lunes, 11 de marzo de 2019

ORTEGA Y GASSET (llegar a ser quienes realmente somos)



INTRODUCCIÓN

A nivel político, el pensamiento de Ortega ha quedado bastante obsoleto, y no, precisamente, porque dos de sus obras más importantes, “La rebelión de las masas” y “España invertebrada”, no señalaran verdades claves para entender el hecho serio de ser español y comprender la patología inherente a las masas, sino por errar en lo concerniente a dos temas fundamentales: Cataluña y Europa.

CATALUÑA

Respecto a Cataluña (Europa no toca ahora), y lo que hoy conocemos como nacionalismos históricos (grave falacia), pienso que Unamuno hiló más fino cuando llamó TONTILOCOS a todos los ideólogos esquizofrénicos (Arana, Macià, Infante…) que, a partir de mitos y leyendas, construyeron “falsas naciones”; nacionalismos ficticios que Ortega dio en llamar particularismos periféricos.

Ortega, como decía, se equivocó con Cataluña, pues creyó irresoluble el mal denominado “conflicto catalán”, el cual, según él, solo podía CONLLEVARSE, es decir, soportarse con estoica resignación. Errado diagnóstico que, con el paso del tiempo, daría lugar a curas terapéuticas (pseudo-soluciones políticas) que nos han llevado a la actual fractura social que se vive en España. De hecho, Ortega se mostró favorable a un anteproyecto que, años más tarde, acabaría por tomar forma definiéndose como lo que hoy conocemos como “Estado de las autonomías” (suerte de federalismo enmascarado para contentar a los hunos y los hotros).

Sin duda, Ortega creía en la pluriculturalidad de España, en la riqueza de sus múltiples lenguas, sus tradiciones culturales y folclóricas. Quienes admiraban su pensamiento, José Antonio entre ellos, estaban de acuerdo en reconocer la rica pluralidad de las Españas. También su discípulo más aventajado, Julián Marías, llegó a referirse a España como una “nación de naciones” (sí, el falaz razonamiento, triturado magistralmente por Gustavo Bueno, no fue un invento del PSOE). A colación de José Antonio, por ejemplo, el mismísimo Jordi Pujol llegó a reconocer que pocos españoles habían entendido tan bien la idiosincrasia de Cataluña como el fundador de Falange Española.

Pero, entonces, ¿qué subyacía en la raíz de la psicología orteguiana? ¿Por qué el propio Ortega y pensadores como José Antonio y Julián Marías reconocieron la PLURALIDAD (Marías incluso la plurinacionalidad) de la razón de ser española?

EL FRACASO DE LO ARISTOI  ANTE LA DESLEALTAD

La filosofía de Ortega se ha definido como “aristocrática”, cuando no se ha tildado directamente de “fascista”, sobre todo por muchos ideólogos marxistas (“El maestro en el erial” de Gregorio Morán) o independentistas (Ramón Alcoberro, vinculado directamente a la ANC y el procés golpista). En mi opinión, sin embargo, el libro “José Ortega y Gasset” de Jordi Gracia es el que mejor ha sabido “descubrir” la psicología (estética) que daba forma a la moral orteguiana: una moral superior para espíritus nobles y superiores.

Señalaba Jordi Gracia, en su libro sobre Ortega, un rasgo biogenético fundamental para entender a Ortega, su psicología y su pensamiento de “altas miras” o desarrollado desde la “cima contemplativa” (Nietzsche): Ortega y Gasset era un intelectual SUPERDOTADO.

Ortega comprendió y aceptó la verdad que el marxismo siempre negó y rechazó (cínicamente), que no era otra que la de reconocer que el problema vital que enfrentaba a los seres humanos no radicaba en una lucha entre clases sociales, sino entre clases de personas.

Fichte aseveró que “la clase de persona que somos determina la clase de filosofía que escogemos”, cuando todavía las ciencias de la psique (neurobiología, neuropsiquiatría y biogenética entre otras) no habían hecho sus importantes descubrimientos: somos, en gran medida, lo que nuestra biogenética predetermina. Somos un YO (conciencia singular) condicionado por unos concretos rasgos genéticos desde el mismo momento de nacer.

