viernes, 27 de diciembre de 2019

LA EUROPA CASTRADA (series de TV nórdicas)



INTRODUCCIÓN

Desde que Spengler nos alertara sobre “La decadencia de Occidente” ha llovido mucho, y mucho ha sido lo que se ha perdido en Europa. El Siglo XX se caracterizó por el triunfo definitivo de la metafísica marxista (sí, he escrito “metafísica”); y quedó marcado por la victoria de las pseudomorales eslavas (Ortega) sobre la antagónica metafísica vitalista que postulaba la Alemania nazi. Europa perdió, así, su “esencia”, no solo vital sino también entendida como razón de ser histórica; perdió, en definitiva, su legitimidad ante los ilustrados y leídos humanistas del momento. El nazismo, ebrio de prepotencia orgullosa, no supo limar el celo de su dogmática ideología. El marxismo, como explicaré a continuación, sí supo adaptarse a los nuevos tiempos posmodernos.

Con la caída de la Alemania nazi, en cierta manera, también cayó el último sistema inmunológico de Europa. El virus del marxismo, desde entonces, pudo campar por sus fueros con total impunidad… y legitimidad. La Escuela de Frankfurt, al principio bastante crítica con el marxismo (“Dialéctica de la ilustración”) acabó “blanqueándolo”, reinterpretándolo y reiventándolo de la mano de Jünger Habermas, aquel joven bolchevique del que, al principio, recelara el sagaz Horkheimer. Pero el inteligente Habermas supo “mutar”, por tal de civilizar su excesivo celo dogmático, y encontró en la socialdemocracia el perfecto “caballo de Troya” con el que poder atravesar los últimos muros de la orgullosa Europa de las naciones; una decadente y vencida Europa que, pese a todo, todavía se negaba a “dejar de ser”.
Finalmente, la resistencia de los últimos europeos libres fue vencida; las fronteras de la Europa civilizada cayeron y los nuevos bárbaros, adoradores de Alá y femimarxistas, invadieron sus calles, primero, y a continuación sus “formas de vida”. A día de hoy, no existe ninguna respuesta política conjunta, fuerte y valiente, que abogue por la necesidad de frenar estas nuevas invasiones que tienen como objetivo último, no lo olvidemos, erradicar los últimos restos de los naufragios nacionales que todavía flotan a la deriva, sin rumbo fijo, por los mares de Europa.

LA EUROPA QUE DESPIERTA
Como decía, a nivel político todavía resulta imposible combatir al neomarxismo habermasiano que, a través de sutiles mecanismos psicológicos de represión, basados en prejuicios y dogmas ideológicos (correccionismo político), ha logrado silenciar, cuando no estigmatizar, a las conciencias disidentes. A día de hoy, no hay nada que hacer a nivel moral, a la postre también político.

Sin embargo, a nivel estético, a través de diferentes manifestaciones artísticas audiovisuales, la Europa escandinava ya hace tiempo que comienza a denunciar, si bien todavía muy tímidamente, el peligro que supone para sus sociedades la existencia de colectivos musulmanes y femimarxistas que, lejos de buscar la integración y la igualdad entre individuos, están comenzando a exigir un sometimiento de sus sociedades a sus “formas de vida” (a sus dogmas religiosos y/o ideológicos).
De “Lilyhammer” a “Beforeigners” (series de Tv noruegas)

Hace tiempo que me deleité viendo una serie de producción noruega-estadounidense que se me antojó muy inteligente a la par que valiente. La serie en cuestión, “Lilyhammer”, narraba las peripecias de un mafioso que, huyendo de sus enemigos en EEUU, se refugiaba en un pueblecito noruego perdido en la nada. Allí, el pragmático y vitalista mafioso no tardaba en hacerse con el control del pueblecito ante la escasa resistencia vital de los “animales de lujo” que lo habitaban.
“Lilyhammer” realiza un acertado retrato de las actuales sociedades nórdicas; colectivos humanos sin “esencia” ni orgullo; hombres castrados que han perdido sus derechos y libertades frente a las políticas feministas (¿os suena nuestra inconstitucional  LVG?); individuos incapaces de hacer la menor crítica a los dogmas del Islam; niños que en los discursos de final de curso enfatizan sobre el carácter democrático y multicultural de las sociedades en las que viven, y se olvidan de reivindicar el orgullo nacional…

El mafioso Frank será el contrapunto necesario que, en clave de humor, criticará inteligentemente al hombre que ha dejado de ser hombre; será el “hombre de carne y hueso” que no dudará en afearle a un musulmán su negativa a saludar a una mujer occidental; Frank recomendará al hijo de su amante que en el discurso de final de curso enfatice sobre su orgullo nacional, prescindiendo de retóricas multiculturales.
Frank, en definitiva, encarnará al individuo libre (americano) que se negará a doblegarse ante las correcciones políticas de las actuales sociedades europeas. Serie muy recomendable.

Esta Navidad también he aprovechado para descubrir otra buenísima serie noruega: “Beforeigners” (Los visitantes), en la que no he podido evitar ver grandes parecidos con la ya mencionada “Lilyhamner”. Normal, pues tras bucear por la red he descubierto que los guionistas son los mismos.

La genialidad de “Beforeigners” radica en la propuesta original mediante la cual los brillantes guionistas vuelven a retratarnos la decadencia de la actual sociedad noruega; un retrato a través de la llegada de individuos procedentes del pasado.
Repentinamente, comienzan a aparecer personas de otras épocas en determinadas zonas del mar de Noruega: son principalmente individuos de la prehistoria (cromagnones), vikingos y gentes del SXIX. Al principio, estas personas serán integradas a través de políticas estatales, pero con el tiempo, “los visitantes” crearán sus propios movimientos colectivos reivindicando el retorno a las “formas de vida” de sus respectivas épocas.

CHOQUE ENTRE CONCIENCIAS Y ENTRE CIVILIZACIONES
En ambas series, de hecho, existe la misma preocupación ante el “choque de conciencias” o “entre civilizaciones”. ¿Cómo resolver los conflictos que estos choques culturales provocan? En “Lilyhammer” será Frank (americano) el que se erigirá como ¨salvador” o “contrapunto necesario” para hacer frente a la decadencia, sumisión y claudicación, de las sociedades occidentales. Frank no aceptará las imposiciones de los “foráneos” musulmanes ni las políticas castradoras de las dogmáticas femimarxistas. En esta primera propuesta de salvación o solución, a los problema de los supremacismos religiosos (Islam) e ideológicos (femimarxismo), los guionistas optaron por una resolución liberal, quizás porque la producción de “Lilyhammer” estaba compartida con EEUU.

Sin embargo, y aquí quería llegar, en “Beforeigners” se optará por un retorno a las esencias identitarias para, así, evitar la imparable decadencia y desmoronamiento de las sociedades occidentales. Los nuevos visitantes vikingos serán los “elegidos” para salvar a los actuales “animales de lujo”, a los descendientes de los nórdicos que en el pasado se dejaron castrar por el cristianismo (léase segundo humanismo, pues el primero fue el de Roma). En esta nueva serie (nueva propuesta sobre la cuestión del ser) ya no se hablará de “multiculturalidad” sino de “multitemporalidad”. Ya no se harán referencias a personas  “transgénero” sino a individuos “transtemporales”. Cambian los conceptos, pero esta novedosa “neolingua” , que aparentemente se aparta de la realidad a través de la ficción, lo que pretende es llegar a la raíz; a la causa primera que fue el origen de la decadencia de Occidente: el judeocristianismo. Resulta imposible no efectuar una lectura en clave nietzscheana.
ESCENAS PARALELAS

Son muchos los puntos en común que podemos encontrar en “Lilyhammer” y “Beforeigners”: la misma intencionalidad en la crítica social, el planteamiento, valiente e inteligente, de los problemas que entrañan los choques entre conciencias y/o civilizaciones; las diferencias y conflictos, en definitiva, que surgen al convivir los “hunos con los hotros”. Pero a mí, particularmente, me resultó muy significativo que en ambas series se repitieran, prácticamente igual, dos escenas referentes a las “políticas estatales sobre integración”.

