sábado, 1 de marzo de 2014

Cataluña vs España (somos historia).

Somos historia, decía Ortega, y, por tanto, somos la suma de todo el logos pretérito que determina nuestro ser.
Decía el filósofo de las circunstancias que su empresa como pensador consistía en superar a Kant, Descartes y a los antiguos, pero, atención, conservándolos, ya que sin la conservación y transmisión de los logros del pensamiento humano a lo largo de la historia, no hubiésemos podido progresar.
De hecho, Parménides, Platón y Aristóteles, Descartes, Kant... todo el pensamiento anterior, en tanto que asimilado, se conserva y se transmite de generación en generación.
Algo parecido decía Heidegger cuando abogaba por superar la historia para, así, mirando hacia el futuro desde una nueva perspectiva, poder hallar el sentido del ser. La historia, según Heiddeger no debía ser negada ni asumida, sino asimilada.
Estamos hablando, en definitiva, del desarrollo cognitivo explicado ya antes por Piaget, pero desde una perspectiva filosófica; perspectiva que haría suya Jacques Derrida más tarde para dar forma a su deconstructivismo.

Sostenía Piaget que lo que el ser humano hace para aprender es, en realidad, asimilar nuevos conocimientos y acomodarlos a los ya preexistentes, buscando un equilibrio entre los mismos.
Ortega y Heidegger, de manera parecida, sostendrán que el saber y los conocimientos heredados de nuestros antepasados deben acomodarse a los nuevos tiempos, pero intentando que el logos heredado de la Historia sea superado, que no negadoa través de nuevas propuestas.

Lo que nunca ha hecho el ser humano, a lo largo de la Historia, ha sido desterrar, erradicar o borrar por completo la herencia histórico-tradicional recibida. Jamás ninguna idea, por peregrina que fuese, ha podido ver la luz sin la "inspiración" de otras que le precedieron en el tiempo. Ningún nuevo proyecto de vida o nuevo sistema filosófico puede "comenzar desde cero". Las ideologías, como los proyectos vitales (de personas o de  grupos colectivos) no pueden negar la Historia, pues eso sería tanto como negarse a sí mismos y rehuir de la responsabilidad de llegar a ser quienes realmente son.

En el devenir de los tiempos solo ha habido una ideología, pseudomoral eslava en palabras de Ortega, que se haya obcecado en negar la tradición y el logos heredados de la historia: el marxismo. No entraremos ahora a discutir hasta qué punto el marxismo supuso una real y total negación del logos pretérito, pues, como bien demostró Bertrand Russell, la dialéctica marxista no es sino una nueva reformulación del cristianismo (en otra reflexión intentaré demostrar cómo el marxismo básicamente se dedicó a reemplazar una religión basada en el deísmo por otra religión laica, donde Dios fue reemplazado por un Estado también omnipresente).

Ahora, lo que toca señalar es que, mientras Ortega apostó por la superación aristoi (creadora) vs la negación revolucionaria (destructora), el marxismo se obcecó en transmutar valores, es decir, se obstinó en cambiar unos valores por otros a través de la negación del "contrario".
Mientras el marxismo se autoafirmaba a través de la antítesis de lo que consideraba una tesis errada, Ortega abogó por crear una síntesis de superación que conservara el logos heredado (tradiciones y legado histórico-cultural), pues el filósofo español creía, y yo lo suscribo, que para aspirar a mejorar y progresar socialmente, era necesario superar y crear, al contrario que las acciones contrarias defendidas por los marxistas: negar y destruir.

Las influencias políticas de la filosofía raciovitalista de Ortega son claras y se oponen por completo al afán "anti" (antivital y antihumano) del marxismo y de las revolucionarias tesis comunistas.
Repetimos: progresar implica superar, pero en absoluto negar la historia ni el logos heredado o transmitido por la misma.

Las naciones:
Desde la perspectiva raciovitalista una nación es un proyecto de vida futuro (el proyecto de vida en potencia que sería el dasein heideggeriano).
Hablamos del Ser en potencia o del Ser como posibilidad, porque si bien es cierto que somos historia y ésta nos determina, no debemos olvidar que el imperativo vital nos insta a superar el pasado a través de un continuo elegir entre diferentes trayectorias de vida posibles. Repito: superar, que no negar.
Así, a lo largo de la historia, las naciones, como las personas, se han enfrentado a encrucijadas vitales, a diferentes posibilidades del ser (trayectorias) ante las cuales fue forzoso elegir.
La posibilidad, por tanto, acabará obligando al ser a elegir, haciendo que perdure en la historia una trayectoria de vida real (la elegida) pero también quedando en la memoria todas las demás trayectorias posibles, que pudieron ser potencialmente elegidas en determinado contexto histórico, mas nunca fueron reales.

Veamos un ejemplo:
La nación española llegó a ser, es decir, tuvo y tiene una auténtica razón histórica, en tanto su trayectoria real fue la elegida de entre otras muchas trayectorias que solo fueron posibles.
La nación catalana no es, en tanto su trayectoria histórica quizás fue posible, mas nunca fue elegida por el destino como real.
La filosofía orteguiana, a través de la comprensión del ser, de su razón o sentido histórico, hace un análisis impecable para demostrar quiénes somos realmente.
Nadie, hasta la fecha, ha podido rebatir tan impecables como veraces argumentos, razón por la cual Ortega ha sido estigmatizado y atacado ad hominem constantemente, tanto por los revolucionarios marxistas negadores del sentido del ser, como por los nacionalismos particularistas obcecados en negar la historia, haciéndonos creer que la trayectoria nacional de Cataluña, que quizás fuese posible en algún momento, llegó a ser real.

Las personas:
Los seres humanos también somos el resultado de las sucesivas elecciones que realizamos a lo largo de nuestra vida.

Veamos otro ejemplo:
A un estudiante se le presentan dos opciones o trayectorias vitales posibles: cursar Derecho o arte.
El estudiante elige cursar Derecho y, así, dicha opción o trayectoria posible se convierte en su trayectoria vital real.
Pero, pasados los años, el estudiante se arrepiente o no está satisfecho con su elección, razón por la cual decide ser artista. Ahora tendrá dos opciones: negar su trayectoria vital real, reivindicándose artista porque así se siente él, o superar su realidad empeñándose a fondo para cursar la carrera de Bellas Artes. Pero, en cualquier caso, no podrá quejarse si todos le consideran lo que de hecho es y su historia personal determinó que fuese: un licenciado en Derecho.
Así, de manera parecida, Cataluña tendrá las mismas opciones que nuestro desorientado estudiante: negar su realidad española y reivindicarse como nación aliena a la misma, porque así lo han decidido sentimentalmente un puñado de políticos que han condicionado las voluntades populares, o superar su realidad actual, autoafirmando sus rasgos identitarios pero reconociendo sus auténticas y reales raíces españolas.

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