domingo, 2 de marzo de 2014

Reflexión sobre el aborto.


Para poder reflexionar sobre el aborto, desde un punto de vista filosófico, se me antoja necesario un breve análisis respecto a dos cuestiones ontológicas: la esencia y la existencia. No puede haber otra manera, ecuánime al menos, de reflexionar sobre tan peliagudo tema, pues las ideologías, es decir, las visiones exclusivistas y particularistas de los diferentes grupos humanos, tienden a tomar partido sin obligarse, primero, a reflexionar sobre el sentido del ser.

Resumiendo, y en líneas generales, podríamos decir que existen dos posiciones radicalmente opuestas: aborto libre vs aborto prohibido o limitado a través de las legislaciones políticas de turno. Los defensores de una u otra postura se pronunciarán al respecto dependiendo de sus “simpatías” o identificación con dos de las corrientes o tradiciones más importantes del pensamiento Humano:

1) Tradición judeocristiana: considera que existe una esencia espiritual, a priori, ya antes de que el ser se  manifieste como sustancia (exista en el mundo).

2) Tradición marxista y sus diferentes acepciones ateas: considerará que la existencia precede a la esencia, es decir, primero somos arrojados desnudos a la existencia (nacemos) y después nos dotamos de esencia a lo largo de nuestra vida, llegando a ser nosotros mismos.

Como bien dejó escrito Pico de la Mirándola, haciendo hincapié en la libertad del ser humano para poder ser, la esencia llegaría tras el nacimiento (existencia):

No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú mismo libremente, a la manera de un buen pintor o de un hábil escultor, remates tu propia forma.

La controversia aparece, por tanto, cuando tenemos que decidir si un feto (proyecto de ser humano) ya es en sí mismo una esencia o no. Pareciera que abortar pudiera legitimarse moralmente si, primero, “cosificamos” a la criatura no nata, pues como todavía no ha podido dotarse de esencia, a través del ex-sistere (ser ahí) en el mundo, podríamos estar tentados de no reconocerle su idiosincrasia de ser humano que, de facto, ya es como posibilidad.

Si nos detuviésemos en este "interesado" análisis sería fácil que el ideólogo de turno pudiese llegar a afirmar que un feto no es un ser humano. Pero negar el carácter humano de un feto, en base a la consideración de que éste todavía carece de esencia y, por tanto, carece de humanidad, no es más que una burda falacia (argumentación ad hoc) para justificar su asesinato.
Pero es que también es una falacia, en tanto que no demostrable, sostener que un feto ya posee en sí mismo una esencia de ser (llamémosle espíritu), es decir, un alma que determinaría su carácter sagrado y, por tanto, humano.
Tanto la negación de la humanidad de un feto, como la defensa de que éste ya posee un alma, son argumentaciones falaces destinadas, tan solo a justificar y legitimar distintas posiciones ideológicas y/o religiosas.
Nadie quiere proclamar abiertamente que el hecho de matar a un ser humano sea un Derecho legítimo. De ahí las dialécticas falaces de los proabortistas, obcecados en negar la esencia humana del feto.  Yo pregunto: ¿y qué si un feto todavía carece de esencia?

El ser es potencialmente, es proyecto y posibilidad futura.

La generalidad de los existencialistas (Sartre), coincidieron en reconocer que, efectivamente, la existencia precede a la esencia. Sin embargo, el feto ya es esencia en sí mismo en tanto es un proyecto de vida en ciernes (potencial). Considerando al feto como un potencial ser, o como un proyecto de ser, se superan todos los argumentos falaces; tanto de quienes sostienen la presencia de un espíritu apriorístico como los de quienes pretenden negar el carácter humano del feto.

Por supuesto que un feto es un ser humano, pues lo más característico y propio del Dasein, es su posibilidad para ser en la realidad abierta. No importa si el ser humano tiene o no tiene alma; lo importante en el ser humano es su capacidad para proyectarse y hacerse a sí mismo, a lo largo del tiempo (a través del ex-sistere).
La verdad radical que obvían, tanto los que están a favor como en contra del aborto, es la vida; la vida que es promesa en sí misma y que a través de un necesario desarrollo biológico, primero, y un posterior desarrollo psicosocial, más tarde, se dotará de esencia, es decir, de sentido y/o razón para ser y ex-sistire (ser en sí y ahí).

