INTRODUCCIÓN
A nivel político, el pensamiento de Ortega ha
quedado bastante obsoleto, y no, precisamente, porque dos de sus obras más
importantes, “La rebelión de las masas” y “España invertebrada”, no señalaran
verdades claves para entender el hecho serio de ser español y comprender la patología
inherente a las masas, sino por errar en lo concerniente a dos temas
fundamentales: Cataluña y Europa.
CATALUÑA
Respecto a Cataluña (Europa no toca ahora), y lo que
hoy conocemos como nacionalismos históricos (grave falacia), pienso que Unamuno
hiló más fino cuando llamó TONTILOCOS a todos los ideólogos esquizofrénicos
(Arana, Macià, Infante…) que, a partir de mitos y leyendas, construyeron
“falsas naciones”; nacionalismos ficticios que Ortega dio en llamar
particularismos periféricos.
Ortega, como decía, se equivocó con Cataluña, pues creyó
irresoluble el mal denominado “conflicto catalán”, el cual, según él, solo
podía CONLLEVARSE, es decir, soportarse con estoica resignación. Errado
diagnóstico que, con el paso del tiempo, daría lugar a curas terapéuticas
(pseudo-soluciones políticas) que nos han llevado a la actual fractura social
que se vive en España. De hecho, Ortega se mostró favorable a un anteproyecto que,
años más tarde, acabaría por tomar forma definiéndose como lo que hoy conocemos
como “Estado de las autonomías” (suerte de federalismo enmascarado para
contentar a los hunos y los hotros).
Sin duda, Ortega creía en la pluriculturalidad de
España, en la riqueza de sus múltiples lenguas, sus tradiciones culturales y
folclóricas. Quienes admiraban su pensamiento, José Antonio entre ellos, estaban
de acuerdo en reconocer la rica pluralidad de las Españas. También su discípulo
más aventajado, Julián Marías, llegó a referirse a España como una “nación de
naciones” (sí, el falaz razonamiento, triturado magistralmente por Gustavo
Bueno, no fue un invento del PSOE). A colación de José Antonio, por ejemplo, el
mismísimo Jordi Pujol llegó a reconocer que pocos españoles habían entendido
tan bien la idiosincrasia de Cataluña como el fundador de Falange Española.
Pero, entonces, ¿qué subyacía en la raíz de la
psicología orteguiana? ¿Por qué el propio Ortega y pensadores como José Antonio
y Julián Marías reconocieron la PLURALIDAD (Marías incluso la
plurinacionalidad) de la razón de ser española?
EL FRACASO DE LO ARISTOI ANTE LA DESLEALTAD
La filosofía de Ortega se ha definido como
“aristocrática”, cuando no se ha tildado directamente de “fascista”, sobre todo
por muchos ideólogos marxistas (“El maestro en el erial” de Gregorio Morán) o
independentistas (Ramón Alcoberro, vinculado directamente a la ANC y el procés
golpista). En mi opinión, sin embargo, el libro “José Ortega y Gasset” de Jordi
Gracia es el que mejor ha sabido “descubrir” la psicología (estética) que daba
forma a la moral orteguiana: una moral superior para espíritus nobles y
superiores.
Señalaba Jordi Gracia, en su libro sobre Ortega, un
rasgo biogenético fundamental para entender a Ortega, su psicología y su
pensamiento de “altas miras” o desarrollado desde la “cima contemplativa”
(Nietzsche): Ortega y Gasset era un intelectual SUPERDOTADO.
Ortega comprendió y aceptó la verdad que el marxismo
siempre negó y rechazó (cínicamente), que no era otra que la de reconocer que
el problema vital que enfrentaba a los seres humanos no radicaba en una lucha
entre clases sociales, sino entre clases de personas.
Fichte aseveró que “la clase de persona que somos
determina la clase de filosofía que escogemos”, cuando todavía las ciencias de
la psique (neurobiología, neuropsiquiatría y biogenética entre otras) no habían
hecho sus importantes descubrimientos: somos, en gran medida, lo que nuestra
biogenética predetermina. Somos un YO (conciencia singular) condicionado por
unos concretos rasgos genéticos desde el mismo momento de nacer.
