martes, 8 de noviembre de 2016

Las tres edades de la razón (parte II)

Recapitulación.

Decía en mi anterior entrada, "Las tres edades de la razón", que la razón misma, a través de la autocrítica a lo largo de la historia, ha sido la encargada de aprobarse o autocorregirse, de tal manera que lo que en una época podía considerarse verdad (racional) en otro momento histórico podía considerarse falso e irracional.

Así, en cada momento histórico ha dominado (se ha impuesto) un tipo o clase de razón acorde con la realidad de su tiempo; una razón que ha evolucionado y cambiado adaptándose a los deseos y el sentir de un determinado Dasein histórico.

Dialéctica de la razón.

Podríamos decir, resumidamente, que el proceso dialéctico a través del cual la razón ilustrada se ha impuesto históricamente a las masas ha sido el siguiente:

1) Desocultación, hallazgo o construcción de una verdad a cargo de un pastor del ser; es decir, a partir de la reflexión meditativa y expectante de un individuo excelente (sabio) o genio.

2) Aceptación social de dicha verdad, lo que implicaría legitimar las creencia y los sentidos (significados) derivados de dicha verdad incorporándolos al sentir y las creencias colectivas.

3) Elaboración de una cosmovisión (interpretación del mundo) a cargo del Dasein histórico (ser colectivo) a partir de las verdades reveladas, halladas y/o construidas.

4) Imposición de la cosmovisión y/o del programa de vida a todos los individuos de una sociedad, a través del poder coactivo (Derecho) que aplica el Dasein histórico a través de cualquiera de sus configuraciones históricas: clan, tribu, nación, imperio y civilización.

Dicho proceso dialéctico es constante a lo largo de la historia y resulta invariable, pues lo único que muta o se transforma es la razón misma, dependiendo de la vía racional encargada de legitimarla.
Si la razón se legitima a través de la revelación (escrituras sagradas) hablamos de vía teológica y de razón religiosa, si se justifica a través de la reflexión meditativa de un pastor del ser podemos hablar de vía pastoral o razón ontológica; y si la razón es construida (mediante consenso social) a través del positivismo hablaremos de razón lógico-cientifista. También podríamos referirnos a la vía estética, la creación artística, que daría lugar a una razón estética. Pero a mí, personalmente, se me antoja una vía interpretativa muy parecida a la vía mística o criptobudista que conformaría, junto a estas, lo que podríamos llamar razón poética.

Vemos, por tanto, que la razón puede recibir diferentes nombres dependiendo de la vía que la legitime y/o justifique. Pero insistamos de nuevo en señalar: todas estas vías son racionales, pues todas son producto de la razón (inteligencia) del ser humano.

Para poder aseverar, pongamos por caso, que la vía teológica es irracional deberemos de desenmascarar, descubrir y/o desvelar las mentiras y falacias que subyacen en los argumentos que la legitiman; pero, sobre todo, deberemos demostrar que dicha verdad o razón religiosa ha dejado de ser funcional (instrumental) y ya no sirve a los intereses de dominio y autoconservación del Dasein histórico. No bastará, por tanto, con desacreditarla y deslegitimarla, sino que habrá que postular una nueva razón alternativa en su lugar. Esta será la misión de la autocrítica que la razón ejerce sobre sí misma.
Dicho en román paladino: una verdad o conciencia auténtica solo puede ser superada (desenmascarada históricamente) si se articula una nueva conciencia que ocupe su lugar. El calificativo de irracional no tiene sentido en sí mismo, pues no es que la vía criticada en un período histórico concreto no sea racional, sino que es sustituida por otra vía más racional; por otra que argumente y justifique mejor "su" verdad.
Cada autocrítica supone un avance hacia una racionalidad que se supone más justa para la generalidad de la humanidad, pero, al tiempo, deja al descubierto una terrible verdad: si lo que era verdad y racional en un momento histórico deja de serlo en otro, también lo que otrora se consideraba justo podría pasar a ser injusto; es decir, se diluye la universalidad de la moral.
Así, la autocrítica constante que la razón ejerce sobre sí misma la conduce, inevitablemente, hacia el relativismo; hacia el relativismo de la verdad y el relativismo moral. ¿Y hacia dónde puede conducirnos el relativismo? ¿El relativismo imperante en las actuales sociedades nos obligará a buscar una superación del mismo, por tal de salvarnos, o ya no hay solución para el ser humano?