En “Lilyhammer” unos “educadores” impartían un “curso de integración” a un colectivo formado mayoritariamente por musulmanes. El conflicto surgió cuando un musulmán dogmático se negó a darle la mano a una educadora, mostrando, así, su rechazo a la sociedad y la cultura que le acogían. Mientras todos los educadores permanecieron inmutables, aceptando estoicamente la humillación a su compañera de trabajo, Frank actuó y le cantó las cuarenta al musulmán que la despreció.
En “Beforeigners” se repetirá la misma escena: unos educadores explicarán las bondades de la sociedad de acogida a un grupo de recién llegados, en esta ocasión vikingos. Tras soltarles el mismo rollo “buenista”, como a los musulmanes en  “Lilyhammer”, los guerreros de Odin reaccionarán indignados y se negarán a aceptar los valores de la nueva sociedad de la que formaban parte. ¿Qué clase de sociedad era aquella que claudicaba y aceptaba la sumisión ante “el otro”, ante otras conciencias antagónicas y enemigas?

CONCLUSIÓN
Puede parecer poco e insuficiente, pero en nuestras actuales sociedades occidentales, castradas y carentes de identidad y valores tradicionales, las valientes propuestas estéticas de estas series noruegas son importantes, al menos, si no para “despertar” conciencias (harto complicado a estas alturas) sí para “zarandearlas” y hacerles pensar y reflexionar en el claro del bosque.

 

domingo, 1 de septiembre de 2019

LA MORAL DEL LADRÓN (¡exprópiese!)


INTRODUCCIÓN

Desde que Mario Bunge se despachara con un ad hominem tildando a Heidegger de “esquizofrénico”, pero, sobre todo, tras la póstuma publicación de los “Cuadernos negros” del pensador alemán, no han faltado críticos a la obra del autor de "Ser y tiempo", desde los ínclitos Farías o papá Habermas hasta nuestro Gustavo Bueno.
¿Qué es eso del ser?, se preguntan los filósofos materialistas choteándose de la inutilidad de formularse tal pregunta. Y, sin embargo, la pregunta encierra en sí misma, aunque no pueda ser respondida, otras cuestiones que sí urge responder: ¿por qué y para qué somos? ¡Casi ná!
Solo por instarnos a formular tales preguntas, Heidegger, en mi opinión, es un pensador de una vital importancia, ya que fue el primero en desenmascarar la prepotencia inherente al marxismo, entendido éste como “humanismo”.
Más tarde, Adorno y Horkheimer, en “Dialéctica de la ilustración”, también dejarían al desnudo la prepotencia inherente a toda conciencia que se erige en ÚNICA e indiscutible POSIBILIDAD de ser verdadera.

LA CLEPTOCRACIA COMUNISTA

Peter Sloterdijk (sí, lo sé, me repito más que el ajo) ha definido al comunismo como “un banco de odio”, como una ideología experta en invertir y sacar rédito del odio y el resentimiento; también lo ha definido como la ideología que “legitima el crimen”, por supuesto, el crimen cometido por los “buenos y justos”. Siguiendo esta singular línea de pensamiento, sin duda políticamente incorrecta, Sloterdijk concluyó que el comunismo fue el padre de lo que él denomina “cleptocracia estatal”, es decir, la legitimación (legal) del robo a los ciudadanos a través de los impuestos.
Nada podemos hacer ante la imposición, institucionalmente legalizada, de este robo o expolio al esfuerzo y trabajo de los ciudadanos, ¿pero y si el robo, aceptado por todos los marxistas y neomarxistas, llegara a legitimarse (justificarse) de forma ilegal? Pues entonces estaríamos ante un caso de corrupción como el de los EREs de Andalucía. Ni más ni menos.

LA ESENCIA DEL SER ESTÁ EN LA HISTORIA
Para quienes conozcan la historia, y también la intrahistoria, como diría Unamuno, no debería ser difícil llegar a la conclusión lógico-matemática de que 2+2 siempre suman 4. Sin embargo, Orwell, en su “1984”, ya nos alertó sobre cómo algunas conciencias prepotentes podían, incluso, llegar a crear una “neolingua” capaz de negar que 2+2 fuesen 4. ¿Surrealismo? Pues no, tan solo comunismo. A través del lenguaje (ya dijo Heidegger que el lenguaje era la casa del ser) se construye la verdad conforme a los sentimientos y voluntades de una determinada conciencia.

Y aquí quería llegar, a la estrecha e indisoluble comunión existente entre lenguaje, verdad y ser. Porque la verdad solo puede ser, es decir, solo puede imponerse institucionalmente si, primero, se hace verbo, saliendo de la caverna de la conciencia para manifestarse (consumarse) orgullosa en la realidad abierta.
El comunismo lo tuvo fácil para imponer su verdad, en parte porque hizo suyo el verbo marxista (teoría), pero también porque supo aprovechar el dolor de una época. De hecho, el comunismo (ahora con disfraces populistas) siempre renace de sus cenizas, cual ave Fénix, cuando el dolor que provocan las crisis más graves llega ser sentido por amplios sectores de la población.
La historia nos demuestra que, cuando el dolor se generaliza entre las masas, resulta fácil legitimar cualquier tipo de delincuencia, desde una sangrienta revolución y asesinatos selectivos (o indiscriminados) hasta el robo más descarado de las propiedades ajenas. Veamos, al respecto, la historia más reciente de España a partir de nuestra cruenta y fratricida Guerra Civil.

EL ROBO LEGITIMADO INSTITUCIONALMENTE
La palabra expropiación es, sin duda, un eufemismo de “robo”; es un concepto fabricado por la neolingua de los “buenos y justos”, siempre prestos a legitimar sus bárbaras acciones. Porque de la misma manera que no podía existir el crimen en el paraíso comunista, o no existe “la guerra” para nuestros progres, sino “las misiones de paz”; de esta misma manera, decía, tampoco existieron los “campos de exterminio” en la maravillosa URSS, sino “campos de reeducación”. Los gulags, aquellas acogedoras casas de campo dedicadas a la formación del espíritu nacional-bolchevique se concibieron a imagen y semejanza de aquellos inaccesibles balnearios donde solo la alta burguesía podía curarse “los dolores del alma”.
¿Y existió el robo de los EREs, el mayor fraude institucionalizado en la historia de España? No existió, porque lo que no se verbaliza (airea en los medios de comunicación) no puede alcanzar el estatus de verdad. Los EREs son tan solo un murmullo, un secreto a voces, pero sobre todo constituyen una fechoría sobre la que muchos, demasiados, prefieren echar toneladas de tierra... y cal viva, para evitar el mal olor.

Pero volvamos a nuestra historia.
Antes de que se produjera el glorioso Alzamiento Nacional, España había sido tomada al asalto, como si de un cielo se tratara, por los poetas de la destrucción. En el nombre de “nobles” causas y de justos fines los "buenos y justos" asesinaron, violaron y vejaron, torturaron y, por supuesto, robaron. Perdón, quise decir “expropiaron”.

LA MORAL DEL LADRÓN
Fue entonces, en los albores de nuestra GC, cuando nació en España, con orgullosa soberbia, la moral del ladrón (léase moral comunista) que se jactaba de serlo. Había que “expropiar” al que más tenía, porque lo justo era “repartir” la riqueza. Y lo mismo se expropiaba de sus tierras a un gran terrateniente que a un pequeño propietario que malvivía trabajando un pedazo de tierra con el sudor de toda la familia (daños colaterales, nada importante). Es lo que tenía el “crimen legítimo”, que no tenía por qué rendir cuentas ante nadie, siempre, por supuesto, que se cometiera en aras de conseguir loables fines últimos.