Por lo tanto, sería necesario que nos dejásemos de eufemismos y de falaces hipocresías intentando demostrar o negar la humanidad de un feto considerando, o no, la presencia apriorística de una es-sencia que le transcendentaliza (alma espiritual), pues cuando se decide matar a un embrión se mata la esencia potencial de ser que éste lleva consigo, es decir, se asesina a un ser humano en ciernes, en tanto se le niega todo un abanico de posibilidades y futuras trayectorias de vida.

El debate debe plantearse, pues, sin miedos ni hipocresías, sin apelar a consideraciones metafísicas que se han demostrado falaces y alienas a lo que es la vida; el debate debe afrontarse sin prejuicios ni sesgos morales.

El debate valiente, sin hipocresías, debería centrarse en si somos LIBRES para poder matar a nuestros hijos todavía no natos. Tan sencillo, y tan difícil, como decidir si nuestro Derecho a ser libres nos legitima para poder matar a otro ser humano (nuestro propio hijo).

Y de nuevo la única verdad radical, la vida, nos dice que sí: somos libres para hacer aquello que mejor garantice nuestra supervivencia futura. Y, en ocasiones, ante difíciles circunstancias adversas (crisis económicas, enfermedades, pobreza…) matar a un hijo es la mejor manera de sobrevivir. Allá cada uno con su conciencia y que cada cual, ejerciendo su libertad, pueda tener la opción de matar a su vástago. ¿Por qué no? ¿Da miedo lo que escribo? Pero, ¡cuidado!, que nadie pretenda engañarnos por tal de justificar el asesinato de su hijo. Sí, asesinato, porque un feto no es una "cosa", sino un ser humano con todos los "Derechos" que queramos reconocerle o negarle.

INCOHERENCIA DE LOS PRO-ABORTISTAS

Los argumentos pro-abortistas (de quienes anteponen su bienestar y su sacra libertad individual, antes de hipotecar sus vidas o ponerlas en peligro teniendo hijos no deseados), entran en contradicción cuando la misma persona que se declara libre para matar a su hijo no nato (nada que objetar moralmente) se obstina, sin embargo, en oponerse a la pena de muerte de un psicópata, un violador o un terrible asesino.
¿Por qué esta doble moral?

AUTOENGAÑO DE LOS PRO-ABORTISTAS

¿Cómo pueden algunos individuos justificar la muerte de un hijo no nato, en base a argumentos vitales de supervivencia (Derecho y libertades individuales) y, sin embargo, no dudan en defender el Derecho a la vida de asesinos y psicópatas?
Planteado en román paladino, para que todos nos entendamos: ¿Acaso es más humana la esencia de un asesino confeso que la de un no nato? ¿Tiene más derecho a la vida un cruento asesino que un proyecto de ser en ciernes (un feto)?

Yo puedo entender a quienes, razonando coherentemente, defienden con la misma vehemencia la vida de un ser humano no nato y la de un asesino; puedo comprender también a quienes, alienos a cualquier consideración ético-moral, anteponen el bienestar individual y/o colectivo para legitimar la practica del aborto y también la aplicación de la pena de muerte.
Pero no puedo entender a quienes, haciendo un uso torticero de la doble moral, se empeñan, ideología en mano, en defender los Derechos humanos de asesinos mientras se los niegan a otros seres humanos no natos.

CONCLUSIÓN

La esencia humana no se adquiere tras el nacimiento (existiendo en el mundo) sino que ya está implícita (potencialmente) en el feto, como proyecto o posibilidad futura de ser. De hecho, pensadores como Peter Sloterdijk sostienen que no cabe hablar, tan solo, de existencia y esencia, sino también de coexistencia. El feto ya coexiste en y con lo otro, a través del vínculo materno, antes de nacer. Ya es humano antes de nacer.

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