¿Se autodestruirá a sí mismo el ser humano?

Formularé la pregunta de otra manera: ¿el fin último de la historia ha de culminar con la autodestrucción de la razón (humanismo ilustrado) o, por el contrario, la razón se salvará pudiendo, así, salvar también al ser humano?
Para responder a estas preguntas deberemos, primero, entender cómo ha funcionado la dialéctica de la razón (arriba descrita) a lo largo de la historia; es decir, deberemos comprender cómo la autocrítica cuestionó y moldeó la razón a lo largo de sus tres edades o tres etapas evolutivas.

PRIMERA EDAD DE LA RAZÓN (razón señorial-prepotente).

Igual que en el período evolutivo de la infancia de los hombres, la edad más temprana de la razón se corresponde con un marcado carácter prepotente y señorial.
Así, como los niños egocéntricos y exigentes, la razón ilustrada primera, surgida en las primigenias comunidades y colectivos humanos, se mostró dogmática e inflexible en la aplicación de la coacción social. Los pastores del ser, como el brujo de nuestro pedagógico cuento, descubrieron que para garantizar la supervivencia (autoconservación) del colectivo (clan o tribu) debían dominar a la naturaleza, es decir, debían controlarla y predecir sus efectos para poder salvarse de las adversidades de la existencia: inclemencias climáticas, animales salvajes, falta de comida...
Pero para dominar la naturaleza era preciso el concurso de todos los miembros del clan, ergo también se hizo necesario dominar a los individuos, para que estos reprimieran sus apetitos más individualistas (egoístas) y se sacrificaran por el bien común colectivo.
Pronto, la razón ilustrada de las élites y los grupos de poder entendieron que era necesario aplicar una férrea coacción que obligara a los miembros de un colectivo a sacrificarse por la comunidad (ente social). La paradoja, subyacente en tal proceder, es que los individuos deberían sacrificarse por el bien común y subyugarse al poder del grupo dominante, precisamente para garantizar su autoconservación; es decir, debían aceptar sus roles dentro de la sociedad para permitir la articulación de una división del trabajo eficaz que garantizara la supervivencia de ellos y la de sus familias.
Al principio, mientras el grupo social era reducido y existía una relación de cercanía entre todos sus miembros, resultó relativamente fácil imponer una jerarquía representada por un líder que, las más de las veces, imponía su dominio a través de la fuerza, la represión y la inflexible coacción (castigos) a los demás individuos. Pero a medida que crecían los colectivos humanos, el líder, además de valerse de su propia fuerza, también tuvo que rodearse de guardias personales y ejércitos para mantenerse en el poder. Descubrió, así, que el mejor binomio para dominar (criar y domesticar al ganado humano) era la combinación perfecta de miedo y coacción.
Así, la inteligencia de los primeros hombres y a través de la razón ilustrada (de un grupo de elegidos)se orientó hacia la OPERATIVIDAD, utilizando una razón instrumental, despótica y señorial, para garantizar el dominio y la autoconservación de los grupos humanos: las fuerzas de la naturaleza fueron convertidas en dioses a los que se les debía sacrificio y obediencia a través de repetitivos rituales y ceremonias. Pronto, sin embargo, aparecerían los dioses antropoformos, ideados a imagen y semejanza de los seres humanos, debido al trabajo incesante de la razón prepotente por tal de autoconservarse a sí misma y, así,  garantizar también la autoconservacion del grupo.
Obsérvese, cómo ya, en la primera infancia o edad más temprana de la razón, ya subyacía el germen del cinismo prepotente y señorial; ese cinismo que será una constante a lo largo de la historia, pero que se autolegitimará de diferentes maneras y a través de diferentes argumentos, por tal de reivindicarse a sí mismo como necesario. En la frase de nuestro refranero popular español encontramos expresiones que desenmascaran dicho cinismo inherente a la prepotencia señorial: "quien bien te quiere te hará sufrir". Y aún hoy, en sociedades donde la razón todavía se haya en una edad temprana (véase Islam) se autolegitima y justifica el dolor y el castigo físico como medios para "beneficiar" al individuo que es castigado, por su propio bien y porque así lo justifica una instancia divina superior (Alá).