Esta “moral del ladrón”, que curiosamente en España se relaciona estrechamente con el PP (pobres infelices acomplejados), anida, en realidad, en el seno de todo rojo que se precie de serlo. La he visto demasiadas veces en mi propia familia y en conocidos muy rojeras. Les gusta a los descamisados legitimar sus hurtos, por ejemplo, cuando roban en grandes superficies comerciales. Total, ante tanta abundancia nadie repara en la falta de algunos productos irrelevantes. Lo mismo sucede en algunas empresas, donde los trabajadores suelen robar material o herramientas, alegando que la empresa es grande y está sobrada. Así somos.
CONCLUSIÓN

Pues bien, amigos, esta moral del ladrón, tan intrínsecamente unida a la moral marxista-comunista, es la que legitimó y permitió el robo de los EREs andaluces. Esta moral perversa de “quitar”, por principio "moral", al que más tiene, le permitió a toda una ministra (Carmen Calvo) decir que “el dinero público no era de nadie”. Por esta misma razón, el robo de los EREs no solo se legitimó, sino que, además, se ocultó, porque, hoy, como ayer, “no puede haber crimen en el paraíso socialista”. Y de descubrirse, ¡qué cojones!, no cabrá ninguna duda de que se hizo por el bien común, para repartir riqueza entre los ciudadanos. Pura justicia social.
Así es como el mayor robo o “expolio” a los bolsillos de los ciudadanos españoles (mayor que la Gurtel , el caso Malaya y los corruptos Pujol todos juntos) se ha perpetrado, con total descaro e impunidad, porque sí, porque ellos lo valen, porque ellos son “los buenos y justos criminales”.

 

martes, 27 de agosto de 2019

LA PRE-VERDAD Y LA VERDAD

INTRODUCCIÓN

Decía Navarro Crego, un discípulo de Bueno, o en cualquier caso un filósofo que hace suyos los postulados del MF, que "la verdad se construye" (cito literal) y que no existe la pre-verdad.
En mi opinión, efectivamente, la verdad ontológica siempre se construye, ya sea legitimándose a través de revelaciones (religión), desvelaciones (metafísica) o consenso ideológico (marxismo y estructuralismo). Pero la verdad sobre el ser no puede tener certeza científica, por más que los más taimados hayan tirado de “materialismo científico” para justificarla a ella y sus fines últimos.
Sin embargo, la pre-verdad, entendida como manifestación o modo de ser de una idea en la conciencia, antes de ser-ahí en la existencia, sí es REAL, aunque no exista. Y esta condición de ser-anterior a la existencia es necesaria e inevitable, pues para CREAR primero hay que idear (imaginar, concebir, pre-sentir, intuir…) un pre-ser POSIBLE que todavía NO ES.


PRE-SER PARA PODER SER

Podríamos decir, para entendernos, que la pre-verdad existe en la conciencia, aunque toddavía no exista en el ser-ahí, en el mundo.
En no pocas ocasiones, la única diferencia entre la idea (pre-sentida) por un loco y la de un ideólogo radica, tan solo, en el hecho de que estos puedan conseguir o no que “los otros” también la hagan suya.
A un sujeto excepcional (visionario) que tuviera una idea “original”, pero que no lograse un eco y/o reconocimiento social suficiente, se le recluiría en un psiquiátrico. Pero si, por los motivos que fueren (el sentir y dolor de una época determinada, intereses políticos…), dicho “creador” encontrara el apoyo de colectivos político-ideológicos con poder suficiente, su idea se INSTITUCIONALIZARÍA y alcanzaría el estatus de VERDAD.
Ahí tenemos, por ejemplo, al tontiloco Arana (genial Unamuno) logrando que su pre-verdad sentida consiguiera, merced a unas circunstancias socio-políticas favorables, ser institucionalizada, otorgándosele, así, rango de verdad a la ficticia nación vasca.
Pero también tenemos a los locos creadores de la ideología de género, una pre-verdad que poco a poco está consiguiendo institucionalizarse (legitimarse) ante los aplausos de hordas de fervientes seguidores y la estupefacción de quienes asistimos, atónitos, a la destrucción de los últimos restos del naufragio de Occidente.

miércoles, 15 de mayo de 2019

EL PENSADOR EN EL CASTILLO ENCANTADO (Peter Sloterdijk)


INTRODUCCIÓN

En su libro “¿Qué sucedió en el SXX?, Peter Sloterdijk nos ofrece una exquisita colección de 12 ensayos, a cual más sabroso y pedagógico. Cada ensayo, en realidad, constituye una imaginativa o creativa tesis que nos deleita y, al tiempo, también nos “hipnotiza”. No deja de sorprenderme la capacidad del filósofo alemán (el más grande de este SXXI) para hacernos pensar y/o descubrir, hermenéutica psicoanalítica mediante, alguna de las múltiples posibilidades interpretativas que nos ofrece la realidad abierta.

INTERPRETES DE SUEÑOS
He elegido el ensayo de “El pensador en el Castillo encantado” porque en él se exponen una serie de tesis que, como intentaré explicar a continuación, me sirven para argumentar y fundamentar una de mis “peregrinas” intuiciones que no sabía muy bien cómo defender.
Desde hace tiempo tengo la “sospecha” (mera intuición) de que todo el movimiento femimarxista (que algunos se obstinan en denominar erróneamente feminazi) se corresponde con una estrategia orquestada desde las sombras (aunque Soros sea muy visible) para lograr la desestabilización de los países europeos, primero, y para destruir a continuación los cimientos de lo que podríamos llamar “razón de ser occidental”.

En el ensayo “El pensador en el castillo encantado” Peter Sloterdijk nos habla de “una triple hermenéutica del sueño” llevada a cabo por tres intérpretes del mundo de lo onírico y la fantasía: Freud, Bloch y Derrida. Estos tres pensadores, desde diferentes ámbitos, pretendieron en su día “explicar” la dinámica y las manifestaciones que conformaban la “conciencia colectiva”.
Yo solo me centraré en el “agudo” análisis que Sloterdijk realiza sobre “La interpretación de los sueños” de Freud, en lo que, en mi opinión, supone una acertada aproximación (no junguiana) para explicar la dinámica de la actual sociedad europea (conciencia colectiva).

TEORÍA DEL DESEO vs TEORÍA DE LA COMPENSACIÓN ILUSORIA
A través de “una segunda interpretación de los sueños”, en la obra “El porvenir de una ilusión” (1927) Freud corrigió su primera teoría de la líbido e intentó explicar el “fenómeno religioso” desde una nueva teoría ilusoria o de la compensación, sosteniendo lo siguiente:

“Las representaciones religiosas proceden de una demanda de defensa y protección, surgiendo de esta demanda la necesidad de crear a un dios de prótesis”. Es decir, la ilusión religiosa creaba la figura de dios como compensación a una carencia humana: la falta de seguridad.
Lo que sostuvo Freud, en lo que Sloterdijk considera una segunda etapa en el desarrollo de la interpretación de los sueños, fue que la líbido del sujeto se fijaba a edad temprana en objetos que le producían satisfacción narcisista, primero en la madre y luego en el padre, permaneciendo ya en este. Pero lo novedoso de la autocorrección freudiana fue que la elección del objeto (como sostenía la primera teoría de la líbido) no se llevaba a cabo por una fijación libidinosa, sino por el deseo del sujeto de conseguir una alianza con una fuerza protectora eficiente (teoría de la compensación).
La fuerza protectora, como señala Freud, ha de ser eficiente (vuelvo a enfatizar en negrita) y por este motivo, una vez el sujeto llega a la figura paterna ya queda “confiado” a la misma para que esta le proporcione seguridad, defensa y protección.

