INTRODUCCIÓN
Platón no quería poetas en la polis; consideraba que
los poetas eran el paradigma de la sofística, los paladines del argumento
sentimental que se dejaban engañar por las falsas apariencias del mundo sensible.
Sin embargo, paradójicamente, Platón fue el mayor poeta de la antigüedad. Y fue
también el más peligroso de todos ellos.
El peligro del poeta no radica en la necesidad de
positivar la muerte para dotar de sentido (esencia) su existencia (todos lo
hacemos a través de diferentes vías racionales). El poeta deviene peligroso
cuando, celoso de su “verdad creada” (poiesis), se siente legitimado para
imponerla al resto de los mortales. Cuando el poeta crea o descubre una idea,
un sueño o una “verdad sentida y/o vivenciada” tiene dos opciones: recogerse en
sí mismo, convirtiéndose en eremita, o tornarse profeta para “difundir su
palabra” (léase Verdad).
A continuación expondré una tesis que sostiene que la “poesía
profética o mesiánica”, por fuer, siempre es susceptible de mutar en una verdad
supremacista y dogmática. Demostraré que, de la misma manera que Platón tuvo
que huir de Siracusa, debido al fracaso de su política idealista, también el
socialismo español debe abandonar el gobierno de la nación por el bien de todos
los españoles.
¿TÚ TAMBIÉN, ZAMBRANO?
Ya lo he explicado en varias de mis reflexiones: antes
de que la ideología marxista calara hondo en un campo abonado por el
catolicismo, donde se movía cómodamente la intelligentsia española, solo el
liberalismo oponía resistencia a los últimos coletazos de un Antiguo Régimen
que se obstinaba en morir matando.
La Escuela de Madrid, con Ortega y Gasset al frente de
un proyecto político español, liberal y raciovital, no pudo sobrevivir a la
irrupción de las diferentes “mareas rojas” (anarquistas, comunistas y
socialistas) que con un discurso “pseudoreligioso” (calco del humanismo
católico) sedujo por igual tanto a las masas más ignorantes como a insignes
individuos ilustrados.
María Zambrano, discípula de Ortega, fue de las
primeras en pasarse a la poesía socialista; una poesía embriagadoramente
seductora. No pudo ser de otra manera. Dentro de la Escuela de Madrid había
tomado fuerza la tesis de Xavier Zubiri en torno a la “inteligencia sentiente”;
una teoría sobre el conocimiento que reconocía el concurso de los “sentimientos
y las emociones” durante el proceso de aprehensión de la realidad.
Pero María Zambrano fue, sobre todo, una ferviente
admiradora de Miguel de Unamuno, al que consideraba más poeta que filósofo.
Como ya señalé en una de mis reflexiones titulada “Unamuno y la posmodernidad”,
Unamuno fue, quizás, el primer filósofo de altura que abrazó el pensamiento
posmoderno; el primero en sostener que ese modo de ser (virtual) que se
actualiza y manifiesta en la conciencia ya es, de facto, real. Así, Unamuno
señaló, acertadamente en mi opinión, que el personaje de ficción Alonso Quijano
(Don Quijote) se nos antoja más real, y actual, que el propio autor de carne y
hueso que fue Miguel de Cervantes.
EL SOCIALISMO POÉTICO
El paso de María Zambrano al “socialismo español”,
haciendo suyos los postulados de la posmodernidad, supuso el primer signo de
decadencia de la intelligentsia nacional. Otros muchos intelectuales y poetas
(Antonio Machado) la seguirían por su errado camino.
Pero María Zambrano era “hija de su tiempo”; y el
dolor de la época que le tocó vivir instaba a abrazar poesías de promesas y
esperanzas. Había que ser poeta, sí o sí. Sin embargo, como bien señaló José
Antonio (y yo suscribo), bien estaba ser poeta y gustar de “una España alegre y
faldicorta”, pero siempre “anteponiendo la poesía que prometía a la que
destruía”. Y Zambrano, como muchos intelectuales ebrios de “ingenuo humanismo”,
no vieron, o no quisieron ver, la ESENCIA DESTRUCTIVA inherente al socialismo
español. Zambrano creyó, como muchos ilusos, que el socialismo español era “poesía
prometedora” de vida y futuro.