SEGUNDA EDAD DE LA RAZÓN (razón instrumental-pragmática).

Con el paso del tiempo, las sociedades occidentales, sobre todo, fueron diluyendo su celo de Dios, es decir, a través de una autocrítica constante (reformas, contrarreformas y concilios religiosos) relajaron y suavizaron la coacción sobre el individuo a través de la razón teológica. El Islam no.
Sin embargo, la mayoría de edad de la razón ilustrada occidental llegaría, definitivamente, con Kant.
Kant dictaminó, a través de su crítica a la razón pura, qué podía conocerse como certeza a través del entendimiento (intelecto) humano, y qué conocimientos eran inaccesibles a la razón misma.
Kant concluyó en su "Crítica de la razón pura" que la realidad de Dios no podía demostrarse ni negarse a través de la razón, es decir, no se podía acceder a Dios a través de vías empíricas. Por tanto, al tiempo que proclamó que el tema de Dios no era "asunto" que competiera a la razón, indirectamente relegó la actividad racional de los hombres a una utilidad más mundana, es decir, legitimó a la razón como instrumento útil para demostrar la verdad. Y la verdad que podía conocerse era aquella que solo podía demostrarse a través del empirismo y su método científico.
Había nacido una nueva razón pragmática, tan orgullosa y prepotente como su predecesora razón señorial, pues si la primera razón subyugó a los hombres a través de la fuerza coactiva, ahora los hombres quedarían igualmente subyugados por la pérdida de su esencia espiritual.
Kant fue el primer pastor del ser (pensador sabio) en olvidarse de la cuestión del ser; fue el primero, de entre otros muchos pastores que le seguirían, en claudicar y en considerar como vano todo esfuerzo destinado a preguntarse por aquello que no podía conocerse a través de la razón o empíricamente.
El legado ilustrado de Kant se hizo finalmente operativo, es decir, se materializó como realidad en la praxis histórica, mediante el concurso de los ilustrados franceses que, guillotina mediante, acabaron por certificar la mayoría de edad de la razón, que pasaba de ser prepotente y señorial a ser razón instrumental. Ahora ya quedaba muy claro, más si cabía desde Kant y el emancipador liberalismo nacido en Inglaterra,  que la vía teológica había sido totalmente desenmascarada como irracional; aunque mejor sería decir que dicha vía religiosa fue más bien decapitada; decapitada por el nuevo instrumento de la razón (la guillotina) que a todos los hombres habría de hacer iguales por el dictamen todopoderoso de una nueva religión laica.
Y es que, en el mismo proceder tan "humanista", a través del terrible instrumento de castigo y coacción que fue la guillotina, ya pudo "intuirse" el nacimiento de una nueva prepotencia señorial que lo único que hizo fue sustituir la conciencia verdadera de una razón (teológica) por la conciencia verdadera de otra razón (técnica y científica). La nueva razón, para autolegitimarse, no dudó en calificar a su predecesora como irracional, es decir, le acusó de ser absurda y anacrónica, la culpó de ser una razón superada por el Dasein histórico.

TERCERA EDAD DE LA RAZÓN (razón cínica-hipócrita)

La psicología evolutiva estudia la madurez de los seres humanos mediante sucesivas etapas o estadios que implican adquirir determinadas habilidades y conocimientos a través del desarrollo, en paralelo, de determinadas funciones cognitivas y emocionales.
Piaget propuso cuatro estadios evolutivos para entender el crecimiento (cognitivo, emocional y moral) del hombre, que se corresponderían con cuatro vías de conocimiento:

1) Sensoriomotriz...................................conocimiento activo
2) Preoperacional....................................conocimiento intuitivo
3) Operacional concreto..........................conocimiento práctico
4) Operacional formal.............................conocimiento reflexivo.