La idea de que el sujeto busca seguridad desde edad temprana, expuesta en esta segunda teoría freudiana de la compensación, la volveremos a encontrar en el fondo de las propuestas que aparecen en “Dialéctica de la Ilustración” de Adorno y Horkheimer (1944) y en “El miedo a la libertad” de Erich Fromm (1947). Dicha idea no solo explicaría el fenómeno religioso (la necesidad de crear un dios protector) sino que, además, daría cuenta del porqué la “conciencia colectiva” o ente social tiende a dejarse arrastrar por propuestas ilusorias de compensación, ya fuere a través de políticas destinadas a dominar y conservar  la naturaleza y al propio hombre (Adorno y Horkheimer) o para erradicar nuestros miedos frente a las incertidumbres de la existencia (Fromm).
LA MADUREZ COMO DIMENSIÓN TIMÓTICA

Los griegos distinguían dos tipos de almas: la psiqué y el thymós. La primera se correspondería con la conciencia de un yo individual en búsqueda de autosatisfacción, mientras que la segunda (Thymós) sería el equivalente a una conciencia responsable que buscaría su “encaje” o integración dentro de un colectivo social, a través del equilibrio y la aceptación de determinados sacrificios (¿servilismos?).
Desde los postulados de la segunda teoría de la compensación, madurar significaría, por lo tanto, tomar conciencia de que el yo individual nunca podrá prescindir de la protección del grupo (comunidad o sociedad) frente a poderes extraños o las incertidumbres de la existencia. Madurar exigirá aceptar esta cruenta verdad.

Por el contrario, el inmaduro será aquel sujeto que siga inmerso en la “neurosis obsesiva” surgida del complejo de Edipo: matar al padre. O, lo que es lo mismo, rechazar la protección más eficiente por tal de buscar refugio en “delirios colectivos” de imposibles sueños de libertad.
CONCLUSIÓN

Sloterdijk acaba su exposición señalando que será está inmadurez inmersa en la neurosis obsesiva, que niega la protección del padre, la que ha abocado a la sociedad occidental actual a un exceso de infantilismo. Occidente se “erotiza”, en palabras de Sloterdijk, buscando un sempiterno placer, facilitando que cada conciencia individual busque tan solo su propia autosatisfacción, olvidándose de la responsabilidad timótica de ser-con y en los demás.
COMENTARIO Y TESIS

La actual sociedad occidental, inmadura e “infantilizada”, se correspondería, perfectamente, con ese individuo-masa seguidor del “pensamiento Alicia” (Gustavo Bueno) que se guía tan solo por la autosatisfacción de sus propios deseos. Es decir, se correspondería con esas “almas bellas”, eternamente inmaduras, que, ilusión mediante, creen, tan ciega como obstinadamente, que es posible “asaltar los cielos” (¡sí se puede, sí se puede!); se correspondería con esos seres de luz que creen en naciones ficticias y en repúblicas que no existen. Pero, sobre todo, la ausencia de “responsabilidad timótica” se manifiesta en esas femimarxistas, eternas adolescentes, que para ser libres sueñan no ya solo con “matar al padre”, sino en casarse con la madre (lesbianismo) creando, para ello, el perfecto matriarcado: un mundo sin hombres (léase sin padres).

Tesis: el movimiento femimarxista es la punta de lanza, o caballo de Troya, a través del cual se pretende acabar con la razón de ser de Occidente.
El hecho de que la conciencia femimarxista siga inmersa en la neurosis obsesiva de “matar al padre”, solo significa, desde los postulados de la teoría freudiana de la compensación, que esta se niega a aceptar la defensa y protección más eficiente que es la que proporciona la sociedad patriarcal a todos sus miembros.

Una Europa desprotegida, bajo las directrices de movimientos femimarxistas (defensores de pensamientos sensibles y pacifismos imposibles) y junto a sus acólitos afines (neocomunistas), será una víctima fácil que no dispondrá de defensas eficaces para salvaguardarse del peligro que supone la intrusión las conciencias enemigas (Islam).

miércoles, 8 de mayo de 2019

LA ESPAÑA QUE NUNCA PUDO SER LIBERAL


INTRODUCCIÓN
En otra entrada de este blog escribí una reflexión comparativa entre dos series de televisión, “Juego de Tronos” y “La casa de papel”, para intentar demostrar hasta qué punto la ideología de las mal denominadas “izquierdas” (indefinidas y antiilustradas o reaccionarias) han ocupado y colonizado los espacios públicos más importantes de la sociedad española (sus calles y plazas, la cultura y la educación, medios de información…) consiguiendo, así, institucionalizar “su verdad”.
Ese mismo día, una vez más, tuve que señalar una nueva “inexactitud” de Andrés Trapiello, según el cual los dos grandes vencedores de la Guerra Civil española fueron, a la postre, FE (Falange Española) y PCE (Partido Comunista Español). Pero el único vencedor, como demostró la historia e intentaré demostrar yo mismo a continuación, fue el PCE, por la sencilla razón de que el resentimiento siempre perdura más que cualquier sentimiento de concordia.

PROCESO DE “SOCIALDEMOCRATIZACIÓN” DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA (y de la universidad a la sociedad)
¿Cómo ha sido posible que nuestras “izquierdas”, no olvidemos que perdedoras de la Guerra Civil, hayan podido “colonizar”, sin que nadie les chistara, la generalidad de los espacios públicos de nuestra nación? ¿Cómo ha sido posible que la izquierda fuera, y siga siendo, la mano que mece la cuna; la mano que ha hecho posible, de hecho, que España sea "roja" en esencia, tanto en su fondo como en sus formas?

La respuesta parece clara: ha sido posible debido a los complejos y la cobardía de una “derecha” que, en realidad, solo tenía de “derecha” el nombre. Desde la Transición, no ha existido una derecha auténtica en España, liberal y conservadora, republicana y democrática, orteguiana al cabo. Así que, retomando a Ortega, intentaré llegar a la verdad radical que pueda proporcionarnos una explicación racional, argumentada y fundamentada, sobre esta “anomalía histórica” que ha permitido que, en España, la historia la escribieran los perdedores.

EL CLUB DE LOS LEÍDOS
El ser humano está constituido por tres dimensiones: individual, social e histórica (Zubiri). Ortega lo resumió magníficamente con su “Yo soy yo y mis circunstancias”. Deberemos considerar, por tanto, la dimensión del yo (conciencia individual) y las dimensiones sociales e históricas (conciencia colectiva) para entender cómo fue posible que durante nuestra Transición se perdiera por el camino “el espíritu orteguiano”; ese espíritu aristoi y liberal que nos instaba a considerar la vida como una verdad radical en sí misma, para “superarla” (sus adversidades) a través de la razón.

Los leídos, o el “club de los alfabetizados” (genial Sloterdijk) se dedican a razonar y solucionar problemas, lo cual está muy bien, pero ¿para qué?
Básicamente, y pecando de reduccionistas, podríamos decir que en España, tras la GC existieron dos clubs alfabetizadores que “ocuparon” institucionalmente el espacio público, desplazando por completo  la propuesta liberal o raciovitalista (orteguiana):

1)     El club esencialista: los herederos del falangismo (Aranguren, Entralgo y Ridruejo entre ellos). Se preocuparon, sobre todo, por la ética y la moral y sus implicaciones en la religión y la política.
 
     2)     El club materialista: marxistas en general, preocupados por transformar la realidad política de España.

