INTRODUCCIÓN
A colación de la invasión de Ucrania, Occidente se está volviendo a retratar... una vez más. Y ya no sé cuántas veces van.
Un importante general de la OTAN, cuyo nombre ahora no recuerdo, reconoció estupefacto, ante los medios de comunicación, que no comprendía cómo había podido llegarse a la situación actual. También en España, hace unos años, nuestros políticos se quedaron sorprendidos, y muy contrariados, cuando se produjo el golpe de Estado en Cataluña.
Sin embargo, el golpe en Cataluña se produjo y sigue permanentemente activo, vulnerando la legalidad constitucional, en un constante e incansable pulso contra un estado español que, de facto, ni está ni se le espera en Cataluña.
La Europa habermasiana, de manera parecida, también anda como pollo sin cabeza sin saber cómo enfrentar la superioridad militar y vital de Rusia. Sí, superioridad vital, que acaso sea tanto o más importante que la fuerza militar y tecnológica. Sin convicciones profundas (nacionales y espirituales), de nada le servirá a la Eurabia globalista endeudarse y empobrecer a sus ciudadanos en una guerra perdida de antemano.
Pero, tranquilos, que Borrell ya dijo que la Europa posmoderna, cuna del femimarxismo, ideologías LGTBIQ, animalistas y otros muchos "istas", golpearía a Rusia donde más le dolería, con duras sanciones económicas y vetándola en Eurovisión y en eventos deportivos.
Rusia, por supuesto, está más fuerte que nunca, mientras que Europa agoniza inmersa en imparables crisis económicas (inflación y endeudamiento) y conflictos sociales producidos por una inmigración islámica descontrolada y generadora de inseguridad y delincuencia.
Estos son hechos reales, nudos, tercos y testarudos, que sólo los cínicos corruptos como Von der Brujen, Borrell y el payaso Zelenski se niegan a reconocer.
Mientras Gran Bretaña se manifiesta masivamente contra la islamización de su nación y Europa ya se ha convertido, de hecho, en Eurabia, los cínicos globalistas de Bruselas siguen intentando hacernos creer que nuestro mayor problema es Rusia.
Lo sucedido en España durante los últimos años, y lo que está sucediendo en Ucrania, esa aparente incapacidad para comprender la realidad, tiene una explicación muy sencilla: Occidente, Europa entera y España, se olvidaron del Ser, lo cual es tan grave como olvidarse de la realidad fáctica material y de "carne y hueso".
Y dicho olvido imperdonable (enfatizo) no ha sido inconsciente ni fruto del error, como a los "ingenuos humanistas" les gustaría hacernos creer, pues estos habermasianos ilustrados, "licenciaos", que diría José Mota, tienen de "ingenuos" lo que mis cojones de bolchevique: nada.
LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA OLVIDADA
No voy a volver a referirme a las advertencias de Spengler ni de Heidegger, tampoco a las más recientes alertas de la valiente Oriana Fallaci, profetizando la realidad de una futura Eurabia. Estaba claro, por mucho que Fukuyama cacareara sus "predictivas ensoñaciones" sobre el final de la historia, que el mundo se dirigía, imparable, hacia un inevitable "choque de civilizaciones" (bien visto, Huntington).
Este choque de civilizaciones, o entre CONCIENCIAS en el claro del bosque, como yo prefiero llamarlo, también supo verlo mi admirado Peter Sloterdijk en su magnífica "Crítica de la razón cínica". Y con claridad meridiana lo vio Gustavo Bueno.
Todo el que quiso VER, ya sabía que nuestro decadente Occidente llevaba décadas (desde el final de la II GM) caminando sobre la cuerda floja. Lo de Ucrania en Europa y lo de Cataluña y el socialcomunismo en España eran crónicas de muertes anunciadas. Sí, todos sabíamos que el futuro pintaba negro, pero resultaba más cómodo vivir en los mundos de Yupi.
Ante la ceguera voluntaria de muchos, quiero reivindicar a tres filósofos españoles que fueron especialmente "visionarios" sobre el tema que nos ocupa; pensadores que, de diferentes maneras, nos señalaron qué hacer para preservar la razón de ser española, al cabo también occidental:
Ortega y Gasset: insistió en la necesidad de tener altura de miras y de pensar en grande. Nos enseñó que el drama de vivir era un constante quehacer que nos exigía elaborar proyectos vitales, colectivos y personales, eligiendo siempre entre diferentes alternativas o posibilidades de ser. Nos señaló la importancia de la "pre-ocupación", es decir, de la exigencia vital de ocuparnos con antelación de posibles problemas y conflictos futuros.
