INTRODUCCIÓN
Ahora que estamos en Semana Santa se me antoja, más
que nunca si cabe, reflexionar sobre la filosofía primera, atender y pre-ocuparnos
por las cuestiones trascendentales que impregnan la enigmática vida humana
llena de misterios inescrutables: la existencia, el mundo y la realidad que nos
envuelve.Zubiri, en su magnífica obra “El hombre y Dios”, se refiere a la realidad-fundamento como una suerte de “arjé” o principio a partir del cual tiene su origen el todo (universo, mundo, vida). Creo que la definición zubiriana sería análoga a la de “ápeiron” (lo indefinido e ilimitado) de Anaximandro de Mileto, pero, sobre todo, se correspondería con la acepción heideggeriana del Ser.
PROBLEMA TEOLOGAL o LA CUESTIÓN DEL SER
La teología judeocristiana sitúa a Dios como
principio (realidad última) de todas las cosas: creador del universo, el mundo
y la vida. Primero fue Dios. Sin embargo, Zubiri hizo una importante distinción
entre Dios (ser supremo creador) y el poder de lo real; la fuerza de la
realidad misma que impele al ser humano a desentrañar el enigma (el porqué) de
su propia existencia. El poder de lo real se “apoderará” de todos los seres
humanos, pero no por ello, necesariamente, todos creerán en la POSIBILIDAD de
que un ser supremo (Dios) sea la última realidad-fundamento.
Dirá Zubiri:
“No es Dios el que se nos presenta enigmáticamente,
sino que es el poder de lo real, la propia realidad, la que se nos presenta de
forma enigmática. Y será ese carácter enigmático (misterioso) de la realidad el
que nos llevará a plantearnos el problema de Dios como una posibilidad más
dentro del problema teologal.”
En mi opinión, el “problema teologal” al que se
refiere Zubiri podría denominarse, perfectamente, el problema existencial. Cualquier
ser humano apresado por el poder de lo real, pre-ocupado ante el angustioso
enigma de la existencia, se pregunta por la cuestión del ser (Heidegger).
Todos, en mayor o menor medida, y con más o menos
pre-ocupación o “cuidado” atendemos la cuestión del ser; aunque no es menos
cierto que algunos “antiesencialistas” pretenden hacernos creer que ellos no,
que ellos prescinden de cualquier tipo de razonamiento metafísico,
des-pre-ocupándose, así, del problema teologal, en su opinión “irrelevante”
(más adelante desenmascararé esta mentira comunista).
Zubiri escribirá al respecto en su ensayo “El
problema teologal del hombre”:
“El hombre actual, sea ateo o creyente, se halla en
una actitud más radical. Para el ateo no solo no existe Dios, sino que ni
siquiera existe un “problema de Dios… Pero
esto mismo acontece al teísta. El teísta cree en Dios, pero no vive a Dios como
problema”.
¿Qué pretende decirnos Zubiri?
Desde otra perspectiva y con otra terminología,
Zubiri nos habla, como Heidegger, de la cuestión del ser; nos señala que el
signo de la posmodernidad ha sido el olvido del problema teologal (léase olvido
del ser). Olvidarse del “problema” del ser, des-preocuparse del mismo, ha sido
una actitud común tanto en ateos como teístas. Lo que nos dice Zubiri, como
Heidegger, es que el ser humano se ha olvidado voluntariamente de intentar
desarrollar una visión holística de la realidad (llámesele si se prefiere
visión mística y/o espiritual), alejándose, así, del camino de una necesaria
humildad ontológica; negando su condición de vecino del ser y afirmándose
como pastor y/o señor del mismo.
LA HUMILDAD ONTOLÓGICA
¿Quiénes pecan de falta de humildad ontológica?
Curiosa y paradójicamente, son los más fervientes
creyentes, ya sean teístas o ateos, quienes con mayor prepotencia dogmática
despreciarán a las conciencias contrarias. Así, en nuestras actuales
sociedades, quienes siguen mostrando mayor prepotencia ontológica, y se “arrogan”
estar en posesión de la verdad (sentido moral), son el Islam (teístas) y el
comunismo (ateos).
EL ENGAÑO COMUNISTA
Obsérvese que, tanto el Islam, que no ha sabido
reducir su celo dogmático a lo largo de la historia, como el comunismo, no
dudan en sacrificar las conciencias individuales (derechos y libertades de los ciudadanos)
en los sagrados altares de sus respectivos ”templos de la verdad”. Y es que,
como bien supo ver Heidegger, el comunismo es una suerte de pseudoreligión con
esencia propia. He ahí la gran mentira del dogmático comunismo: declararse
materialista y realista, antiesencialista y antimetafísico y, sin embargo,
creer ciegamente en una idea metafísica, hipostasiada y sustantivizada,
llamada “justicia social”.
CONCLUSIÓN
Yo creo que el Ser de Heidegger sería el análogo al
concepto de realidad de Zubiri, ese “algo que es más que nada”; esa realidad abierta
al hombre como posibilidad, y a la cual este se encuentra inevitablemente religado.
Dicha “religación”, o comunión entre el hombre y el
ser, obliga al Dasein a “hacerse a sí mismo”, le impele a dotar de sentido (es-sentia)
su exsistencia, eligiendo para ello de entre la multitud de diferentes
posibilidades que le ofrece la realidad (teísta o ateo).No importará, en mi opinión, que la posibilidad elegida (sentido escogido) haya sido fruto de una inspiración o revelación divina, un proceso de atención reflexiva en el claro del bosque, o haya sido la construcción, pretendidamente “científica”, de un puñado de ideólogos (comunismo).
Yo no encuentro diferencia significativa entre “construir
una verdad” o “hallar y/o desvelar una verdad”. El sentido descubierto podrá
ser o no verdad, porque su justificación dependerá de la conciencia que,
meditando y reflexionando, interprerá la realidad según su apriorística forma
de ser. Pero es que, también, la verdad que se construya a través de una razón científica
o consensuada o deliberada, dependerá de cómo sea el sujeto o grupo de sujetos
que la hayan construido.
No será la vía (meditación vs razón científica y/o
consensuada) ni el modo (descubrimiento vs construcción) quienes determinarán
la “verdad del ser”, sino la clase de persona que seamos. Bien dijo Ortega que
no se trataba de un problema entre clases sociales, sino entre “clases de
personas”.
Una vez justificado racionalmente un sentido (hallado
o construido) lo que importará será si éste respetará la realidad plural del resto de las
conciencias individuales, mostrando humildad ontológica, o las combatirá con
dogmático celo supremacista (Islam y comunismo).