Estos dos "clubs" o corrientes ideológicas dieron forma, correlacionando entre ellos, a un pensamiento antiliberal que impregnó a toda la sociedad y la política española.
Lo paradójico, como veremos a continuación, es que fueron precisamente los discípulos de Zubiri (Aranguren y Entralgo entre otros) quienes acabaron por desterrar de las universidades españolas el pensamiento orteguiano (maestro de Zubiri), mientras, al tiempo, convergían, a través de la ética zubiriana, con el rostro amable del marxismo: la socialdemocracia.
Esto tiene que quedar muy claro: las universidades españolas, durante toda la Transición, estuvieron dominadas por el pensamiento zubiriano, dedicado casi exclusivamente a elucubrar sobre el bien y el mal, obcecado por el problema teologal, la ética y la moral. Nadie del club esencialista, durante la Transición, se pre-ocupó (se ocupó con antelación) de la realidad material del momento, ignorando que el marxismo (la otra conciencia alfabetizadora), muchas veces desde la clandestinidad, se iba infiltrando en las aulas universitarias poco a poco, hasta imponer “su verdad”.

Pero los discípulos de Zubiri no solo ignoraron “el peligro marxista”, sino  que se obsesionaron por hallar una ética universal a través de la cual lograr la justicia social. Otros pensadores como Ridruejo, otrora admiradores del fascismo, acabaron convergiendo con las tesis socialdemócratas a través de la Escuela de Frankfurt. Se olvidaron de la realidad material, de la necesidad de preservar la integridad y unidad de la nación; se olvidaron de las libertades individuales, de la dimensión individual del animal de realidades que es el hombre. Solo se pre-ocuparon, impregnados de esencialismo zubiriano (a la postre judeocristiano), de soñar con felices sociedades hermanadas a través de una conciencia colectiva común.
CONCLUSIÓN

La idiosincrasia esencialista de los herederos del falangismo fue, precisamente, la que les convirtió en perdedores tras acabar la Guerra Civil. Los discípulos de Zubiri se olvidaron de Ortega, y con él se olvidaron de la realidad material; se olvidaron, ebrios de esencialismos ético-morales, de preservar la unidad de la nación, que es, al cabo, la capa basal sobre la que puede fundamentarse un Estado operativo que garantice los derechos y libertades de TODOS los ciudadanos (Gustavo Bueno).
Queda demostrado que FE no ganó nada tras acabar la GC. De hecho, el régimen franquista supuso la división de la intelligentsia falangista, la cual se fragmentó en diferentes facciones, siendo la hedillista la más crítica con Franco. Sin embargo, el PCE, a pesar de estar proscrito, sí siguió perviviendo en el subconsciente colectivo de las masas, como la posibilidad operativa (sueño mesiánico) del marxismo que algún día habría de consumarse en el ex-sistere. Dicha posibilidad estuvo casi a punto de “alcanzar los cielos” a través del neocomunismo emergente de Podemos que, no lo olvidemos, todavía sigue gozando de buena salud (sobre todo en muchos municipios del Baix Llobregat, donde a pesar de casoplones y otros cagarrones, han sido segunda fuerza por detrás de un arrollador PSC).

El PCE, desde la perspectiva expuesta por Andrés Trapiello, sí puede considerarse ganador. Pero no así FE, que en absoluto se ha mimetizado en VOX.
VOX, a través de las tesis del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, lo único que ha intentado hacer es “recuperar” las propuestas más raciovitalistas de Ortega y Gasset, aunque cometiendo el error, en mi opinión, de seguir otorgándole un peso todavía demasiado relevante al esencialismo católico (conciliador). Por ese camino, desde luego, VOX correrá la misma suerte que los perdedores de FE (hermanitas de la caridad), porque el único esencialismo que, a día de hoy y por todo lo expuesto, ha logrado imponer “su verdad” en España ha sido el marxista, alimentado desde el odio y el resentimiento hacia España y todo lo español (comunismo); un marxismo que ha sido "asimilado" tanto por las "derechas esencialistas" como por algunos sectores de la Iglesia de la liberación (jesuitas) e incluso por el actual Papa Bergoglio, ya conocido como "el Papa rojo".

lunes, 6 de mayo de 2019

"JUEGO DE TRONOS" Y "LA CASA DE PAPEL" (Maquiavelo vs Adorno)


INTRODUCCIÓN

Me sorprendió en su día la “frikada” de Pablo Iglesias, mostrándose desnudo ante sus acólitos como un ferviente seguidor de “Juego de Tronos” (a partir de ahora GOT). Pero más me sorprendió que alguna amistad virtual loara el tercer capítulo de GOT, considerándolo una obra maestra de la estética.
El caso, y es a lo que voy, es que no pensaba ver la última temporada de GOT. Yo ya estaba hasta “els dallonses” de GOT, un pestiño de serie, aburrido y sinsorgo, que me obligaba a ver, cual si de un imperativo de deber se tratara, tan solo para comprobar si de una puñetera vez todas las tramas de la susodicha serie llegaban a una liberadora síntesis hegeliana.

Deber obliga, me dije, y en unos pocos días me tragué los tres primeros capítulos de la última temporada de GOT, hasta llegar a la “supuesta” obra maestra de la estética… y la política (el capítulo tercero).

JUEGO DE TRONOS
GOT, desde luego, es una serie para ajedrecistas; para amantes de antiguas estrategias “maquiavélicas”, para líderes que quieren asaltar los cielos y para plumas ilustradas que creen que la política de hoy puede “desprenderse” del espíritu de los tiempos. GOT gusta mucho entre quienes todavía creen, erróneamente, que las tácticas de la gran política (política con altura de miras) es la que determina la realidad fáctica.

Pues no, no es así, señores ilustrados. Como ya le señalé en su día a un defensor del “constitucionalismo patriótico”: no se trata de estudiar y analizar la realidad considerando las conciencias de los diferentes pastores del ser (líderes y programas políticos); se trata de escuchar atentamente los susurros del ser; cómo gime, cómo siente y se emociona, cómo se victimiza. Para conocer la realidad tan solo hay que escuchar con atención para, así, descubrir la esencia (angustia y dolor) del espíritu de los nuevos tiempos.
Siempre se trata, ayer como hoy, de saber captar, como ya he señalado, el espíritu de los tiempos; se trata de intuir o pre-sentir qué dinámica psicopolítica, emocional y sentimental, mueve a las masas. Después, si eso, ya construiremos una teoría molona, ad hoc, para que explique y proponga las terapias necesarias que ayuden (o no) a resolver los diferentes conflictos emocionales.

Así las cosas, ya no es tiempo para ajedrecistas que sigan las recomendaciones de “El príncipe” (Maquiavelo) sino que es tiempo para tahúres y trileros que hayan comprendido que el pensamiento sensible (Theodor Adorno) es el que verdaderamente determina las tácticas psicopolíticas a seguir.

Como ya he señalado, la psicopolítica actual no consiste en un juego entre diferentes pastores del ser, sino en un juego entre multitud de vecinos del ser (multitud de conciencias). Cada vecino con sus diferentes verdades, sus filias y fobias políticas; todos dispuestos a alcanzar los cielos declarando la guerra total a las conciencias enemigas (¡alerta antifascista!). Todos los vecinos prestos a victimizarse y a reivindicar que ellos, y solo ellos, son los que sufren más graves injusticias, discriminaciones y vejaciones. Tonto el que no sea víctima o, en su defecto, no finja y/o aprenda a victimizarse (¿verdad, femimarxistas de nuevo cuño?).

La serie “Juego de Tronos”, por tanto, no refleja el sentir espiritual actual, porque, al estar inspirada en pretéritas y /o ficticias épocas, donde la épica aristocrática era un importante valor moral, debe prescindir del “sentir de las masas”. Sus protagonistas, “príncipes maquiavélicos”, se muestran siempre orgullosos, porque no tienen que vérselas con la masa plebeya sino con sus conciencias antagónicas (también príncipes y reyes). Sí, a las masas también se les engaña, pero no es necesario ganárselas emocional y sentimentalmente a través de calculados victimismos. Atención a esta importante pieza que será clave en el “juego de ajedrez” que sí desarrollará “el profesor” en “La casa de papel”: la hábil utilización del victimismo instrumental.
LA CASA DE PAPEL

Sin duda estamos ante una serie terrible y dolorosamente inteligente que sí ha sabido captar el espíritu de nuestro tiempo. Estamos ante una serie destinada a ser digerida con facilidad, tanto por el público menos exigente (adolescente) como por los paladares adultos más exquisitos que saben deleitarse con los “boccatos di cardinale” que, dadivosamente, nos ofrecen los diferentes capítulos.

