miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las tres edades de la razón.

Introducción.

Siempre, como suelo sostener, la vida precede a la razón; es decir, primero sentimos y experimentamos y, solo después, razonamos el porqué de nuestros sentimientos y justificamos racionalmente las acciones que de nuestro sentir se derivan.

Desde muy joven ya me resultaban "chocantes" (incomprensibles) las normas y reglas establecidas por los guardianes de la razón. Una de estas normas, o verdades socialmente normativizadas, era aquella que nos espetaban cuando, ante un agravio, chillábamos o respondíamos con verborrea beligerante ante una ofensa: "si gritas pierdes la razón", nos decían, como si por el hecho de no moderar nuestras formas y nuestro lenguaje, "domándolos y domesticándolos," nuestra lógica respuesta, del todo racional, mutara en irracional.
¿Pero cómo puede perderse la razón por el mero hecho de ser gritada alto y fuerte; por el hecho de ser defendida con enérgica pasión?
¿Acaso puede perderse también la verdad, dependiendo de cómo se argumente, se proclame o se defienda?

Tesis

Así, llegué a la conclusión, a través de una obligada y profunda reflexión, de que no existía ningún ser humano que fuese realmente irracional, sino que las descalificaciones a determinadas ideas y/o acciones, deslegitimadas como irracionales, eran producto del proceder autodefensivo del poder social (coactivo y represivo) y no tanto una conclusión lógica sustentada por imparciales argumentos de verdad. ¿Qué argumentos lógicos podrían demostrar que la razón se perdiese por el mero hecho de ser gritada enérgicamente? Ninguno.

Por tanto, la tesis que pretenderé defender y demostrar a continuación desvela una incómoda y peligrosa verdad:

Todos los hombres, en tanto que inteligentes, son inevitablemente racionales, morales y poseedores de la verdad. No existe hombre alguno que sea inmoral e irracional; no existe hombre alguno que carezca de "su" verdad.

Inteligencia y razón

Si nos obligamos a ser sinceros y honestos podremos hallar la verdad radical que se esconde detrás de esa supuesta esencia que subyace en el ente que es el ser humano y que le permite trascender su pura condición de animal: ser un animal de realidades en un mundo que hace suyo.
La verdad radical, fácil de comprobar si echamos un rápido vistazo a lo largo de la historia, es que el ser humano se ha erigido como especie dominante del planeta tierra. Esta verdad es incuestionable, y a partir de esta verdad irrefutable podremos preguntarnos: ¿cómo, por qué y para qué el ser humano se ha convertido en señor de "su" mundo?
¿Cómo ha impuesto su señorío el ser humano en el mundo? Pues a través del dominio, haciéndolo suyo.
¿Por qué? Porque ha podido y ha tenido la herramienta para poder hacerlo: la inteligencia.
¿Para qué? Para garantizar su autoconservación , perdurar en el tiempo y soñar con la eternidad.

Podríamos concluir, por tanto, que la esencia (sentido de ser) del ente humano reside en su voluntad de no extinguirse; en el deseo de perdurar en el tiempo ("lo inherente al ser es perdurar en el tiempo", Spinoza). Pero para poder ser y sobrevivir a las adversidades del ex-sistere (autoconservarse en el mundo) el ser humano debe dominar su entorno; debe controlarlo y hacerlo predecible. Es entonces, ante la necesidad de controlar y predecir su mundo, dominarlo al cabo, cuando el Dasein (ser-ahí) hace uso de una habilidad que le es propia: la inteligencia o habilidad de poder elegir (los demás animales no eligen, sino que responden automáticamente a estímulos del medio).
El hecho de tener que elegir la mejor opción para garantizar su autoconservación, de entre las múltiples posibilidades que le ofrece la realidad abierta, obliga al ser humano a realizar dos actos inherentes al imperativo de elegir (al imperativo vital de ser): razonar y justificar.
Vemos, así, que es el imperativo vital el que insta al Dasein (hombre inmerso en el mundo) a autoconservarse y sobrevivir; le insta a tener que elegir, es decir, le empuja a inteligir la realidad que le envuelve.
Inteligir supone, precisamente, analizar, evaluar y predecir las respuestas del medio (las consecuencias o efectos de las acciones humanas) para tener argumentos de peso que apoyen o rechacen tomar decisiones (elecciones). Así, las acciones y elecciones humanas requieren, primero, del uso de la razón (evaluación y análisis) y posteriormente de una justificación, aunque no necesariamente por este orden.

