viernes, 15 de marzo de 2019

FIRST DATES en el claro del bosque



El otro día, en el programa “First Dates” (¿todavía no disfrutas de él?), un elfo tuvo una cita con una chica kawaii; una chica muy mona, aun sin ser de Barcelona, que explicó que su es-sentia o ser-en sí misma consistía en una suerte de síntesis que había logrado conciliar su dolor interno (padecimiento psicológico) con el “chachipirulismo” que reflejaba su imagen externa. O algo así.

¡Genial! Y luego vienen nuestros esaboríos “racionalistas” a reírse de la metafísica heideggeriana, cuando, precisamente hoy, la filosofía existencial de Heidegger está más viva y de actualidad que nunca.

Solo tenemos que meditar y reflexionar, escuchar con suma atención expectante los susurros del ser que se manifiestan y desocultan en el claro del bosque, en esas aperturas (posibilidades) que nos ofrece la realidad para, revelación mediante, iluminarnos y dar sentido a nuestras vidas.

En la realidad abierta, en esos claros donde se desoculta la verdad de entre la espesura del bosque, cualquiera puede reinventarse por tal de burlar el triste destino de ser, tan solo, “un ser para la muerte”.

¡Ay de quienes no sepan burlar a la de la guadaña!

Nunca falla, todo racionalista seguro de “su verdad” acaba imponiendo a los demás la interpretación del ser que a él le fue revelada en el claro del bosque. Sí, sí, siempre es una revelación (interpretación al cabo), un susurro con forma de pre-ser (que todavía no es) lo que inspira a los poetas; a esos soñadores que lo mismo imaginan utópicas sociedades futuras uniformadoras que crean posverdades, también a imagen y semejanza de sus propias voliciones.

A mí me encantan estos “seres de la luz”, porque ellos, a diferencia de otros poetas, no desean imponer nada a nadie. Me fascinan estos kawaiis, elfos y hadas cuyas orientaciones sexuales fluyen y varían según los dictados de los nuevos tiempos modernos. Me entusiasman estos seres que buscan autorrealizarse según las infinitas posibilidades que les ofrece la realidad abierta para poder llegar a ser ellos mismos.

Hoy, San Agustín yace olvidado en un oscuro y triste rincón de la memoria histórica. La máxima en estos tiempos de posverdad, en esta época inundada de seres de la luz, ya no es el célebre “conócete, acéptate, supérate”. Ahora podemos conocernos, aceptarnos y “plantarnos”.

“Aquí me planto”, dice mi hijo pequeño cuando ya no desea trabajar ni esforzarse más.

Pero la mejor frase, que niega el sacrificio necesario para alcanzar la poesía impuesta por “otros”, la pronunció un amigo (hoy ilustre doctor) cuando cansado de tanta “superación” proclamó que él “se limitaba a limitarse”. ¡Genial!

¿Para qué tanta “superación”, quillo, si todos nos vamos a morir?

Llegó el poeta Jesús y prometió a los hombres, esclavos de gentiles e imperialistas, que si se superaban y sacrificaban alcanzarían la felicidad en el reino de los cielos.

Más tarde llegó el poeta Marx y, para liberar a los hombres de dioses, reyes y tribunos, volvió a hacer promesas: alcanzareis la felicidad en la tierra, pero tras el oportuno y necesario sacrificio (of course!).

Siempre sacrificándonos y superándonos para contentar a los poetas; ora a los que soñaban con bellos paraísos celestiales, ora a los que todavía siguen soñando con paraísos terrenales. Todos poetas, todos enemigos de la sacra libertad individual; de la libertad que con autónoma voluntad nos permite elegir, en el claro del bosque, una de las muchas posibilidades que nos ofrece el SER: ser hada o elfo, ser otaku o kawaii, ser hombre, mujer, trans o lo que el caprichoso ser nos dicte que seamos. ¡Será por posibilidades!

Pero no bajemos la guardia, no sea que, un día de estos, cualquiera de estos “seres de la luz” mute en poeta ebrio de “su verdad” y nos obligue a todos a llevar orejas puntiagudas, coletitas kawaiis, o a recitar los pasajes de “El señor de los anillos” como si de un libro sagrado se tratara.

Y es que, la naturaleza humana es tan predecible…

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