lunes, 11 de marzo de 2019
Rebeliones, a las mayorías desde las minorías
Podríamos ubicar cronológicamente la aparición del fenómeno de la rebelión de las minorías en la Europa de Adorno (Escuela de Frankfurt); en las relaciones que ya entonces comenzaron a darse entre la Teoría Crítica (marxismo revisado y reinterpretado) y los crecientes secesionismos particularistas (nacionalismos provincianos), el feminismo (hoy femimarxismo) y otros colectivos que “se sentían históricamente agraviados”. No cabe duda de que existió una relación simbiótica entre el “marxismo-cultural” de los años 60 y la aparición del PENSAMIENTO SENSIBLE, cuya estética, aparentemente pacífica (falsa, como hemos podido comprobar a día de hoy) escondía realmente la prepotencia señorial de CONCIENCIAS SUPREMACISTAS.
Modestamente, e instado por la “joputa” circunstancia de vivir en tierras catalanas, he reflexionado bastante sobre el tema de la rebelión de las minorías y he llegado a algunas conclusiones:
Estoy de acuerdo en que el motor o génesis de todo movimiento rebelde o revolucionario radica en algo más que motivaciones meramente económicas (visión marxista). Yo estoy con Nietzsche, y creo que la base de toda rebeldía es, básicamente, el RESENTIMIENTO.
El nacionalismo provinciano y ombliguista siempre se ha alimentado del resentimiento para combatir al nacionalismo español dominante, acusándolo de ser aglutinador y uniformador (fascista). Del mismo modo, el feminismo legitima las aspiraciones de su actual supremacismo ideológico desde el resentimiento hacia la figura masculina, por más que se obceque (en vano, todo hay que decirlo) en asegurar que busca la igualdad entre hombres y mujeres. Lo mismo podríamos decir de las crecientes aspiraciones (control del poder) por parte de otras ideologías de género a través de lobbys económicos (Idelología LGTBI).
Quizás fuese Adorno quien destapara la caja de Pandora al desarrollar su dialéctica de la negación; dejó libre nuevos “males” que, con el tiempo, todo lo han infectado y llenado de podredumbre moral. Al cabo, todo cambio social y político sigue siendo el resultado de una lucha de contrarios (proceso dialéctico) por más que las formas y estrategias para legitimar las aspiraciones de poder muten y se adapten a nuevas fórmulas, ya sean estéticas (LGTBI) o de resistencia “aparentemente” pasiva (feminismo). Pero ningún acto de rebeldía es “pacífico”, por más que se disfrace con “máscaras sonrientes”.
¿Qué tienen en común los nacionalismos más provincianos, minoritarios y particularistas, con el feminismo e incluso con los crecientes movimientos LGTBI?
Resentimiento. Todos ellos guardan un profundo resentimiento alimentado por los numerosos agravios de los que fueron víctimas a lo largo de la historia. Agravios que lejos de “superarse”, pese a que ya no se dan en las actuales sociedades de Occidente, se reactualizan y se magnifican por tal de “sacudir conciencias dormidas” y crear nuevas MASAS MAYORITARIAS fieles a nuevos dogmas ideológicos.
¿Pero por qué y cuándo se genera el resentimiento?
Se comienza a desarrollar cuando una víctima, cualquiera, es consciente de estar siendo cosificada (convertida en medio por tal de satisfacer los fines de terceros) y, sin embargo, dicha víctima se ve incapaz, impotente y frustrada, al no saber cómo "liberarse" de tan injusta realidad.
Por supuesto, estos colectivos tendrán suficientes y legítimas razones para rebelarse, para organizarse y para formar grupos de presión que cuestionen la prepotencia de los diferentes grupos dominantes (Estados, sociedades patriarcales, supremacismos religiosos...).
Sin embargo, “los sueños de la razón engendran monstruos". Pasado un tiempo, y a medida que la minoría vaya convirtiéndose en creciente mayoría, el nacionalista provinciano ya no se contentará con ser un igual y dejar de ser vasallo, sino que aspirará (voluntad de poder mediante) a ejercer de señor soberano y prepotente. Bien nos advirtió Julián Marías que era "un grave error intentar contentar a los eternos descontentos". Yo más bien diría que es un grave error intentar contentar a los ETERNAMENTE RESENTIDOS.
Lo mismo sucede con el feminismo, el cual, a pesar de decir buscar la igualdad entre hombres y mujeres, acaba convirtiéndose en un supremacismo prepotente (también señorial) que desprecia al hombre y excluye a éste, de hecho, en el proceso de la revolución feminista, de la misma manera que la revolución proletaria excluyó a las demás clases sociales (consideradas falsas conciencias). Así, el feminismo solo aceptará como verdadera conciencia la propia de una utópica sociedad matriarcal.
Cabe la sospecha, por tanto, de que cualquier minoría actual, como ya ha demostrado el feminismo a través de sus propias celebraciones excluyentes (hombres abstenerse de participar), acabe aspirando en el futuro a tener un dominio señorial sobre quienes antes fuesen sus señores dominantes. Del mismo modo, el nacionalista provinciano, de triunfar su rebelión, todavía minoritaria, no dudará en OPERAR para en el futuro facilitar una rebelión de mayorías (siguiendo adoctrinando desde escuelas, instituciones públicas y medios de comunicación).
CONCLUSIÓN
Yo lo veo así de claro: toda rebelión minoritaria acaba aspirando, más temprano que tarde, a convertirse en una rebelión de mayorías o de masas. Por eso mismo, los grupúsculos primigenios de cualquier nacionalismo provinciano (minoritarios al principio) saben que deben manipular y condicionar las voliciones populares a través de reduccionistas y repetitivas pedagogías sociales (escuelas, medios de información), hasta crear mayorías suficientes que puedan legitimar sus aspiraciones de poder.
Este 8M las esperpénticas escenificaciones psicodramáticas de diferentes grupúsculos feministas también han dejado caer sus caretas y han dejado al desnudo sus pechos; y desnudos han quedado su ODIO Y RESENTIMIENTO que son, de facto, los verdaderos motores que mueven a toda conciencia supremacista.
Desde mi punto de vista, aspirar a tener voluntad de poder no significa ansiar poder económico, que también, sino que implica voluntad de imponer una RAZÓN DE SER; una forma de vida (cosmovisión) diferente a la tradicional, la cual se atacará calificándola de dominante (el tan manido término fascista del que abusan los tontilocos), o tildándola de heteropatriarcal (sociedad machirula de las femimarxistas actuales).
Obsérvese que ninguna de estas “minorías”, que hoy están logrando aglutinar importantes mayorías, no hubiesen podido medrar, menos aún “crear nuevas conciencias”, sin el concurso impagable del marxismo-cultural.
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