Ortega sí hizo suyo el pensamiento de Fichte, porque
intuía la verdad inherente al mismo, a pesar de que su veracidad todavía no
hubiese sido demostrada científicamente. También tomó nota de las observaciones
de Tocqueville, que alertó de la posibilidad de que la democracia mutara en
tiranía despótica (hoy conocida como imposición del correccionismo político).
Ortega y los “espíritus más libres” (autodefinición que sigue utilizando Peter
Sloterdijk), fueron adelantados a su tiempo, recelaron del marxismo desde un
principio; sobre todo del perverso IGUALITARISMO que, precisamente, negaba la
existencia de diferentes CLASES DE PERSONAS (conciencias), argumentando que las
grandes diferencias entre individuos se debían a la pertenencia a distintas
clases sociales.
También el filósofo español Gonzalo Fernández de la
Mora, autor de “la envidia igualitaria”, fue una persona singular dotada de una
grandísima inteligencia. Quizás también un intelectual superdotado, como
demuestran los datos sobre su trayectoria como estudiante desde muy temprana
edad (ver su biografía). Después volveré a él.
¿A dónde pretendo llegar?
Muy sencillo, pretendo sostener una tesis:
“El verdadero
humanismo ingenuo por fuer es aristoi”.
Jamás ha habido, por tanto, “humanismo ingenuo” en
el marxismo; una ideología que siempre ha sido una prepotencia cínica y
esquizofrénica que, desde el principio, enmascaró su celo dogmático por tal de,
así, seducir mejor a las masas iletradas; a los no “alfabetizados”, a los no
civilizados por la razón ilustrada (a quienes les era más fácil ODIAR que saber
y conocer), pero que también supo seducir a algunos de los más ingenuos de
entre los ingenuos ilustrados.
Platón fue un aristoi, como lo fue Aristóteles, más
tarde Kant y también Hegel. Marx no, Karl Marx estaba predeterminado
biogenéticamente para ser un resentido, fue llamado por su YO, primero, y más
tarde por unas circunstancias favorables para su razón de ser, a erigirse en un
“igualador”, en un negador de la pluralidad de conciencias.
¿Pero cuál es la esencia (sí, me gusta el palabro)
que subyace en todo pensamiento aristoi? Pues, precisamente, creer que existe y
es posible aspirar a lo mejor y más excelente (la virtud platónica, el
imperativo categórico de Kant y el ideal del UNO ABSOLUTO de Hegel).
Sin embargo, el pensamiento aristoi, a diferencia
del marxista, cree en la meritocracia, es decir, cree en el sacrificio y el esfuerzo
del individuo para que éste pueda llegar a “ser quien realmente es”; cree en la
vida en la cima, en la posibilidad de llegar a la misma a través de duro
trabajo.
Así, la DEBILIDAD del pensamiento aristoi radica en
confiar en la nobleza y la lealtad de sus IGUALES, es decir, su error reside en
obligarse a confiar en los falsos aristois.
¿Quiénes son los “falsos aristoi”? Son aquellos que
movidos por sus intereses particularistas se muestran TRAIDORES y DESLEALES a
lo común, a lo más grande, mejor y más excelente; son los egocéntricos
ombliguistas que se sirven del engaño para satisfacer sus deseos y voliciones
(voluntades de poder).
LA DECEPCIÓN Y DERROTA DEL ESPÍRITU ARISTOI EN
ESPAÑA
Primero le tocó decepcionarse a Ortega, cuando con
su “no es esto, no es esto” se negó a aceptar la perversión de una II República
convertida en un caballo de Troya que permitió los desmanes frentepopulistas.
Después le tocó desengañarse al ingenuo José Antonio, cuando después de mucho
buscar la complicidad de los aristois socialistas (Prieto y Azaña entre otros)
comprendió que estos ya eran rehenes del comunismo bolchevique más infecto. Más
tarde le tocó a Julián Marías, el mismo que dijera que España era una “nación
de naciones” hubo de rectificar para alertarnos: “Es un grave error intentar
contentar a los eternos descontentos” (nacionalistas periféricos).
