INTRODUCCIÓN
Me sorprendió en su día la “frikada” de Pablo
Iglesias, mostrándose desnudo ante sus acólitos como un ferviente seguidor de
“Juego de Tronos” (a partir de ahora GOT). Pero más me sorprendió que alguna
amistad virtual loara el tercer capítulo de GOT, considerándolo una obra
maestra de la estética.
El caso, y es a lo que voy, es que no pensaba ver la
última temporada de GOT. Yo ya estaba hasta “els dallonses” de GOT, un pestiño
de serie, aburrido y sinsorgo, que me obligaba a ver, cual si de un imperativo
de deber se tratara, tan solo para comprobar si de una puñetera vez todas las
tramas de la susodicha serie llegaban a una liberadora síntesis hegeliana.
Deber obliga, me dije, y en unos pocos días me
tragué los tres primeros capítulos de la última temporada de GOT, hasta llegar
a la “supuesta” obra maestra de la estética… y la política (el capítulo
tercero).
JUEGO DE TRONOS
GOT, desde luego, es una serie para ajedrecistas;
para amantes de antiguas estrategias “maquiavélicas”, para líderes que quieren
asaltar los cielos y para plumas ilustradas que creen que la política de hoy
puede “desprenderse” del espíritu de los tiempos. GOT gusta mucho entre quienes
todavía creen, erróneamente, que las tácticas de la gran política (política con
altura de miras) es la que determina la realidad fáctica.
Pues no, no es así, señores ilustrados. Como ya le
señalé en su día a un defensor del “constitucionalismo patriótico”: no se trata
de estudiar y analizar la realidad considerando las conciencias de los
diferentes pastores del ser (líderes y programas políticos); se trata de
escuchar atentamente los susurros del ser; cómo gime, cómo siente y se
emociona, cómo se victimiza. Para conocer la realidad tan solo hay que escuchar
con atención para, así, descubrir la esencia (angustia y dolor) del espíritu de
los nuevos tiempos.
Siempre se trata, ayer como hoy, de saber captar,
como ya he señalado, el espíritu de los tiempos; se trata de intuir o
pre-sentir qué dinámica psicopolítica, emocional y sentimental, mueve a las
masas. Después, si eso, ya construiremos una teoría molona, ad hoc, para que
explique y proponga las terapias necesarias que ayuden (o no) a resolver los diferentes
conflictos emocionales.
Así las cosas, ya no es tiempo para ajedrecistas que
sigan las recomendaciones de “El príncipe” (Maquiavelo) sino que es tiempo para
tahúres y trileros que hayan comprendido que el pensamiento sensible (Theodor
Adorno) es el que verdaderamente determina las tácticas psicopolíticas a
seguir.
Como ya he señalado, la psicopolítica actual no
consiste en un juego entre diferentes pastores del ser, sino en un juego entre
multitud de vecinos del ser (multitud de conciencias). Cada vecino con sus
diferentes verdades, sus filias y fobias políticas; todos dispuestos a alcanzar
los cielos declarando la guerra total a las conciencias enemigas (¡alerta
antifascista!). Todos los vecinos prestos a victimizarse y a reivindicar que
ellos, y solo ellos, son los que sufren más graves injusticias,
discriminaciones y vejaciones. Tonto el que no sea víctima o, en su defecto, no
finja y/o aprenda a victimizarse (¿verdad, femimarxistas de nuevo cuño?).
La serie “Juego de Tronos”, por tanto, no refleja el
sentir espiritual actual, porque, al estar inspirada en pretéritas y /o
ficticias épocas, donde la épica aristocrática era un importante valor moral,
debe prescindir del “sentir de las masas”. Sus protagonistas, “príncipes
maquiavélicos”, se muestran siempre orgullosos, porque no tienen que vérselas
con la masa plebeya sino con sus conciencias antagónicas (también príncipes y
reyes). Sí, a las masas también se les engaña, pero no es necesario ganárselas
emocional y sentimentalmente a través de calculados victimismos. Atención a
esta importante pieza que será clave en el “juego de ajedrez” que sí
desarrollará “el profesor” en “La casa de papel”: la hábil utilización del
victimismo instrumental.
LA CASA DE PAPELSin duda estamos ante una serie terrible y dolorosamente inteligente que sí ha sabido captar el espíritu de nuestro tiempo. Estamos ante una serie destinada a ser digerida con facilidad, tanto por el público menos exigente (adolescente) como por los paladares adultos más exquisitos que saben deleitarse con los “boccatos di cardinale” que, dadivosamente, nos ofrecen los diferentes capítulos.
Me he permitido, en los últimos días, recopilar
datos extraídos de pequeñas muestras formadas por adolescentes (entre13-17 años
aprox.).
