lunes, 24 de febrero de 2014

De Nietzsche a Sloterdijk


Últimamente me está subyugando la lectura de Peter Sloterdijk , no tanto por su originalidad como por su atrevimiento al reelaborar ciertas ideas nietzscheanas.
Me encanta  Sloterdijk por lo que tiene de provocador, sin duda, pero también porque en él se adivina una de las mentes más brillantes de la filosofía alemana de hoy.
No es ningún secreto mi predilección por la filosofía alemana, tan coincidente, desde Husserl hasta Heidegger, con el pensamiento de mi admirado Ortega.
Peter Sloterdijk sostiene, en líneas generales, que existe actualmente una sutil lucha entre domesticadores o criadores del ser humano; entre diferentes filosofías de vida interesadas en gestionar el mundo valiéndose de métodos de condicionamiento social; cada una de estas ideologías, desde sus respectivas visiones o concepciones de la vida, intenta gestionar el mundo a través del control y adoctrinamiento de las masas.
En su magnífica obra "El Desprecio de las Masas", Sloterdijk expone una revisión de la sempiterna lucha entre verticalidad y horizontalidad. Nos habla de dos modos de vida diferentes: la vida en la cima y la vida en el valle.
Si bien la preferencia por una de estas dos formas de vida dependerá (coincidiendo con Ortega) de la clase de persona (visión vitalista) que se sea, siempre habrá quien defienda, desde una visión marxista, que elegiremos una ideología dependiendo de la clase social a la que pertenezcamos.
¿Qué nos predispone a seguir una determinada ideología? ¿Imperativos biológicos (carácter, genética...) o condicionantes sociales?
La vida en la cima:
Correspondería con una vida orientada y determinada por la verticalidad (ascensión que implica superación).Vivir en la cima supone la aceptación de la superación y del esfuerzo para ascender desde la falda de la montaña hasta lo más alto. El hecho de ascender supone el seguimiento de un camino; supone la realización de un recorrido plagado de dificultades. Al individuo le corresponderá alcanzar el sumum, comulgar con el TODO o con Dios a través de duro sacrificio. La vida en la cima supone la aceptación de una verdad transcendente, porque solo creyendo fervientemente en una recompensa última, el individuo podrá obligarse a pasar penalidades y afrontar duros trabajos. Cada paso en la escalada supondrá alcanzar un nuevo escalafón jerárquico.
Así, la vida en la cima supondrá, en definitiva, superación, trabajo y aceptación de una inevitable jerarquía. El pueblo judío y los monoteísmos que de él derivaron (cristianismo e islamismo) se justificaron a sí mismos a través del sacrifico y la superación de difíciles circunstancias adversas.
A lo más alto de una cima debió subir Abraham para sacrificar a su propio hijo, mostrándose sumiso ante la superioridad jerárquica de Dios. Y a lo más alto de una cima también debió acceder Moisés para recibir las tablas de la ley. Pero el más grande sacrificio, consentido en aras de ascender a  lo más alto de la cima y poder alcanzar el sumum, fue el protagonizado por Jesucristo, crucificado, además, en la cima de una montaña.

La vida en el valle:
La vida en el valle es cómoda y fácil, y supone la aceptación de un principio de horizontalidad igualitario. De la misma manera que la vida de Adán y Eva fue fácil en el jardín del Edén, también fue fácil para los primeros asentamientos humanos (revolución neolítica) la vida en los fértiles valles del Tigris, del  Éufrates o del Nilo.
La vida en el valle es la más natural y libre, la más deseada por el ser humano desde que Adán y Eva fueran expulsados del Paraíso y obligados a "ganarse el pan con el sudor de sus frentes". Pero tanto las religiones monoteístas, como la propia historia, nos enseñan que dicha vida en el valle es mera utopía. Así, de la misma manera que Adán y Eva fueron engañados por el mal, los primeros asentamientos humanos, ante el inevitable crecimiento de la población, también conocieron el mal (asesinatos, robos...) y debieron establecer férreas jerarquías (reyes y faraones) para dominar y controlar los actos de pillaje y, en definitiva, para poder administrar los crecientes recursos.
Se me antoja que Dios fue un cándido socialista cuando creó el paradisiaco Edén, pero acabó convirtiéndose en liberal al descubrir la naturaleza corruptible de sus criaturas. Dios vio que no era posible una vida vegetativa en el Edén, porque su creación, el ser humano, necesita LIBERTAD para ser él mismo, para disfrutar y para sufrir, para triunfar y para fracasar, para vivir y para morir.

