razón grita alto y fuerte, pero el Ser solo nos susurra, y ese es el motivo por el que debemos permanecer atentos y expectantes, porque es mucho más difícil escuchar e interpretar el débil susurro del Ser que el grito atronador, orgulloso y prepotente, de la Razón.
Así, nuestro budista también creerá en una realidad trascendente; también se reconocerá como un ser que es "algo más que nada", aunque su alternativa humildad ontológica no crea en un Ser Realidad-Fundamento tradicional.

Otro ejemplo:

El dogmático comunista dirá y gritará que no cree en Dios, pero, al tiempo, no podrá evitar intuirse como "algo más que un animal"; pre-siente que en-él hay un plus de esencia que le diferencia de otros seres vivos. Y este plus, que le trasciende, le insta a creer en otro dios: el suprematista Estado socialista.







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