miércoles, 15 de mayo de 2019

EL PENSADOR EN EL CASTILLO ENCANTADO (Peter Sloterdijk)


INTRODUCCIÓN

En su libro “¿Qué sucedió en el SXX?, Peter Sloterdijk nos ofrece una exquisita colección de 12 ensayos, a cual más sabroso y pedagógico. Cada ensayo, en realidad, constituye una imaginativa o creativa tesis que nos deleita y, al tiempo, también nos “hipnotiza”. No deja de sorprenderme la capacidad del filósofo alemán (el más grande de este SXXI) para hacernos pensar y/o descubrir, hermenéutica psicoanalítica mediante, alguna de las múltiples posibilidades interpretativas que nos ofrece la realidad abierta.

INTERPRETES DE SUEÑOS
He elegido el ensayo de “El pensador en el Castillo encantado” porque en él se exponen una serie de tesis que, como intentaré explicar a continuación, me sirven para argumentar y fundamentar una de mis “peregrinas” intuiciones que no sabía muy bien cómo defender.
Desde hace tiempo tengo la “sospecha” (mera intuición) de que todo el movimiento femimarxista (que algunos se obstinan en denominar erróneamente feminazi) se corresponde con una estrategia orquestada desde las sombras (aunque Soros sea muy visible) para lograr la desestabilización de los países europeos, primero, y para destruir a continuación los cimientos de lo que podríamos llamar “razón de ser occidental”.

En el ensayo “El pensador en el castillo encantado” Peter Sloterdijk nos habla de “una triple hermenéutica del sueño” llevada a cabo por tres intérpretes del mundo de lo onírico y la fantasía: Freud, Bloch y Derrida. Estos tres pensadores, desde diferentes ámbitos, pretendieron en su día “explicar” la dinámica y las manifestaciones que conformaban la “conciencia colectiva”.
Yo solo me centraré en el “agudo” análisis que Sloterdijk realiza sobre “La interpretación de los sueños” de Freud, en lo que, en mi opinión, supone una acertada aproximación (no junguiana) para explicar la dinámica de la actual sociedad europea (conciencia colectiva).

TEORÍA DEL DESEO vs TEORÍA DE LA COMPENSACIÓN ILUSORIA
A través de “una segunda interpretación de los sueños”, en la obra “El porvenir de una ilusión” (1927) Freud corrigió su primera teoría de la líbido e intentó explicar el “fenómeno religioso” desde una nueva teoría ilusoria o de la compensación, sosteniendo lo siguiente:

“Las representaciones religiosas proceden de una demanda de defensa y protección, surgiendo de esta demanda la necesidad de crear a un dios de prótesis”. Es decir, la ilusión religiosa creaba la figura de dios como compensación a una carencia humana: la falta de seguridad.
Lo que sostuvo Freud, en lo que Sloterdijk considera una segunda etapa en el desarrollo de la interpretación de los sueños, fue que la líbido del sujeto se fijaba a edad temprana en objetos que le producían satisfacción narcisista, primero en la madre y luego en el padre, permaneciendo ya en este. Pero lo novedoso de la autocorrección freudiana fue que la elección del objeto (como sostenía la primera teoría de la líbido) no se llevaba a cabo por una fijación libidinosa, sino por el deseo del sujeto de conseguir una alianza con una fuerza protectora eficiente (teoría de la compensación).
La fuerza protectora, como señala Freud, ha de ser eficiente (vuelvo a enfatizar en negrita) y por este motivo, una vez el sujeto llega a la figura paterna ya queda “confiado” a la misma para que esta le proporcione seguridad, defensa y protección.

La idea de que el sujeto busca seguridad desde edad temprana, expuesta en esta segunda teoría freudiana de la compensación, la volveremos a encontrar en el fondo de las propuestas que aparecen en “Dialéctica de la Ilustración” de Adorno y Horkheimer (1944) y en “El miedo a la libertad” de Erich Fromm (1947). Dicha idea no solo explicaría el fenómeno religioso (la necesidad de crear un dios protector) sino que, además, daría cuenta del porqué la “conciencia colectiva” o ente social tiende a dejarse arrastrar por propuestas ilusorias de compensación, ya fuere a través de políticas destinadas a dominar y conservar  la naturaleza y al propio hombre (Adorno y Horkheimer) o para erradicar nuestros miedos frente a las incertidumbres de la existencia (Fromm).
LA MADUREZ COMO DIMENSIÓN TIMÓTICA

Los griegos distinguían dos tipos de almas: la psiqué y el thymós. La primera se correspondería con la conciencia de un yo individual en búsqueda de autosatisfacción, mientras que la segunda (Thymós) sería el equivalente a una conciencia responsable que buscaría su “encaje” o integración dentro de un colectivo social, a través del equilibrio y la aceptación de determinados sacrificios (¿servilismos?).
Desde los postulados de la segunda teoría de la compensación, madurar significaría, por lo tanto, tomar conciencia de que el yo individual nunca podrá prescindir de la protección del grupo (comunidad o sociedad) frente a poderes extraños o las incertidumbres de la existencia. Madurar exigirá aceptar esta cruenta verdad.

Por el contrario, el inmaduro será aquel sujeto que siga inmerso en la “neurosis obsesiva” surgida del complejo de Edipo: matar al padre. O, lo que es lo mismo, rechazar la protección más eficiente por tal de buscar refugio en “delirios colectivos” de imposibles sueños de libertad.
CONCLUSIÓN

Sloterdijk acaba su exposición señalando que será está inmadurez inmersa en la neurosis obsesiva, que niega la protección del padre, la que ha abocado a la sociedad occidental actual a un exceso de infantilismo. Occidente se “erotiza”, en palabras de Sloterdijk, buscando un sempiterno placer, facilitando que cada conciencia individual busque tan solo su propia autosatisfacción, olvidándose de la responsabilidad timótica de ser-con y en los demás.
COMENTARIO Y TESIS

La actual sociedad occidental, inmadura e “infantilizada”, se correspondería, perfectamente, con ese individuo-masa seguidor del “pensamiento Alicia” (Gustavo Bueno) que se guía tan solo por la autosatisfacción de sus propios deseos. Es decir, se correspondería con esas “almas bellas”, eternamente inmaduras, que, ilusión mediante, creen, tan ciega como obstinadamente, que es posible “asaltar los cielos” (¡sí se puede, sí se puede!); se correspondería con esos seres de luz que creen en naciones ficticias y en repúblicas que no existen. Pero, sobre todo, la ausencia de “responsabilidad timótica” se manifiesta en esas femimarxistas, eternas adolescentes, que para ser libres sueñan no ya solo con “matar al padre”, sino en casarse con la madre (lesbianismo) creando, para ello, el perfecto matriarcado: un mundo sin hombres (léase sin padres).

Tesis: el movimiento femimarxista es la punta de lanza, o caballo de Troya, a través del cual se pretende acabar con la razón de ser de Occidente.
El hecho de que la conciencia femimarxista siga inmersa en la neurosis obsesiva de “matar al padre”, solo significa, desde los postulados de la teoría freudiana de la compensación, que esta se niega a aceptar la defensa y protección más eficiente que es la que proporciona la sociedad patriarcal a todos sus miembros.

Una Europa desprotegida, bajo las directrices de movimientos femimarxistas (defensores de pensamientos sensibles y pacifismos imposibles) y junto a sus acólitos afines (neocomunistas), será una víctima fácil que no dispondrá de defensas eficaces para salvaguardarse del peligro que supone la intrusión las conciencias enemigas (Islam).

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