Según Sloterdijk, las sociedades occidentales actuales, por lo general, intentan lograr un equilibrio entre estas dos formas de vida: garantizar la igualdad entre individuos, pero sin renegar de una inevitable estructura jerárquica, pues tan contraproducente puede resultar un exceso de verticalidad como un exceso de horizontalidad. He ahí la lucha entre los diferentes gestores del mundo (criadores en el parecer del filósofo alemán) compitiendo entre sí, a través del control y manipulación de medios informativos y sistemas de enseñanza (granjas- escuela, según terminología de Sloterdijk) para imponer su forma de vida, para que la balanza se decante más hacia políticas igualadoras o jerarquizadas.

Pero ya Nietzsche, en su "Más allá del bien y del mal" nos habló de dos clases de personas o individuos: el esotérico y el exotérico.
El individuo esotérico veía las cosas de arriba hacia abajo (desde la cima), buscando profundizar en el conocimiento con esfuerzo y dedicación, mientras que el exotérico las contemplaba de abajo hacia arriba (desde el valle), buscando un "conocimiento" fácil y accesible a lo vulgar, entendida dicha vulgaridad como popular. De nuevo las ideas implícitas de verticalidad vs horizontalidad, superación vs acomodación, selecto vs popular, aristoi vs plebeyo...
Resulta inevitable ver en Sloterdijk, y en la exposición de sus formas de vida (cima vs valle) una mayor profundización de las breves pinceladas que Nietzsche diera sobre las diferentes clases de personas en su "Más allá del bien y del mal". Clases de personas (que no clases sociales) que preferirán un sistema de vida u otro dependiendo de su propia idiosincrasia apriorística, dependiendo, en definitiva, de cómo hayan sido determinados biológicamente, añado yo.

Y es llegados a este punto de la aceptación del determinismo biológico, como condicionante de la clase de persona que se es, cuando Peter Sloterdijk se atreve, tan osado como imprudente, a defender sus tesis sobre eugenesia: ¿Por qué no diseñar al hombre perfecto, al superhombre nietszcheano, a través de la acción de la ciencia genética? ¿Por qué perder el tiempo y recursos en la sempiterna lucha entre criadores o domesticadores de los seres humanos?

Personalmente, y como la mayoría, sentí un inicial rechazo hacia la propuesta eugenésica de Sloterdijk (¿una locura en la más pura línea nietszcheana o la díscola provocación de un genio?).
Sin embargo, analizándolo fríamente y desde el distanciamiento ético-moral al que nos obliga el pensar "más allá del bien y del mal", me pregunto: ¿por qué ha de ser mejor el actual sistema de granjas-escuelas, diseñado para producir ganado (individuos) adoctrinados socialmente, que un sistema que manipulara y determinara genéticamente la clase de individuos que deberíamos ser?
Quizás la propuesta eugenésica de Sloterdijk solo pretenda, a través de la provocación, señalar una innegable realidad: Somos lo que nuestros criadores desean que seamos. Quizás el atrevido filósofo alemán tan solo pretenda hacernos ver que las tan cacareadas y magnificadas voluntades populares no son tales,  sino que son los "programas" que las élites oligárquicas de criadores implantan en el ganado humano desde su nacimiento, a través de un constante engorde (manipulación y adoctrinamiento) en granjas-escuelas. O, quién sabe, quizás Sloterdijk hable en serio... porque solo los niños, los locos y los borrachos hablan en serio, además de los genios.

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