Ortega sí hizo suyo el pensamiento de Fichte, porque intuía la verdad inherente al mismo, a pesar de que su veracidad todavía no hubiese sido demostrada científicamente. También tomó nota de las observaciones de Tocqueville, que alertó de la posibilidad de que la democracia mutara en tiranía despótica (hoy conocida como imposición del correccionismo político). Ortega y los “espíritus más libres” (autodefinición que sigue utilizando Peter Sloterdijk), fueron adelantados a su tiempo, recelaron del marxismo desde un principio; sobre todo del perverso IGUALITARISMO que, precisamente, negaba la existencia de diferentes CLASES DE PERSONAS (conciencias), argumentando que las grandes diferencias entre individuos se debían a la pertenencia a distintas clases sociales.

También el filósofo español Gonzalo Fernández de la Mora, autor de “la envidia igualitaria”, fue una persona singular dotada de una grandísima inteligencia. Quizás también un intelectual superdotado, como demuestran los datos sobre su trayectoria como estudiante desde muy temprana edad (ver su biografía). Después volveré a él.

¿A dónde pretendo llegar?

Muy sencillo, pretendo sostener una tesis:

 “El verdadero humanismo ingenuo por fuer es aristoi”.

Jamás ha habido, por tanto, “humanismo ingenuo” en el marxismo; una ideología que siempre ha sido una prepotencia cínica y esquizofrénica que, desde el principio, enmascaró su celo dogmático por tal de, así, seducir mejor a las masas iletradas; a los no “alfabetizados”, a los no civilizados por la razón ilustrada (a quienes les era más fácil ODIAR que saber y conocer), pero que también supo seducir a algunos de los más ingenuos de entre los ingenuos ilustrados.

Platón fue un aristoi, como lo fue Aristóteles, más tarde Kant y también Hegel. Marx no, Karl Marx estaba predeterminado biogenéticamente para ser un resentido, fue llamado por su YO, primero, y más tarde por unas circunstancias favorables para su razón de ser, a erigirse en un “igualador”, en un negador de la pluralidad de conciencias.

¿Pero cuál es la esencia (sí, me gusta el palabro) que subyace en todo pensamiento aristoi? Pues, precisamente, creer que existe y es posible aspirar a lo mejor y más excelente (la virtud platónica, el imperativo categórico de Kant y el ideal del UNO ABSOLUTO de Hegel).

Sin embargo, el pensamiento aristoi, a diferencia del marxista, cree en la meritocracia, es decir, cree en el sacrificio y el esfuerzo del individuo para que éste pueda llegar a “ser quien realmente es”; cree en la vida en la cima, en la posibilidad de llegar a la misma a través de duro trabajo.

Así, la DEBILIDAD del pensamiento aristoi radica en confiar en la nobleza y la lealtad de sus IGUALES, es decir, su error reside en obligarse a confiar en los falsos aristois.

¿Quiénes son los “falsos aristoi”? Son aquellos que movidos por sus intereses particularistas se muestran TRAIDORES y DESLEALES a lo común, a lo más grande, mejor y más excelente; son los egocéntricos ombliguistas que se sirven del engaño para satisfacer sus deseos y voliciones (voluntades de poder).

LA DECEPCIÓN Y DERROTA DEL ESPÍRITU ARISTOI EN ESPAÑA

Primero le tocó decepcionarse a Ortega, cuando con su “no es esto, no es esto” se negó a aceptar la perversión de una II República convertida en un caballo de Troya que permitió los desmanes frentepopulistas. Después le tocó desengañarse al ingenuo José Antonio, cuando después de mucho buscar la complicidad de los aristois socialistas (Prieto y Azaña entre otros) comprendió que estos ya eran rehenes del comunismo bolchevique más infecto. Más tarde le tocó a Julián Marías, el mismo que dijera que España era una “nación de naciones” hubo de rectificar para alertarnos: “Es un grave error intentar contentar a los eternos descontentos” (nacionalistas periféricos).