Cuento pedagógico.

Según mi tesis, primero sentimos y deseamos y solo después razonamos. Consideremos el siguiente ejemplo: un individuo, en un clan primitivo, siente el deseo irrefrenable de comerse las últimas reservas de comida. Este es un deseo vital imperativo, porque le obliga a hacerse con la comida para poder sobrevivir. El individuo en cuestión contemplará varias opciones (razonando) para hacerse con la comida:

Opción A: evalúa la posibilidad de robar la comida, sin más, cuando nadie le vea. Sabe que existe la posibilidad de ser descubierto. Tiene que decidir, entonces, si decide correr el riesgo de que los demás le descubran.

Opción B: decide que al llegar la noche matará uno a uno a los 10 miembros integrantes del clan. Sabe que, entonces, podrá hacerse con la comida sin ningún problema. Pero se da cuenta, razonando, de que existe la posibilidad de que él solo, sin la ayuda de los otros miembros del clan, tampoco pueda sobrevivir durante mucho tiempo (cazar, procurarse refugio y defenderse de los animales salvajes).

Estas dos opciones, robar y asesinar, son, a priori, racionales y morales. Y dichas opciones se postulan como posibilidades solo cuando nuestro individuo siente el deseo de comer. Las dos opciones se han servido de la razón para evaluar las diferentes posibilidades que ofrece la realidad abierta (las circunstancias). Y las dos opciones se han justificado (moralmente) a través del incontestable imperativo de supervivencia: robar o asesinar para comer, para sobrevivir, para poder seguir siendo.

Tanto dará que el individuo de nuestro ejemplo decida, finalmente, robar o matar, pues en ambos casos lo habría hecho a través del uso de su inteligencia o capacidad para inteligir (elegir), es decir, previamente habría razonando y justificando sus acciones. No podríamos decir, ante el proceder de semejante sujeto, que fuese irracional ni inmoral.

Conclusión: no podemos hablar de individuos irracionales ni inmorales, sino de individuos con mejores o peores razones para elegir una opción, y con mejores o peores razones para justificarla. De hecho, razón (elección) y moral (justificación) están tan estrechamente relacionadas entre sí que podríamos considerar que se dan conjuntamente coincidiendo en el tiempo.

¿Son siempre coincidentes razón y moral?

Yo creo que sí, que el ser humano tiende a argumentar (razonar) al tiempo que justifica su elección para legitimarla como buena. ¿Qué sentido tendría la elección de una opción que no fuese "buena" para uno mismo?
Volvamos atrás en el tiempo para imaginarnos a dos hombres prehistóricos que han descubierto que comiendo determinados frutos alcanzan un placentero estado de embriaguez; una sensación mágica que diluye su "yo" (ser-en sí mismo) en un todo místico y espiritual.
Ellos están seguros de que esos frutos son "buenos" para ellos, ergo su elección se justifica como moralmente buena. Sus razones son libres y están al servicio de sus respectivos placeres (sentidos).
Pero hete aquí que el chamán del clan los descubre, alegres y despreocupados mientras ríen, saltan y disfrutan de su eufórico estado.
El chamán, persona seria y responsable, pronto advierte que aquellos dos díscolos seres son un peligro para la autoconservación del clan. Aquellos inconscientes no solo tenían sus facultades visiblemente afectadas, sino que no mostraban interés por las actividades que debían realizar: cazar, pescar, fabricar rudimentarias lanzas de piedra... ¿Y si el resto de los miembros del clan también descubrían aquellos frutos embriagadores?
Pronto, el racional chamán, vio con claridad que la ingesta imprudente de aquellos frutos ponía en peligro la supervivencia del clan; pronto advirtió que tenía que dominar la situación para conservar y salvaguardar el futuro del clan.
Así, el chamán decidió secuestrar la razón individual de los homínidos que, libremente, decidían embriagarse, para supeditarla a la razón del grupo; para someterla al interés de lo común y lo colectivo. Entonces, dictó que comer aquellos frutos constituía un acto tan irracional como malo.
Pero el chamán, por más que razonó con los dos individuos que gustaban de embriagarse, no conseguía convencerles. ¿Por qué habría de ser más racional y bueno no comer aquellos frutos?
El astuto brujo, entonces, ideó la manera de imponer reglas y normas para "su" parque tribal; proyectó la manera de domar y domesticar los instintos de aquellos dos sujetos que iban de por libre: articular un sistema que fuese al tiempo coactivo y liberador.
La norma impondría una verdad: comer frutos embriagadores era malo. Y dicha verdad se argumentaría (legitimaría) a través de una creencia mágico-religiosa. Quienes violaran la norma serían castigados (coacción social mediante) pero quienes se mostraran fieles cumplidores de la misma serían recompensados a través de un rito ceremonial que, dos o tres veces al año, les permitiría transgredir la norma sagrada comiendo tantos frutos embriagadores como quisieran. Habían nacido el Derecho (deber de cumplimiento) y la festividad colectiva (oportunidad de trasgresión) a partir de la necesidad de domesticar a nuestros primeros antepasados; habían nacido las normas y las reglas sociales como instrumentos de dominio para autoconservar la pervivencia del clan, por encima de las libertades individuales, y convirtiendo todo aquello que fuese peligroso y amenazante para el clan en irracional y malo.

