Acepto que "el ser humano es constitutivamente racional y moral". No hay “don sin din (dinero), ni cojones en latín”, como decía mi abuela. Porque no hay humano que carezca de moral; es decir, no hay ningún individuo que no haga “suyos” los valores de una determinada cultura o, en su defecto, no se aferre con uñas y dientes a “sus propios valores”, a “su verdad”, que diría el vulgar y cínico Pedro Sánchez.
También acepto que la verdad es histórica, pues, como suelo señalar, es la razón histórica la que, en cada época, decide hacer suya la verdad de "su" tiempo. Y dicha verdad, tras ser "descubierta" o construida como posibilidad por algún pastor del ser (sabio o sofista ideólogo, tanto da) solo será aceptada (institucionalizada en términos Foucaultianos) por el ente colectivo tras comprobarse que es necesaria (buena) para el funcionamiento (autoconservación) del parque humano.
Lo que hemos dado en llamar “humanismo”, suerte de club de ilustrados, se encarga de ello; tiene como misión determinar qué cosmovisión y/o reglas y normas (moral al cabo) serán las más convenientes (buenas y justas) para civilizar al zoo humano. Pero deberá hacerlo teniendo muy en cuenta que el ser humano no es solo un SER TEMPORAL, que se hace a sí mismo a lo largo del tiempo (durante su existencia), sino que también es un SER EN EL ESPACIO (en-lo otro y con-lo otro).
Si la última misión del humanismo no ha de consistir tan solo en que cada individuo sea su propio señor (libre y dueño de sí mismo), sino que también ha de consistir en garantizar la preservación de cualquier tipo de sociedad (cultura y/o civilización), ¿cómo habría de lograrse tal cometido? ¿Cómo preservar la integridad y las libertades de los individuos respetando, al tiempo, la razón de ser de diferentes morales y/o ideologías, algunas con tendencias supremacistas o descaradamente supremacistas (neocomunismo, femimarxismo e Islam)?
Ante la falta de solución a la urgente cuestión de “qué hacer con las morales supremacistas”, la razón ilustrada se ha estancado en un último estadio (el actual estado de la razón CÍNICA); un estadio o momento histórico en el que permanece RESIGNADA y RENDIDA, esperando que todo salte por los aires. Mientras, las últimas almas bellas, cándidos humanistas, aún albergan la vana esperanza de que la humanidad se salve de sí misma a través de una razón verdaderamente emancipadora y/o liberadora (¿verdad Habermas?).
La pregunta del millón, pero, sigue siendo la misma desde hace décadas, y compete a la cuestión del ser (Heidegger):
"¿Está el humanismo irremediablemente abocado a su autodestrucción o hay posibilidad de salvación?”.
Heidegger fue pesimista y vio con claridad que, sin una necesaria humildad ontológica, el humanismo no podría salvarse de sí mismo, de su arrogancia prepotente y señorial como criador y domesticador del "parque humano". Así, el dogma prepotente que no imponga una conciencia lo impondrá su conciencia antagónica.
Sloterdijk apostó en "Esferas" por un nuevo POSTHUMANISMO, una suerte
de nueva metafísica (superación de Heidegger) que hiciera hincapié en la
necesidad de armonizar el ser-en sí del individuo con su ser-en el otro a
través del arte y la creación estética. No deja de ser una propuesta tanto o
más ideal, y por tanto utópica, que la de los últimos humanismos que se
erigieron en libertadores del hombre: el marxismo y el actual neomarxismo
habermasiano.
La propuesta de Sloterdijk, como la de
todo humanismo ilustrado, parte de la premisa de que “el otro” o “lo otro” no
tiene por qué ser nuestro enemigo. Pero la historia, tan terca como obstinada,
nos ha demostrado que los sueños, por desgracia, sueños son y sueños siguen
siendo.
¿Ha sido casualidad que Sloterdijk,
después de parir la trilogía de “Esferas”, su última búsqueda, tan desesperada
como creativa, de un posthumanismo que salvara la civilización, se haya
refugiado en la literatura erótica? ¿Por qué?
¿Se ha rendido Sloterdijk, como
Unamuno, y cree que los hombres de carne y hueso ya solo pueden soñar con una
trágica “autosalvación” personal que saben que NUNCA llegará? ¿Qué significa la incursión de Sloterdijk en la novela erótica? ¿Acaso es el pistoletazo de salida que nos invita a “follar que solo son dos días”? ¿O es la consecuencia natural y lógica del eterno retorno de la conciencia que, tras comprobar que no hay nada más allá de los sueños, vuelve a sus orígenes, volviendo a reivindicar a los antiguos dioses de la tragedia (Baco y Eros)?
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