Y aún así, no escarmentamos. El último ingenuo fue Mariano Rajoy, por cierto, lector de Fernández de la Mora y admirador de su obra “La envidia igualitaria”. Rajoy creyó hasta el último momento en la LEALTAD de los nacionalistas (supuestos aristois) vascos para que no prosperara el golpe (ups!, quise decir la moción de censura) de Pedro Sánchez.

El problema de los aristois (“fachas” en el parecer de marxistas y filomarxistas) es que estos sí son VERDADERAMENTE INGENUOS. Y solo se dan cuenta de cuán ingenuos han sido (léase TONTOS) cuando ya es demasiado tarde.

Por eso VOX es el híbrido perfecto, pues habiéndose nutrido del materialismo filosófico de Gustavo Bueno (marxista), ha recuperado el espíritu de Ortega, Unamuno, Marañón, Marías… vacunándose contra el germen de la INGENUIDAD de los espíritus nobles. VOX ha entendido, como el José Antonio más tardío, que solo la dialéctica de los puños y pistolas (ojalá ahora sea la aplicación férrea de la ley) puede acabar con quienes atentan contra la justicia (legalidad institucional) y la integridad de la patria.
 
EUROPA
 

ORTEGA VS HABERMAS (y Kant de nuevo en el medio)
He estado informándome más exhaustivamente sobre lo que Habermas denomina “democracia deliberativa”; una democracia que posibilitaría “situaciones ideales del habla”, es decir, que propiciaría intercambios de comunicación y diálogo válidos entre interlocutores para solucionar conflictos.
En la obra “facticidad y validez”, Habermas expone los requisitos que deberían cumplirse para articular una democracia deliberativa. Dicha democracia, para empezar, no debería ser una “democracia de masas”, sino una democracia constituida por una sociedad civil bien formada políticamente y activa en el esfera pública (ámbito donde se resuelven los problemas que afectan a la generalidad de la ciudadanía).
Solo una sociedad civil formada políticamente podría garantizar un diálogo que cumpliera con dos condiciones básicas de SIMETRÍA y de relación IGUALITARIA, donde los interlocutores (posiciones enfrentadas) pudieran fundamentar sus respectivas verdades a través de argumentos razonados.
La condición de SIMETRÍA se lograría garantizando que todos los interlocutores tuvieran los mismos derechos, es decir, dispusieran de las mismas oportunidades para exponer y rebatir argumentos. Y la condición igualitaria requeriría (Habermas puntualiza que “idealmente”) que los participantes en una deliberación dispusieran de los mismos recursos culturales y el mismo poder social. De esta manera, según Habermas, se garantizaría que cada interlocutor pudiera defender sus intereses y puntos de vista y, además, se pudiera dar la posibilidad de hacer operativos (acciones políticas en la praxis) los acuerdos alcanzados entre las partes.
MI OPINIÓN  dócil indoclil desobediencia vivil Kant (incoherencias)
Mientras leía las propuestas de Habermas, no podía evitar pensar en Ortega y Gasset y, por tanto, en otros autores que ya abordaron los peligros que subyacían en la “opinión pública” (Platón) y las democracias (Tocqueville). Así, Platón ya apuntó que una ciudadanía “no formada”, guiada tan solo por sus apetitos más irracionales, podía degenerar en “dictadura de opinión”, convirtiendo en “dictatorial” a un sistema democrático. De manera parecida, Tocqueville se refirió a las “democracias despóticas”, aquellas en las que la ciudadanía “no formada” podía llegar a legitimar políticas autoritarias que atentasen, precisamente, contra los cimientos de la propia democracia.
Ortega y Gasset ya vio, como Habermas, dónde radicaba el peligro de un sistema democrático: en la ausencia de los mejores (aristos) y en la legitimidad que se arrogaban a sí mismos los “hombres masa”.