Esta pequeña pero didáctica historia ilustra cómo el ente social, la cosmovisión de un Dasein histórico, se apropia de la verdad en beneficio propio: para asegurar su dominio sobre la naturaleza y, así, garantizar la autoconservación de la razón de ser colectiva. Lo racional y lo aceptado moralmente será todo aquello que beneficie al clan, la tribu, la nación, el imperio; lo racional y bueno será todo aquello que asegure la supervivencia de una determinada razón de ser, de una determinada verdad.
La razón solo pudo erigirse en diosa todopoderosa y en verdad universal, cuando las primeras élites (primeros ilustrados con información y responsabilidad ontológica) decidieron hacer uso de su voluntad de poder para imponerla al grupo.

Epílogo.

Nuestro pedagógico cuentecillo estaría inconcluso si no explicásemos a nuestros pacientes lectores qué fue de aquel clan que, con el transcurrir del tiempo, devendría tribu, nación, e incluso imperio y civilización humana, demasiado humana.
Pues sucedió que, milenios más tarde, el clan creció y devino una numerosa tribu que entró en contacto con otras tribus; las tribus se organizaron en naciones y las naciones crearon imperios. Y los chamanes de cada imperio, ahora sabios ilustrados que servían a reyes y emperadores, cayeron en la cuenta de que lo que era racional y bueno en sus sociedades cerradas podía considerarse irracional y malo en otras sociedades vecinas. ¿Qué era verdad y qué era mentira, se preguntaron atónitos y perplejos?

LAS TRES EDADES DE LA RAZÓN

El poder para decidir qué es bueno y qué es malo, o qué es moralmente aceptable o inaceptable, no emana directamente de quienes lo ostentan (reyes, emperadores o políticos). No, el poder emana del Dasein histórico a través de todos los medios (órganos e instituciones) que el ser colectivo desarrolla (tradiciones, ritos y ceremonias...) para domar y domesticar los apetitos particulares (el ser en sí individual); y todo por tal de salvaguardarse a sí mismo. Se trata de someter, reducir y domar las libertades individuales (ser-en sí) por tal de garantizar la seguridad que nos ofrece el ser colectivo o Dasein histórico.
Pero no puede haber poder si, primero, no hay una verdad en la que creer; una verdad que pueda ser amada y defendida; una verdad por la que morir si fuese necesario.
Y tampoco son los reyes, ni los emperadores ni los gobernantes de turno quienes hallan o construyen las verdades, sino los pastores del ser.
Siempre han sido individuos excepcionales (pastores del ser) los que han sabido ver la verdad, desvelándola y desocultándola de entre las muchas posibilidades ofrecidas por la realidad abierta. De hecho, siempre ha sido un puñado de pastores quienes han decidido cómo y para qué domesticar al ganado humano. El genio, susceptible de ser aceptado o no por los intereses y voluntades de una determinada sociedad (Dasein histórico) en un determinado contexto histórico, ha sido siempre el artista creador de verdades, ya fuere a través de vías de revelación (teológicas) , vías de descubrimiento (pensamiento místico-reflexivo y metafísico) o vías constructoras (a través de la lógica y la ciencia); todas vías racionales, en tanto que todas son producto de la razón humana.