Y aún así, no escarmentamos. El último ingenuo fue
Mariano Rajoy, por cierto, lector de Fernández de la Mora y admirador de su
obra “La envidia igualitaria”. Rajoy creyó hasta el último momento en la
LEALTAD de los nacionalistas (supuestos aristois) vascos para que no prosperara
el golpe (ups!, quise decir la moción de censura) de Pedro Sánchez.
El problema de los aristois (“fachas” en el parecer
de marxistas y filomarxistas) es que estos sí son VERDADERAMENTE INGENUOS. Y
solo se dan cuenta de cuán ingenuos han sido (léase TONTOS) cuando ya es demasiado
tarde.
Por eso VOX es el híbrido perfecto, pues habiéndose
nutrido del materialismo filosófico de Gustavo Bueno (marxista), ha recuperado
el espíritu de Ortega, Unamuno, Marañón, Marías… vacunándose contra el germen
de la INGENUIDAD de los espíritus nobles. VOX ha entendido, como el José
Antonio más tardío, que solo la dialéctica de los puños y pistolas (ojalá ahora
sea la aplicación férrea de la ley) puede acabar con quienes atentan contra la
justicia (legalidad institucional) y la integridad de la patria.
EUROPA
ORTEGA VS HABERMAS (y Kant de nuevo en el medio)
He estado informándome más exhaustivamente sobre lo
que Habermas denomina “democracia deliberativa”; una democracia que
posibilitaría “situaciones ideales del habla”, es decir, que propiciaría intercambios
de comunicación y diálogo válidos entre interlocutores para solucionar
conflictos.
En la obra “facticidad y validez”, Habermas expone
los requisitos que deberían cumplirse para articular una democracia
deliberativa. Dicha democracia, para empezar, no debería ser una “democracia de
masas”, sino una democracia constituida por una sociedad civil bien formada
políticamente y activa en el esfera pública (ámbito donde se resuelven los
problemas que afectan a la generalidad de la ciudadanía).
Solo una sociedad civil formada políticamente podría
garantizar un diálogo que cumpliera con dos condiciones básicas de SIMETRÍA y
de relación IGUALITARIA, donde los interlocutores (posiciones enfrentadas)
pudieran fundamentar sus respectivas verdades a través de argumentos razonados.
La condición de SIMETRÍA se lograría garantizando
que todos los interlocutores tuvieran los mismos derechos, es decir, dispusieran
de las mismas oportunidades para exponer y rebatir argumentos. Y la condición
igualitaria requeriría (Habermas puntualiza que “idealmente”) que los
participantes en una deliberación dispusieran de los mismos recursos culturales
y el mismo poder social. De esta manera, según Habermas, se garantizaría que
cada interlocutor pudiera defender sus intereses y puntos de vista y, además,
se pudiera dar la posibilidad de hacer operativos (acciones políticas en la
praxis) los acuerdos alcanzados entre las partes.
MI OPINIÓN
dócil indoclil desobediencia vivil Kant (incoherencias)
Mientras leía las propuestas de Habermas, no podía
evitar pensar en Ortega y Gasset y, por tanto, en otros autores que ya
abordaron los peligros que subyacían en la “opinión pública” (Platón) y las democracias
(Tocqueville). Así, Platón ya apuntó que una ciudadanía “no formada”, guiada
tan solo por sus apetitos más irracionales, podía degenerar en “dictadura de
opinión”, convirtiendo en “dictatorial” a un sistema democrático. De manera
parecida, Tocqueville se refirió a las “democracias despóticas”, aquellas en
las que la ciudadanía “no formada” podía llegar a legitimar políticas
autoritarias que atentasen, precisamente, contra los cimientos de la propia
democracia.
Ortega y Gasset ya vio, como Habermas, dónde
radicaba el peligro de un sistema democrático: en la ausencia de los mejores
(aristos) y en la legitimidad que se arrogaban a sí mismos los “hombres masa”.