Me he permitido, en los últimos días, recopilar datos extraídos de pequeñas muestras formadas por adolescentes (entre13-17 años aprox.).
La mayoría de estos chicos ven “La casa de papel”. Muy pocos siguen a GOT, que exige un mayor esfuerzo intelectual. El personaje preferido, también para la mayoría de adolescentes, es Tokio (la chica rebelde y díscola que la lía parda constantemente).

A los adultos, como a algunas de mis amistades, mi mujer, mi hermano y a mí mismo, también nos ha “enganchado” más “La casa de papel”, aunque algunos (obligados, como digo, por imperativos de deber) también sigamos estoicamente GOT. Y casi todos, unánimemente, estamos encantados con el personaje de Berlín (el atracador que encarna el viejo espíritu de quienes todavía creen en el honor y la lealtad).
LA ESENCIA SIEMPRE ROJA

Pero en “La casa de papel”, como no podría ser de otra manera, resulta relativamente fácil descubrir pinceladas de moralina progretonta. Ya sabemos que nuestros “marxistas culturales” no dan “puntá sin hilo”. Y si algo caracteriza a una serie española, sea buena o mala, es siempre el sesgo presente, descarado o hábilmente disimulado, hacia ideologías rojeras.

Sin embargo, en esta ocasión al menos, debemos agradecerles a los guionistas de “La casa de papel” que el sempiterno sesgo hacia la izquierda, haya sido más sutil que en otras ocasiones. Pero, haberlo, haylo, como veremos a continuación:

1)    El profesor, el cerebro del atraco, acaba resultando ser descendiente de un luchador antifascista (¿no resulta entrañable este tópico, ya “clásico”, de nuestros artistas “cejizapateriles”?). Pues sí, el jefe de los atracadores, inteligente cual Maquiavelo, pero también tanto o más psicogogo que Adorno o el mismísimo Heidegger, acaba revelando que es nieto de un partisano que le enseñó una emotiva canción de lucha a su padre, y éste a él:

Solo estos minutos, que desbordan verdad emocional a raudales, superan la hora y media de la grandilocuente épica del tercer capítulo de “Juego de tronos”. Desde Adorno, y con el triunfo del pensamiento sensible, la verdad ya nunca será la del padre guerrero, sino la de la madre sentimental. Y esto también nos lo dice la serie “La casa de papel” de manera mucho más explícita. Sigamos.

2)    A lo largo de los diferentes capítulos se nos presentará, también hábilmente, el enfrentamiento entre dos perfiles (conciencias) totalmente opuestos: Berlín vs Nairobi. ¡Qué zorros más astutos!
Berlín, que será tildado reiteradamente de psicópata y de narcisista exento de empatía, gritará en un momento determinado: ¡Esto es un patriarcado”. Más adelante, Nairobi dará un golpe para hacerse con el poder dentro del grupo de atracadores y proclamará orgullosa: “¡ahora le toca al matriarcado!

Pero las “sutilezas”, a través de las cuales nos cuelan la moralina rojeras, son muchas más. Los nombres de los atracadores, sin ir más lejos. A Berlín, el personaje más detestable, se le otorga el pseudónimo de la ciudad alemana, lo cual podría parecer mera casualidad, de no ser porque al personaje más entrañablemente humano y querido se le asignará el de Moscú. ¡Brillantes! Además, acabaremos descubriendo, ¡oh, sorpresa!, que el “bueno y justo” de Moscú nació un 1 de mayo, día de los trabajadores. Como ya he dicho: no dan puntá sin hilo.

3)    Por último, la serie nos regala una clase magistral de pedagogía de la buena, con claridad orteguiana y en román paladino. ¡Cómo no me va a molar este pedazo de obra maestra!
 
El profesor explica su táctica, apoyada en los postulados del pensamiento sensible más victimista, para ganarse el favor de la opinión pública. Expone como ejemplo un hipotético partido de fútbol entre Brasil y Camerún. ¿Quién preferirían que ganara? Todos responden al unísono que Camerún. Pues claro, sentencia el profesor, porque TODOS apoyamos siempre al más débil y desfavorecido. Y tanto es así que, incluso muchos brasileños, preferirían que perdiera su propio equipo.
El profesor acababa de dejar al desnudo “la esencia roja” que subyace en la generalidad de los españoles, siempre dispuestos a ir contra su propio equipo (España) por tal de posicionarse junto a los más débiles y “salvarles” de los malosos fascistas (léase VOX).

EPÍLOGO
 
Podría explayarme mucho más exponiendo más “sutilezas”, tan inteligentes como rojeras, que se suceden a lo largo de la serie “La casa de papel”, pero creo que ya me excedí demasiado.

No me gustaría terminar, sin embargo, sin antes advertir, a quienes quieran comprender por qué las últimas elecciones del 28-A las ganó Pedro Sánchez, que la respuesta no la hallarán entre las jugadas de ajedrez de “Juego de Tronos”, sino entre las estrategias psicopolíticas (sentimentales y emocionales) que se “desnudan” en “La casa de papel”. Si Pablo Iglesias, por ejemplo, hubiese prestado más atención a esta serie, se hubiese comprado su casoplón después de las elecciones, y no antes.

jueves, 18 de abril de 2019

LA REALIDAD FUNDAMENTO Y EL SER (y sobre Dios)


INTRODUCCIÓN
Ahora que estamos en Semana Santa se me antoja, más que nunca si cabe, reflexionar sobre la filosofía primera, atender y pre-ocuparnos por las cuestiones trascendentales que impregnan la enigmática vida humana llena de misterios inescrutables: la existencia, el mundo y la realidad que nos envuelve.
Zubiri, en su magnífica obra “El hombre y Dios”, se refiere a la realidad-fundamento como una suerte de “arjé” o principio a partir del cual tiene su origen el todo (universo, mundo, vida). Creo que la definición zubiriana sería análoga a la de “ápeiron” (lo indefinido e ilimitado) de Anaximandro de Mileto, pero, sobre todo, se correspondería con la acepción heideggeriana del Ser.

PROBLEMA TEOLOGAL o LA CUESTIÓN DEL SER
La teología judeocristiana sitúa a Dios como principio (realidad última) de todas las cosas: creador del universo, el mundo y la vida. Primero fue Dios. Sin embargo, Zubiri hizo una importante distinción entre Dios (ser supremo creador) y el poder de lo real; la fuerza de la realidad misma que impele al ser humano a desentrañar el enigma (el porqué) de su propia existencia. El poder de lo real se “apoderará” de todos los seres humanos, pero no por ello, necesariamente, todos creerán en la POSIBILIDAD de que un ser supremo (Dios) sea la última realidad-fundamento.

Dirá Zubiri:
“No es Dios el que se nos presenta enigmáticamente, sino que es el poder de lo real, la propia realidad, la que se nos presenta de forma enigmática. Y será ese carácter enigmático (misterioso) de la realidad el que nos llevará a plantearnos el problema de Dios como una posibilidad más dentro del problema teologal.”