Las edades de la razón ilustrada (en manos de grupos selectos) ha ido evolucionando a lo largo de la historia, en un proceso dialéctico a través del cual lo racional de una época determinada era superado tras ser desenmascarado o desvelado como irracional.
Las tres fases o edades de la razón serían las siguientes:

1º Razón señorial- prepotente
                                                                                                     
2º Razón instrumental- pragmática
                                                                                                     
3º Razón cínica- hipócrita

La superación de la razón señorial prepotente, por parte del Dasein histórico, solo fue posible a partir de un previo desenmascaramiento, es decir, solo pudo superarse cuando la misma razón ilustrada de "otra" época fue consciente del carácter obsoleto y anacrónico de la Razón predecesora. Y desde el momento en que la nueva Razón desenmascara y deja en evidencia lo "absurdo" de la antigua Razón, esta última pasa a ser irracional. Así, para los primeros hombres prehistóricos era completamente racional rendir culto a las fuerzas de la naturaleza. Dicha necesidad de celebrar ritos y ceremonias se legitimaba a través de la razón, como no podía ser de otra manera. Pero solo cuando el Dasein histórico de pueblos más avanzados descubrió, ideó o construyó (tanto da) la idea de Dios, la antigua razón mágico-mística pasó a considerarse irracional.
De la misma manera, la Razón del Dasein histórico de la Edad Moderna desenmascaró la Razón religiosa (creencia en Dios) como errónea, indemostrable y, en definitiva, anacrónica: se imponía la Razón científica y, por tanto, el creer en seres divinos pasaba a considerarse irracional.

Continuará...




3 comentarios:

  1. Hola Herr Goldmundo

    El hombre es constitutivamente moral como es constitutivamente racional. Por ello estoy de acuerdo con la conclusión que afirma: “ no podemos hablar de individuos irracionales ni inmorales, sino de individuos con mejores o peores razones para elegir una opción, y con mejores o peores razones para justificarla. De hecho, razón (elección) y moral (justificación) están tan estrechamente relacionadas entre sí que podríamos considerar que se dan conjuntamente coincidiendo en el tiempo.”

    Es decir, todos tenemos que razonar como todos tenemos que justificar nuestras acciones. Por tanto, ese “tener que” es algo constitutivo al hombre. Cuestión aparte son las diferentes justificaciones concretas. Es que unas estarán mejor justificadas que otras. Es por ello por lo que no acepto el relativismo.

    Ahora bien, la validez de las razones no se reduce únicamente a encadenamientos lógicos sino que dichas razones deben de ser experienciadas. Tanto a nivel personal, como a nivel social e histórico. Es que saber si unas razones son mejores que otras no se reduce únicamente a una lucha entre diferentes encadenamientos lógicos sino que será la experiencia ( personal, social e histórica) la que dé o quite razones. Una padre podrá considerar que está justificado el educar a su hijo como lo está educando pero bien pudiera ser que con el pasar del tiempo acabe considerando que se ha equivocado gravemente aunque sus encadenamientos lógicos fueran perfectos. Y lo mismo puede suceder con la defensa de un sistema económico o con la de un ideario político. Por ello decía Zubiri que la verdad es histórica. La verdad no es algo que se alcance súbitamente sino que debe de ser buscada y experienciada. La verdad debe de ser vivida. Debe de ser postulada y experienciada.

    Pero igual que el hombre es constitutivamente racional y moral también es constitutivamente social. Es decir, en el hombre existen tres dimensiones: personal o individual, social e histórica. Y ambas dimensiones se dan a la vez en todo ser humano. El intento de acabar con una de ellas es el intento de acabar con el hombre mismo.

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  2. El concepto de individuo es relativamente moderno. En un tribu lo único que tiene verdadera realidad es el grupo. Una persona era algo en cuanto a que pertenecía a un clan o a una tribu. Fuera del clan o de la tribu no era absolutamente nada.
    Tuvieron que pasar milenios, es decir, tuvo que acontecer una larga experiencia histórica para que el hombre se diese cuenta de que además de la dimensión social ( con-vivencial) existía una dimensión personal.