Habermas, más cuidadoso que el filósofo de las
circunstancias, no utiliza los trasnochados conceptos orteguianos (tildados de
“fascistas” por presuponerles exceso de prepotencia vertical) y elabora su
propuesta de democracia deliberativa desde presupuestos de horizontalidad
igualitaria. Los tiempos de Ortega todavía no habían sido víctimas de
“pensamientos sensibles y estéticos”, y el lenguaje no tenía que ser tan
“exquisito” ni había que cogérsela con papel de fumar para exponer determinadas
verdades.
Y, sin embargo, Ortega ya expuso la misma verdad que
reconoce Habermas: la necesidad de anteponer una ciudadanía aristoi (sociedad
civil formada) a una sociedad de “hombres masas” (democracia de masas).
Para articular una “democracia deliberativa”
(auténtica democracia) es necesaria la presencia de una sociedad civil formada
políticamente (léase en términos orteguianos una sociedad formada por
ciudadanos responsables).
¿QUÉ ES UNA SOCIEDAD CIVIL FORMADA POLÍTICAMENTE?
En mi opinión, en las diferentes acepciones de lo
que debería ser una sociedad civil formada (ciudadanía responsable) radica la
mayor diferencia entre Ortega (liberal) y Habermas (filomarxista al cabo).
Ortega, como buen demócrata-liberal lo tenía muy
claro: el ciudadano responsable no solo tenía que estar formado y aspirar a
mejorarse (aristoi), sino que tenía que OBEDER LAS LEYES. De ahí que Ortega
criticara duramente cualquier manifestación de “acción directa”, ya fuera en forma
de golpes dictatoriales o de subversivas revoluciones.
Sin embargo, Habermas (no olvidemos que heredero de
Marx) sí legitima la “desobediencia civil”, es decir, considera saludable y
necesario que la sociedad civil no solo se manifieste y haga público su
descontento, sino que, además, cree que ésta debe ACTUAR (saltándose la
legalidad si fuese necesario) por tal de transformar y cambiar las injusticias
sociales (¡ojo, lo que dicha sociedad civil crea, sesgos ideológicos mediante,
que es injusto!).
Y de nuevo nos encontramos ante diferentes lecturas
o preferencias por algunos de los presupuestos kantianos que de forma
incoherente se contradecían mutuamente:
Ortega hizo suyo al Kant que en su obra “Metafísica
de las costumbres” escribió:
“Los
ciudadanos no tienen derecho a rebelarse contra el Estado, pues supondría la
destrucción de su constitución legal” (cap 6: 318-323).
Y ahora, ante el golpe procesista perpetrado por el
secesionismo catalán y Pedro Sánchez (cómplice y colaborador necesario), los
españoles deben decidir si apuestan por Ortega (solución judicial para quienes
vulneran la legalidad) o por Habermas (diálogo y negociación, solución política
para quienes se saltan las leyes).
Pero, Habermas, como sucedió con el idealista Kant, también
puede ser “utilizado” por ambas partes para defender sus posturas enfrentadas,
pues la defensa del patriotismo constitucional obliga a ser respetuoso con la
legalidad vigente, pero la apuesta por la “democracia deliberativa” obliga a
considerar los “argumentos y razones” que motivaron la desobediencia civil de
los golpistas.
¿Qué hacer? ¿Solución judicial (aplicación de la
ley) o solución política (negociación y diálogo para llegar a acuerdos)?
El socialista Pedro Sánchez, ha optado por ser el cómplice
necesario para culminar el golpe procesista. También el PSC de Iceta cree, en
el fondo de su corazoncito filomarxista, que las reivindicaciones y acciones de
los golpistas son LEGÍTIMAS.
Pero, tanto Sánchez como Iceta están pervirtiendo
los presupuestos habermasianos de la democracia deliberativa (que no se dan) al
considerar válidos a unos interlocutores secesionistas, a los cuales les
“presuponen” una simetría y relación de igualitarismo que NO SE CUMPLEN.
¡He ahí la gran trampa del PSOE TRAIDOR!