En mi opinión, el “problema teologal” al que se refiere Zubiri podría denominarse, perfectamente, el problema existencial. Cualquier ser humano apresado por el poder de lo real, pre-ocupado ante el angustioso enigma de la existencia, se pregunta por la cuestión del ser (Heidegger).
Todos, en mayor o menor medida, y con más o menos pre-ocupación o “cuidado” atendemos la cuestión del ser; aunque no es menos cierto que algunos “antiesencialistas” pretenden hacernos creer que ellos no, que ellos prescinden de cualquier tipo de razonamiento metafísico, des-pre-ocupándose, así, del problema teologal, en su opinión “irrelevante” (más adelante desenmascararé esta mentira comunista).

Zubiri escribirá al respecto en su ensayo “El problema teologal del hombre”:
“El hombre actual, sea ateo o creyente, se halla en una actitud más radical. Para el ateo no solo no existe Dios, sino que ni siquiera existe un “problema de Dios…  Pero esto mismo acontece al teísta. El teísta cree en Dios, pero no vive a Dios como problema”.

¿Qué pretende decirnos Zubiri?
Desde otra perspectiva y con otra terminología, Zubiri nos habla, como Heidegger, de la cuestión del ser; nos señala que el signo de la posmodernidad ha sido el olvido del problema teologal (léase olvido del ser). Olvidarse del “problema” del ser, des-preocuparse del mismo, ha sido una actitud común tanto en ateos como teístas. Lo que nos dice Zubiri, como Heidegger, es que el ser humano se ha olvidado voluntariamente de intentar desarrollar una visión holística de la realidad (llámesele si se prefiere visión mística y/o espiritual), alejándose, así, del camino de una necesaria humildad ontológica; negando su condición de vecino del ser y afirmándose como pastor y/o señor del mismo.

LA HUMILDAD ONTOLÓGICA
¿Quiénes pecan de falta de humildad ontológica?

Curiosa y paradójicamente, son los más fervientes creyentes, ya sean teístas o ateos, quienes con mayor prepotencia dogmática despreciarán a las conciencias contrarias. Así, en nuestras actuales sociedades, quienes siguen mostrando mayor prepotencia ontológica, y se “arrogan” estar en posesión de la verdad (sentido moral), son el Islam (teístas) y el comunismo (ateos).
EL ENGAÑO COMUNISTA

Obsérvese que, tanto el Islam, que no ha sabido reducir su celo dogmático a lo largo de la historia, como el comunismo, no dudan en sacrificar las conciencias individuales (derechos y libertades de los ciudadanos) en los sagrados altares de sus respectivos ”templos de la verdad”. Y es que, como bien supo ver Heidegger, el comunismo es una suerte de pseudoreligión con esencia propia. He ahí la gran mentira del dogmático comunismo: declararse materialista y realista, antiesencialista y antimetafísico y, sin embargo, creer ciegamente en una idea metafísica, hipostasiada y sustantivizada, llamada “justicia social”.
CONCLUSIÓN

Yo creo que el Ser de Heidegger sería el análogo al concepto de realidad de Zubiri, ese “algo que es más que nada”; esa realidad abierta al hombre como posibilidad, y a la cual este se encuentra inevitablemente religado.
Dicha “religación”, o comunión entre el hombre y el ser, obliga al Dasein a “hacerse a sí mismo”, le impele a dotar de sentido (es-sentia) su exsistencia, eligiendo para ello de entre la multitud de diferentes posibilidades que le ofrece la realidad (teísta o ateo).

No importará, en mi opinión, que la posibilidad elegida (sentido escogido) haya sido fruto de una inspiración o revelación divina, un proceso de atención reflexiva en el claro del bosque, o haya sido la construcción, pretendidamente “científica”, de un puñado de ideólogos (comunismo).

Yo no encuentro diferencia significativa entre “construir una verdad” o “hallar y/o desvelar una verdad”. El sentido descubierto podrá ser o no verdad, porque su justificación dependerá de la conciencia que, meditando y reflexionando, interprerá la realidad según su apriorística forma de ser. Pero es que, también, la verdad que se construya a través de una razón científica o consensuada o deliberada, dependerá de cómo sea el sujeto o grupo de sujetos que la hayan construido.
No será la vía (meditación vs razón científica y/o consensuada) ni el modo (descubrimiento vs construcción) quienes determinarán la “verdad del ser”, sino la clase de persona que seamos. Bien dijo Ortega que no se trataba de un problema entre clases sociales, sino entre “clases de personas”.

Una vez justificado racionalmente un sentido (hallado o construido) lo que importará será si éste respetará la realidad plural del resto de las conciencias individuales, mostrando humildad ontológica, o las combatirá con dogmático celo supremacista (Islam y comunismo).


miércoles, 10 de abril de 2019

MARXISMO, LA CONCIENCIA EXTERMINADORA

INTRODUCCIÓN

Leyendo a Gustavo Bueno pergeñé unas de esas tesis mías, por supuesto informales y carentes de rigor científico, que suelen ser producto de inesperados “insights cognitivos”. En un párrafo, no recuerdo de qué texto, el filósofo español descalificaba una definición conceptual por considerarla “heideggeriana”. ¿Por qué tanto desprecio hacia Heidegger por parte de alguien que se autoproclamaba "marxista"?
 

Suele ser habitual entre nuestras "izquierdas" deslegitimar o rechazar apriorísticamente cualquier argumentación que pueda pecar de parecer metafísica, esencialista o suprasensible, heideggeriana en definitiva, sobre todo por parte de quienes se arrogan a sí mismos estar en posesión de verdades materialistas y/o realistas. Y, sin embargo, Heidegger sigue siendo un pensador fundamental, como intentaré demostrar, para desenmascarar las prepotencias señoriales que aspiran a exterminar a las conciencias contrarias; sigue siendo un referente para combatir a las grandes políticas que, en aras de la consecución de idealistas "justicias sociales", no dudan en cercenar las libertades de los individuos, a través de políticas igualitaristas y uniformadoras, evitando que estos puedan llegar a “autorrealizarse” libremente.


Primera tesis: la idea de "justicia social", como la idea teológica de Dios o la idea metafísica del ser, también es una hipóstasis o sustantivación de una idea suprasensible; es decir, es un concepto, pre-ser o modo de ser, sito en la conciencia con aspiración y voluntad de consumarse como realidad formal (no virtual) en el ex-sistere.

Segunda tesis: la "gran política" siempre se arroga ser "buena y justa" por tal de, así, legitimar las vulneraciones y restricciones de las libertades individuales. Peter Sloterdijk, más contundente en su libro "¿Qué sucedió en el SXX?", define la "gran política" como el proceder (legitimado) del "buen crimen", señalando que sus apóstoles, desde Lenin, Stalin y Hitler hasta Mao, se encargaron de hipnotizar, primero, y de obnubilar, después, a las masas para crear "buenos criminales" (léase revolucionarios).
 