Si nos fijamos, el niño comienza a ser OPERATIVO haciendo uso de un conocimiento intuitivo (preoperacional en realidad) que se correspondería con la edad primera de la razón; es decir, con una razón prepotente y señorial que comienza a aprender cómo dominar la naturaleza (el entorno físico) para garantizar su autoconservación.
De la misma manera que el niño evoluciona y alcanza un estadio operacional concreto, pragmático y orientado al estudio y observación de los fenómenos, así evolucionó la razón prepotente hasta devenir razón instrumental pragmática (técnica y científica).
Finalmente, el niño, a partir de los 11 o 12 años, será capaz de realizar operaciones formales, es decir, será capar de reflexionar sobre su ser y su entorno; será capaz de analizar metacognitivamente su existencia.

Pues bien, la tercera edad de la razón llegará con la senectud del Dasein histórico, es decir cuando la razón humana, además de ejercer de instrumento para investigar y sistematizar la realidad (dominarla y conservarla), comprende que debe reflexionar sobre sí misma y sobre sus fines últimos.
Podríamos considerar al marxismo como la primera teoría surgida de lo que podríamos denominar una razón cínica.
¿Pero qué es la razón cínica?
Es la razón que se autolegitima a sí misma como la más buena y justa, con validez universal, siendo consciente, al tiempo, de que en realidad es una razón particular más.

Es cierto que toda razón anterior, tanto prepotente como pragmática, contó con sus guardianes cínicos; individuos que, incluso sospechando que obraban de mala fe, se obligaron a defender "su" verdad con celo dogmático.
Uno de los guardianes más cínicos de la literatura española sería el personaje de "San Manuel Bueno, mártir", el párroco que se obligaba a "creer" en Dios, no porque realmente creyese con verdadera fe, sino porque veía en la fe (razón teológica) un instrumento para aliviar la angustia de los hombres.
Unamuno describió perfectamente, a través de su pequeña novela, el proceder de la razón que ya no cree en la verdad revelada (divina) pero se obliga a preservarla de manera instrumental para lograr la consecución de un fin último loable: librar a los seres humanos de la angustia.

Marx, como el párroco de Unamuno, fue consciente en todo momento de la gran mentira que era el marxismo; pero se obligó a justificarlo porque creía, firmemente, que solo en una sociedad donde triunfase el socialismo el ser humano sería liberado de sus sufrimientos.
Desde el celo dogmático y prepotente que demostró Marx, al proclamar "su verdad" como la única verdad universal (única conciencia verdadera), resultó inevitable que el bienintencionado socialismo se tornara prepotente y señorial; es decir, los bolcheviques guardianes de la cínica razón marxista actuaron como los prepotentes señores feudales que defendieron "su" verdad señorial, como los inquisidores que preservaron "su" verdad en Dios, como los jacobinos que proclamaron a golpe de guillotina "su" verdad en la diosa razón, o como los malvados burgueses que, a través del poder económico, impusieron "su" razón instrumental de la técnica y la ciencia.

Desenmascarar las falacias y el celo dogmático inherente al marxismo (bolchevismo) costó tantas vidas como desenmascarar el celo religioso de la razón teológica (inquisidor), el celo laico de la razón ilustrada (jacobino) o el celo científico de la razón instrumental (capitalista). En todas las edades de la razón convivieron los ilustrados que fueron fervientes creyentes junto a los grandes impostores cínicos que fueron conscientes en todo momento de la instrumentalización que se hacía de la verdad (razón) en aras de lograr fines últimos suprematistas.

Pero el SXX, con sus dos grandes guerras mundiales, el horror de los campos de exterminio (Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao...) y la barbarie de las bombas nucleares lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, acabó definitivamente con cualquier rasgo de humanismo cándido.
Y la muerte del humanismo cándido, como antes la muerte de Dios, significó la desaparición de los últimos ilustrados que, además, fuesen fervientes creyentes: ya nadie podía creer en nada, porque nada tenía sentido. El humanismo (razón ilustrada) había dejado patente su gran capacidad para destruirse a sí mismo, y con él al ser humano.
La razón, a partir de entonces, ya solo podría ser cínica; pues ya solo se autolegitimaría desde el reconocimiento de su razón de ser particular, aunque ante las masas todavía se obligase, hipócritamente, a proclamarse como verdad o razón de ser universal.

Continuará...

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