    El problema de la modernidad ha consistido, y desde mi punto de vista, en que una vez descubierta esa dimensión individual del hombre, éste ha considerado que esa era la única dimensión verdadera. Con lo cual olvidó la dimensión social que también es constitutiva de todo hombre. Y de ahí todo el individualismo que asola nuestra sociedad.
    El comunismo, por el contrario, fue una reacción a ese individualismo consistente en desterrar toda dimensión individual del hombre y el intento de restaurar únicamente la dimensión social.

    Pues bien, tanto el individualismo llevado a sus últimas consecuencias como el socialismo llevado a sus últimas consecuencias son nefastos para el ser humano ( el de carne y hueso, que por cierto, es el único existente).

    El problema, por tanto, radica en cómo poder armonizar la dimensión individual con la dimensión social. Efectivamente, a lo largo de la historia ha existido un intento, por parte de todo tipo de guardianes, de desterrar de la persona toda dimensión individual. Pero no creo que la solución consista en que ahora todo el mundo se convierta en su propio guardián y que el objetivo último sea el de aniquilar cualquier tipo de sociedad. La experiencia histórica ya nos está diciendo a dónde vamos por ese camino.

    Por supuesto, y como iba a ser de otra manera, que uno elige la opción que considera más “buena” para uno mismo. Pero es que una persona puede dar su vida por lo demás porque considera que esa es la opción más “buena” para él mismo. Es que la opción más buena para uno mismo no tiene que reducirse a que uno piense únicamente en sí mismo.


    PD: Ni de lejos mi crítica va dirigida a tus palabras en el sentido de que tú las hayas dicho o pensado. Simplemente me he puesto a escribir (inspirado en tus palabras) y ha salido lo que he escrito. Supongo que con unas estarás de acuerdo y con otras en desacuerdo.
    Además felicitarte porque considero que eres una persona valiente y que expones muy claramente tus ideas y pensamientos. En fin, como debe de ser.

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  3. Hola Elías.

    Sí, ambos estamos de acuerdo con el núcleo fuerte de mi tesis: "el ser humano es constitutivamente racional y moral".
    También estamos de acuerdo en aceptar que la verdad es histórica, pues, como ya señalé, es el Dasein histórico, en cada época, el encargado de hacer suya la verdad de "su" tiempo. Y dicha verdad, tras ser "descubierta" o construida como posibilidad por un pastor del ser (genio) solo será aceptada por el ente colectivo (Dasein histórico) tras ser vivenciada y experienciada, es decir, tras comprobarse como verdad necesaria (buena) para el funcionamiento (autoconservación) del colectivo social.

    Estoy de acuerdo contigo, el ser humano no es solo un ser temporal que se hace a sí mismo a lo largo del tiempo (durante su existencia), sino que también es un ser en el espacio (en-lo otro y con-lo otro).

    Todavía no he acabado de exponer mi tesis. Deseo explicar, primero, cómo ha evolucionado la razón y la instrumentalidad inherente a la misma a lo largo de la historia, para concluir lo que tú mismo sostienes: "La solución no consiste en que cada individuo sea su propio guardián ni el objetivo último debe ser aniquilar cualquier tipo de sociedad".

    Intento llegar al estadio último de la razón ilustrada al que llegó Sloterdijk: la razón cínica, para preguntarme, como él, si ya solo nos queda permanecer resignados en este estadio o si, por el contrario, aún cabe la esperanza de que la humanidad se salve a sí misma a través de una razón verdaderamente emancipadora y/o liberadora.

    La pregunta del millón sigue siendo la misma, y compete a la cuestión del ser (Heidegger): "está el humanismo irremediablemente abocado a su autodestrucción o hay posibilidad de salvación".
    Heidegger fue pesimista y vio con claridad que, sin una necesaria humildad ontológica, el humanismo no podría salvarse de sí mismo, de su arrogancia prepotente y señorial como criador y domesticador del "parque humano".
    Sloterdijk apostó en "Esferas" por una suerte de nueva metafísica (superación de Heidegger) que hacía hincapié en la necesidad de armonizar el ser-en sí del individuo con su ser-en el otro a través del arte y la creación estética. No deja de ser una propuesta tanto o más ideal, y por tanto utópica, que la del último humanismo que se erigió en libertador del hombre: el marxismo.

    Un saludo afectuoso

    PD: no soy tan valiente como me presupones, ni "jarto de vino", como diría un castizo, reflexionaría con mi nombre y apellidos en la nueva España pre-guerracivilista que nos está tocando vivir.

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