Si algo caracteriza a nuestras izquierdas es, precisamente, su modo de ser aristofóbico, profundamente antiorteguiano. Porque nuestras izquierdas nunca han tenido alturas de miras, sino, al contrario, siempre han alimentado los particularismos desvertebradores; siempre han negado la razón de ser de España y han rehuido del imperativo vital de preocuparse por el hecho serio de ser español. Nuestras izquierdas, siempre se han mostrado permisivas, cuando no cómplices, con todas las ideologías beligerantes contra España y lo español.
Julián Marías: nos enseñó la diferencia entre España, una nación con trayectoria histórica real, y Cataluña, una región que pudo tener una trayectoria histórica posible como nación, pero que nunca llegó a serlo. Por eso nos alertó del grave error que suponía "contentar a los eternos descontentos"; a aquellos que defendían naciones ficticias que nunca llegaron a ser, pero que, a través de las cesiones de competencias del estado (educación, sanidad, policía...) aumentaban progresivamente la posibilidad de ser de sus ficciones delirantes.
Gustavo Bueno: tenía muy claro que solo la fuerza podía enfrentar a otra fuerza antagónica. Y sabía que si no nos asíamos a los restos del naufragio, ya fuere de nuestra nación española o de la civilización occidental, otra nación o civilización ocuparían sus respectivos lugares. Y así está sucediendo en España, donde Cataluña ya es independiente de facto. Y está ocurriendo en Europa, donde Rusia, ante la ausencia de una fuerza equivalente a la suya, está dispuesta a poner en jaque a la decadente civilización occidental.
Ni España ni Europa consideraron las advertencias de Spengler, Heidegger y otros muchos pensadores. Pero, peor aún, en España se silenciaron a nuestros filósofos más insignes, tildándolos de fachas y relegándolos al olvido y censurándolos en los libros de texto de los niños españoles. ¿Por qué? Pues porque los filósofos que he citado, considerados "fachas malosos", eran y siguen siendo contrarias al modo de ser idealista de las izquierdas marxistas, ahora habermasianas, que llevan décadas conduciendo a Europa hacia la autoinmolación de su histórica razón de ser.
El Ser siempre es "posibilidad", como explicó Ortega siguiendo a Heidegger; posibilidad de ser en la realidad abierta (Zubiri) que se consuma a través de trayectorias históricas reales (Julián Marías). Sólo los necios creen que todo lo que ya "es" seguirá "siendo", con tan solo desearlo y esperando, desde los más bellos sentimientos de sus también bellas almas, que los conflictos, la sempiterna lucha dialéctica entre conciencias, se resuelvan con "abrazos y sonrisas", de buen rollo.
Pero la terca y dura realidad no entiende de "buenos rollos", ni de mundos de Yupi ni de inconscientes e imposibles "Alianzas entre civilizaciones". La realidad sólo entiende de fuerzas y voluntades; entiende que el Ser, para poder seguir siendo, debe tener voluntad y fuerza para luchar, para perdurar en el tiempo (ser es perdurar). Pero hay que saber muy bien quién es el verdadero enemigo contra el que hay que luchar, que no es Rusia, sino lo que Oriana Fallaci denominó izquierdas antioccidentales.
Bien dijo Gustavo Bueno que una Constitución (ley de leyes), sin una fuerza operativa que la defendiera, era tan sólo "papel mojado". Y eso es también la Europa habermasiana: "papel mojado" con el que Putin, para sonrojo de femimarxistas y aliades castrados, juega a su antojo y se limpia su orgulloso culo.
Putin y Rusia sí han sabido leer los susurros del ser en el claro del bosque. Ellos saben que la política debe ser realista y materialista, sin permitirse la inconsciencia de soñar con imposibles idealismos.
CONCLUSIÓN
La Europa habermasiana no quiere creer que Europa ya es Eurabia; sigue creyendo que vencerá a la malvada Rusia. Eso, al menos, le hacen creer cínicamente a sus ciudadanos. Ciudadanos a los que están empobreciendo y crujiendo a impuestos (para pagar la guerra ruso-ucraniana) mientras sus barrios se llenan de delincuencia (robos, agresiones sexuales y violaciones...).
Cuando la realidad nos golpea con toda su dureza en los cojones no es porque no hayamos podido "comprender" como llegó a ser posible tan duro golpe, sino porque no quisimos ver ni comprender que dicho golpe era una posibilidad más en la realidad abierta.