jueves, 9 de marzo de 2017

Feminismo o barbarie. Más sobre los nuevos supremacismos.

Pues sí, "feminismo o barbarie", esta proclama, que pretende pasar por axioma incuestionable sin disimulo alguno, era el lema que aparecía en los carteles que anunciaban una "charla" feminista en un Centro Cívico del municipio donde resido.
"Feminismo o barbarie", una verdad tan "evidente" que, por lo visto, se explica por sí misma y nadie puede refutar y/o cuestionar.
Sin embargo, la psicología social, que lleva tiempo preocupándose por descubrir y analizar los mecanismos psicológicos que subyacen en el lenguaje manipulador de masas, descubrió que todo supremacismo ideológico que aspira a imponer su verdad  recurre a una serie de argumentaciones falaces para legitimar su conciencia auténtica.

Paul Watzlawick, autor de "El lenguaje del cambio", llamó ilusión de alternativas a una técnica paradójica y maniquea que consistía en proponerle a un sujeto una elección entre dos opciones; dos opciones antagónicas, una reconocida socialmente como "mala" o "no deseable" y la otra como la única alternativa posible para salvar el "mal mayor".
Si no recuerdo mal, Watzlawick ponía como claro ejemplo de lenguaje manipulador de masas las proclamas propagandísticas del nacionalsocialismo, una de las cuales era la falsa ilusión de alternativas que postulaba "nacionalsocialismo o comunismo".

Si echamos un rápido vistazo a la política actual, comprobamos que es el argumento en forma de sofisma, y no el argumento racional, el que domina y manipula a las masas. Hoy, como ayer, no importa la Verdad, sino las particularistas verdades de los distintos suprematismos aspirantes a imponer sus respectivas conciencias auténticas.
En algunos casos, ya ni siquiera hace falta que a las masas les recuerden, a través del lenguaje manipulador, qué opciones políticas deben elegir. El subconsciente colectivo de las masas ya ha interiorizado y hecho "suyo" el argumento falaz del lenguaje sofista. Así, por ejemplo, quienes en España sienten repulsa hacia el supremacismo comunista, tienen muy claro que de lo que se trata es de elegir entre "PP o Podemos"; de la misma manera que quienes odian al capitalismo burgués tienen muy claro que hay que elegir entre "Podemos o derecha".
Estando tan interiorizadas las ilusiones de alternativas entre las conciencias tradicionales (derecha vs izquierda) al feminismo no le ha quedado más remedio que erigirse en un nuevo humanismo, en una nueva interpretación del humanismo liberador de los "buenos y justos"; una nueva propuesta antropotécnica (domesticadora y civilizadora) para alejar al ser humano de la barbarie y del embrutecimiento de los in-civilizados.

Y aquí lo dejo, pues creo suficientemente desenmascarada la prepotencia esquizofrénica inherente al feminismo; un feminismo que pretende "liberar" a la mujer, pero a costa de imponer "su verdad" a todo el género humano; a costa de trocar la Verdad de nuestros padres por la Verdad alternativa de las madres; un supremacismo ideológico que tan solo aspira a cambiar la verdad del pirulo por la verdad del chumino.

Pero no quisiera concluir esta breve entrada en mi blog sin referirme al "otro" supremacismo en ciernes: el animalista.
También fue hace unos días, viendo las noticias de la televisión, cuando descubrí que la necedad del ser humano, el animal de lujo en que nos hemos convertido, parece no tener límites.
Por lo visto, se ha reconocido políticamente el derecho de los perros a tener sus rabos. ¿Mande?
Pues sí, según parece, los amantes de los canes tienen por costumbre estilizar la figura de sus mascotas, y embellecer sus cuartos traseros, amputándoles el rabo.
Nada que objetar a este "justiciero" reconocimiento del derecho de los perros para poder seguir conservando sus rabos. ¿Pero cuándo se reconocerán los derechos de las mascotas a no ser mascotas, es decir, a ser libres y no tener amos?
Alguien, presuroso, podría argumentar que, de ser libres, las mascotas no tendrían garantizada su supervivencia. ¿Quiénes las cuidarían? ¿Cómo sobrevivirían a las inclemencias de la naturaleza sin sus protectores amos humanos?
Y a este "alguien" habría que contestarle que, de la misma manera que los animalistas no se creen la patraña de los taurinos, que argumentan que gracias a la tauromaquia se cría y se protege al toro de lidia, evitando su extinción, tampoco debemos creer en la hipocresía de quienes dicen proteger y amar a sus mascotas (como miembros de sus familias) cuando, al tiempo, las subyugan a sus deseos y caprichos.

Yo no veo diferencia entre matar a un toro en la arena o esclavizar a nuestras mascotas obligándolas a satisfacer nuestros deseos o nuestras necesidades psicológicas. Quizás no pueda ver diferencias entre ambas forma de dominio porque yo sea un ser insensible; o quizás porque yo mismo sea un dogmático supremacista celoso por preservar las libertades.

Una duda, sin embargo, me corroe: ¿habrán puesto nuestras feministas más castradoras alguna objeción a la medida que prohíbe que "se corten rabos"? Lo pregunto porque, me consta y doy fe de ello, a más de una de nuestras supremacistas feministas le gustaría que todos los orgullosos y altivos rabos fuesen cercenados. Palabrita de niño Jesús.


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