La mayoría de estos chicos ven “La casa de papel”.
Muy pocos siguen a GOT, que exige un mayor esfuerzo intelectual. El personaje
preferido, también para la mayoría de adolescentes, es Tokio (la chica rebelde
y díscola que la lía parda constantemente).
A los adultos, como a algunas de mis amistades, mi
mujer, mi hermano y a mí mismo, también nos ha “enganchado” más “La casa de
papel”, aunque algunos (obligados, como digo, por imperativos de deber) también
sigamos estoicamente GOT. Y casi todos, unánimemente, estamos encantados con el
personaje de Berlín (el atracador que encarna el viejo espíritu de quienes
todavía creen en el honor y la lealtad).
LA ESENCIA SIEMPRE ROJAPero en “La casa de papel”, como no podría ser de otra manera, resulta relativamente fácil descubrir pinceladas de moralina progretonta. Ya sabemos que nuestros “marxistas culturales” no dan “puntá sin hilo”. Y si algo caracteriza a una serie española, sea buena o mala, es siempre el sesgo presente, descarado o hábilmente disimulado, hacia ideologías rojeras.
Sin embargo, en esta ocasión al menos, debemos
agradecerles a los guionistas de “La casa de papel” que el sempiterno sesgo
hacia la izquierda, haya sido más sutil que en otras ocasiones. Pero, haberlo,
haylo, como veremos a continuación:
1) El
profesor, el cerebro del atraco, acaba resultando ser descendiente de un luchador
antifascista (¿no resulta entrañable este tópico, ya “clásico”, de nuestros
artistas “cejizapateriles”?). Pues sí, el jefe de los atracadores, inteligente
cual Maquiavelo, pero también tanto o más psicogogo que Adorno o el mismísimo
Heidegger, acaba revelando que es nieto de un partisano que le enseñó una emotiva
canción de lucha a su padre, y éste a él:
Solo estos minutos, que desbordan verdad emocional a raudales, superan la hora y media de la grandilocuente épica del tercer capítulo de “Juego de tronos”. Desde Adorno, y con el triunfo del pensamiento sensible, la verdad ya nunca será la del padre guerrero, sino la de la madre sentimental. Y esto también nos lo dice la serie “La casa de papel” de manera mucho más explícita. Sigamos.
2) A
lo largo de los diferentes capítulos se nos presentará, también hábilmente, el
enfrentamiento entre dos perfiles (conciencias) totalmente opuestos: Berlín vs
Nairobi. ¡Qué zorros más astutos!
Berlín, que será tildado reiteradamente de psicópata
y de narcisista exento de empatía, gritará en un momento determinado: ¡Esto es
un patriarcado”. Más adelante, Nairobi dará un golpe para hacerse con el poder
dentro del grupo de atracadores y proclamará orgullosa: “¡ahora le toca al
matriarcado!
Pero las “sutilezas”, a través de las cuales nos
cuelan la moralina rojeras, son muchas más. Los nombres de los atracadores, sin
ir más lejos. A Berlín, el personaje más detestable, se le otorga el pseudónimo
de la ciudad alemana, lo cual podría parecer mera casualidad, de no ser porque al
personaje más entrañablemente humano y querido se le asignará el de Moscú.
¡Brillantes! Además, acabaremos descubriendo, ¡oh, sorpresa!, que el “bueno y
justo” de Moscú nació un 1 de mayo, día de los trabajadores. Como ya he dicho:
no dan puntá sin hilo.
3) Por
último, la serie nos regala una clase magistral de pedagogía de la buena, con
claridad orteguiana y en román paladino. ¡Cómo no me va a molar este pedazo de
obra maestra!
El profesor acababa de dejar al desnudo “la esencia roja” que subyace en la generalidad de los españoles, siempre dispuestos a ir contra su propio equipo (España) por tal de posicionarse junto a los más débiles y “salvarles” de los malosos fascistas (léase VOX).
EPÍLOGO
Podría explayarme mucho más exponiendo más “sutilezas”, tan inteligentes como rojeras, que se suceden a lo largo de la serie “La casa de papel”, pero creo que ya me excedí demasiado.
No me gustaría terminar, sin embargo, sin antes advertir, a quienes quieran comprender por qué las últimas elecciones del 28-A las ganó Pedro Sánchez, que la respuesta no la hallarán entre las jugadas de ajedrez de “Juego de Tronos”, sino entre las estrategias psicopolíticas (sentimentales y emocionales) que se “desnudan” en “La casa de papel”. Si Pablo Iglesias, por ejemplo, hubiese prestado más atención a esta serie, se hubiese comprado su casoplón después de las elecciones, y no antes.
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