Habermas, más cuidadoso que el filósofo de las circunstancias, no utiliza los trasnochados conceptos orteguianos (tildados de “fascistas” por presuponerles exceso de prepotencia vertical) y elabora su propuesta de democracia deliberativa desde presupuestos de horizontalidad igualitaria. Los tiempos de Ortega todavía no habían sido víctimas de “pensamientos sensibles y estéticos”, y el lenguaje no tenía que ser tan “exquisito” ni había que cogérsela con papel de fumar para exponer determinadas verdades.
Y, sin embargo, Ortega ya expuso la misma verdad que reconoce Habermas: la necesidad de anteponer una ciudadanía aristoi (sociedad civil formada) a una sociedad de “hombres masas” (democracia de masas).
Para articular una “democracia deliberativa” (auténtica democracia) es necesaria la presencia de una sociedad civil formada políticamente (léase en términos orteguianos una sociedad formada por ciudadanos responsables).
¿QUÉ ES UNA SOCIEDAD CIVIL FORMADA POLÍTICAMENTE?
En mi opinión, en las diferentes acepciones de lo que debería ser una sociedad civil formada (ciudadanía responsable) radica la mayor diferencia entre Ortega (liberal) y Habermas (filomarxista al cabo).
Ortega, como buen demócrata-liberal lo tenía muy claro: el ciudadano responsable no solo tenía que estar formado y aspirar a mejorarse (aristoi), sino que tenía que OBEDER LAS LEYES. De ahí que Ortega criticara duramente cualquier manifestación de “acción directa”, ya fuera en forma de golpes dictatoriales o de subversivas revoluciones.
Sin embargo, Habermas (no olvidemos que heredero de Marx) sí legitima la “desobediencia civil”, es decir, considera saludable y necesario que la sociedad civil no solo se manifieste y haga público su descontento, sino que, además, cree que ésta debe ACTUAR (saltándose la legalidad si fuese necesario) por tal de transformar y cambiar las injusticias sociales (¡ojo, lo que dicha sociedad civil crea, sesgos ideológicos mediante, que es injusto!).
Y de nuevo nos encontramos ante diferentes lecturas o preferencias por algunos de los presupuestos kantianos que de forma incoherente se contradecían mutuamente:
Ortega hizo suyo al Kant que en su obra “Metafísica de las costumbres” escribió:
“Los ciudadanos no tienen derecho a rebelarse contra el Estado, pues supondría la destrucción de su constitución legal” (cap 6: 318-323).
Pero Habermas prefiere al Kant que enalteció la Revolución Francesa y legitimó la desobediencia civil en “Crítica de la razón práctica” (ver aquí: https://www.facebook.com/pedro.ramiro.16121/posts/286009202123012).
Y ahora, ante el golpe procesista perpetrado por el secesionismo catalán y Pedro Sánchez (cómplice y colaborador necesario), los españoles deben decidir si apuestan por Ortega (solución judicial para quienes vulneran la legalidad) o por Habermas (diálogo y negociación, solución política para quienes se saltan las leyes).
Pero, Habermas, como sucedió con el idealista Kant, también puede ser “utilizado” por ambas partes para defender sus posturas enfrentadas, pues la defensa del patriotismo constitucional obliga a ser respetuoso con la legalidad vigente, pero la apuesta por la “democracia deliberativa” obliga a considerar los “argumentos y razones” que motivaron la desobediencia civil de los golpistas.
¿Qué hacer? ¿Solución judicial (aplicación de la ley) o solución política (negociación y diálogo para llegar a acuerdos)?
El socialista Pedro Sánchez, ha optado por ser el cómplice necesario para culminar el golpe procesista. También el PSC de Iceta cree, en el fondo de su corazoncito filomarxista, que las reivindicaciones y acciones de los golpistas son LEGÍTIMAS.
Pero, tanto Sánchez como Iceta están pervirtiendo los presupuestos habermasianos de la democracia deliberativa (que no se dan) al considerar válidos a unos interlocutores secesionistas, a los cuales les “presuponen” una simetría y relación de igualitarismo que NO SE CUMPLEN.
¡He ahí la gran trampa del PSOE TRAIDOR!
 

 
 

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