COMPRENDIENDO A HEIDEGGER
 
Heidegger fue el padre de la fenomenología hermenéutica, que supuso una "corrección" a la fenomenología de Husserl, la cual pretendía estudiar el fenómeno puro, "per se" y sin los condicionantes apriorísticos (conceptos y prejuicios) insertos en la conciencia del individuo.
Al enmendar a Husserl (el fenómeno nunca puede darse “puro” en la conciencia), Heidegger también se enmendó a sí mismo; es decir, si toda experiencia (modo de ser en la conciencia) estaba sometida a la influencia de pre-conceptos y pre-juicios, la fenomenología por fuer había de ser interpretación (hermenéutica). Así, también las posibles des-ocultaciones o revelaciones del ser en el claro del bosque serían las interpretaciones o cosmovisiones creadas por una determinada conciencia. Heidegger supo ver la verdad última que se escondía en toda ideología: cada conciencia "hace suya" una cosmovisión o interpretación del mundo no de acuerdo a una verdad científica demostrada, sino conforme a su pre-ser o pre-verdad vivenciada.
Tanto los sentidos revelados (religiones) como los sentidos construidos (ideologías) están sujetos, en última instancia, a las interpretaciones de cada conciencia. Y desde el momento en que reconocemos (como yo reconozco) que cualquier sentido, hallado o construido, supone una interpretación del mundo, entonces podemos “sospechar” que en el existir no hay más sentido que el de ser (seguir siendo perdurando en el tiempo). Serán los Mesías, apóstoles y profetas de turno quienes otorguen sentidos (descubran o construyan las esencias) de la Verdad que habrá de consumarse en la realidad. Así, tan mesiánicos serían el cristianismo como el marxismo y otros "ismos" (nacionalsocialismo o fascismo).
Del hecho de que haya tantos sentidos (es-sentias) como conciencias que interpretan la realidad, podríamos deducir la posibilidad de que, quizás, no haya sentido.
Sería como si dijésemos que hay múltiples verdades, ergo, tendríamos que admitir que no hay Verdad, entendida ésta como única, absoluta y universal.
Así pues, podríamos sostener que el problema del sentido es un problema "vivencial". Los individuos, en diferentes momentos históricos, experiencian o vivencian modos de ser reales en la conciencia (creando cosmovisiones interpretativas del mundo). Pero los modos de ser reales que se vivencian en la conciencia no son fenómenos puros, como ya hemos aceptado, sino fenómenos percibidos (desde y en el mundo) más los elementos de la propia conciencia (preconceptos y prejuicios sitos en nuestro YO). Así, cada cosmovisión será el reflejo de las voliciones, sentimientos y aspiraciones de una determinada conciencia (religiosa y/o ideológica).
 
Reconocida está dinámica o dialéctica de la conciencia, vemos que la verdad es lo que se vivencia y experiencia como modo de ser real, al margen de que este "ser" vivenciado pueda o no existir en el mundo.
Estamos abordando el complejo tema de la verdad del ser, es decir, la verdad entendida no como la correspondencia entre una proposición y un hecho, sino como verdad experienciada a la que atribuimos un sentido y significado (esencia). Sloterdijk, de nuevo tajante, afirmará al respecto:

"Realismo ya no significa la correspondencia humillante del intelecto con un orden de cosas fuera de nosotros (la verdad aristotélica); implica la activación de lo real en un sentido que aumenta las causas que produzcan determinados efectos".

Sloterdijk, como suele ser habitual en él, y para desesperación de marxistas habermasianos, da en la clave de lo que sucedió en el SXX y señala, indirectamente, cuál será la tónica de la psicopolítica en el presente SXXI: lo real ya no será lo que se dé en la realidad (valga la redundancia), sino que será "real" el pre-ser o volición, voluntad de ser y poder, que una conciencia, a través de la "gran política", logre consumar a través de la praxis hipnotizando al mayor número posible de creyentes.

 
DE LA HIPNOSIS A LA AUTOHIPNOSIS (el caso de España)
 
Lo que subyace en todo conflicto sociopolítico es el eterno enfrentamiento entre las libertades individuales y las libertades colectivas, entendiendo dicho conflicto como una dialéctica o lucha en la que se ve arrojado el hombre desde que nace. En esta dialéctica entre individuo vs sociedad se abrirán, limitarán o cerrarán las posibilidades a través de las cuales cada individuo pueda, o no, llegar a ser él mismo; es decir, a través de esta lucha se legitimarán las diferentes posibilidades de autorrealización personal. Cuantas más posibilidades permita una sociedad, más cerca estarán los individuos, y por ende el conjunto de la ciudadanía, de poder gozar de un alto grado de libertad.
Nadie debería censurar ni impedir que cada cual crea en lo que desee o necesite creer, siempre que no esté en su ánimo, por supuesto, imponer sus creencias a los demás (como sucede con las conciencias supremacistas islámicas y neocomunistas). Nadie debería prohibir, limitar o censurar lo que se manifieste (se sienta o experiencie) libremente en la conciencia individual de cada persona.

Sin embargo, en España, sin ir más lejos, hay gente que no puede expresar libremente sus ideas, menos aún defenderlas a través de manifestaciones y actos públicos; en España existe una conciencia reprimida que, paradójicamente, es la conciencia española; una razón de ser con trayectoria histórica real que no puede reivindicar "su verdad" porque otras "verdades", que en absoluto son reales, sí han conseguido hipnotizar a fieles creyentes en ideas o conceptos que son todavía modos de pre-ser.

El psicogogo de turno hipnotiza con relativa facilidad al ciudadano "no ilustrado", tan solo haciéndole creer que es víctima de graves injusticias. No importará que tales agravios o injusticias no existan en el presente, pues, para ello, el astuto psicogogo se retrotraerá al pasado y escarbará en las tumbas para desenterrar odios y resentimientos pretéritos para, así, manifestarlos y actualizarlos en las conciencias presentes. Se activa de esta manera una "realidad" que solo pre-existe en la conciencia, pero, a través de la cual, se producirán efectos y cambios en el creyente. Y el creyente, una vez convertido en "buen criminal" (genial Sloterdijk) se erigirá en "noble revolucionario" dispuesto a dar un golpe procesista; dispuesto a partirle la cara a pedradas a un manifestante de VOX. Los "buenos criminales", seguidores de la cosmovisión de una "gran política", serán rebeldes que se enfrentarán a las fuerzas de seguridad del Estado por tal de consumar un referéndum ilegal y, llegado el momento, proclamar una inexistente república o reivindicar la realidad de una nación que nunca existió.
Pero el psicogogo (léase mesías o apóstol, demagogo con conocimientos psicológicos) no tendrá que hipnotizar a las conciencias ilustradas, y tampoco importará, porque éstas, ebrias de cínico sentimentalismo, optarán por la autohipnosis o autoengaño voluntario: ellos, se dirán y se repetirán hasta el hartazgo, son los únicos "buenos y justos". pues España les roba, España les coloniza, los españoles son bestias humanas...

CONCLUSIÓN (cuando la zorra guarda el gallinero)

España, como Occidente, no podrá salvarse de "los buenos criminales", de quienes vulneran la legalidad persiguiendo sus "justas reivindicaciones", porque estos son los herederos del marxismo exterminador; son los hermanos díscolos de la socialdemocracia habermasiana que, aunque censurará los modos de sus "hermanos descontrolados", seguirá compartiendo los postulados hipnóticos del "buen criminal" marxista.

Dice Sloterdijk, de nuevo en "¿Qué sucedió en el SXX?" (libro cuya lectura recomiendo fervientemente):

"El joven Marx, en una nota significativa sobre la esencia de la nueva crítica (de la Modernidad) escribió que esta no quiere rebatir su objeto, sino aniquilarlo. El exterminismo, que es inseparable del modus operandi de los radicalismos beligerantes del SXX, tiene su fuente en las ontologías de conflicto evolutivamente reorientadas, según las cuales la verdad de lo real ha de ponerse en vigor en modo efectivo contra lo todavía existente. Para que el reino de lo real llegue, ha de romperse la hegemonía de lo irreal (léase de las falsas conciencias).

Todo marxista sabe que "para que el reino de lo real llegue" ha de romperse la hegemonía de lo irreal, de lo que es tan solo "aparentemente real" en tanto que injusta y falsa conciencia. Y el reino de lo real solo llegará a través de la revolución exterminadora violenta (radicalismos de Islam y neocomunismo) o como pretende la socialdemocracia actual: llevando a cabo una lenta, progresiva e idealista revolución que permita la fragmentación de las naciones (véase Europa en general y Alemania en particular sobre el golpe en Cataluña) y convierta a Europa en una nueva realidad llamada Eurabia.
Por suerte para nosotros, Gustavo Bueno, como buen marxista, también entendió que para que el reino de lo real llegue (una España unida y libre) hay que combatir sin miramientos a las falsas conciencias que pretenden imponer "sus verdades" por las vías de los hechos consumados y a través de las políticas traidoras del socialismo español (el PSOE de Pedro Sánchez).