Muchos intelectuales españoles tardaron en descubrir
el verdadero rostro del socialismo español: el carácter pusilánime de Azaña
que, impotente, reconoció, en los graves momentos previos a la Guerra Civil,
estar “superado por las circunstancias”. Azaña reconocería más tarde, en sus “Memorias”,
muchos de los errores que cometió al permitir la bolchevización de la II
República. Pero así son nuestros “buenos y justos” socialistas (ahora también
ciudadanos), siempre cayéndose de la burra a toro pasado, cuando el mal ya se
ha consumado.
Ni Zambrano ni muchos socialistas entendieron
realmente quién fue Largo Caballero, que por algo era conocido como “el Lenin
español”; no entendieron que el marxismo era, en esencia, una moral de
resentidos; una pseudomoral eslava, como la definió Ortega, o una “pseudofilosofía,
en el parecer de Bertrand Russell; era una poesía que, en realidad, no buscaba
la “justicia social”, sino imponer su dogmática Verdad, si fuese preciso por
vías antidemocráticas (Largo Caballero).
POÉTICA SOCIALISTA POSMODERNA
El libro “Pensamiento y poesía”, escrito por María
Zambrano, se me antoja el precursor de lo que con el tiempo devendría “el
pensamiento Alicia”, tan criticado por Gustavo Bueno. En ese libro, Zambrano
intentó aunar razón y poesía a través de vínculos divinos, que no necesariamente
religiosos. También Zubiri se había referido con anterioridad a la “religación”
(suerte de comunión mística) que se daba inevitablemente entre el ser humano
(animal de realidades) y su entorno, naturaleza o mundo. De hecho, Zambrano ya
señaló que dicho vínculo espiritual o divino no tenía por qué darse a través de
una vía necesariamente religiosa, sino que también podría llevarse a cabo a
través de la religación entre el ser humano, el arte y la cultura. Y en esas
estamos.
Actualmente, no cabe duda de que el socialismo
español, ebrio de pensamiento posmoderno, ha hecho suyas todas las vías de
religación que proponen las poesías poshumanistas más peregrinas y dogmáticas:
animalismo, femimarxismo, ideología LGTBI, cultura de la cancelación (woke), lenguaje
inclusivo…
La “política poética” lo impregna todo; cualquier acto
deleznable o contrario a la integridad de la nación, y enemigo de los derechos
y libertades de muchos españoles, puede legitimarse en aras de esas políticas
idealistas y ficticias, divagantes y extravagantes, que G. Bueno consideró propias de unas “izquierdas indefinidas”.
Todos los medios de información y las plataformas de
ocio y entretenimiento (Netflix, HBO…) se han entregado a la verdad poética de
la posmodernidad. Y el enemigo siempre es el mismo: un Occidente
heteropatriarcal, blanco y cristiano.
CONCLUSIÓN
Volvamos a Platón. Ya señalé que resultó paradójico
que, precisamente, el primer filósofo idealista de Occidente criticara a los
poetas. Pero si analizamos un poco el asunto, considerando todas las lecciones
con las que la historia nos ha obsequiado, podemos concluir que lo que verdaderamente
disgustaba a Platón no era la poesía en sí misma, sino la poesía de “los otros”.
Platón no toleraba la poesía disidente, no aceptaba otra “verdad” que no fuera
la suya propia. Los intelectuales mínimamente ilustrados no olvidan que Platón
debió marcharse de Siracusa tras fracasar en el intento de implantar una
política reflejo de su utópica república. Sin embargo, la generalidad de
nuestros pensadores actuales desconoce, como desconocía yo mismo hasta no hace
mucho, que algunos años después de que Platón abandonara Siracusa, una “horda
de sus discípulos” acudió a la ciudad con la intención de dar un golpe de
Estado. Creo recordar que incluso llegaron a matar al gobernante de Siracusa.
Los discípulos de Platón, formados en la Academia,
decidieron implantar la verdad del maestro por las bravas. ¿No os recuerda el
proceder de los discípulos de Platón al de otros discípulos que, ayer igual que
hoy, insisten en IMPLANTAR sus poéticas verdades?
Muchos ya habréis recordado la revolución rusa, e
incluso la revolución bolchevique que intentó ensayarse en España durante la II
República. Los discípulos de Marx, como los de Platón, tienen muy claro qué poesía
no les gusta; saben muy bien qué poesía hay que silenciar y erradicar.
Tenemos que ser conscientes de una REALIDAD: los
discípulos y seguidores de la poesía socialista están llevando a cabo,
actualmente, un golpe permanente desde el seno del gobierno y las instituciones
del Estado. No querer verlo es de necios, y negarlo de cobardes.
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